16/05/2024 14:05

 Que lo que llamamos habitualmente política es un terreno de manipulación no es ninguna novedad. Es algo que de un modo u otro sabemos o sospechamos todos. Ahora bien, es exigible que esa manipulación tenga unos visos de realismo y de inteligencia. Que no nos tomen por tontos. Decía un chiste que la decadencia de la política se mide en que cada vez nos engaña gente con menos talento. El numerito de Sánchez, con amago de dimisión frustrada, que ha tenido al país paralizado varios días, esta “renuntiatio interruptus” para darse un baño de masas, es un truco tan burdo, que ver a sus ultras (compañeros de partido, periodistas afines y partidarios convertidos en hooligans) seguirle el juego da un poco de vergüencita y produce bastante sonrojo.

No ya porque, en su patético jueguecito, Sánchez acuse a la derecha de hacerle a él lo que su partido le acaba de hacer a la Presidenta de la Comunidad de Madrid (paradoja donde las haya) esto es, atacar por la vía personal, cuando el caso de su mujer, a diferencia del de el novio de Ayuso, sí es políticamente relevante, porque hace referencia a los posibles favores de su gobierno a las empresas que ella recomendaba.

Tampoco porque el caso de Begoña Gómez (que es el caso de Pedro Sánchez) no sea tan comparable al del novio de Ayuso como al de Iñaqui Urdangarín. Fijémonos bien en que, si cambiamos «informes» por «cartas de recomendación» y al marido de la hija del rey por la mujer del Presidente del Gobierno tenemos exactamente las mismas circunstancias de hecho, con la gravedad aumentada en el caso que nos ocupa, que el gobierno de España que preside Sánchez sí tiene poder real y no mera influencia para beneficiar a las empresas recomendadas por su consorte.

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La vergüenza la produce lo burdo de la trama, como si Sánchez nos hubiera tomado la medida y pudiera manejar las cuerdas que nos mueven las extremidades haciéndonos bailar al son de la música más rudimentaria y obscena que suena por su flauta.

El teatrillo de Sánchez, convendremos todos, es patético, pero a la vez muy moderno. Juegan a su favor los telediarios que encumbraron a deportistas que abandonaban la competición «porque no podían aguantar la presión», las crónicas que adularon a cantantes con miedo escénico y todas las monsergas contra la «masculinidad tóxica» y la apología de la «vulnerabilidad», que convertían la debilidad en una virtud. Los psicólogos de pacotilla que llaman a «pararse y repensar» las cosas a sus clientes y les cobran una millonada por tan esmerado consejo tienen que estar contentísimos con el presidente.

Toda la tontería posmoderna juega a su favor. Sánchez es un genio en su mediocridad, porque logra conectar perfectamente con la mediocridad de su época.

Ahora, con el impulso tomado ante el cierre de filas de su partido y el apoyo incondicional de sus fieles, Sánchez se prepara para atosigar a los medios desafectos y para tomar el poder judicial, demostrando que la muerte de Montesquieu no fue mera retórica, adentrándonos así en un camino que ya recorrió Venezuela recientemente.

Tanto cuento para esto, podemos pensar, para justificar su radicalización y anunciar una deriva mesiánica y antidemocrática. Y así es, pero siempre con resiliencia, empoderamiento transversal de los zoquetes, sin avergonzarse de su vulnerabilidad y de “amar profundamente a su mujer”, como buen macho deconstruido, ejemplo de las nuevas masculinidades y, sobre todo, presentándose como la máxima víctima: San Pedro Mártir, santo, por cierto, que se celebra el día de la comparecencia que dio Sánchez para anunciar que no anunciaba nada. Y eso que todos sospechamos que, a nuestro presidente, más que el de víctima que pretende representar, le cuadra mejor el papel de verdugo, rol aprendido de sus socios proetarras, que tienen años de experiencia representándolo en un sentido desgraciadamente literal.

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Y si Sánchez, pese a sus esforzados intentos, no llega a coronarse como rey de las víctimas, tendremos que reconocer que, durante estos días de incertidumbre, las masas de sus fieles lo han proclamado con toda pompa y circunstancia su rey particular: el rey de los mediocres.

José Manuel Bou Blanc

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Hakenkreuz

Como en aquel comentario de Stalin con Viacheslav Molotov en el funeral de la momia de Lenin:

Stalin: ¿Por qué no avisaste a Trotski de que el funeral de Lenin era hoy?
Molotov: Pues porque tú me dijiste que le dijera que el funeral era ayer. Y él dijo que no llegaría a tiempo.
Stalin: Pero eso no había que decírselo a nadie, ¿verdad?
Molotov: Sí, así me lo dijiste.
Stalin: Y entonces, ¿por qué me lo dices a mí? Ah, Molotov, eres un auténtico tonto. Llegarás muy lejos.

Hakenkreuz

O como aquella otra reunión con los comisarios bolcheviques rurales de la colectivización y los koljoses (reunión real, recogida en las biografías de Stalin):

Stalin: ¿Qué pasa con la cosecha?¿Por qué no hay grano en los almacenes? He venido en tren y los campos estaban llenos, ¿por qué el grano no llega a las ciudades?¿Por qué? ¿Alguien os ha dicho que esperéis a que los precios suban para beneficiaros a costa de los camaradas de la ciudad?¿Quién os ha dicho eso?¿Quién?
Comisario 1: Camarada Stalin, me parece que no entiendes la situación, los campesinos se quejan de que tienen que entregar toda su cosecha al Estado para beneficiar a los de la ciudad a cambio de nada.
Comisario 2: En mi provincia hay descontento. Los campesinos afirman que a cambio de la cosecha reciben vales con los que no pueden comprar nada, que no hay nada en los almacenes.
Stalin: ¿Me habéis dado alguna solución? No. Solo quejas. (Acalla cualquier tipo de réplica con un gesto). Así que os daré la mía. Entregaréis todo el grano al precio fijado por el Estado. Al que se niegue le requisáis todo el grano. Y si hay resistencia se le aplica el artículo correspondiente del código penal, que, como sabéis, incluye penas de muerte. Esta medida se aplicará en toda la Unión Soviética.

(Aplausos generalizados por la cuenta que les trae, a modo de congreso del PSOE, su homónimo «español»)

Wilfredo Astid

YO DIRIA MEJOR. EL REY DE LOS TRAIDORES. DE LOS LADRONES. DE LOS HIPOCRITAS. ETC. ETC. ETC.

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