09/05/2024 08:27
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La necesidad de un firme cambio político es una realidad urgente en la España de 2023. En estos momentos la alternativa se encuentra entre dos “ismos”. Pero no se trata de la tradicional lucha entre Capitalismo y Comunismo, sino entre Constitucionalismo y Oportunismo. Este último frecuentemente se tilda de Centrismo, aunque no deja saber si es de izquierdas o derechas, o todo lo contrario. Y no se sabe porque ese Centrismo se cuida mucho de decir cuáles son sus políticas, no sea que pierda el voto del misterioso “centro”.

En todo caso, al Oportunismo le gusta que lo incluyan entre los teóricamente “constitucionalistas” por lo que les recomendaría que lean, al menos, los tres primeros artículos de la Constitución, que deberían ser un referente clave a tener en cuenta el 23 de julio. No dar importancia a esos artículos es jugar al Oportunismo político, a ver qué jugadita, truquito o discursito se hace para atraer el voto, en general hacia programas muy ambiguos. Tanto que cuando se llega al poder se corre el riesgo de olvidarlos, como ocurrió con nuestro Sánchez que prometió y afirmó con rotundidad cosas que incumplió para llegar al poder, aun a costa de formar un Gobierno dispuesto a desmontar la Constitución.

Hace más de 40 años que los españoles nos dimos, en 1978, una Constitución que, con sus aciertos y errores, ha generado un importante desarrollo económico y político pero que nos ha llevado a la situación de grave confrontación y ruptura actual. Por ello el próximo 23 J tendremos nos unas meras elecciones Generales más de nuestra etapa democrática, sino unas elecciones Nacionales, ya que la estabilidad de nuestra Nación está en riesgo. Por ello no está de más que recordemos brevemente nuestra historia contemporánea desde la República hasta la Constitución.

En 1930 la España monárquica se encontraba en una situación de estancamiento económico e inestabilidad política que dio lugar al diseño de un proceso electoral en el que, tras las elecciones municipales, se harían otras generales con carácter de constituyentes.

Los resultados de esas elecciones municipales de 12 de abril manifestaron que los partidos republicanos habían ganado en 41 de las capitales de provincias si bien, en el conjunto de España, los republicanos habían obtenido sólo 5.875 concejales frente a 22.150 los monárquicos. Quedaban por asignar otros 52.000 puestos, pendientes de una segunda vuelta electoral, por lo que los resultados no eran concluyentes.

No obstante, las principales fuerzas políticas, incluidas las derechas y la mayoría de asesores del rey, dieron por hecho que se había producido un vuelco político antimonárquico y pro republicano. Esto dio lugar a que Alfonso XIII, con la intención de evitar violencias, optara por salir de España, el 14 de abril a las 21 horas. Mientras tanto, ese mismo día, se había constituido un Gobierno Provisional de la República, cuyo presidente fue el derechista Niceto Alcalá Zamora, que incluía como ministros a representantes de los diversos partidos tales como Lerroux, de los Ríos, Azaña, Casares, Maura, Prieto, Largo Caballero, Martínez Barrio, con una mayoría de izquierdas, pero con puestos clave para las derechas.

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La República fue recibida con entusiasmo y esperanza, si bien pronto empezó a prevalecer un clima de desorden, resentimiento y odio que cabe ejemplificar en la quema, entre los días 10 y 13 de mayo, de un centenar de edificios religiosos, en Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, Granada, Córdoba, Málaga, Sevilla, Cádiz y Jerez, así como la profanación de varios conventos, ocasionando la muerte de varias personas. Todo ello sin que se permitiera a las fuerzas de Orden Público reprimir esas acciones delictivas.

El 28 de junio de 1931 tuvieron lugar las elecciones generales, con carácter de constituyentes, que dieron una amplia mayoría a la izquierda. De ella se derivó un proyecto de Constitución de la Segunda República cuyo amplio y polémico artículo 26 perseguía el carácter católico histórico de España. Su redacción dio lugar a que el 14 de octubre, el propio presidente del gobierno provisional, Alcalá Zamora, así como Maura, ministro del Interior, dimitieran por su oposición a esa redacción, siendo sustituidos por Azaña y Casares Quiroga respectivamente. El detonante de esos cambios fue el discurso de Azaña que el día anterior había reiterado que “España ha dejado de ser católica”.

