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A Marcelo,

 orGullo de la Hispanidad.

 ¿OPERACIÓN BABEL, BABLE O ABABOL?

   “En realidad, de lo que se trataba era de promover la construcción de una España plurilingüe genuina, sin lengua común posible, y que habitaba en la cabeza de más de un sociolingüista de aquellos años, como sigue habitando todavía. Era —y es— el ideario absoluto del tradicionalismo, el refinamiento máximo.”

           Juan Ramón Lodares, El paraíso políglota [2000: 19].

   “En términos técnicos de planificación lingüística, parece que se trabaja en España para fomentar un bilingüismo transitorio, hipotéticamente, en pro de la sustitución progresiva de la lengua común, cosa que no será fácil pero tampoco imposible. Nada podrá impedir la marcha hacia el monolingüismo institucional en catalán, eusquera, gallego, valenciano si los gobiernos locales tomaran esa decisión una vez que una mayoría de ciudadanos dominasen tales lenguas y la situación política fuese propicia al desplazamiento de la lengua común.”

             Juan Ramón Lodares, El porvenir del español [2000, pp.81-82]

   «Esto explica que [los hispanohablantes natos] “cedan” a la hora de reclamar derechos lingüísticos, por ejemplo, en la educación o en la plena representación institucional de su lengua en los órganos de Gobierno y administración autónomos, incluso cuando el “Comité para la eliminación de la Discriminación racial” (CERD) de la ONU y la “Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia” (ECRI) llevan varios años instando a las autoridades españolas a que garanticen el derecho de los escolares hispanohablantes a escolarizarse en su lengua materna. Es interesante que haya ideólogos de la “normalización” que reconozcan que estos derechos se obstaculizan o no existen como tales.»

            Juan Ramón Lodares,  El porvenir del español [2005, p. 75].

   ”He aquí un motivo para reflexionar: en la España actual hay quien tiene que asociarse para pedir que le dejen estudiar tranquilamente en español, a su gusto, y no como se le ha ocurrido al planificador autonómico de turno”

            José Ramón Lodares, El paraíso políglota [2000: 48].

   “Y ésa es la evolución al españolismo. ¿Que cómo? Pues deseando que el regionalismo prospere en nuestro país y cunda por España, estableciendo pleitos y contiendas entre las diversas regiones o aislándose unas de otras de modo tal que no los importe la totalidad de España.”, escribía Sabino Arana en 1902 a un conmilitón nacionalista vasco en documento publicado por Javier Corcuera en Orígenes, ideología y organización del nacionalismo (1876-1904) [Siglo XXI, 1979]. […] Propaguemos ahora el regionalismo vasco-españolista para que sea engendrador de diez, veinte o más regionalismos españoles […] y de ese modo ha de conseguirse la debilitación del conjunto hispano y se nos ofrecerán coyunturas para ir intensificando más y más nuestro regionalismo hasta llegar a renegar de toda unión con las demás (no se ría Vd.) regiones españolas: y el poder que hoy se nos opone y que hace imposible nuestra independencia, se vendría por los suelos […]”, en aquella deriva táctica de la “Liga de vascos españolistas” [Vaquero, 2022: 72].

    Pues bien, hace ya 120 años, el alma pater del nacionalismo vasco anticipaba lo que Juan Antonio de Castro ha documentado exhaustivamente para “la sedición catalana” en Soros, rompiendo España [2019]. Y es que No solo es Soros [de Castro, 2020], sino los nacionalismo locales con cobertura globalista—nacional-globalitarismo que discurre en paralelo aquí al indigenismo en Hispanoamérica, quienes se han fijado como objetivo la desintegración del estado moderno más antiguo de Europa y origen de la primera globalización negando el concepto político de la tabuítica España, renegando de lo español y proscribiendo cualquiera manifestación cultural común, mediante su fractura política y la atomización lingüística de un país gracias a lo que Gloria Lago ha bautizado como Operación Babel [Lo que no te contaron, 2022], cuyo objetivo es ir reduciendo el español común a una más de las lenguas cooficiales de España, invocando una variedad lingüística más allá de lo dialectal al habla local (¡Operación Bable) o local (O. Ababol):

   «Nunca faltan rasgos lingüísticos divergentes sobre los que organizar una lengua “distinta” si realmente nos convencemos de que lo es. La uniformidad total es una quimera y más en lengua tan extensa como la española. Vivimos de hecho en la diferencia y sumadas las variedades de una y otra zona se podrían señalar docenas de acentos, hablas, usos a los que, quién sabe, alguien podría darles alguna vez consideración de lenguas.

