09/05/2024 13:43
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Hoy tenemos el placer de entrevistar a don Pedro Manuel Villora Gallardo, autor y director teatral, profesor de Teoría del Teatro en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, y responsable de numerosas adaptaciones, entre las que se encuentra la del musical Los chicos del coro, actualmente en cartel en el teatro La Latina de la capital.

Pedro es hombre vital y cercano, de vastísima cultura y conversación jugosa. Tras haber asistido a la representación de Los chicos del coro, son muchas las preguntas que queremos hacerle.

La obra ha estado en cartel en Madrid un año, finalizando su exhibición el próximo 2 de julio. Sin duda, un enorme éxito, avalado por los más de 100.000 espectadores que han acudido a verla hasta la fecha. ¿Esperaba una acogida tan favorable por parte del público? ¿Cuántas representaciones se han realizado desde su inauguración?

 

Cuando escribía el texto, hace ya año y medio, pensaba que podía gustar, pero no imaginé que iba a gustar tanto. Lo cierto es que contamos con un reparto idóneo y con unos jovencísimos actores y cantantes extraordinarios, que son los que terminan de conquistar al público. La primera temporada finalizará con 245 representaciones y a mediados de agosto comienza la gira por España.

 

Los chicos del coro, dirigida por Juan Luis Iborra, es una adaptación de la película Les choristes (2004) de Christophe Barratier, inspirada a su vez en La cage aux rossignols (La jaula de los ruiseñores, 1945) de Jean Dréville. Usted, como traductor, sin embargo, no se limita a trasladar a nuestro idioma la obra de Barratier y su adaptación añade elementos nuevos que mejoran el original. Por ejemplo, el personaje de la profesora Langlois, tutora de las niñas y profesora de matemáticas, es una creación suya y lo cierto es que nos parece imposible entender Los chicos del coro sin esta presencia femenina… ¿Cómo surgió la idea?

La versión musical de “Los chicos del coro” es un texto que sigue de cerca tanto la película de Barratier como una primera adaptación teatral que hizo él mismo en Francia, pero no es una traducción. Sólo se traducen algunas canciones, y aun así son adaptaciones y no traducciones literales. Todos los diálogos son nuevos, porque los diálogos teatrales necesitan mucho más desarrollo y contenido que los cinematográficos, que cuentan con el complemento de la imagen. Las situaciones son diferentes, hay más canciones y, como dices, hay un importante personaje femenino que no existía. Lo creé porque me permitía darle más profundidad a la obra y ampliar sus temas para incluir el punto de vista de la mujer de 1949. También el personaje de la señora Morhange lo he ampliado en el mismo sentido. Estos y otros cambios los propuse antes de escribirlos y afortunadamente los productores me permitieron hacerlos.

Algunos de estos cambios han sido muy bien valorados por el propio Christophe Barratier. ¿Es cierto que el director galo tiene previsto incorporarlos en la serie que se prevé hacer en su país sobre Les choristes?

Eso me comentó y se lo agradezco enormemente, pero la serie es un proyecto de futuro. Christophe Barratier es una persona de gran sensibilidad e inteligencia que además de escribir y dirigir es músico, cantante, compositor y guitarrista. Su hija Violette es una excelente cantante que aparecía fugazmente en la película; también ha venido a ver la obra y ha tenido hermosas palabras para todo el equipo. Para mí era fundamental no traicionar jamás el espíritu de la película y que lo que cambiase estuviese en consonancia con la maravilla creada por Barratier.

El musical Los chicos del coro centra la mirada en la educación y nos habla de la redención a través del arte… Si tuviera que señalar uno, ¿cuál sería el principal problema que advierte usted hoy en día en la Educación?

El trabajo del estudiante basado en proyectos, habilidades y competencias ha dejado de lado el conocimiento, el estudio y el esfuerzo. Se ha privilegiado una vertiente lúdica y espectacular que dificulta entender los procesos históricos, la evolución de los conceptos o los sistemas teóricos.

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El personaje del director del internado, Rachin, nos muestra ese arquetipo mediocre que dispensa almíbar a los poderosos y acíbar a sus subordinados…

De joven fue músico pero no destacó y su frustración le ha llenado de amargura. Podría haberme inspirado en muchos referentes porque desgraciadamente abundan.

Respecto a la música –naturalmente un elemento central de la obra–, llama la atención la calidad literaria de la letra en español. Un proceso que para el espectador y profano puede pasar inadvertido, pero que seguro entraña una gran dificultad. ¿Podría hablarnos de este proceso? ¿Todas las melodías proceden de Les choristes?

Era imprescindible que las letras de las canciones estuviesen en español, porque forman parte de la trama. Lo que se dice no es casual ni un mero adorno sino una reflexión sobre “tantos niños olvidados” que buscan “una caricia en el mar” y alguien que les diga “no te detengas”. Fue lo primero que escribí, mucho antes de hacer la dramaturgia, y me esforcé en que no fuesen textos previsibles sino poemas cantados con capacidad de ensoñación y evocación. Encajar los acentos de una frase como “Despliega las alas con el viento y huye de esta niebla gris, al arco iris vuela dentro que al final se encuentra abril” es difícil, pero cantado queda mucho más hermoso que si me dedicase a rimar “pasión” con “emoción”, que sería una obviedad. No todas las canciones son de la película ni de la versión teatral francesa, sino que son letras originales a las que el director musical, Rodrigo Álvarez, ha puesto música. Es el caso de la canción de la profesora Langlois, que es un canto a la enseñanza (“siempre alumna aunque soy profesora”, dice), del dúo de amor y amistad (“El amor vendrá mañana”), la canción del niño que quiere destruir el internado (“soy ese extraño que viene a hacer daño”) y alguna más.

