07/05/2024 08:05

Como probablemente sepan nuestros lectores, existe un espacio en Madrid denominado “La Casa de la Arquitectura” que periódicamente ofrece exposiciones sobre esta rama de las Artes. Ubicado en Nuevos Ministerios, unas letras enormes con el texto supercoolES_ARQ” presiden la entrada.

En perfecta sintonía con el espíritu “alternativo” que sin duda irradia dicha tipografía, actualmente se exhiben allí, de forma simultánea, tres muestras tituladas: “La construcción de un país”, en la planta superior; “Nameless Model” en la planta baja y “Ecosistemas.zip” en el sótano.

Después de verlas detenidamente, lo primero que cabe decir es que, paseando por sus salas, uno percibe el mismo aroma a estafa que recordaba de la mayoría de saraos modernillos en sus tiempos universitarios. Las mismas ínfulas, la misma afición a mezclarlo todo para no decir nada, la misma afición ridícula a los caligramas, idéntica estupidez y la misma estética lamentable, inconexa y confusa hija del afán por desconcertar… Ningún cambio en los últimos 50 años, como tampoco lo ha habido en los últimos 100, anclados sin remedio a “las vanguardias” por los siglos de los siglos.

Así, el perfil de los visitantes y participantes tampoco ha variado gran cosa en todo este tiempo, y los vídeos donde nos muestran sus proyectos siguen estando habitados por el tipo invariable de intelectual-divo-arquitecto. Eso sí, en vez de pantalones de campana, jerseys de cuello alto y pelo largo, el arquitecto de hoy exhibe camiseta bajo la americana, peinado “casual” y gafas de pasta.

Ahora bien, dejando de lado los elementos más superficiales de un contexto donde casi todo es apariencia, centrémonos en los proyectos mostrados: esas “soluciones habitacionales” presididas por la asimetría y la “riqueza textural” que “subrayan el carácter” del autor. La distorsión o ruptura de la armonía preexistente no importa; la calidad y habitabilidad son secundarias. La audacia de la forma, la impronta, el gesto, eso sí; muy por encima de la función y del entorno, concebido como algo desdeñable cuyo único valor es servir de marco para mayor realce de “la pieza” de autor.

Empezando nuestra visita por el piso superior, podemos agradecer que tan pretencioso título –“La construcción de un país”–, anuncie bien a las claras su falsedad. Aunque casi todo en la muestra parece gritar “¡impostura!” a los cuatro vientos: maquetas de buena factura para construcciones tan “icónicas” como aberrantes; relucientes “proyectos” de edificios que se caen a pedazos; alusiones constantes a los experimentos de las vanguardias, al “existenzminimum” de Loos, a los cachivaches de Corbu1, o a las cascadas de Wright, siempre en busca de las ubicaciones más absurdas y las soluciones más atrevidas para clientes sin criterio ni cerebro; lamentables muros-cortina de cristal o de hormigón, “enriquecidos” por “variaciones” que desvelan una “intención”; mezcla de materiales y colores con una finalidad meramente “expresiva”; mucho “diálogo de los volúmenes”, “reminiscencias” y “ecos”; y mucho justificar con filosofías cada proyecto fallido: que si supone un “llamamiento” a no se qué, o una “reivindicación” de vaya usted a saber… Y así, en apenas unas décadas, tenemos las ciudades sembradas de esperpentos y al ciudadano asqueado o –lo que es peor todavía– acostumbrado y rendido.

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Pero sigamos con la exposición. Según descendemos en nuestro recorrido, la cosa no mejora. Es más, se agrava por la lectura de paneles “explicativos” donde, al parecer, nadie se ha hecho cargo de supervisar los textos. En uno de ellos, por ejemplo, puede leerse “los embistes” donde debería poner “las embestidas” o “los embates” o “los envites” –discapacidad gramatical lo llaman ahora–; en otro se emplea “sino” donde debería decirse “si no”; y, por supuesto, podemos solazarnos en nuestra subordinación cultural… ¡Ojo! a la audacia de un tal Carlos: “Doing nothing vs. Doing “almost nothing”… y mucho cuidado con el súper panel del grupo “Afab”, repleto de interrelaciones progres arquitectónico-vitales: “More is more, coffee break, collaborative practices, mediation, diversity, bodies, design, art, LGTBQ+, agents, new narratives, emotions, experimental, trans, inclusivity, different, hybrid, more than human…”

Y es que la muestra “Ecosistemas.zip” es una auténtica orgía de despropósitos tanto en la forma como en el fondo; empezando por su misma concepción como “instalación” –con fluorescentes dispuestos “artísticamente” a lo Sol LeWitt–, que, si bien casi consigue dejar ciego al visitante, tampoco logra encubrir del todo las fechorías allí albergadas.