   Y la autodefinición tiene mucho que decir en todo este proceso» [Lodares, 2005: 91].

   Así pues, se suprimen de los planes de estudio las lenguas clásicas, el latín y el griego, para enseñar fablas y bables, castúo, panocho y chapurreau. Y como una lengua carece de lengua para exigir sus derechos, son los auto-subrogados ventrílocuos que las manipulan quienes reclamarán, por persona (verbal) interpuesta, a ver qué hay de lo suyo…

  “La reconstrucción del oasis foral no admite discusión alguna, ni a derechas ni a izquierdas, a no ser que esté uno dispuesto a convertirse en enemigo del pueblo”, escribía hace más de 20 años el malogrado joven lingüista Lodares. “Así que la España lingüística que se nos presenta ahora como el colmo de la modernidad, con sus cinco lenguas oficiales y sus otras muchas variedades dignas de especial protección por los gobiernos autónomos que así las declaran es, en esencia, una España antiquísima. La que pintaba Urquijo, para su disgusto. La de los tradicionalistas revestidos ahora de nacionalismo. La de siempre” [Lodares, 2000: 29][1].

   Y abundando en ese carácter regresivo, de campanario, puntualiza sobre el vascuence:

 “Es decir, la política lingüística vasca se orienta desde el criterio de que no debería haber ciudadanos que vivan en el País Vasco que no conozcan el eusquera. Dicho de otra forma, que en el País Vasco no debería haber monolingües en español. Puede que sólo sea una idea. Pues bien, ésa era la misma idea del mismo Federico Krutwig para su proyecto de la Gran Vasconia. ¿Es normal que pueda haber llegado hasta la España democrática actual una tesis que hunde su raíz en el racismo y que florece con él? ¿Es normal el que pueda alguien con representación oficial aceptarla, publicarla y considerarla como una guía de actuación? El que se pueda hacer tranquilamente esa manifestación indica hasta qué peligrosos extremos está arraigando el nuevo tradicionalismo. Esto es lo peor: que no se nota. Que parece hasta simpático, fraternal… y normal.”[2000: 267].

   Y desemboca, lógicamente, en la reducción al absurdo del nacionalismo lingüístico: “Supuesto que España no tuviera lengua territorial alguna, pues se hablan varias en el país, podríamos volvernos a preguntar por qué sí han de tenerla Cataluña, o el País Vasco, o Galicia, si en tales países también se hablan varias lenguas” [Lodares, 2000: 117].

                               FE DE ERRATAS (¿O FE DE ETARRAS?)

            POR EL INTERÉS TE LLAMO ANDRÉS (PERDÓN, ANDER)

   “El relativismo cultural, la primacía de lo particular sobre lo universal, han dado razones filosóficas a los nacionalismos, los fundamentalismos, los populismos, los primitivismos, las distintas formas de antioccidentalismo, el orientalismo, la negritud, el indianismo.”

     Juan José Sebreli, El asedio a la modernidad. Crítica del relativismo cultural [Ariel, 1992,  p. 19.]

   Por lo que respecta al futuro del español, “Juan José Sebreli se refiere a dos corrientes antiuniversalistas a la moda que […] Son las más notables en el dominio hispanohablante: el nacionalismo y el indianismo. La fuerza de la primera es evidente en España; la de la segunda, en América”, afirmaba J. Ramón Lodares en  El porvenir del español [2005: 36.][2]

    Es sabido que la lengua es un activo económico, inversión rentable y fuente de ingresos que proporciona valor añadido a sus hablantes, como bien lo saben la mayoría de los beneficiarios —instituciones, empresas privadas o usuarios— de las grandes lenguas —“el 96 por ciento del género humano se entiende con el 4 por ciento de las lenguas existentes, y el 80 por ciento de la superficie terrestre puede recorrerse sólo con seis o siete lenguas” [Lodares, 2005: contracubierta), para lo que sería aconsejable calzarse las botas de siete le(n)guas—, igual que, en proporción, al proteccionismo intervencionista en la gestión de “lengüetas” menores y, en el caso de España, “propias” de las autonomías:

