20/05/2024 03:35

Como dice John Lennon, con su melodía dulzona y plagada de tópicos, Imagine. Ese mundo imaginado por el carismático artista; ese mundo sin fronteras, sin patria, sin creencias, sin familia, esa utopía “lennonista” (no tan lejana, como pueda parecer, de la utopía “leninista”) dibuja de alguna manera el paisaje de una humanidad postcristiana. Una humanidad en la que las viejas propuestas laicistas se llevan a cabo hasta sus últimas consecuencias. Una sociedad donde las manifestaciones del Cristianismo se redujeran a su mínima expresión y, en todo caso, no fuesen nunca públicas y estuviesen encerradas en el ámbito de lo personal o, en todo caso, del pequeño grupo, de lo privado.

Esta utopía (“distopía”, para muchos) ya se ha comenzado a construir y, sobre todo en los países occidentales, la obra está bastante avanzada.

Pero sigamos imaginando…

Retiremos, por lo pronto, los crucifijos y símbolos cristianos de los lugares públicos.

Quitemos las fiestas que jalonan el calendario y, de alguna manera, nos organizan el transcurrir de todo el año y el ritmo de los periodos de trabajo y descanso: Navidad, Semana Santa, fiestas patronales, romerías. Además de borrarlas del calendario, podrían sustituirse por antiguas referencias paganas o por nombres inventados, como se hizo tras la Revolución francesa. Eliminemos las manifestaciones públicas y culturales que estas fiestas conllevan: procesiones, villancicos, pastorales, belenes.

Sigamos con el experimento y quitemos los nombres de raíz cristiana de personas, lugares, instituciones, empresas, celebraciones. Será una tarea difícil y engorrosa, sustituirlos por nombres laicos y neutros. El bautizo, por ejemplo, será un “Acogimiento Civil”.

Y puestos a eliminar, amputemos del cuerpo social lo que el Cristianismo ha aportado al pensamiento, a la literatura, al arte, a la cultura en suma. Es decir, echemos a la hoguera La Divina Comedia, El Quijote y alguna otra minucia y , aproximadamente, más de la mitad (un cálculo generoso) de arte occidental de todos los tiempos en la pintura, la escultura, la arquitectura. La pintura de Fray Angélico, la Pietà o las catedrales se convertirán en lejanos recuerdos.

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Pasemos de la cultura a lo social y clausuremos todos los centros e instituciones desde los que la Iglesia realiza su labor humanitaria y educativa: instituciones de carácter internacional como Cáritas, residencias, hospitales, centros de rehabilitación, albergues, comedores sociales, escuelas, universidades. Todas estas funciones las realizará el Estado sin ningún problema.

Y, para terminar, la guinda de este experimento: eliminemos la raíz de todo este tinglado, lo más molesto y engorroso: el concepto cristiano de persona y la dignidad radical que se deriva de este concepto. De un plumazo, como por arte de magia, nos hallaremos en una situación de libertad pareja a la del paganismo precristiano, en el que era posible y lógico el esclavismo y en el que los niños deformes recién nacidos podían ser sacrificados (nada tienen que envidiarle, por cierto, las hazañas del paganismo moderno, por ejemplo los Gulag soviéticos o el exterminio nazi de los judíos o el aborto masivo). Eliminando esta rémora nada impide el aborto libre, una eutanasia de márgenes anchísimos y cualquier experimento con la vida humana. Igualmente queda abierta cualquier posibilidad, incluso las más imaginativas y novedosas, de relación sexual o estructura familiar.

Es decir, el experimento imaginario de una sociedad radicalmente laica, a la que muchos quieren caminar como hacia una utopía, es la labor de sacar de una caja, al modo de la chistera de un mago, objetos que creemos inservibles. Sacamos uno y otro y otro… Al final, terminado el proceso, alcanzada la ansiada utopía, descubriremos que en la caja no había otras cosas y que ahora sólo nos queda… el vacío.

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Hakenkreuz

No. El Cristianismo no desaparecerá jamás, pues la Iglesia de Cristo, la Católica Apostólica es indestructible. Ni las puertas del infierno prevalecerán frente a ella. Es Palabra de Dios. Y la Palabra del Señor siempre se cumple. Nunca se dejará de amar a Cristo en la tierra, por muchos mártires cuya sangre se derrame. Eso jamás sucederá.

