10/05/2024 06:13
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Es evidente que nuestra santa Madre la Iglesia está siendo destruida desde los  cimientos. La inteligencia luciferina del Demonio que opera desde dentro –hasta  Pablo VI llegó a enterarse al final de sus días y lo manifestó señalando que el “humo  de Satanás” había entrado en ella– es una realidad incontrovertible. 

Tenía en mente una docena de títulos preparados para los inmediatos envíos a ÑTV  ESPAÑA, pero las noticias llegan tan abundantes sobre las barbaridades que dicen y  hacen los Jerarcas del episcopado católico mundial, en todas partes, — principalmente en Alemania y Estados Unidos—han acabado con mi paciencia y me  siento obligado a dar preferencia al tema de hoy. No resisto aguantar más y quiero  dejar constancia de mi indignación ante la infame traición de algunos pastores — ¡demasiados!—y, sobre todo y principalmente, si son cardenales de reciente  nombramiento. Es incomprensible que sean capaces de ir minando los fundamentos  del Catolicismo y, con desvergüenza evidente, divulguen herejías y escandalicen a los  creyentes. No deseo morir sin prevenir a mis correligionarios del peligro que supone  esta jauría de enemigos de la Fe, que deberían defender por obligación de estado,  incluso con la propia vida, nuestra Religión. 

¿Tan mal informado está el papa Francisco para nombrar cardenales a quienes no  creen en la Iglesia de Cristo, como lo demuestra su obsesión por destruirla? ¿O es que  los elige así, a ciencia y conciencia? ¿Qué espera para fulminar el anunciado ―Sínodo‖ en el que los obispos alemanes y todos los demás traidores a Cristo –muy bien  organizados y con objetivos bien definidos– van a destruir lo que dos mil años de  magisterio infalible han dado por bueno

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¿No definió S.S. Juan Pablo II, “ex cathedra” –o sea “como Vicario de Cristo” y  “expresamente”– que no es posible el sacerdocio femenino? ¿A qué viene discutir  sobre lo que es ―infaliblemente imposible‖? 

No creo que ningún obispo, que ame verdaderamente la Verdad y a su Madre la Iglesia — sin violentar su conciencia — pueda acudir a ese Núremberg en el que van a  ejecutar al Dogma, a la Moral y al Culto de la bimilenaria Fe en Cristo. ¿Cuánto  tiempo llevan los verdaderos creyentes esperando la excomunión y expulsión de la  Iglesia a una gran parte del episcopado alemán? Lutero fue un aprendiz de hereje,  al lado de estos compatriotas suyos del siglo XXI.  

Desgraciadamente, ya no tenemos ningún Carlos V, para forzar un nuevo Trento, ni – lo que es peor– tampoco podemos contar, hoy, con un San Pío V para enderezar la  Iglesia, imponiendo las directrices que del mismo pudieran emanar. 

Al parecer somos los seglares quienes demostramos mayor preocupación por el futuro  de la barca de Pedro. Sin medios pero con coraje, algunos católicos nos van  informando de cuanto ocurre y tratan de provocar una reacción salvadora.  

Sería injusto si no reconociera que hay cardenales y obispos que intentan rectificar el  rumbo, y están pagando su postura viéndose apartados de los cargos de  responsabilidad y arrinconados. La inmensa descortesía de Francisco para con los  cuatro cardenales que pidieron aclaraciones sobre la exhortación apostólica ―Amoris  Laetitia‖ –mientras se abraza cariñoso con los tiranos y asesinos de Cuba o Brasil y  atiende a cualquier baldragas– muestra un proceder que nos escandaliza a quienes  veneramos a los papas como sucesores de Pedro y Vicarios de Cristo. 

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No debe extrañar por lo tanto que, habida cuenta de cuanto presenciamos o de lo que  somos informados, me haya podido plantear la pregunta con la que encabezo este artículo. Estoy convencido, por otra parte, de que no soy el único católico que se ha  escandalizado con la pasividad que demuestra Roma para evitar la destrucción de  la Iglesia fundada por el Verbo divino en persona.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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Octavio T

Pareciera que se está ejecutando un plan para que nos vayamos acostumbrando y ganando adeptos a estos temas heréticos poco a poco, ante la mirada impasible del Papa, mientras se nombran nuevos cardenales con estas ideas que asegurarían en el próximo cónclave, quizás, un papa modernista y peligrosamente herético. ¿master plan?

Hakenkreuz

Quizá no conocéis a Dios ni conocéis su Palabra ni creéis en Él pues decís esas cosas propias de especulantes ateos o de desesperanzados.
¿Quién como Dios? Y si Dios ama a su Iglesia Católica, la protege como a su Esposa amada y la hará triunfar sobre las puertas del infierno, ¿quién la va a destruir? ¿Quién va a impedir la Santísima Voluntad de Dios? ¿Quién, en su sano juicio, desafía a Dios Todopoderoso? NADIE JAMÁS va a destruir la Iglesia de Dios, la Católica Apostólica. Ya lo podrá intentar todo el infierno y la inmensa mayoría de la tierra. Que pierdan toda esperanza de victoria. Serán estrado de los pies de su Cabeza, Jesucristo Nuestro Señor.

