07/05/2024 05:09
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Ayer, más o menos a las 5 de la tarde, ha muerto mi hermana Patricia, la hermana mayor de los 4 que vivimos hasta ahora.
Pero, como escribí, en mi «Testamento espiritual» que escribí en versos:

«Mi hermana Patricia
no sólo era mi hermana,
fue la primera persona
que me habló de Dios y del alma
y me leyó versos de Lorca
y me contó las «Mil y una noches»
y los cuentos de la Alhambra».

Y ya es curioso que haya ido a morir en el mismo hospital y la misma planta donde nació mi hija mayor… Lo que demuestra que la vida es eso: unos que se van y otros que vienen.
En estos momentos de silencioso dolor (impedido como estoy para acudir a Madrid a decirle mi último adiós), sin querer, se me han venido a la cabeza algunas de las discusiones que tuvimos sobre la Iglesia, los curas, los obispos, los Cardenales y hasta el Papa.
— Lo siento hermana, lo siento, yo no puedo ver como viven hoy, desde el Vaticano al párroco de mi barrio, ni las tonterías que dicen. La Iglesia Católica ya no es la Iglesia de los pobres de aquel Jesús que nació entre los pobres…
— No digas eso. Tú no sabes la labor que hace la Iglesia en el mundo de hoy.
— Sí, sí, contar los turistas que visitan y pagan por visitar sus iglesias y sus catedrales, sus monasterios, sus conventos… ¡ Turismo! Los curas de hoy no van descalzos por por los caminos, ni se alimentan de las flores del campo… Roma sólo es el templo de la Capilla Sixtina… y un Banco de corrupciones.
— No seas bárbaro, la Iglesia es fe, amor, justicia, perdón, caridad.
— Ja, ja, ja. ¿Fe? ¿amor? ¿justicia?
— Sí, sí, sí… Todo eso y más.
— Bueno, bueno, dejémoslo así… porque no vamos a discutir por unos señores que sólo piensan en comer bien… Por cierto, ¿te has dado cuenta de que no hay obispos, ni cardenales, ni Papas delgados?
Sí, era mi hermana mayor, mi hermana Patricia… y se ha ido, aunque no para mí, la muerte no es irse, la muerte es cambiar de destino. Hoy se está en Europa y mañana se está en Filipinas. ¿O no morían aquellos conquistadores del Nuevo Mundo que descubrió Colón y que se iban, en muchísimos casos, para no regresar y allí se quedaban para siempre?.
Es verdad, no tenía estudios universitarios, pero ya quisieran muchos, muchos, muchísimos, leer lo que ella leyó en vida…y hasta el último día en este mundo.
También recuerdo los versos (o lo que sean) que uno de mis días malos le escribí y le envié por correo. Estos:

«Mi hermana.
Tú que naciste conmigo
y conmigo compartiste
las ilusiones de la infancia.
Tú que siempre estuviste
en las alegrías y los dolores.
Tú que me censurabas
mis locuras y mis amores.
Dime, hermana del alma
dónde está nuestro Dios,
¡Aquel de nuestras ilusiones
y nuestra infancia!

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Y hoy, cuando ni siquiera he podido estar a su lado en la estación para decirle el último adiós me he dado cuenta que todavía quedaban lágrimas en el pozo hondo de mi alma

» Alma hermana,
mi hermana Patricia…
Tu Dios fue mi Dios.
Tu Virgen fue mi Virgen
Tu fé fue mi fé.
Alma tierna,
mi hermana Patricia
¿recuerdas aquellos años
de sueños y esperanzas?
pues no los olvides
y ten siempre presente
que lo que se recuerda no muere.

Pero, hermana, mi hermana Patricia, te aseguro que esto no es un adiós, que esto sólo es un HASTA LUEGO.
JULIO MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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José Luis Fernández

Don Julio le doy mi más sentido pésame. Estoy seguro de que su querida hermana vivirá en su memoria mientras Ud. conserve un hálito de vida.

Ramiro

+Don Julio, siento mucho el fallecimiento de su hermana.
Reciba mi más sentido pésame.
No es un adiós, sino un hasta luego… Cuando Dios quiera -y creo no tendrá prisa-, volverán a estar juntos, en el Cielo, y en la Paz de Dios.
Mientras tanto, la Patria le necesita aquí, al pie del cañón… Y aunqe esté achacoso -yo también-, la cabeza la tiene muy bien amueblada, y eso es lo más importante.
Rezaré por su hermana, y por usted, para que Dios le ayude a sobrellevar tan gran pérdida.
DEP.

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