27/04/2024 09:28

Son tantas y tan hermosas las huellas del Renacimiento en España, en todas y cada una de las artes, que resulta difícil hacerse una idea precisa o mínimamente cabal de la importancia de este período en nuestra Historia y en la Historia Universal. Y, por supuesto, resulta imposible si, como sucede, en ese afán por destruir la Nación disolviendo su recuerdo, el Arte del Renacimiento apenas existe en los programas de enseñanza secundaria ni en las mentes de los docentes1. Porque no se puede amar lo que no se conoce y difícilmente se puede enseñar lo que no se estudia.

En cualquier caso, el Renacimiento en España es demasiado importante y lo cierto es que aunque nos ciñésemos a una rama de las artes solamente, al seleccionar ejemplos para ilustrarla, dado su número, cometeremos siempre injusticia con aquéllos que omitimos. Y si, por el contrario, la cantidad de los citados no fuese breve, o nos detuviésemos en pormenores de las obras o los artistas, en sus biografías, relaciones o influencias, el esfuerzo resultaría inútil por la extensión inabarcable del texto. No en vano, el estudio de un solo campo, ya sea la pintura, la música, la arquitectura, la literatura, la escultura, la cerámica, los tapices o las vidrieras renacentistas, supone una labor titánica a la que muchos investigadores han dedicado sus carreras y gran parte de su vidas.

Sirva, pues, este preámbulo, para explicar –que no justificar– las propias limitaciones, y esclarecer la razón por la que en este artículo abordaremos sólo una parte pequeña –aunque relevante– de esa inmensa área de conocimiento que supone el Arte del Renacimiento en España. Concretamente, este texto se centrará en la escultura italiana en nuestro país durante aquel período; lo que por supuesto implica recordar el San Giovannino (1495-96) realizado por Miguel Ángel2, el San Jerónimo (h.1525) de Pietro Torrigiano3; el Cristo (1559-62) de Cellini4; la Virgen del cojín de Andrea della Robbia5, o los sepulcros realizados por Domenico Fancelli6 y los Leoni7; pero también nos dará la oportunidad de abordar figuras y sagas menos conocidas, como los Aprile, los Gazini o los Carlone; nos permitirá descubrir el proceloso viaje de las piezas desde Italia hasta su emplazamiento definitivo en tierras españolas; y servirá para analizar la influencia italiana en nuestra escultura.

En primer lugar, debemos subrayar algo obvio pero que hoy puede pasarse por alto8, y es que, tradicionalmente, el arte de la escultura ha estado íntimamente ligado a la arquitectura, y que la labor conjunta de canteros, arquitectos y escultores en la decoración de fachadas o en la elaboración de retablos era algo habitual. Y siendo cientos los castillos, palacios, monasterios e iglesias renacentistas salpicados por toda España, resulta complicado acotar el terreno de estudio. Ahí están los monasterios de San Lorenzo de El Escorial, el de Santo Tomás en Ávila, o el de las Descalzas Reales en Madrid; el Colegio de San Nicolás en Burgos, la Universidad de Salamanca, o los palacios del Infantado (en Guadalajara), de Santa Cruz (en Valladolid), de Vélez Blanco9 (en Almería) o del emperador Carlos (en Granada). Por no hablar de las catedrales… Téngase en cuenta que todas aquellas construcciones, tanto por devoción, exaltación, conmemoración y recuerdo, como por ornato, exhiben en sus fachadas o albergan en su seno relieves y figuras de bulto redondo en portadas, altares, coros, retablos, arcosolios, púlpitos, pilas bautismales, balcones, etcétera.