Lo que si ocurrirá, me temo, es lo que el capítulo 24 del Evangelio según San Mateo describe de las palabras del Señor referentes a los últimos tiempos, como los días de Noé (Mt 24, 37) y que es aterrador: «Y si aquellos días no se acortasen, no se salvaría nadie; pero, en atención a los elegidos, se acortarán aquellos días» (Mt 24,22). Además, la calidad de la fe ha caído en picado: «Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes signos y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos.» (Mt 24,24). Es decir, ni los mismos prelados están exentos de ser engañados por el demonio y sus vástagos. Ese es el grandísimo peligro, pues los prelados pueden ir camino del infierno y arrastrar consigo a muchas almas. Por ello, y más que nunca, es necesario hoy la acción de los santos y el liderazgo de ellos en la Iglesia, que Dios le transfiera el poder a ellos, a sus elegidos, alejándola de los políticos y mundanos, que no hacen más que conducirla a cisma tras cisma.

No es posible una sociedad postcristiana global (no local, sino global. Las naciones de mayoría católica, principalmente de habla española, hoy castigadísimas por la imperante corrupción demoníaca global, pero no aniquiladas, previenen al mundo de ser implacablemente destruído por la Santa y Justa Ira de Dios Todopoderoso), pues en tal caso estaríamos hablando ya no de otra cosa que el infierno, la gehenna de fuego o lago de azufre y fuego donde son y están siendo expulsados para toda la eternidad los demonios y los malditos, los enemigos de Dios contumaces e irredentos por su propia voluntad y soberbia empedernida que no atiende a razones. Un mundo sin religión es un mundo sin Dios, como ausente está Dios del infierno. Y sin Dios no nos late el corazón ni una sola vez más, ni hay protección alguna frente al demonio que pretende molernos a todos como el grano. Y con Dios, hay familia, patria y fe, lo normal, lo natural, lo sano.

Lo que John Lennon, que consumía muchas drogas y estaba muy encantado de sí mismo, describió en su canción Imagine, no es otra cosa un mundo en el que no hubiese freno a todo tipo de esclavitud del alma por el pecado, aunque él, engañado por el demonio, lo revistiese de «libertad» y de «paz», por supuesto que totalmente falsas. No se olvide que John Lennon cometió adulterio y no poca gente de fe se lo reprochó, incluso entre sus familiares. Henchido de soberbia, incapaz de reconocer el mal que había hecho, enfadado contra el Cielo, incluso afirmó que The Beatles eran más famosos en el mundo que Jesucristo Nuestro Señor, algo propio de un ser envenenado de egolatría. Además, se quejaba de tener que haber ido a «casarse» por segunda vez fuera de UK, como si fuese él la víctima crucificada, una locura de irreverencia anticristiana. John Lennon era un genio de la música, pero muy engreído y soberbio, alejadísimo de Dios (escribía en Strawberry Fields Forever, un temazo para la historia, «No one I think is in my tree», nada menos), muy envanecido, como por desgracia tantos personajes de fama. Su fama le impedía ver con humildad la verdad de que no podemos dar ni un solo paso sin Dios, que sin Dios no podemos hacer nada, ni siquiera tener talento excepcional para la música. No debió atribuirse el mérito por un don que Dios le otorgó y no supo utilizar bien. Quizá, viniendo de la mayoritariamente herética Inglaterra anglicana, como tantos otros protestantes y miembros de falsos cultos, identificaba «religión» con opresión, porque fuera de la Santa Iglesia Católica Apostólica no hay salvación posible, sino opresión o engaño. ¿Cómo pudo identificar a Jesucristo y su Iglesia de tal modo, él, que al fin y al cabo era un simple mortal? Por desconocimiento, por ignorancia, por prejuicios, por engaño, por lavado de cerebro, por manipulación anticlerical, por malas experiencias dentro de la Iglesia debidas a malos ejemplos de algunos prelados y fieles o por desidia y negligencia en cuanto al deber de buscar a Dios y llevar una vida de fe independientemente de la profesión que se tenga.