    «Los proyectos de política lingüística autonómicos —conocidos comúnmente como normalizaciones— constituyen un sistema dispuesto para que los ciudadanos de la comunidad local tengan mejores oportunidades mediante diversas estrategias de beneficio particular. En resumen, hay una suma de intereses varios entre diversos grupos sociales que consideran más favorable un espacio lingüístico fragmentado que otro unido. […] Podríamos llamarlo el “paradigma de la ventaja”[3]»   [Lodares, 2005: 63-64].

                             RAZZIALIZACIÓN VS. RACIONALIZACIÓN

   “La diferenciación no es un fenómeno nuevo: cerrojo idiomático lo llamó Ramón Menéndez Pidal [en 1931], con denominación muy expresiva, al criticar los propósitos político-lingüísticos del regionalismo de la época” [Lodares, 2005:64].

    Es un lugar común  aceptado por la sociología contemporánea el hecho de que, ante la “globalización” idiomática —que amenaza con reducir, en varias décadas, al 7G lingüístico la diversidad de las especies idiomáticas—,  las comunidades minoritarias (mal llamadas “minorizadas”) de repliegan a lo propio, a lo autóctono, a lo identitario, para evitar su desaparición definitiva. Y sin embargo, todo hace pensar que, en la práctica, esa supervivencia se cifra, al mismo tiempo, en ponerse bajo el paraguas globalista como si vieran llegado el día D de la utopía milenarista y, en España, de la Europa de los pueblos, de las naciones, de las lenguas. Siempre y cuando ese “pequeño reseteo” pase tácticamente por hacer el alicate anglo-vasco en Euskadi, desde  un “anglobalismo a la vasca”, a la instancia política intermedia, el constituido estado-nación español soberano.

    Tal parece, en el PLANo cuadriculado, que manteniendo el eje horizontal de izquierda y derecha del bipartidismo euskadistante, vale decir del eje de abscisas del absceso nacionalista, sus élites feudales (vale decir forales) gobernarán sus “territorios históricos” desde el eje de ordenadas de  amos y esclavos del Nuevo Orden Mundial tecnocrático.

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   Luego vendría, como enseña la Historia, la purga del nacionalismo social-demócrata por el nazional-sozialista en el huerto y  la fase final de la lucha de poder entre las élites, correlato de la guerra entre los titanes del TecnOlimpo—OTAN vs. Oriente—, pero para entonces ya estaría extinguida, en lo micro, España, y en lo macro, la Hispanidad.

               SALUTACIÓN A LOS RIFEÑOS

    “Si nuestros invasores aprendieran el Euzkera, tendríamos que abandonar éste.”

        Sabino Arana [Vaquero, 2022, p. 49]

     “¿somos moros en brumas?

       ¿rifeños desterrados?”

          Miguel de Unamuno, “Salutación a los rifeños” (1909)

   Y, no obstante, la táctica de la racialización del nacionalismo vasco y/o razzialización del nazional-sozialismo étnico, resulta a primera vista, contradictoria por cuanto, dentro de la invitación a integrar un País Vasco multicultural (y hasta, incluso, multicooltural) mediante un tratamiento invasivo, la inversión mayoritaria se destina a un emigrantado de origen norte/africano, no sólo ajeno a los valores occidentales (y globalitarios), sino (en su retrato robot) etnocéntrico, teocrático, heteropatriarcal y homófobo, xenófobo y ghettificador —o, por decirlo, en términos del mismo delito de odio con arreglo al que se juzga a los nacionales: racista, cuando no integrista, reactivo contra el infiel, machista, sexista y discriminador, y reacio a la integración social propia o la de sus mujeres—.

