30/04/2024 12:34

Todo apunta a que el nacimiento de la simpática, graciosa e infantil canción “Mambrú se fue a la guerra” tuvo su origen a principios del siglo XVIII.

Según parece en la batalla de Malplaquet (1709), creyendo los soldados franceses que el duque británico de Marlborough había muerto, lo que ocurrió trece años más tarde, mofándose del supuesto fallecimiento de su enemigo, compusieron tan jocosa canción al ritmo de briosa marcha militar, pese haber sido derrotados en el campo de batalla.

Mambrú se fue a la guerra,
que dolor, que dolor, que pena.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.

Quizás los momentos actuales en los que el Presidente de la República Francesa -Emmanuel Macron- arde en furores guerreros, y trata, cual Napoleón sin Isla de Elba, de conducirnos a todos los ciudadanos de la Unión Europea a una guerra contra la Federación Rusa, en tierras de Ucrania, sean los más oportuno para, según rememoramos la deliciosa canción, “Mambrú se fue a la guerra” llevar a término algunas reflexiones sobre los belicosos espasmos del señor Macron.

Si vendrá por la Pascua,
mire usted, mire usted, qué gracia.
Si vendrá por la Pascua
o por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa.
O por la Trinidad.

¿Cuáles serían las causas para ir a la guerra los europeos? ¿Qué convicciones nos impulsarían? ¿Qué ideales nos guiarían? ¿En qué profundas creencias nos apoyaríamos…? Señor Macron.

Dice el Presidente de la República Francesa que debemos ir a la guerra en defensa de Occidente.

Hace décadas que en Europa se deja huérfana a la juventud de todo tipo de formación moral, de todo atisbo de educación ética, de todo espíritu de defensa patrio.

La cultura militar se desprecia y se rechaza. Uno de los problemas de los ejércitos europeos es la recluta, pues los jóvenes europeos huyen del sector profesional militar, en fiel obediencia a los principios en los que han sido educados. Y ya que la milicia es una religión de hombres honados como Calderón afirmara, Europa denuesta los valores castrenses y prefiere más que soldados una partida de matones a sueldo. Solo en el dinero confia Europa. Paga a otros países para que la protejan de las silenciosas invasiones. Y al mismo tiempo los lideres europeos aceptan gustosos ser corrompidos por esos mismos países para facilitar sus exportaciones a Europa, aunque con las mismas se arruinen los agricultores de la Unión Europea: Solo el dinero. Solo el dinero. Solo el dinero. Como cualquier puta, como cualquier proxeneta, como cualquier gánster, como cualquier malhechor, como cualquier dirigente europeo.

¿Y estando así las cosas, se nos habla de ir a la guerra a los europeos en defensa de Occidente?

Efectivamente, Occidente hace ya mucho tiempo era algo que merecía la pena defender.

Pero parece ser que aquel Occidente fue vencido y sus despojos vendidos en el mercado. Y su cádaver, a estas alturas, es tan solo alimento de los múlitiples carroñeros que de sus putrefactas visceras se alimentan.

Claro que sí: Occidente fue, recordémoslo, el creador del pensamiento sistemático; la cuna de Dante, de Goethe, de Cervantes, de Calderón y de Shakespeare; la tarima de Platón y de Kant; el templo del santo de Asis, de Juan de la Cruz y de la Santa doctora Teresa; el observatorio de Copérnico; el laboratorio de Edison y el aula de Einstein. El salón de Tomás Luis de Vitoria, de Mozart, de Bach y de Wagner; el taller de Miguel Ángel, Velázquez, Berruguete. Occidente fue quien puso las huellas humanas tanto en la cima del Everest, como en las Fuentes del Nilo. Occidente fue, en definitiva, capaz de parir a la persona y con ella al Humanismo.

Y sobre todo, y por encima de todas estas cosas, señor Macron, Occidente fue la Cristiandad. Esa Cristiandad que el señor Valéry Giscard d´Estaing, su predecesor tanto en la Presidencia de la República Francesa, como en el coprincipado de Andorra, prefirió olvidar en su proyecto de Constitución Europea.

Pero ese Occidente ha sido asesinado. Lo han asesinado los que al servicio mercenario de ocultos intereses han prostituido sus valores, le han estirpado sus raices, le han arrebatado sus creencias, le han castrado sus ideas y le han encenagado su pensamiento. Y esto lo hicieron aquellos que siendo sus lideres, arrojaron a Occidente a un pozo negro, hueco, vació y mal oliente.

¿Es a este Occidente sin Dios, preñado de mentira y rebosante de nada. Es a este Occidente de trajín, falacia y trueque, al que nos dice el señor Macron que debemos defender en una guerra de inconfesables y ocultos tejemanejes?

La Trinidad se pasa,
mire usted, mire usted, qué guasa.
La Trinidad se pasa.
Mambrú no viene ya,
Do-re-mi, do-re-fa.
Mambrú no viene ya.