Así mismo, para entender la relevancia de Italia y su influencia en el campo de la escultura renacentista en España, es imprescindible comprender el contexto histórico, que resumiremos brevemente: La proximidad cultural de España e Italia, nacida de la romanización de Hispania, la unidad religiosa en el Cristianismo y la similar evolución de nuestras lenguas romances a partir del latín como tronco común, se reforzó en el Renacimiento con la presencia española en Italia. Enrique de Villena tradujo la Divina Comedia de Dante, y el marqués de Santillana, Juan de Mena o Garcilaso incorporaron la métrica italiana. En el marco de las guerras entre España y Francia por la hegemonía europea en los albores del siglo XVI10, las villas y palacios florentinos marcaban el gusto de la época y los artistas italianos eran muy demandados a ambos lados de los Pirineos. De tal modo que, en el campo de la escultura en particular, se desarrolló toda una industria destinada a satisfacer dichos encargos. Génova fue el centro de esta actividad por tres motivos: por su puerto, por su proximidad a Carrara –fuente del mejor mármol– y por la actividad de sus banqueros y comerciantes11.

La lana producida en España y el oro y otros productos traídos de América permitieron adquirir tapices en Flandes12 y mármoles de Carrara, y desde los puertos de Amberes y Génova afluían los unos a Vigo, Laredo y Bilbao, y los otros, principalmente, hacia Alicante y Valencia.

Ya en España, las piezas de mármol –no siempre terminadas13 se transportaban a sus destinos definitivos en carros especialmente habilitados para evitar los posibles daños derivados del violento traqueteo por caminos sin asfaltar o, si las condiciones lo permitían, en almadías remontando ríos hacia el interior.

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La elegancia natural del mármol blanco de Carrara hacía a este material muy propicio para la decoración de fachadas, puertas, escaleras, fuentes y suelos de los palacios e iglesias renacentistas, siendo también muy requerido para labrar la última morada de reyes y grandes señores. Razón por la cual es en los sepulcros y mausoleos donde mejor se muestra el valor de los llamados magistri antelami14, genéricamente magistri lapicidae (maestros de la piedra) y, más específicamente, de los magistri marmorum (maestros del mármol)15 venidos de Italia.

Por ejemplo, Antonio Maria Aprile (h.1500-h.1550), nacido en Carona, a orillas del lago Lugano16, nos dejó piezas magníficas como los sepulcros de Perafán de Ribera17 y sus esposas, doña María Rodríguez Mariño y doña Aldonza Ayala; y el de su hijo don Diego Gómez de Ribera18 y doña Beatriz Puerto Carrero (1531); todos ellos en el Monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas (Sevilla).

Aprile colaboró también con Pace Gazini19 en la elaboración de los sepulcros de don Pedro Enríquez de Quiñones20 y de su mujer, doña Catalina de Ribera21, y, junto a Pier Angelo della Scala22, realizó el excelente mausoleo de los marqueses de Ayamonte23. Así mismo, fue el principal responsable del extraordinario sepulcro del obispo Ruiz24, realizado junto a su hermano Giovanni Antonio Aprile, Bernardino Gazini y Pier Angelo y Antonio della Scala. Desgraciadamente, el convento de San Juan de la Penitencia que lo albergaba, joya de la mejor arquitectura mudéjar y renacentista, fue incendiado y totalmente destruido por “los defensores de la cultura y el progreso” al inicio de la Guerra Civil25.

Santiago Prieto Pérez 03-03-2024

1 Tener siquiera una panorámica general exige, para empezar, que se le conceda espacio en los libros y tiempo en las aulas. Por otra parte, desde hace décadas, en los centros de enseñanza se impone una visión a favor de la “multiculturalidad” que, de facto, relega, minimiza, tamiza u oscurece cualquier alusión o referencia positiva a España. A propósito de la Edad Media y del Renacimiento español, habitualmente se rebaja su valor en favor de lo islámico con el pretexto de corregir una presunta “deuda histórica”. Como resultado de esta educación cargada de complejos, no puede extrañar que generaciones de españoles ignoren su Historia y se avergüencen de ella aunque no la conozcan.

2 Sito en Úbeda (Jaén). Hecho pedazos por los “demócratas” en la Guerra Civil junto con la iglesia que lo albergaba. Reconstruido recientemente, el mármol aún permanece ennegrecido por las llamas.