En estas salas podemos disfrutar de otras propuestas en inglés como “Multisided rooms: Habitaciones poligonales que dan lugar a múltiples conexiones”… y descubrimos iniciativas gloriosas como la siguiente: “Domesticidad urbana: Conquista del espacio público contagiándolo de lo que sucede en el interior de los edificios”… Para mí que no lo han pensado con detenimiento…

También se nos invita a reflexionar sobre “la almohada como herramienta proyectual” y se reivindica la fantochada “Medios sintientes”2, en el “Medialab Matadero” de Madrid.

Evidencias, todas ellas, de la vitalidad de las nuevas generaciones y, más concretamente, del impulso creador de estos esforzados artistas. 

Ahora bien, expuesto lo anterior, seguro que habrá arquitectos suspicaces a los que no les hará gracia este artículo y se preguntarán quién es ese “ignorante” que los pone a caldo. Se figurarán una caricatura “cavernícola” soltando espumarajos por la boca y despacharán el asunto con la suficiencia habitual: Que si “criticar es muy fácil, pero no propone nada”, que si “la arquitectura moderna española tiene una gran reputación”… Lo típico. Aunque, sinceramente, creo que volar por los aires toda la basura construida en los últimos años por tanto mamarracho ya sería en sí misma una propuesta positiva por ejemplarizante y supondría, en consecuencia, un enorme avance.

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Sin embargo, existen además otras alternativas y me atrevo a proponer algunas, no necesariamente en este orden:

1. Recuperar la formación académica en los viejos oficios vinculados a la arquitectura, empezando por los escultores, vidrieros, ceramistas y fundidores artísticos.

2. Volver a un modelo de ciudad habitable. Con un planteamiento urbano integral de la ciudad donde el ciudadano sea el centro y no un pelele condenado a padecer ocurrencias tan singulares como inhabitables. Y, por ejemplo, no estaría de más recordar a Camillo Sitte3.

3. Una ciudad a escala humana, sin rascacielos, con parques y jardines; sin artefactos aberrantes en parques, plazas y rotondas; con calles luminosas y arboladas; avenidas coherentes y armónicas, con fachadas elegantes, donde rija el orden clásico y se empleen materiales dignos.

4. Concebir la ciudad y cada vivienda como un espacio amable, cálido y civilizador.

5. ¿Y a quién mirar como ejemplo? Pues a a Juan de Villanueva, Leo von Klenze, Friedrich Schinkel, a Francisco Jareño, a Antonio Palacios, a Ricardo Velázquez Bosco o a Eduardo Adaro. Arquitectos que sabían dibujar y no vendían peines ni burras ciegas.

Dicho lo cual, soy pesimista respecto a una reversión de las inercias que hoy impiden una buena arquitectura. Porque los popes que hoy ocupan las cátedras universitarias no se bajarán del rocín desde el que miran con desprecio a las gentes del común; esos seres diminutos y sin voluntad, como los representan en sus maquetas, concebidos como simple relleno circulante de sus construcciones.

Santiago Prieto Pérez. Doctor en Bellas Artes por la UCM 16-02-2024

1 Alusión a la iglesia de Notre Dame du Haut, en Ronchamp, por Le Corbusier, entre 1950 y 1955.

2 El vídeo completo no tiene desperdicio:

 

Nótese cómo el discurso del “responsable comisarial” (sic) Eduardo Castilllo Minuesa, en apenas un par de minutos casi agota la jerga progre: “sistemas, naturalezas muy diversas, visibilizar, mediar, procesos, transformación, revelar dinámicas, capacidades perceptivas, cambio climático, operativas, transversales… Todo ello aderezado con algunas perlitas en inglés: “open call, interfaz, new commissions”, para justificar un enorme tinglado subvencionado con dinero público, por supuesto.

3 Léase Planeamiento de la ciudad de acuerdo a principios artísticos, 1889.

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