Sería mejor haber compuesto otra canción, con su indudablemente enorme talento, dándole el nombre Believe (because it will be true as Our Lord promised us). Cree, espera y confía en un mundo sin pecado, sin esclavitud, sin maldad ni malicia alguna, sin mentira, sin engaños, sin demonio ni sus ángeles perversos, sin herejías ni falsas creencias y doctrinas, sin supersticiones, sin ídolos, sin política ni codicia, sin materialismo, sin vanidad ni egolatría, un mundo en paz y compañía perenne de Jesucristo Señor Nuestro, María Santísima, sus Arcángeles, ángeles, santos y santas, un auténtico Reino de Dios en la tierra como pedimos en el Padrenuestro, donde se de gloria a Dios y solo prevalezca su Santísima Voluntad en la tierra como en el Cielo.

Surreal

Para empezar, para que no desaparezca lo primero que hay que hacer es recuperar el rumbo abandonando a la Abominación bergogliana

Hakenkreuz

La abominación, mejor las abominaciones, desaparecerán al soplo de la Furiosa Cólera del Señor cuando Nuestro Adorable e Infinitamente Bueno, Misericordioso y Justo Dios Uno y Trino quiera, como quiera y cuando quiera. Eso para empezar. De Dios no se burla nadie y de Dios no escapa nadie, bien por vía de su Infinita Misericordia, bien por vía de su Justicia temible. Ya pueden reír hoy los que mañana lamentarán haber nacido.

Otra cosa es que no tengamos que pasar un bautizo de fuego, eso es impensable. La prueba está siendo muy dura, sin duda alguna, las defecciones muchas, las apostasías e infidelidades se multiplican, los falsos doctores y profetas arrastran a muchos inocentes. Todo es necesario en orden a la salvación que Dios obra por el Hijo y el Espíritu Santo. Y no hay Vida Eterna sin ser probado en la fidelidad a Cristo. Pero solo los verdaderos fieles saben que nada escapa a la Santísima Voluntad de Dios, que no cae un pájaro de la rama de un árbol sin su consentimiento. Por eso recurrimos tanto a su gracia, pues sin ella, nada podemos. Y la gracia no la da ni papa ni prelado alguno, solo la da Cristo.

Ni Francisco o Bergoglio, ni ningún otro papa, cardenal, arzobispo, obispo, teólogo, religioso o religiosa o fiel tiene la salvación asegurada por muy presuntuoso que sea, ni está libre de las llamas del infierno eterno, ni exento de ser reo del Tribunal de Dios por su conducta y enseñanzas, conforme o no a Jesucristo Nuestro Señor, conforme a su Doctrina, no digamos ya los que por su soberbia están fuera de la Iglesia de Cristo, los ególatras endiosados soberbios que se jactan de ser ateos, agnósticos y de demás sectas, cultos vanos, herejías, ídolos y demás satánicas comunidades, por mucho relativismo moral ecuménico o ecumenismo que se haya propagado con engaño. No hay más Dios que la Santísima Trinidad, cuyo rostro visible es Jesucristo Nuestro Señor, a quien el mundo odia, como odia a todo seguidor suyo. La única comunidad en la que puede haber salvación eterna es la Santa Iglesia Católica Apostólica, la única que bautiza a sus miembros en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pues solo en el Santísimo Nombre de Jesucristo Nuestro Señor, Dios encarnado, Dios y Hombre verdadero, puede todo hombre o mujer hallar la salvación eterna por medio de su Gracia santificante y los Sacramentos. Y la Iglesia Católica, infiltrada por la cizaña de satanás, por los enemigos de Jesucristo Nuestro Señor, por los que persiguen fines políticos o mundanos, conservadores o progresistas, sin duda alguna, es la Santa Iglesia Católica Apostólica, la que el mismo Señor Jesucristo fundó sobre Cefás, san Pedro, a cuyas manos encomendó las Llaves del Reino de los Cielos y le prometió que sería imperecedera. ¿Alguien piensa que algún papa la puede destruir después de dos milenios?¿Alguien en su sano juicio puede creer que el Señor nos mentía sobre su Iglesia imperecedera? Si algo resultará destruido no será precisamente la Iglesia Católica, con toda seguridad, sino más bien su cizaña. ¿No sufrió la Iglesia situaciones muy graves bajo el Imperio Romano, durante la simonía medieval, durante el siglo de hierro, durante el cisma de Focio y Cerulario, durante la satánica dominación de los reyes de Francia secuestrada su jerarquía en Aviñón, durante las imposturas renacentistas, durante la Rebeldía a Dios de Lutero, Calvino, Zwinglio, Enrique VIII, durante la herejía jansenita dentro de la Iglesia y durante la presente politización de la Palabra de Cristo desde León XIII y su errática y mundana Rerum Novarum (1891), anzuelo de satanás que mordieron los prelados, que con tanta contumacia se ha mantenido hasta ahora y otros miles peligros, persecuciones y matanzas en masa más?.