    Desde los almohades, almorávides y benimerines, pasando por las harkas de kabilas rifeñas integradas en los tabores de regulares o la guardia mora del pasado siglo, ha llegado la hora de la quinta columna del rey del insultaNATO, alfil de la Fe del Profeta y peón de la OTAN en el tablero europeo, de los cipayos (pacíficos del Corán de la Meca o beligerantes del de Medina), de la Ceca a la Meca, y al servicio del Frente Populista.

   «España tuvo que pedir perdón al mundo en 1992 por el magno genocidio cultural que provocó en América. [“[…] una verdad que puede resultar algo sorprendente, rara, paradójica, pero que es una verdad: la difusión del español durante la época virreinal fue más bien escasa en América, y entre muchas comunidades amerindias no ya escasa sino nula” [Lodares, 2005: 46.] Si el espectáculo tenía mucho de paradójico (¿debería Roma pedir perdón a Europa por la extensión de su civilización, religión y lengua?; ¿los árabes, excusarse por convertir la floreciente Bética romano-goda en Al-Andalus islámico?), también es cierto que el hecho responde a la moda de una época caracterizada por el sociólogo Charles Tilly como obediente al “primer principio perverso” de la actual ciencia social. La consideración de que el mundo, como un todo, se divide en sociedades, o pueblos, cada uno con su cultura, economía, gobierno, redes de solidaridad y lenguas autónomos, de modo que cualquier contacto “contaminante” que se produzca entre ellos es una catástrofe social y cultural», sostiene Lodares [2005: 37], a propósito de la idea de juzgar el pasado de manera sesgada, cuando no negrolegendaria, e intencionada, a la vez que el corte en la diacronía de la Historia viene dictado por intereses actuales.

   Así pues, si la integración en la cultura española de los contingentes de población que “huyen de la guerra y el hambre” norteafricanas —por obra y gracia de dictámenes de la UE, con la inestimable colaboración de los tratantes más la complicidad de las ONGés, merced a la traición del conde don Julay y el obispo don sOpas Omeya, y (sub)venidos para precipitar el vuelco electoral y el reemplazo generacional— es, en sí misma, cuestionable, más aún la integración de estos nuevos vascos en un Pueblo que cifra su rasgo diferencial en un idioma que evitan, pese al incentivo público, sus propios ciudadanos.

   «Nacionalismo e indigenismo obedecen a intereses distintos, pero su mensaje es idéntico: una lengua nos ha sido impuesta y es justo reparar este hecho. La ecología lingüística [“corriente que considera un factor social, como es la lengua, tal y como si se tratase de un elemento de la naturaleza ambiente”] respalda esta consideración y estima positivo que allí donde una comunidad puede entenderse razonablemente bien con una lengua, es más ecológico el uso de cuatro o cinco distintas» [Lodares, 2005: 38].

    Se comprenderá, por tanto, que resulte incomprensible cómo hayan de contribuir los neoeuscadíes a la construcción de la mítica Euskal Herria, reduplicando el aprendizaje[4] lingüístico en un especie (transgénica) protegida, tan ecológica como ecolálica, tan sostenible como SOS-temible, tan resiliente como resintiente en pos del monoeusquerismo.

   Porque ese, el del monolingüismo oficial, al plazo que sea, es el horizonte de sucesos al que apunta, de manera complementaria, no la “erradicación” en su lugar de origen de una lengua de 600 millones de hablantes, sino la restricción y merma de los derechos de sus hablantes, mediante la “externalización” de su aprendizaje hacia el entorno español de la sociedad vasca —como si el método para dominar una lengua fuera excluirla del currículum, marianizándola como asignatura “maría, para  pasto de la analfabetización funcional ya existente y de la otra: ágrafa,  informal, coloquial, oral— y la desprofesionalización de su enseñanza —“afín” para cualquiera titulado en filología[5] y extensiva a quien lo está en letras y humanidades, castellanoparlante a quien se supone de facto (y por razones presupuestarias, sindicales y político-lingüísticas) capacitación pedagógica  para la reflexión sobre la propia lengua con la Lengua Española de 2º de Bachillerato aprobada, mientras para impartir cualquiera otro idioma se exige titulación específica.