Hoy día Occidente ha sufrido una profunda metamorfosis agónica y degradadora, viniendo a convertirse en una pobre bestia de cebadero, un gigantesco buey castrado y sin alma, cuyo único estímulo motivacional es el pienso que llena su pesebre y su única pesadumbre la puntilla que, sin duda, habrá de dar fin a su mortecina vida carente ya de sentido

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¿Es a este abismo de mugre y mierda, en el que son los mismos niños los que se suicidan, al que se refiere el señor Macron, cuando dice que hay que defender a Occidente.?

Por allí viene un paje,
¡qué dolor, qué dolor, qué traje!
por allí viene un paje,
¿qué noticias traerá?
Do-re-mi, do-re-fa,
¿qué noticias traerá
?

Bajo el gobierno que usted preside -señor Macron- ha quedado incorporado en la Constitución francesa el derecho a matar embriones y fetos humanos. O sea que en la Constitución de la cristianísima Francia antaño, ha quedado consagrado hogaño el culto al dios Moloch. Nos atrevemos a suponer que usted conoce el manifiesto aparecido en Le Noubel Observateur y firmado por 343 “grandes personalidades de la cultura francesa” que afirmaba que un feto es como “spèce de tumeur dans le ventre”.

Esta afirmación es una colosal gilipollez. Igual que aquello de que un embrión o un feto humano es tan solo un amasijo de células. ¡Claro, señor Macron! Claro que un embrión o un feto humano es un amasijo de células, al igual que lo somos usted y yo. Exactamente igual que lo es la madre que parió al que dijo esta sandez. .

Usted y yo sabemos que todas estas memeces se dicen al objeto de engañar a las mujeres. Y se engaña a las mujeres porque los profesionales de la industria abortista y aquellos que tratan de implantar la cultura de la muerte, saben que un porcentaje mayoritario de mujeres, si están bien informadas evitan abortar. Simplemente su instinto maternal se lo impide. Este es el motivo del ocultamiento. Esta es la causa del engaño.

Y este Occidente que, en el engaño a las mujeres y en la matanza de niños nasciturus se asienta, cree usted, señor Macron, que merece la pena ser defendido..

Las noticias que traigo,
¡del dolor, del dolor me caigo!
las noticias que traigo
son tristes de contar,
Do-re-mi, do-re-fa,
son tristes de contar

Es de sobra sabido que en virtud de los propósitos no divulgados, pero sí ampliamente documentados se aspira, trabajando en ello con denodados ´ímpetus, a la extinción, por sustitución, de la raza blanca en los entornos geográficos occidentales. Resuenan aún aquellas palabras de Kalergui: Las razas y las clases de hoy desaparecerán de manera gradual, gracias al desvanecimiento del espacio, del tiempo y del prejuicio”.

Soy español. Soy original de la nación que protagonizó el movimiento de mestizaje más amplio y profundo que en la historia humana pueda conocerse. Como español jamás pondré objeciones a que una mujer y un hombre de distinta raza den en su seno cobijo al intimo y recíproco sentimiento amoroso. Otra cosa es cuando el trasvase poblacional se produce persiguiendo de forma opaca, pero sí perfectamente programada, un genocidio de magnitudes colosales. Y en esas estamos en Occidente.

Tengo entendido que en algunas ciudades de su pais, señor Macron, hay barrios poblados por comunidades que, lejos de identificarse con “·nuestros antepasados los galos”, como rezaban los manuales escolares en Francia hasta los últimos años del pasado siglo XX, apenas le son permitido el paso a las fuerzas de seguridad de la República.

¿Es a este Occidente al que debemos defender yendo a la guerra? ¿Es defendiendo a quien pretende nuestra extinción por quien debemos pelear? Señor Macron.

Que Mambrú ya se ha muerto,
¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
que Mambrú ya se ha muerto,
lo llevan a enterrar.
Do-re-mi, do-re-fa,
lo llevan a enterrar.

Todo proceso educacional surgido en este albañal que usted, señor Macron, llama Occidente va dirigido a erradicar a Dios del corazón humano, a extirpar del alma todo sentimiento de pertenencia, a barrer del espíritu humano toda referencia identitaria.. Solo el dinero es dios. Únicamente el beneficio es camino. Solo la ganancia es ley.

¿A causa de qué habremos de ofrendar la vida en la guerra? ¿Qué beneficios nos acarrearía? ¿A qué vendría defender a quien aspira a introducirnos en una sima vacía y hueca sin referente personal alguno?

Que Mambrú ya se ha muerto,
¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
que Mambrú ya se ha muerto,
lo llevan a enterrar.
Do-re-mi, do-re-fa,
lo llevan a enterrar.

Es tan castrante el sistema en el que se asienta este Occidente a cuya defensa usted, señor Macron, nos convoca para su defensa que ya muchas investigaciones científicas anuncian el deterioro vertiginoso de la capacidad intelectual de las gentes que en él vivimos.