La Santa Iglesia Católica Apostólica nació de la más absoluta pobreza y falta de medios en Jesucristo, venido de la más estricta humildad material, nacido de la Bienaventurada y Siempre Virgen María Santísima, Inmaculada y Excelsa Madre de Dios y Nuestra, en una cuadra, viviendo treinta años en la más absoluta anonimidad de un hogar humilde de Nazaret y con un padre adoptivo carpintero, el gran Santo y Patrón Nuestro San José, se propagó por su Palabra y obra (milagros incontables, inexistentes en cualquier otra creencia sea cual fuera su lugar y su tiempo. Solo hay milagros obrados por Dios por intermediación de la Virgen María y sus santos y santas. Nadie más hace milagros). A la Santa Iglesia Católica Apostólica la avalan los Apóstoles, muchos de ellos muertos en martirio (ese fue su beneficio por ser fieles a Cristo y vivir solo para darle gloria), perseguidos, encarcelados, apaleados, apedreados, torturados, despreciados incluso en sus propias familias y en sus lugares de nacimiento, tomados por locos, escandalosos, expulsados de muchas localidades, objeto de todo tipo de burlas y ridiculizaciones. ¿Alguien, a lo largo de toda la historia, entre emperadores, reyes, nobles, aristócratas, mercaderes, terratenientes, opulentos, poderosos, magnates, empresarios y políticos, ha dado la vida en la más abyecta pobreza, castidad y obediencia a Dios, para gloria exclusiva de Dios, como sí la han dado sus santos y santas de la Santa Iglesia Católica Apostólica, regalo para toda la humanidad, para todas las generaciones, cuyo ejemplo perdura hasta el fin de los tiempos?
¿Quién ha ejercido una influencia benigna mayor sobre naciones y generaciones que los santos y santas de Cristo Señor nuestro, aunque los descerebrados no se lo reconozcan (hasta Lenin acabó reconociendo, al final de su vida, que Rusia hubiese necesitado 10 san Franciscos para haber evitado el océano de sangre en que los bolcheviques la sumergieron y la seguirían sumergiendo durante décadas hasta hoy)?
¿Y qué ganaron los santos y santas, católicos todos en todo lugar y tiempo sin excepción, por su misión en la tierra? Desprecios, insultos, ridiculizaciones, palizas, encarcelamiento, persecuciones incluso dentro de la Iglesia, que ya es decir, prohibición de ejercer su labor evangelizadora, calumnias, acusaciones falsas de todo tipo, odio y, en no pocas ocasiones, martirio. ¿Es eso lo que persiguen los políticos, empresarios, magnates, etc. de nuestro tiempo?¿En quién hay que creer, pues, si se tiene un poco de luz en el cerebro, de sensatez y corazón, si todavía se ama, si se tiene humildad para saber rectificar lo erróneo y buscar la ayuda adecuada en la gracia de Dios? Pues claro está, en Jesucristo Nuestro Señor, por encima de todos y todo, siempre, en todo lugar y sea cual sea la circunstancia en la que nos encontremos, incluso en peligro real de muerte (el martirio es una corona, no una desgracia). De Él depende nuestro bien y salvación, de Él obtenemos la dignidad inmerecida que nos hace Hijos de Dios, nada menos, nosotros miserables pecadores, de Él, que fue el primero en amarnos hasta la Cruz, obtenemos todo bien, el alimento de cada día, la vida, y todo lo bueno santo, y de nadie más en absoluto, por mucho que se trate de convencer de lo contrario con engaño, mentiras, manipulación e hipocresía de los que no buscan más gloria que la de sí mismos. Por todo ello, la Santa Iglesia Católica Apostólica jamás perecerá, pues viven en los corazones de los fieles. Lo que sí que desaparecerá es todo lo que no sea Iglesia Católica. Todo ídolo será destruido (democracia incluida, por muchos demócratas que haya), toda política, toda falsa doctrina, todo negocio indigno, toda idolatría, impostura y secta…. La Infinita Misericordia de Dios dará paso a la Temible Justicia de Dios Todopoderoso. Y no hay Vida Eterna para los que no aceptan la Misericordia de Dios, para los que no hacen otra cosa que abusar de ella, engreídos en su creída autosuficiencia intelectual o de esfuerzo.

