04/05/2024 06:12
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Mari Toñi Irisaciones –Iris para su círculo de conocidas– era una mujer que llamaba la atención. Tal vez la llamaba en exceso y no necesariamente en un sentido positivo, pero, desde luego, no pasaba inadvertida. A sus propios ojos, los singulares atuendos que la adornaban eran la expresión de un espíritu libre, rebelde y juvenil, ligeramente dramatizado, eso sí, –en forma de alarido– en aras de un mundo mejor. No en vano, a decir de su círculo de amigas, los estridentes peinados y abalorios que lucía eran “verdaderamente increíbles” –alargando mucho la segunda i– y “muy, muy simbólicos”. Es más, según la opinión de un experto en vanguardias, también amigo suyo, su estilo sólo podía calificarse como “fabuloso” a fuer de especial.

Más allá de su entorno, el parecer más extendido entre los niños y ancianos del vecindario, coincidía en describirla, más bien, como un “graznido” andante.

Sin embargo, Iris era mucho más que su apariencia; era una persona. Y no una persona cualquiera. Era sensible y, como gustaba decir de sí misma, “comprometida” y “consciente”. Tal circunstancia a menudo la llevaba a alzar la voz y perder la compostura, congestionándose, berreando y echando espumarajos por la boca –en cierta ocasión hasta llegó a morder a un policía–, pero de ningún modo aquella efusividad debía tenerse por una muestra de desequilibrio o inmadurez, sino como una evidencia de lo justo y sincero de sus convicciones.

Fruto, sin duda, de la ancestral opresión machista cosificadora de la mujer padecida por la rama femenina de la familia desde el origen de los tiempos, el discurso de Iris era inconexo, frívolo y circunstancial, lo que no la impedía opinar sobre casi todo con seguridad y aplomo. Al fin y al cabo, su amplia visión del mundo merecía ser escuchada aunque sus reflexiones se limitasen al relato de experiencias personales encabezadas por el inexorable “yo”.

Irisaciones era pedagoga y maestra en un instituto de las afueras de Madrid, donde impartía distintas materias de contenido cada vez más difuso. Afortunadamente para ella, hacía tiempo que las nuevas metodologías habían adquirido la importancia que realmente merecían, e Iris dominaba la jerga innovadora y sostenible. No saberse las provincias de España o cometer faltas de ortografía espeluznantes no había supuesto ningún obstáculo para superar las pruebas de la oposición. Por el contrario, el tribunal había valorado muy positivamente sus alabanzas a María Montessori, las alusiones a Skinner y a Piaget, y, sobre todo, la apelación a la “taxonomía de Bloom”, la LOMLOE y los ODS –objetivos de desarrollo sostenible– de la Agenda 2030. Iris demostró estar al día en “inteligencias múltiples”, “escucha activa” y “ABP” –aprendizaje basado en proyectos–, de modo que obtuvo una plaza vitalicia como docente de educación primaria al segundo intento, con menos de treinta años.

Pasada la ilusión de los primeros tiempos, y superados ya los cuarenta, Iris se veía aquejada con frecuencia de una terrible mala salud imaginaria. Y como en otoño llovía y en invierno hacía frío –a pesar del cambio climático–, era raro el mes que no se tomaba unos días fingiendo encontrarse indispuesta para quedarse en la cama escuchando la SER. Su amiga Doris trabajaba en la Seguridad Social en atención primaria y le justificaba las ausencias sin problema. No sólo eran amigas, sino camaradas, integrando juntas, puño en alto, las mareas verdes o blancas, según el caso, cuando lo ordenaba el Partido.

A mediados de febrero, advirtiendo el final del invierno y con la promesa de la inminente primavera en el horizonte, Iris se animaba. Y, como siempre, preparaba con mucha antelación la celebración del día de la mujer, el 8 de marzo. Este año no iba a ser menos. Junto a varias compañeras activistas y con el silencio cómplice de la dirección del centro, Iris implicaba a sus alumnos y alumnas en la elaboración de carteles y el instituto quedaba empapelado con proclamas feministas y “sutiles” consignas políticas como: “La talla 32 me aprieta el shosho” (sic); “comeme (sic) el coño”; “mi vagina mi decisión” (sic); “tu misoginia me seca la vagina” y otras lindezas similares. Carteles donde se jaleaba un discurso revanchista cargado de odio y faltas de ortografía, justificando y alentando la violencia, y hasta reivindicando el aborto, en un tono ciertamente agresivo.

Desde esa fecha, ya quedaba menos para el verano: el 14 de abril se conmemoraba la proclamación de la segunda república y el 1 de mayo, día de los trabajadores, presentaba una nueva ocasión de politizar las clases.

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Y hete aquí que tras el puente de mayo, después de haber disfrutado de una noche loca con su amiga Doris y otras profes feministas, volviendo a casa “sola y borracha” como pregonaba el lema, Iris fue asaltada violentamente en el metro por un grupo de jóvenes marroquíes. Tras agredirla y violarla repetidamente, la dejaron tirada en un vagón de la línea 5.

El caso no salió a la luz en los medios de comunicación y sólo al cabo de un par de semanas –como prescribía el Ministerio del Interior– un pequeño periódico digital dio una sucinta relación de los hechos, sin referencia a la gravedad de las lesiones y omitiendo cualquier información sobre el origen de los agresores.

Ninguna de las asociaciones sindicales, ecologistas o feministas a las que pertenecía la víctima convocaron ningún acto o manifestación de repulsa.

Al cabo de un tiempo, los responsables de la agresión fueron detenidos. Tres eran menores. Nunca se publicó que cuando se produjeron los hechos, pesaba sobre otros dos sendas órdenes de expulsión, ni que el cabecilla había sido puesto en libertad por la ley del “sólo sí es sí”.

Un mes después, Iris y Doris se dieron de baja del Partido. Algo que, por supuesto, tampoco trascendió.

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Ramiro

Desgraciadamente, hay miles de chicas y mujeres que son utilizadas y manipuladas por la «banda» del ministerio de igualmedatodo, y que gracias a ellas, viven como nunca habían soñado…
Por cierto, ayer leí en otro digital que la «meestra» Montero, ex dependienta reciclada, se había comprado un precioso ático, en una de las mejores zonas de Madrid, valorado en más de un millón de euros.
¡No le va mal a la cajera en paro, con soslo tres meses de actividad laboral, real!
¿Alguién puede aclarar o ampliar la información…?
Se lo agradecería mucho.
Como dicen en mi pueblo, a costa de los tontos, viven los espabilados.

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