09/05/2024 02:20
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Despierto ilusionado como un niño el día de Reyes. Al fin voy a dar respuesta a las preguntas que me vienen perturbando.

Y comienza la moción de censura con un Ramón Tamames contrastando, con la justa indignación de Santiago Abascal que, de buena gana, se abalanzaría sobre el traidor trilero, que muestra la expresión mustia del que espera sufrir más que un maricón con almorranas, víctima de su habitual cobardía a la hora de enfrentarse, aun cuando sólo sea verbalmente, a la verdad de sus trampas. Por el contrario, el Maestro sale al ruedo marcando paquete y, con su chulería humilde, demuestra al público que por su capote ya han pasado Victorinos y Miuras suficientes para calmar los ardores de una vaca afectada de ninfomanía. El Felón viene encorvado por el peso de un sinfín de folios escritos con los tópicos de costumbre, fruto de la mediocridad creativa de su equipo de parásitos CHUPA MEDIAS, al decir de los cubanos. Por su parte, los “machos sin bolas” y los trolos ocupan los asientos asignados con actitud circunspecta, y comienza la lidia que, tras la actuación apasionada de un Abascal que se lanza a la faena con el ímpetu de un espontaneo, camina con paso lento y seguro, mientras el Maestro permanece impasible. El evento promete ¡más difícil todavía! Un Doctor de verdad enfrentado a un morlaco zurupeto ¡Lo nunca visto en las filas socialistas! enriquecerá el cartel, la alternativa de una vaca histérica que arde en deseos de llevarnos al huerto. La ciudadanía dice aquello de: “La primera vez que me engañes es culpa tuya, la segunda vez que me engañes es culpa mía”. Las demás podrían pasar desapercibidas, en un espectáculo del “bombero torero”, poco atractivas, estrafalarias en el atuendo y adictas al desodorante no íntimo, porque ningún varón, por osado que sea, es capaz de llegar hasta ahí ¡Es que uno puede ser muy viril, pero no tanto!

El Maestro se expresa pausadamente sin pasión, haciendo gala de su sentido crítico y objetivo, expone verdades como puños que significan golpes contundentes en los bajos del macarra, que se duele ante la dureza del castigo. El truhan, desconcertado ante la amenaza, recurre a su arma secreta y comienza a mortificar al personal con un soporífero mensaje de autobombo, que es fiel reflejo del mundo Disney que él percibe al no mezclarse con la chusma –de la Moncloa al súper puma y del súper puma al falcon- sin contaminarse con el vulgo, que puede tomar el ejemplo de algún valiente que le arroje la primera piedra. Los sobreros palmotean desde las gradas para ganarse el cocido, sin sentir sonrojo, ante la posibilidad de que los vean sus hijos o, lo que es peor, su esposa que, asqueada, pueda someterlos a una huelga de “piernas cerradas”. El rollo que nos larga, sin lugar a dudas, estaría catalogado como acción punitiva, contraria a la “convención de Ginebra”.

Aprovecho esta “faena de aliño” para jugar con el gato y darle duro a mi jarra de Nesquik, que es uno de mis actuales placeres matutinos, ¡Antes tenía otros, pero se los ha llevado el dios Çronos!

El Maestro sigue fiel a aquello de “al toro, que es una mona”, y el cornúpeta hace honor, una vez más, a su viejo lema de: Pregunten lo que quieran ¡que yo contestaré lo que me dé la gana! Poco a poco, la figura caduca del “opositor” va ganándose la simpatía del personal. Sus manos, que denotan lo mucho que ha vivido, no sujetan papel alguno. Sobre la mesa un somero guion, indicativo de que el noble anciano tiene las neuronas y los testículos muy bien colocados. A pesar de todo, el vendedor sacamuelas persiste imperturbable en su hipócrita actitud, dando rienda suelta a su lengua de trapo, que alguien debería haber cortado a tiempo en defensa de un pueblo decepcionado con tanto robo y tanta mentira. Su discurso, ajeno a cualquier pregunta, demuestra toda la ortodoxia comunista, en versión caribeña. El reflejo de un mundo utópico en cinemascope color, que oculta una realidad de hambre y totalitarismo y, en su olimpiada de hipocresía, el Felón tiene la geta de llegar a esgrimir datos económicos en presencia del viejo profesor.