Es imperecedera por promesa de Dios mismo la Santa Iglesia Católica Apostólica, la de Cristo, su fundador, sus Apóstoles y sus discípulos, los santos Padres apostólicos, los apologistas, los Santos Padres de la Iglesia (tanto griega como latina), los santos y santas de todos los tiempos (no hay ni un solo santo verdadero fuera de la Iglesia Católica, no se busque. Si se nombra santo a alguien que no lo es, se está ultrajando a Dios en sus elegidos, los verdaderos santos), la de los hombres y mujeres justos que amaron y aman a Dios desde el fondo de sus corazones sin engaño alguno. La cizaña será arrancada, pues así nos lo prometió el Señor. Fuera de la Santa Iglesia Católica Apostólica no hay salvación alguna posible, no hay ningún otro nombre en el que nos podamos salvar, ni en Confucio, Buda, Krisna, Mahoma, Lutero, Calvino, Zwinglio, el zar de Rusia o Putin, el rey o reina de Inglaterra, etc. Decir otra cosa es engañar, por muy prelado que se sea. Por eso, el Señor exige la predicación de los santos Evangelios a toda criatura sobre la faz de la tierra, para que todos se salven por Él.

Alvar

No hace falta imaginarlo, ya lo tenemos encima. Terminó la 2a guerra mundial y los de la estrellita masónica vencieron a la cruz, y se hicieron con el dominio del mundo, y a partir de ahí también con el poder en Roma.
A toda esta basura satánica le llaman progreso y democracia.

Hakenkreuz

El caso es que en el siglo XVII Santa Margarita María de Alacoque recibió un encargo del mismo Señor que el Rey de Francia, embriagado de egolatría, no quiso permitir, la consagración de Francia al Sagrado Corazón de Jesús. Consecuencia: Revolución Francesa y la implantación del gobierno de la mayoría, o democracia, el ¡crucifícale! del justo y el premio del criminal Barrabás.
El caso es que en 1917 el mensaje de Fátima (Portugal) era inequívoco y no se atendió a tiempo de evitar lo que desde el Cielo se nos quiso prevenir: Rusia, la Rusia soviética de Lenin y Stalin, extendió sus errores por el mundo triunfante en la 2ª Guerra Mundial con ayuda de sus cómplices demócratas angloamericanos (como Judas Iscariote fue cómplice del sanedrín de Caifás en la condena a Cristo), muchas almas no se han salvado por ello, pereciendo en el infierno, han venido innumerables guerras (revolucionarias), hambre (holodomor rojo en todo lugar donde se ha implantado), persecución continua de la Iglesia Católica (hoy ya no está a salvo ni en Europa) y del Santo Padre (a san Juan Pablo II le llegaron a tirotear a bocajarro), como quiso evitar la Santísima Virgen María en comunión con papa y obispos de todo el mundo que no se dio.
El caso es que la razón de ser de la Santa Iglesia Católica Apostólica es Jesucristo Nuestro Señor, su Fundador, que es Dios hecho Hombre, el Verbo encarnado, nuestra razón de ser y existir, nuestro Redentor y Salvador, Camino, Verdad y Vida. Y Jesucristo habló de Rusia (16/12/1936) a su Apóstol Santa Faustina Kowalska para hacérselo llegar, por sus confesores y obispos al mundo entero, lo ordenó escribir en un Diario que estuvo prohibido, nada menos, en tiempos de Juan XXIII y Pablo VI (las verdaderas Obras de Dios topan con todo tipo de obstáculos, incluso entre los mismos prelados, especialmente los que no aman a Cristo), en unos términos que deberían congelar el alma de todo prelado teniendo en cuenta que Jesucristo Nuestro Señor es Infinitamente Misericordioso con todo el que a Él se acoge con arrepentimiento sincero en la Fuente de la Misericordia, el sacramento de la penitencia o confesión.
Y nada, no se para de engañar a todos los fieles con todo tipo de falsos argumentos, con todo tipo de errores, con todo tipo de herejías, con todo tipo de falsas doctrinas (doctrina social, teología de la liberación, teología feminista, teología lgtbi+, etc.).
¿Será que en Garabandal se nos advirtió de algo que hoy vivimos y que sigue sin ser reconocido para perdición de millones y millones de almas?

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