03/05/2024 02:37

Cuatro son las advocaciones marianas sobre las cuales descansa la devoción a la Virgen María en la Ciudad de Ávila: La Virgen de Sonsoles, la Virgen de la Soterraña, la Virgen de las Vacas y la Virgen de la Portería.

La Virgen de la Soterraña se venera en la cripta de la Basílica de San Vicente.

El nombre de esta advocación mariana abulense, proviene del lugar subterráneo en el que fue localizada, Existen otras advocaciones marianas en España que tienen este mismo nombre. Aquella a la que se rinde culto en el Monasterio de Santa María la Real de Segovia y aquella otra que la ciudad de Requena toma como patrona. Pero son diferentes. Solo tienen en común el nombre, pues todas fueron encontradas en un lugar subterráneo. Todas en una cueva, Todas soterradas. Todas son Soterrañas.

La imagen de la Virgen de la Soterraña de Ávila es una imagen extremadamente mutilada. Aunque recientemente restaurada. Este hecho no es extraño en la imaginería mariana de España y de toda Europa; pues cuando llegó la moda de vestir a las imágenes con manto, allá por los siglos XVII y XVIII no fueron pocas las imágenes románicas sedentes que fueron víctimas del cruel serrucho. Imágenes de la Virgen sentada, con cierto tono mayestático y con el Niño, bien en brazos o bien sentado sobre las piernas de su santa Madre, fueron despojadas de piernas, brazos…y en ocasiones hasta del Niño, a fin de posibilitar vestirlas con el correspondiente manto.

Con la imagen de la Virgen de la Soterraña de Ávila pasó lo que acabamos de referir. A una hermosa talla de nogal de la Virgen sedente en trono, la cortaron las rodillas, le serraron la cabecera del respaldo del sillón trono; le implantaron brazos móviles similares a aquellos de los que están dotados los maniquíes; brazos en cuyos extremos se injertaron manos de madera de pino pintadas. Respecto al Niño, le fue trasmutado su Niño románico por uno de características renacentistas huérfano de valores artísticos.

Habrían de pasar centurias, allá en la década de los ochenta del pasado siglo XX, para que se liberara a la imagen de Nuestra Señora de la Soterraña de Ávila del manto dieciochesco y se procediera a su restauración. De este modo regresó a las bellas formas románicas que se pueden apreciar en la ilustración con la que abrimos el presente artículo.

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Pero a pesar de constituir una colosal fechoría esta inmisericorde mutilación, esta se vino repitiendo en toda la cristiandad cuando las nuevas formas estéticas barrocas y neoclásicas fueron asentándose, y quedando atrás las cosmovisiones románicas y góticas. Pero este hecho, no deja de ser cierto que nos puede servir de magistral lección:

En todo tiempo ha pasado. En los siglos XVII y XVIII fue por moda. En los siglos XX y XXI por el mero afán de destruir. Forman numeroso regimiento los que se han sumado, se suman y se sumaran a las mareas del “progresismo” a lo largo y ancho del mundo, desplegando una devastadora fuerza destructiva, movidos, tan solo por el afán de eliminar todo aquello que no pueden entender; de suprimir todo rastro de belleza cuyo espíritu no puede percibir; de descartar toda interpretación de la realidad, a la que su alma paupérrima no puede, ni tan siquiera, aproximarse.

Dice la legendaria tradición que el origen de la imagen de Nuestra Señora de la Soterraña de Ávila se encuentra en los primeros años del cristianismo. En aquellos días en los que los apóstoles se repartieron por el mundo para llevar hasta los últimos confines la palabra liberadora y redentora de Jesucristo.

Las gentes han venido transmitiendo generación tras generación que esta imagen, o lo que de su original queda, fue tallada por Nicodemus, pintada por el mismísimo San Lucas y traída hasta Ávila por San Pedro en persona, el cual se la habría regalado a San Segundo, el primer obispo de Ávila.

Indudablemente esta versión de los orígenes de esta imagen debemos incorporarla al ámbito estrictamente legendario, pues es sabido que durante los primeros años del cristianismo no se realizaba imaginería mariana alguna. Incluso cuando nacieron las primeras imágenes de la Virgen María, estas figuraban siempre con una cruz a la cual quedaban subordinadas, situando la imagen mariana en la zona inferior a dicha cruz.

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A la cripta de Nuestra Señora de la Soterraña de Ávila se llega por una escalera ubicada en la nave lateral izquierda de la Basílica de San Vicente.

De la Basílica de San Vicente diría el pintor Joaquín Sorolla, que parece hecha con sillares de oro, y es verdad. Se encuentra situada junto al primitivo coso donde se vinieron corriendo toros de 1372 a 1617; al lado del lugar donde se cobraba el derecho de leño hasta 1579; en las inmediaciones de los terrenos donde se verificaron torneos y fiestas caballerescas durante siglos.

La Basílica de San Vicente es románica y, siéndolo, también es esbelta. La piedra arenisca, del cercano pueblo de La Colilla, con la que está construida la otorga una tonalidad aurea. La Basílica de San Vicente es la imagen que nace en un espejo cuando en él, la eternidad se mira. La basílica de San Vicente es bellísima.

En la nave izquierda de la Basílica de San Vicente nace una escalera de veintinueve peldaños. Una escalera abovedada y oscura por cuyos veintinueve escalones descendemos a las vísceras del misterio. Al término de esta escalera se encuentran tres capillas. La más grande, la principal, es aquella en la que se encuentra la Virgen de la Soterraña expuesta a la veneración de todos los fieles.

Fieles devotos de Nuestra Señora de la Soterraña que allí, en los profundos silencios de las entrañas de la tierra, arropados por la tenue penumbra que entre las paredes rocosas de la cueva duerme, suplican con fervor a la Madre de Dios una mirada del Niño que en sus brazos porta, con la cual colmar sus corazones del aliento divino que inunde su alma de consuelo, esperanza y paz.

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Blanca Rodríguez

¡Qué precioso artículo! Gracias por dar dar a conocer nuestras bellas obras de arte, entroncadas en nuestra espiritualidad. No conozco Ávila ni la Basílica de San Vicente, pero pienso ir en cuanto tenga ocasión

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