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En el ínterin surge la anécdota. El mediador acude al congreso para saludar a sus viejos camaradas de coca y fornicio. El ambiente en el hemiciclo se hace más tenso. Cualquier día se presenta un chapero de sauna dam y veremos a sus señorías vestidos de lagarteranas ¡en fin, el carnaval de Venecia con las aguas pútridas de los canales al fondo! Las putas en sus casas lloran conmovidas.

En el trascurso del evento, despejamos algunas incógnitas como que el tal Patxi no es retrasado, más bien es un zoquete de cinco jotas, que recurre a la demagogia para entonar aquello de: soy rebelde porque el mundo me hizo así. Personalmente, elijo la figura flaquita y sugerente de la delicada Janet, dulce como un “tocinillo de cielo”. El resto de la camada izquierdista, tan torpe y servil, como es habitual. Luego viene Yolanda Díaz que, a fuer de elogiarla, diré que no ve más allá de sus narices, afila su cuchillo en el estrado con objeto de castrar al macho alfa que, en el futuro, verá menos huevos que un enfermo de hepatitis. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Tú, garañón arrojado que has sobrevivido a la experiencia mortal del coito con la mantis religiosa con cara de estreñida Y, entramos en las postrimerías…

Seguimos en las postrimerías. La verdad es que hace unos días no creí que me despertaría tanto interés, pero felizmente me equivoqué y, como no soy remiso a reconocer mis errores, escribo estas líneas para pedir perdón a la figura de Ramón Tamames, al que siempre tuve en un lugar destacado en la vitrina donde coloco a los PICAFLORES. La verdad es que fiel a mi pensamiento sobre que la idiotez es una enfermedad que se manifiesta por la inflamación anormal del EGO, en el caso de Ramón, este pecadillo juvenil, fue confesado, y por el personaje, en la soledad de la noche insomne, cuando un hombre reflexivo se enfrenta a sí mismo. Hoy, después de haber bebido su alegato, veo que ha superado cum lauden su antigua arrogancia y, una vez más, el devenir del tiempo ha convertido en canto rodado la piedra irregular que tuvo el destino de abandonarse a la fuerza del torrente, y me digo: ¡qué bonita es la inteligencia que hace joven al anciano! al llevarlo a la cima del conocimiento, cuando ya le sobra todo y espera pacientemente pasar a un estadio superior, libre de ambiciones, de pasiones, condescendiente con los ladrones, los traidores y con los viejos “hijos de puta” que viven del: ¿de qué se habla, que me opongo? Estos sinvergüenzas, que han hecho de su teatralidad un modo del buen vivir. Gentuza que no solo no madura, sino que se pudre, y es que, el cinismo del falsario, al igual que los músculos del atleta o el conocimiento del sabio son el fruto del esfuerzo cotidiano. Desgraciadamente para nosotros, un requerimiento cuajado de amenazas es la constatación del sometimiento y la zozobra, y un papel en blanco es, cuando menos, una rendija a la esperanza de nuestro progreso futuro, que es conseguir ilusión de aquellos capaces de volcar sus pensamientos con el vehículo de una escritura picuda y nerviosa, aplicando bálsamo al sufrimiento de sus semejantes y, el bueno de Tamames, así lo hizo. Este evento, que parecía inocuo, resultó ser un bien divino, regalo de un Dios que, ocasionalmente conmovido por el mal vivir de la humanidad, se apresta a fertilizar los campos baldíos con una lluvia inesperada y no, por ello, menos deseada. La vejez te hace más lúcido y menos beligerante, pero no permisivo. La fuerza del hombre la marcan las leyes y, en su defecto, su conciencia, que es el fruto de miles de años de supervivencia en un medio hostil. Por todo ello, gracias abuelo entrañable, que no te dejas manejar como un títere por los hijos sutiles de la demoscopia o los intereses bastardos de las comunidades humanas con tendencias totalitarias.