El texto fue aprobado, el 9 de diciembre de 1931, por imposición de la mayoría de izquierdas y no fue sometido a referéndum del pueblo español. Tampoco se optó por convocar unas nuevas elecciones generales como habría sido lógico, tras la labor constituyente de las Cortes, sino que esa misma mayoría nombró a Alcalá Zamora, como presidente de la República, cargo en el que permanecería hasta el 7 de abril de 1936, y a Azaña como presidente del Consejo de Ministros. La mala gestión política dio lugar a que se convocaran nuevas elecciones generales para el 19 de noviembre de 1933 en las que la izquierda fue ampliamente derrotada alcanzando la derecha y el centro una amplia mayoría en el Congreso de Diputados.

Durante ese nuevo gobierno de derecha moderada, hubo una activa y violenta oposición por parte de la izquierda y separatistas catalanes, que dio lugar a un levantamiento armado el 5 de octubre de 1934, impulsado por el PSOE y la UGT con Largo Caballero y Prieto como principales responsables. Estuvo centrado en Asturias, pero se extendió a El Ferrol y cuencas mineras de León. La intensidad del levantamiento, que produjo 1500 víctimas, exigió la intervención del Ejército durante dos semanas para sofocarlo. Casi simultáneamente, el 6 de octubre, Companys presidente de la Generalitat de Cataluña proclamó el Estado Catalán, lo que exigió una acción militar, pero de menor intensidad, siendo derrotado en un par de días y ocasionando unas cuarenta muertes. Con esas actuaciones, la izquierda socialista y los separatistas catalanes pusieron de manifiesto su total falta de respeto a la democracia republicana y su disposición a utilizar la violencia para alcanzar sus objetivos.

Ese contexto generó un grave clima de inestabilidad política que perjudicó al gobierno de ese bienio de derechas. Finalmente, en febrero de 1936 tuvieron lugar las terceras elecciones generales de la República, cuya transparencia y claridad sigue aún hoy en tela de juicio. Oficialmente ganó la izquierda marxista que no puso gran empeño en garantizar el orden público, dando lugar a desmanes y muertes.

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Como referencia del clima de violencia existente desde principios de 1936, cabe citar el famoso discurso de Gil Robles de 11 de junio de 1936 en el Congreso de Diputados, que se recoge en el Diario de Sesiones, en el que señaló que “desde el 16 de febrero hasta el 15 de junio, inclusive, un resumen numérico arroja los siguientes datos: Iglesias totalmente destruidas, 160. Asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de asalto, 251. Muertos, 269. Heridos de diferente gravedad, 1.287. Agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan, 215. Atracos consumados, 138, Tentativas de atraco, 23. Centros particulares y políticos destruidos, 69. Ídem asaltados, 312. Huelgas generales, 113. Huelgas parciales, 228. Periódicos totalmente destruidos, 10. Asaltos a periódicos, intentos de asalto y destrozos, 33. Bombas y petardos explotados, 146. Recogidas sin explotar, 78”

Todo ello llevó a la Guerra Civil, que casi todos lamentamos, en la cual el bando nacional de Franco estuvo apoyado por Hitler y Mussolini y el bando rojo apoyado por Stalin. Tras la Guerra Civil, la España de Franco fue marginada por las potencias democráticas occidentales que solo ya entrados los años cincuenta empezaron a reconocer al gobierno de Franco, al darse cuenta, en mayor o menor medida, que éste había evitado que España se hubiera convertido en una República estalinista, como después ocurrió, desde 1945, a los países de Europa del Este. No obstante, hay quienes aún hoy no son conscientes de que la ideología más criminal de la historia ha sido, y es, la que propagaron Marx y Engels.

Durante la dictadura primero y la dictablanda después, el régimen de Franco tuvo que reconstruir los terribles destrozos de la guerra civil, creando el Instituto Nacional de Industria, siguiendo así el modelo que Mussolini había implantado en la Italia fascista. A ello siguió la etapa de liberalización de la economía española, un gran desarrollo económico y una cierta apertura hacia la libertad ideológica, que preparó a España para la democracia que, tras la muerte de Franco, llegó impulsada por el rey Juan Carlos, y por las propias y obedientes Cortes franquistas.

En el artículo siguiente abordaré de forma breve las claves y contexto del proceso de aprobación de la Constitución y de su posterior degradación, hasta llegar al momento actual.

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Geppetto

«La necesidad de un firme cambio político es una realidad urgente en la España de 2023.»

Eso cree Vd y la poca gente sensata que va quedando
Millones de españoles dicen que no y votan el criterio de no tocar nada

Azul

A día de hoy, dada la lamentable siuación a la que se ha llegado, ya no se trata de » a quien votar». hay que reflexionar sobre si no tendrá que ver » el sistema» , en este formidable embolado que padecemos.
Y Sánchez, de «nuestro», nada, Que es muy «suyo este hombre..

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