Este deterioro es tan trágicamente demoledor que, en virtud de las teorías alienantes a las cuales, la indefensa población es sometida, se llega a precisar de tutorías especializadas para que los niños sean capaces de discernir el sexo al que pertenecen.

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Hasta para masturbarse necesitan los jóvenes ciudadanos europeos formación especializada, y así nos lo confirman los diferentes programas docentes.

¿Acaso no son estas circunstancias, factores que confirman el acelerado proceso de pérdida de capacidades intelectuales de la población europea?

Deterioro de las capacidades intelectuales de la población occidental confirmado, como decíamos más arriba, por multitud de investigaciones científicas realizadas al efecto.

¿Y es a este Occidente depravado, malicioso y medio oligofrénico, al que debemos defender yendo a la guerra?

En caja de terciopelo,va
¡qué dolor, qué dolor, qué duelo!,
en caja de terciopelo,
y tapa de cristal.
Do-re-mi, do-re-fa,
y tapa de cristal.

¿Tienen acaso los ejércitos europeos cubiertas las necesidades logísticas exigidas para posibilitar que los componentes de la tropa cambien, previa solicitud escrita, de sexo según su propia voluntad indique?.

Si el avituallamiento requerido por los ejércitos europeos ha de depender en cada instante de la querencia volitiva de los elementos, elementas o elementes que configuran sus trapas, sus tropos o sus trepes, habremos de admitir que las labores de intendencia de dichos ejércitos revierten en imposibles. Y un ejército sin intendencia es una fantasmagoría disfuncional, . Luego antes de hablar de guerra habrán de ser resueltos los problemas logísticos que plantea la elección sexual a la carta de sus soldadas / es / is / os / us.

¿Y es a este Occidente, dotado de ejércitos logísticamente disfuncionales, e inadaptados a la polisexualidad opcional de sus mandos y tropas, al que debemos defender yendo a la guerra? Señor Macron.


Y detrás de la tumba,
¡qué dolor, qué dolor, qué turba!,
y detrás de la tumba,
tres pajaritos van.
Do-re-mi, do-re-fa,
tres pajaritos van.

Fue a mediados del pasado año 2023 cuando a todos los europeos se nos inundó el ánimo de alegres incógnitas. Pudimos leer en la prensa que los jerarcas políticos de nuestro continente habían acordado anular las emisiones de gases de efecto invernadero y suprimir la dependencia de los combustibles fósiles de las fuerzas armadas europeas.

Parece ser que por mucha ilusión que pusieran los políticos europeos en el logro de estas medidas, las armas de fuego utilizadas por las fuerzas armadas de nuestros ejercitos no solo hacen ¡pun! al ser disparadas, distorsionando con sus estridentes sonoridades el equilibrio decibélico medio ambiental, sino que además la mayor parte de las mismas (solo las que funcionan, claro está) siguen acompañando sus disparos con una humareda que afecta gravemente a la atmósfera, intensificando los gases de efecto invernadero que ponen boina a los cielos europeos. ¡Pero es más! Los vehículos terrestres, aéreos y acuáticos de los que se dotan las fuerzas armadas europeas continúan, en su mayor parte, utilizando combustibles de origen fósil, lo cual constituye un atentado gravísimo a los diferentes ecosistemas de nuestro continente. Olvidando, parece ser. los buenos propósitos concebidos, tan solo hace un año por nuestros lideres políticos.

Ni que decir tiene que los ejércitos europeos en sus desplazamientos habrían de originar el deterioro de multitud de hormigueros, el abatiminto de infinidad de refugios de grillos, el estrés de saltamontes, la depresión psicológica de incontables lagartijas, y mil daños más a gran cantidad de sabandijas de compleja enumeraación, siendo todo esto causa de una afectación gravísima de la biosfera genuina europea.

Y siendo así, el señor Macrón y sus cuates nos sugieren que vayamos a la guerra. ¡Vaya otro por dios! ¡Cuanta irresponsabilidad! Que no se piense en los hombres y en las mujeres es totalmente comprensible, pero mira que no pensar en las campestres sabandijas.


Cantando el pío-pío,
¡qué dolor, qué dolor, qué trío!,
cantando el pío-pío,
cantando el pío-pá.
Do-re-mi, do-re-fa,
cantando el pío-pá 

¡Pero vamos, señor Macron! ¡Que el desánimo no cunda! Que no se quede sin defender este lodazal en el que, con la palabra libertad se funden los eslabones de las cadenas de los esclavos que en Europa pacen. Siempre cabe la posibilidad de que los políticos europeos, desde los presidentes de gobierno, hasta el más humilde concejal del más remoto ayuntamiento, ebrios de coraje y pletóricos de valerosa gallardía, formen un heroico tropel de voluntarios, seguidos de sus hijos y los componentes de su más querida parentela, y con el fusil al hombro, se adentren en la tundra rusa para mostrar al universo todo, las agallas de las que están dotados los “enterraores” de Europa.

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