   «Esto explica que [los hispanohablantes natos] “cedan” a la hora de reclamar derechos lingüísticos, por ejemplo, en la educación o en la plena representación institucional de su lengua en los órganos de Gobierno y administración autónomos, incluso cuando el “Comité para la eliminación de la Discriminación racial” (CERD) de la ONU y la “Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia” (ECRI) llevan varios años instando a las autoridades españolas a que garanticen el derecho de los escolares hispanohablantes a escolarizarse en su lengua materna. Es interesante que haya ideólogos de la “normalización” que reconozcan que estos derechos se obstaculizan o no existen como tales» [Lodares, 2005: 75].

                                  ¿…O SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA?

   Elio Antonio de Nebrija —Tenemos gramáticas sobre lenguas muertas como el latín o el griego de los antiguos, ¿por qué no escribir, para la gloria del reino, la gramática de nuestra lengua?

   Isabel I de Castilla.—¿Una gramática de algo vivo? No es necesaria, creo. El castellano se aprende hablándolo. ¿Qué necesidad tenemos de explicarlo?

   Hernando de Talavera.—Majestad, permitidme expresar lo que creo piensa el maestro Nebrija. El rey combate en este momento en Granada. La victoria cristiana es indudable. ¿Cómo creéis que los vencidos aprenderán la lengua del reino? Y si, como debiera ser, la Cruzada prosigue hacia Jerusalén, ¡cómo nos entenderán los vencidos? Incluso, Majestad, a pueblos amigos, como Francia o los navarros, seguro les será de gran ayuda un manual para comprender nuestra lengua.”
Agustín Comotto, Nebrija [2022, p. 91]

   “Quizás lo más grave la elección, excluyente, de uno de los dos nombres que posee nuestra lengua común, olvidando que el idioma llamado allí castellano es español para la mayor parte de sus hablantes, es español en casi todas las Constituciones americanas […]. Y es español o lengua española en todos los países extranjeros, ese es su nombre universal.”

             Gregorio Salvador, Política lingüística  y sentido común [1992, p. 111]

   Y es que el llamado “bilingüismo” no es sino un trágala transitorio al monolingüismo:

   “Las pretensiones de bilingüismo armonioso son inverosímiles en otro aspecto: en el de aspirar a que la gente aprenda dos lenguas, y las mantenga, para hacer lo mismo que haría de sobra con una sola. Son pretensiones que no circulan por los cauces en que discurre el aprendizaje de idiomas. Estos cauces son la necesidad, el interés y el beneficio comprobable. Pero sin tales estímulos, no queda más remedio que recurrir a la violencia cultural para sostener la pretensión”, dice Lodares en El paraíso políglota [2000: 269].

    Sin embargo, la deliberadamente ambigua legislación favorece tal efecto disolvente:

   «Recordemos que el texto [Artículo tercero, punto tercero de la Constitución Española] dice “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. No dice “lenguas”, sino “modalidades lingüísticas”, […] y, por tanto, puede referirse, como mucho, a dialectos, pero en ningún caso, a lenguas, porque estas tienen entidad propia, son sistemas unitarios que podrán manifestarse de modo variado, dando lugar así a modalidades diferentes del mismo idioma” [Salvador, 1992: 112][6].

   Así pues, disentir de la política lingüística española[7] en general, y muy en especial en una región como Vascongadas en que el español —y no castellano, sino hasta 1492—, es la lengua originaria, propia y mayoritaria, es de sentido común pues, como afirmara Gregorio Salvador [1992], para la lengua común, bastará con aplicar el sentido común.

   Como lo es, frente al carácter disgregador, filodialectal y babelizante del castellano, el nombre de español para la lengua común con el que se lo conoce en toda los países de la Hispanidad menos, ¡caramba, qué coinsidensia!, en el Reino (desunido) de las Expañas, y el más propio para la unificación lingüística del nuevo reino unificado de España, tras las “Capitulaciones de Santa Fe”, y la partida del rey Boabdil hacia su exilio en Fez —de la Santa Faz a la Santa Fez—  y antes de la conquista de Orán, contra quienes oraban mirando a la Meca, por parte del regente franciscano Francisco Jiménez de  Cisneros.