Hakenkreuz

Mucho de lo que ud. escribe es evidente, pero por muy mal que esté, y realmente lo está, hoy la Santa Iglesia Católica Apostólica, la de Jesucristo Nuestro Señor, el Verbo encarnado, nadie, ni todas las fuerzas del infierno, ni todo el mundo apóstata, hereje, blasfemo o enemigo de Dios, por muy poderoso que sea, va a poder acabar con ella, porque es Dios mismo, Todopoderoso, el que la protege (como a España y su unidad, que nadie con poder real, salvo Dios, la protege y la ama. La unidad de Dios es un milagro, aunque no sea reconocido. Es la prueba palpable de que el Señor siempre cumple con su Palabra) como a su propia Esposa. ¿No venció el Señor al mundo, al pecado, al demonio, a la mentira y, finalmente, a la muerte con su Gloriosa Resurrección? Y si Dios prometió la prevalencia de la Iglesia sobre las puertas del infierno, ¿quién puede destruir la Iglesia del Señor, la católica apostólica? ¿Quién como Dios?.

La Santa Iglesia Católica Apostólica, aunque se repita trillones de veces lo contrario, no son solo los papas, no era Apolo, ni Cefás, ni Pablo, ni los papas y sus vicarios en exclusiva, no, aunque todo el mundo limite la Iglesia a esos cargos. Lo seguirán diciendo hasta el fin de los tiempos, pero no es así. La Iglesia no es un partido político con un presidente y unos líderes que deciden y los demás votan y callan y nada tienen que hacer. Ni es una hacienda de un cacique y sus secuaces con los empleados a sus órdenes y sin voz ni voto alguno. La Iglesia son millones y millones de hombres y mujeres humildes y puros de corazón que aman a Dios sobre toda otra criatura y sobre todas las cosas pase lo que pase, venga la prueba que venga y llueva incluso fuego del cielo o caigan bajo un sangriento martirio. Y entre esos millones destacan no los papas, cardenales y obispos, sino sus santos y santas, que son los instrumentos elegidos con los que Dios rige la Iglesia y la encauza a su destino final, la consumación del Reino de Dios entre nosotros, instrumentos ellos a través de los cuales Dios revela la Verdad según prometió según Evangelio de San Juan y respecto al Espíritu Santo, y actúa, es decir, obra milagros. Y así ha sido siempre desde la Pascua del Señor hasta hoy, que no ha habido solo una crisis como la actual en estos dos mil años, no. Recuérdese los papas y cardenales medievales elegidos a dedo por emperadores, reyes, príncipes y nobles, los del siglo de hierro (con papas adolescentes y con mujeres, hijos, etc.), los de Aviñón (terribles tiempos aquellos. Papas y cardenales ministros de Francia y al dictado del rey francés, que no de Dios), los renacentistas, los galicanos, los josefinitas, los rehenes de Napoleón y, por último, los políticos (éstos desde Rerum Novarum, los de la crisis espantosa actual). Ni aunque papas (ha habido 264, nada menos. Y de ellos, solo 12 santos, el último san Juan Pablo II), cardenales, obispos o sacerdotes herejes o apóstatas se empeñen en destruirla (en realidad, convertirla en una institución no al servicio de Dios, sino al servicio de políticos y mercaderes según su ideología conservadora o progresista, según qué demonio les haya engañado o les tenga atenazados), no lograrán más que destruirse ellos mismos y sus partidarios. En la Iglesia Católica adoramos solo a Dios, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, no a papa o cardenal o obispo alguno. Los papas, cardenales, arzobispos y obispos pasan, pero Dios permanece, con su Santa Iglesia Católica. Y adoramos y tratamos de guardar la Palabra y los mandamientos de nuestro adorado Señor Jesucristo, no de la política conservadora o progresista de tal o cual papa, cardenal o obispo, de la que ellos mismos tendrán que responder ante el Señor en su Juicio, pues Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre Verdadero, jamás fue un mesías político ni practicó política alguna (que es propia de satanás), ni aceptó que le impusiesen ese papel político instrumentalizándole a conveniencia de de los deseos de poder político de cada partido de su tiempo (zelotes, escribas, fariseos, saduceos, herodianos, samaritanos, etc.).

La Iglesia sobrevivirá sobre toda otra institución, potestad, gobierno, poder terrenal o dominio sobre la tierra porque así lo quiere Dios y Dios todo lo puede. De hecho toda otra institución, dominio, potestad o poder terrenal, quedarán reducidos a cenizas y como estrado de los pies de Nuestro Señor Jesucristo, cabeza única de su Santa Iglesia Católica Apostólica. Afirmar que Jesucristo quedará al margen, se desentenderá o no podrá evitar la destrucción de su Iglesia católica es propio de apóstatas y falsos creyentes, desesperados como el Iscariote entre truenos camino del suicidio. A Dios nadie le resiste. Así que sufrir sí está en el orden del día del católico, incluso mucho, hasta el punto de morir o ser martirizado si cabe (en eso nos parecemos a Dios. El que no es perseguido no es del Señor), pero la desesperanza nunca. En el momento que uno desespera, ya no es de Dios. Afirmar que la Iglesia está siendo destruida no es fiel a la verdad aunque casi todo el mundo la odie y el infierno no digamos, aunque el demonio haya engañado incluso a sus mismos ministros con la política. La Iglesia no puede ser destruida, porque el amor a Dios vive, repito, en millones de corazones de hombres y mujeres, como durante los últimos veinte siglos, aunque no sean corazones de papas, cardenales, obispos o sacerdotes que han perdido la fe por servir a la política (la mentira y el engaño diabólicos). Mientras haya hombres y mujeres, consagrados y no consagrados, que amen a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todo su ser, mientras haya fieles que guarden la Palabra del Señor dada en los Santos Evangelios, habrá Iglesia siempre. Y, por supuesto, triunfará totalmente sobre todos sus enemigos, que nadie tenga la más mínima duda de ello. Dios cumple lo prometido. Lo que quedará completamente destruido es justamente lo que no es Iglesia, los enemigos de Dios y de su Iglesia, incluso aunque lleve mitras. Nadie es como Dios. Nadie.

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