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Humildemente ¡Perdón, no por haberte juzgado mal, sino por no haber tenido en cuenta que la inteligencia, bien alimentada por las vivencias y la cultura, no para y constantemente evoluciona para, en tu caso, llevarte a un final feliz! Aunque tal vez, pasaste incomprendido o, lo que es peor, “no atendido”, ya que sabido es aquel proverbio chino que dice: Cuando el sabio señala a la luna, el necio sólo ve el dedo. Lo cual, no cambia las cosas en demasía, sólo una represión sangrienta lleva a la sociedad a trucar el cuentakilómetros y partir de cero, pero el vehículo social, aunque alcance esta condición, lleva sobre sí un pasado de esfuerzos vividos y rozamientos dolorosos de sus piezas, máxime cuando no han recibido los cuidados que la técnica aconseja. Aún queda mucho por hacer para defendernos de la trituradora, manejada por los poderes mefistofélicos que convierten el azul celeste de un horizonte en la negrura agobiante de un zulo. El abuelo Ramón dio muestra de los frutos de la evolución humana en su lucha constante por alcanzar la verdad.

Y, hablando de los míos. Todo esto, me trae el recuerdo de que mi abuelo nos rememoraba las navidades ya pasadas, dejándonos disfrutar con aquellas modestas figuras de mazapán que nos hacían pensar que ya faltaba menos para las próximas fiestas, y, con ello, nos manifestaba un cariño que, en su sobriedad ascética, no le era permitido expresar, mientras nosotros, su obra, agitábamos nuestras manitas apremiando al procurador de nuestro sustento, como los pajaritos en el nido mostrándose exigentes, sin dolerse del sacrificio de sus padres para hacerlos desarrollarse en su nuevo escenario. El tesoro, que guardaba en su escritorio, consistía en unos peces de mazapán que constituían nuestro deleite (el de mi hermana y el mío) cuando, olvidadas ya las fiestas navideñas, al igual que un ungüento relajante muscular y sedante natural, con el principio activo de la esperanza, que aceleraba el trascurrir del tiempo acercándonos al final de los días negros. Así que, D. Ramón, al igual que mi abuelo con su ceremonial, convertía la triste monotonía de un día de colegio en un mensaje de ilusión que nos invitaba a la reflexión y la empatía navideña. Pero no caigamos en el error de creer que este alejamiento de la miseria humana lleva a uno a la apatía y el conformismo indiferente, el que fue un viejo luchador, ya sea por aplacar sus pasiones o alcanzar sus ambiciones, siempre guarda en una cajita de hojalata sus principios morales y ¡Cómo no! su rebeldía mesurada ante la injusticia y la manipulación del hombre por el estamento falsario de los políticos con sus mezquindades y bajezas, y es de ley el resaltar que cualquiera de los que irrumpen en nuestros hogares, gracias a esa nueva arma del mundo moderno (la televisión) que, como todas las de su condición, basa su legitimidad en las intenciones de quien la utiliza. La experiencia no tuvo resultados prácticos, pero si constituyó un ejercicio espiritual laico y carente de fanatismos religiosos.

Siempre tuyo.

            Otro abuelo

Bien por Inés Arrimadas es una gran parlamentaria. Lástima que aun prevalezca en nuestro recuerdo su evidenciada carencia de ideales, ya saben aquello de la Donna è mobile”

HOJAS DEL ÁRBOL CAIDAS, JUGUETES DEL VIENTO SON. (JOSÉ DE ESPRONCEDA)

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Fue Rob

Buen artículo, has descrito a los personajes de la moción de censura como lo que son, a Abascal, Ramón Tamames y al cerdo Sánchez; luego has acabado recordando a los abuelos y la fiestas navideñas que, tanto buenos recuerdos nos traen cada vez que se escucha la palabra navidad. Genial.

Ramiro

Don Ramón Tamames, a sus 89 años, ha prestado un gran servicio a España.
Y los españoles bien nacidos debemos estarle agradecidos.
Podría decir al dirigirse al «doctor» Sánchez aquello de: «de un doctor en economía, de fama mundial, a un doctor Ciruelo, que no sabía nada de economía, ni de nada en general, y puso escuela».

Fran

Excelente artículo.

José Ramón Rivera Guitián

Por favor, perdóneme. Nada más lejos de mi voluntad que causarle enojo, pero si la lectura de mis desvaríos ha de afectar a su presión arterial, no me lea.

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