   De modo que, a la “Salutación a los rifeños” de Miguel de Unamuno con su no sé de parentesco étnico vasco-iberista, se había anticipado pocos años atrás el nicaragüense Rubén Darío, tras la experiencia del imperialismo anglobalista denunciada en su oda “A Roosevelt”, apelando en su “Salutación del optimista” al hermanamiento de los pueblos hispanos en torno al vínculo cultural y lingüístico común de su unidad en la Hispanidad:

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       “Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos;

   formen todos un solo haz de energía ecuménica.

   Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,

   muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.”

           Rubén Darío, “Salutación del optimista” (1905)

             COROLARIO: MANIFIESTO DE BARRÓN (Y CUENTA NUEVA)

   “Quiere esto decir que lo mismo las Encartaciones de Vizcaya que la Álava latinizada fueron parte del solar del primitivo castellano, […], en el condado de Castilla, pero parte de esa Castilla alumbradora de la lengua era el País Vasco romanizado […]”

          Gregorio Salvador, Política lingüística  y sentido común [1992, p. 120]                                      

                                           «MANIFIESTO DE BARRÓN

  1º.  El español es el idioma de los alaveses. Burgos y Álava son los territorios donde nace el español, idioma castellano o español.

    Los antedichos territorios junto a  las Encartaciones y la Trasmiera cántabra como el traspaís marítimo de Castilla Vieja forman  el territorio en el que se configura la identidad castellana.

  2º.  Los alaveses no son euskaros. Son castellanos. Al menos el 95 % de la población alavesa tiene el castellano como lengua materna, como lengua propia.

  El euskera es un idioma que llegó al territorio alavés a partir del siglo VI, traído por colonos guerreros aquitanos. En el territorio de Álava ya se hablaba una lengua romance como era el proto-castellano.

  3º. La identidad castellana se refiere a una comunidad de hombres libres, cristianos viejos, sin sujeción feudal. “Los hombres de Castilla por siempre fueron rebeldes. Y apenas doblegan el cuello ante ningún rey” (Poema latino de Almería del siglo XII).

  4º. Álava siempre se ha alineado con la justicia, los fueros y la libertad, tal como denota el lema de su escudo: “En aumento de la justicia contra los malhechores”.

  5º. Nos manifestamos en contra de la aquitani-eusquerización forzosa que conduce a la aculturación exógena de la población alavesa, que desnaturaliza el sentido de su ser genuino, para llevarla  a la nada intelectual y espiritual, desposeyéndola de su identidad y de su libertad, y la hace vulnerable a cualquier manipulación ideológica propia de la ingeniería social. Y no olvidemos que Naciones Unidas proclama el derecho de toda persona a aprender en su lengua materna.

  6º. Reclamamos la restauración  inmediata de la verdadera toponimia de las poblaciones y municipios alaveses que ha sido falsamente eusquerizada durante las últimas décadas de gobierno euskadista.

7º. Proponemos que se derogue la legislación educativa vigente en el territorio de Álava, en la que se consagra la inmersión lingüística en euskera.

 8º. Recordamos, por último, que, el malogrado proyecto del Estatuto Alavés de 1931, promovido por nacionalistas, en su Artículo 26, rezaba: “La lengua oficial de los alaveses es el castellano”. Y en el Estatuto de Estella, fruto igualmente del impulso nacionalista, en su artículo 17, se afirmaba que “en las escuelas de los territorios de lengua vasca se utilizará el euskera como idioma vehículo de enseñanza, cursándose como asignatura en todos los grados el castellano; mientras que en las escuelas de zonas de lengua castellana se dará la enseñanza en este idioma, cursándose el euskera como asignatura en todos los grados”. Los nacionalistas de hoy no son ni siquiera coherentes con sus primigenias concepciones del respeto a la lengua materna de los castellanohablantes.

  Álava es una comunidad foral que nada tiene que ver con la pretendida “Euskadi”, invento de Sabino Arana, ajeno a la realidad política, social y cultural alavesa.»

          UNIDAD HSPANISTA, Barrón (Álava), 3 de enero de 2023.

   BIBLIOGRAFÍA

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   PERALTA, RAMÓN [2009]: Teoría de Castilla. Para una comprensión nacional de España, Madrid, Actas.