Como usted insiste en subrayar, no es un especialista, pero su conocimiento de los oficios ligados al arte dramático y de los diferentes aspectos que concurren en un escenario, junto a su dilatada experiencia, le proporcionan una visión de conjunto que, lógicamente, es muy apreciada. ¿Ha participado en algún otro aspecto de la obra? ¿Quiénes han diseñado la escenografía?

En efecto, no soy especialista en nada pero me gusta tener una ligera idea de cada cosa y poder hablar con quienes colaboro, que son los que realmente saben. En este caso sólo he estado en las pruebas de reparto de los niños, que me sirvieron para valorar si las letras de las canciones funcionaban o no, pero no he estado en los ensayos porque me coincidieron con otro compromiso. La escenografía es de David Pizarro y Roberto del Campo y tiene elementos que remiten a la película de 1945 y una magnífica ambientación que comienza en el propio vestíbulo del teatro.

El sonido y la iluminación son excelentes. Estoy pensando en el cuarteto de música que participa durante los 140 minutos de la obra en el acompañamiento de las voces, en la representación de la tormenta, del incendio, un breve momento en que las luces de la tarde bañan el escenario… ¿Qué puede decirnos de estos aspectos?

 

El sonido es de Javier Isequilla y la iluminación de Juanjo Llorens. Son dos artistas asombrosos. Javier consigue que las voces suenen naturales a pesar de que lleven micrófono, pero es muy sutil y no hay nada atronador. Además ha llenado la obra de pequeños sonidos y elementos de ambiente (voces, pájaros, ruidos…) que crean una atmósfera mágica. Y Juanjo es un genio de la luz que no la usa para que las cosas se vean, sino para que se sientan. Ya ha ganado varios premios con este trabajo y más que debería ganar.

Las interpretaciones respectivas del profesor Mathieu por Jesús Castejón y de la madre Violette Morhange por Natalia Millán son memorables. ¿Había trabajado antes con ellos? ¿Qué le gustaría destacar del equipo que ha formado parte de este proyecto?

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Curiosamente escribí los personajes pensando en ellos dos como intérpretes ideales, pero mucho antes de que fuesen contratados; así que puedo decir que ha sido un sueño hecho realidad contar con ellos. Los admiro desde hace décadas. Jesús recoge de manera espléndida la tradición zarzuelera de varias generaciones de la familia Castejón, y la zarzuela es teatro musical; de ahí que sea un actor tan completo y versátil. Y Natalia Millán es una actriz de apariencia delicada y trasfondo enérgico que atrae la mirada con su sola presencia en el escenario. El resto de actores conforma un elenco sobresaliente: Rafa Castejón (el director Rachin) se lleva la obra en cada aparición y sobre todo en su monólogo final, que es de lo mejor que pueda verse hoy. Eva Diago (la profesora Langlois) ha construido un personaje sin referentes previos y hace una creación única, aportando el humor imprescindible dentro de un contexto tan desapacible. Iván Clemente (el chico Mondain) es el descubrimiento de la temporada; su aparición en escena es de las que dejan huella. Y Antonio MM (el ayudante Maxence) y Enrique del Portal, con los que ya había trabajado en “Revoltosa’69”, son sencillamente perfectos. En el caso de Enrique, además, quiero destacar que sustituye en ocasiones a Jesús, Rafa o Antonio; es decir, interpreta todos los personajes adultos masculinos (Maxence, Mathieu y Rachin) y todos a la perfección.

¿Está previsto que Los chicos del coro viaje por otras ciudades de España? ¿Volverá a Madrid en un plazo conocido?

En julio descansamos, porque los niños necesitan unas merecidas vacaciones. A partir de agosto iniciamos una gira que nos lleva un mes a Bilbao, dos semanas a Valladolid, otras dos a Zaragoza, un mes a Valencia, tres meses a Barcelona, etcétera. Volveremos a Madrid en septiembre de 2024.

Desde hace ya algún tiempo, la llamada “corrección política” impregna la enseñanza, las artes y casi todos los ámbitos de la vida. ¿Se puede sortear esta censura o se aprende a vivir sin libertad? ¿Cómo ve usted el futuro del teatro en España en estas condiciones?

La corrección me preocupa porque da lugar a productos culturales homogéneos y repetitivos. Me gusta la diversidad, encontrarme con estéticas e ideologías que no sean las mías. Últimamente me aburro mucho en ciertos teatros públicos porque veo lo mismo una y otra vez. El adoctrinamiento satura y cansa, y cuando los escenarios están copados por cuadrillas de amiguetes respirando todos a una me alejo como espectador y me dedico a otra cosa. Supongo que va por rachas, pero no soy quién para hablar del futuro porque bastante tengo con estudiar el pasado.

¿En que otro proyecto está trabajando actualmente? Si nos puede adelantar algo…

 De momento sigue la gira de “La vida es sueño”, en la que he tenido la suerte de colaborar con ese genial director que es Declan Donnellan. La obra estará en Almagro, Edimburgo, Barcelona, Buenos Aires, etcétera. El 15 de julio se hará en la sala Tarambana “Santificarás la fiestas”, una obra breve, y en agosto estrenaré en Veranos de la Villa “La vida chulapa”, con Olga María Ramos y Alberto Frías. Pero más allá de eso no tengo ningún proyecto en firme, así que estoy abierto a lo que quiera traer el destino. Sobre todo deseo volver a dirigir.

Muchísimas gracias, Pedro, por su amabilidad y el tiempo concedido, y suerte con sus próximas empresas, de las que seguro oiremos hablar pronto.

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