3 Pietro di Torrigiano d’Antonio (1472-1528) vivió en España desde 1521 hasta su muerte, en Sevilla. Su San Jerónimo se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

4 En el Real Monasterio de El Escorial.

5 Andrea della Robbia (1435-1525), hijo de Luca (c.1400-1482), fue el más famoso de la saga della Robbia, continuada a su vez por sus hijos Giovanni (1469-1529) y Girolamo (1488-1566). De Andrea son las conocidas popularmente como Virgen del cojín y Virgen de la Granada, en la catedral de Sevilla.

6 Nos referimos a los sepulcros del cardenal Diego Hurtado de Mendoza y Quiñones (1510), sito en la catedral de Sevilla; del príncipe Juan (1512-13), en el monasterio abulense de Santo Tomás; y al mausoleo de los Reyes Católicos (1517), en la Capilla Real de la Catedral de Granada. Fancelli nació en Settignano, en la Toscana; una localidad conocida por sus canteras. Allí se crió Miguel Ángel, y allí nacieron destacados escultores del Renacimiento como Bartolomeo Ammanati (1511-1592), Bernardo (1409-1464) y su hermano Antonio Rosellino (1427-1479), Desiderio da Settignano (c.1430-1464) o Valerio Cigoli (1529-1599).

7 Los milaneses Leone Leoni (1509-1590) y su hijo Pompeo (1533-1608) trabajaron principalmente para el emperador Carlos V y Felipe II, retratando a buena parte de la familia Habsburgo. Obras menos conocidas de Pompeo son el sepulcro del Inquisidor General Diego de Espinosa y Arévalo (1577), sito en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Martín Muñoz de las Posadas (Segovia), o el mausoleo del cardenal y Gran Inquisidor Fernando de Valdés y Salas (1582), en la Colegiata de Santa María la Mayor, en Salas (Asturias).

Véase: Margarita Estella. “Los Leoni, escultores entre Italia y España”, en el catálogo de la exposición del Museo del Prado: Los Leoni (1509-1608). Escultores del Renacimiento italiano al servicio de la corte de España, Madrid, 1994, pp. 29-62.

8 Grandes “avances” de la posmodernidad incorporados al imaginario colectivo: a) llamar escultura a cualquier cosa tridimensional; b) convertir la “obra de arte” en mero objeto de especulación; c) ignorar la Historia y la armonía del espacio urbano; y d) destruir dicha armonía con la coartada de dar cabida a “una pieza emblemática”. Como puede comprobarse fácilmente, la inmensa mayoría de los “volúmenes” esparcidos sin ton ni son por las ciudades no sólo no respetan el entorno sino que lo distorsionan, habiendo convertido éstas en parques feriales sin alma.

10 Las llamadas Guerras Italianas se desarrollaron entre 1494 y 1559, finalizando con victoria española, refrendada en la Paz de Cateau-Cambrésis por Felipe II, Enrique II de Francia e Isabel I de Inglaterra.

11 Respecto a los comerciantes genoveses en España, léase a Miguel Ángel Ladero Quesada: “Los genoveses en Sevilla y su región (siglos XIII-XVI): elementos de permanencia y arraigo”, en “Los mudéjares de Castilla y otros estudios de historia medieval andaluza”, Universidad de Granada, 1989, pp. 283-312. Entre los genoveses “españoles”, sobresalen los apellidos Pinelli, Rivarola, Grimaldi, Cattaneo o Spinola.

12 Los fabricantes de tapices más importantes estaban en Bruselas. Entre ellos: Franz Raes, Heinrich Reydams, Paulus van Nieuwenhove, Jan II Raes, Jacques Fobert, Jan Vervoert, Jan Newoert, Jacob Geubels… reconocibles por su firma junto a la marca B-B (Bruselas-Brabante). La ruta comercial terrestre más importante unía Brujas y Burgos. Por mar, los barcos salían de Amberes y aportaban en Santander, Laredo y Bilbao. Para regular este comercio se creó en Burgos en el siglo XV el llamado “Consulado del Mar”, ejerciendo funciones de tribunal en conflictos de carácter mercantil. Por ejemplo, arbitrando en cuestiones relativas a las mercancías aseguradas frente a actos de piratería o naufragios.