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   VAQUERO OROQUIETA, FERNANDO JOSÉ [2022]: Biografía no autorizada del PNV, Pamplona, Pompaelo.

NOTAS

[1] “Riesgos [de esta diferenciación idiomática] en cuanto al daño que se le puede causar a la igualdad de oportunidades, que es el alma de las democracias […]; a la movilidad geográfica y social de los españoles, europeos, emigrantes que piensen instalarse entre nosotros sin haber aprendido varias lenguas locales complementarias, o a una visión de la vida en común donde el privilegio regional no ahogue el mérito y capacidad personales, por no citar los manejos étnicos a que se dan los nacionalismos con las lenguas.

 Se promueven, pues, con éxito las sociedades cerradas donde el privilegio de cuna y la educación localista  priman sobre el mérito o la formación personales de carácter general o comunitario” [Lodares, 2005: 77-78]

[2] “Ambas fuerzas pueden  también actuar conjuntamente y contribuir a que se disuelva la ideología de la comunidad lingüística, a que se considere que esta no solo  no es positiva, sino que impide las expresiones de la diversidad” [Lodares, 2005: 36-37].

[3] «Algunos autores han considerado, sin embargo, que la política lingüística en pro de la “lengua patria” lo es, más que de integración, de proteccionismo social destinado a una parte de la población: aquella que la domina o tiene acceso a ella a través de la escuela autonómica. Los poderes públicos autonómicos garantizarán la enseñanza en dichas lenguas y, con ello, protegerán a los enseñados frente a la competencia “exterior”. Y no sólo frente a ésta, si se advierte la demanda cada vez más creciente de trabajadores con conocimientos de lenguas autonómicas»   [Lodares, 2002: 189].

[4] “Cuando en 1887 el famoso oculista ruso-judío Lazarus Zamenhof creó el esperanto, […] lo que le salió fue una lengua románica, y como además la basó en un sistema fonológico muy simple, a la que más vino a parecerse fue al español. Casi podríamos decir que el esperanto, desde una perspectiva lingüística alejada, resulta algo así como un español esquemático y masculinizado” [Salvador, 1992: 45].

[5] Desde los años 90 el Mº de Educación impide a los licenciados en Filología Hispánica concursar a las plazas de profesores auxiliares de español en centros de enseñanza media europeos, “actitud irracional y vergonzante […], que confía la enseñanza del español en el extranjero a quien es especialista de la otra lengua y limita la utilización de nuestros licenciados en Español a enseñarlo en nuestro Bachillerato” [Salvador, 1992: 91], donde la lengua española  «al parecer está condenada a soportar toda suerte de atentados y atropellos, porque para eso “goza de buena salud”» [1992: 101].

[6] “Naturalmente, yo desearía para el español una política semejante, en este aspecto, a la que ejercen esas comunidades con su lengua particular, aunque las que estén incumpliendo el punto tercero sean ellas y no el gobierno de la Nación, si es que ese punto tercero quiere decir lo que efectivamente dice. Y si no es así, […] para que las susodichas comunidades autónomas recuperen una legalidad que han transgredido  y los castellanohablantes, en ellas y en las otras, no tengamos que padecer el desbarajuste lingüístico que padecemos, las pretensiones de normalizar dialectos y otras gracias por el estilo, […] y ya bastante tendencia a la fragmentación existe en cualquier lengua como para que la alienten y protejan los poderes públicos” [Salvador, 1992: 114].

[7] «Esta ventaja objetiva del español, sin embargo, en poco o en nada mermará las ventajas particulares que muchos ven en los “fueros lingüísticos” establecidos en otras lenguas para sus respectivas autonomías. Es de esperar que el mapa lingüístico de España  no se fragmente más aún salvo si algunos gobiernos autónomos llevan adelante políticas, todavía más intensas, dispuestas para prescindir del español; incluso si algunas autonomías de hoy  fueran países independientes mañana, su vinculación con el español les seguiría resultando favorable (como les resultó favorable en su día a las colonias americanas  que se independizaron de España); […] En hipótesis, y si los proyectos del nacionalismo lingüístico triunfan, hasta un 40 por ciento del territorio español podría quedar sujeto a distintos “fueros de lenguas”»  [Lodares, 2002:   200].

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