13 Habitualmente, las piezas eran recibidas en el puerto e instaladas en su emplazamiento definitivo por encargados de la misma bottega o taller. Sin embargo, en ocasiones, las obras se terminaban in situ.

14 De “Antelamus”, topónimo de origen altomedieval referido al valle situado entre los lagos de Como y Lugano, hoy llamado Val d’Intelvi. El término alude a artesanos de la región, polifacéticos e itinerantes, poseedores de conocimientos en albañilería, carpintería y escultura.

15 Existían también otros términos que a menudo se utilizaban indistintamente: “sculptor”, “sculptor marmorum”, “intaliator lapidum”, “picapetrum”, y más raramente, “scarpelinus”.

16 Hijo del escultor Giovanni Aprile, siguió los pasos de su padre junto a sus dos hermanos, Giovanni Antonio y Pietro Aprile.

17 Perafán (c. 1338-1423) fue un caballero castellano, Adelantado Mayor de Andalucía durante el reinado de Juan II de Castilla (1405-1454) y responsable de la conquista de Antequera en 1410.

18 Diego Gómez de Ribera (c.1400-1434), hijo de Perafán de Ribera, fue también un notable caballero y Adelantado Mayor de Andalucía, muerto en combate durante el sitio de Álora (Málaga).

19 Pace Gazini (h.1470-1522), referido también como Gaggini, nació en Bissone, localidad muy próxima a Carona, a orillas del lago Lugano. Su padre Beltrame (c.1420-1470) y su tío Elia (h.1430-h.1490) también eran escultores y los hermanos de Pace Gazini, Pietro y Giovanni (c.1430-1517), se dedicaron igualmente a la escultura.

20 Hijo de don Fadrique Enríquez (h.1390-1473), Almirante de Castilla, participó en la Guerra de Granada, falleciendo poco después de la toma de la ciudad, en 1493.

21 Catalina de Ribera fundó en Sevilla el Hospital de las Cinco Llagas y mandó realizar el famoso palacio renacentista conocido como La Casa de Pilatos. Los sepulcros de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera fueron encargados a Pace Gazini en 1520, pero al fallecer éste en 1522 fueron culminados por Antonio Maria Aprile en su emplazamiento actual, el monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, en Sevilla. En el Museo de Bellas Artes de Sevilla se conservan cuatro estatuas de Gazini que acompañaban originalmente el sepulcro: un campesino, una campesina, una alegoría de la “memoria popular” y un sixte viator (“detente caminante”).

22. Pier Angelo della Scala (c.1489-1529), hijo de Bernardino, se formó con su padre y trabajó con Giovanni Antonio y Antonio Maria Aprile. Natural de Carona, era pariente de Antonio y Alessandro della Scala, activos en el primer tercio del siglo XVI.

23 Francisco de Zúñiga y Pérez de Guzmán (h.1460-1525) y Leonor Manrique de Lara y Castro (c. 1460-c. 1532?). El mausoleo, en la Iglesia de San Lorenzo, en Santiago de Compostela, muestra a sus moradores arrodillados y orantes.

24 El obispo Francisco Ruiz (c.1476-1528) fue un religioso franciscano, secretario y albacea del cardenal Cisneros. Acerca del sepulcro, léase: Laura Damiani Cabrini, “A Carona nel 1526. La bottega di Giovanni Antonio e Antonio Maria Aprile e la tomba del vescovo Ruiz a Toledo”, en Scultori dello Stato di Milano (1395-1535), Istituto di storia e teoria dell’arte e dell’architettura, Università della Svizzera italiana, Lugano, pp. 295-310.

25 José Carlos Gómez Menor Fuentes: “Un monumento artístico desaparecido: El convento de San Juan de la Penitencia”, Anales Toledanos, Vol. IV, 1971, pp. 5-81.

Gracias a las magníficas fotografías tomadas hacia 1925 por el alemán George Weise, conservadas y restauradas por Bildarchiv, podemos apreciar hoy la calidad y belleza de este sepulcro. Véase: https://toledoolvidado.blogspot.com/2009/06/el-sepulcro-de-fray-francisco-ruiz-en.html

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