16/05/2024 15:39

Y el comandante Castejón tomó Badajoz a sangre y fuego

Y el Presidente Sánchez-Castejón (el bisnieto) tomó la Moncloa por amor y a carcajadas

Y para saber realmente lo que pasó el 12, 13 y 14 de octubre de 1936 les reproduzco la crónica que escribe Jacques Berthet en el Diario “Temps”:

Textos:

  1. Batalla de Badajoz (1936)

La batalla de Badajoz desarrollada en esta ciudad del oeste de España, en la frontera con Portugal, fue un enfrentamiento militar que tuvo lugar en agosto de 1936, durante la guerra civil española. Tras la toma de Mérida, la conquista de Badajoz permitió al Bando sublevado asegurar su retaguardia y la frontera de Badajoz, al tiempo que para la República supuso perder definitivamente la comunicación terrestre con Portugal. Tras la batalla, se desencadenó uno de los episodios más controvertidos de represión y asesinatos de toda la guerra, la llamada matanza de Badajoz.

Situación estratégica

En el verano de 1936, unos 10 000 soldados de tropas regulares del Ejército de África fueron transportados en puentes aéreos alemanes e italianos al sur de España superando el Estrecho de Gibraltar.9 El bando sublevado se reunió en Sevilla y el 1 de agosto el general Francisco Franco ordenó dirigirse hacia el norte para enlazar con las fuerzas del general Mola.

Dirigidos por el coronel Asensio y el comandante Castejón, el bando sublevado se dirigió hacia el norte con un destacamento motorizado, parándose para bombardear y capturar poblaciones fronterizas. El 10 de agosto, el teniente coronel Yagüe llegó para asumir el mando cerca de Mérida, el bando sublevado había asegurado 300 km de la frontera con Portugal. Mérida cayó tras una dura lucha en las orillas del río Guadiana, dejando a la vecina Badajoz aislada y como la última posición de la República en la frontera. El propio Franco supervisó personalmente las operaciones militares en Mérida, y al atardecer de aquel día recibió a Yagüe en su despacho para discutir la toma de Badajoz y nuevos objetivos militares. Franco quería capturar la ciudad para así consolidar la unificación de las dos zonas del territorio sublevado, y así dejar despejado el flanco izquierdo de su avance, a la vez que cubrían la frontera portuguesa. Esta decisión fue un error estratégico, ya que el retraso provocado por el asalto de Badajoz en el avance hacia Madrid permitió al gobierno republicano organizar sus defensas.10

Yagüe marchó hacia Badajoz con 2250 legionarios, 750 regulares marroquíes y cinco baterías, dejando al comandante Tella atrás para mantener Mérida. Dentro de la antigua ciudad-fortaleza, en aquel momento muchas secciones de la antigua muralla habían sido derribadas hacía unos pocos años,11 aunque otras muchas seguían existiendo. El coronel Puigdengolas dirigía a unos 6.000 milicianos republicanos (aunque otras fuentes reducen los efectivos a 2.000 o 4.000 efectivos). Cuando el ejército sublevado se acercaba, un grupo de guardias civiles intentó desertar al bando sublevado.12 Puigdengolas logró aplastar la revuelta, pero esta acción minó la confianza de sus hombres.

La batalla

Orden de batalla

El avance del Ejército Expedicionario de África sobre las murallas de Badajoz dio comienzo el 12 de agosto de 1936 con el siguiente orden de batalla:

  • Agrupación Asensio, integrada por:

    • IV Bandera de la Legión al mando del comandante José Vierna Trápaga.

    • I Tábor de Tetuán al mando del comandante Serrano Montaner.

    • Batería de Artillería del capitán Barón.

  • Agrupación Castejón.

    • V bandera de la Legión al mando del capitán Tiede Zen.

    • II Tábor de Ceuta al mando del comandante Amador de los Ríos.

    • Batería de 105 del capitán Ruiz Mateos.

  • Agrupación Tella como reserva guarneciendo la ciudad de Mérida.

Valor estratégico de la plaza

Mapa de las operaciones entre agosto y septiembre de 1936.

Como se puede observar en la imagen, la toma de Badajoz era vital para el Bando sublevado, pues comunicaba el grupo de ejércitos del Sur con la zona Norte controlada por el general Mola. En rojo se puede ver la zona controlada por la república, en azul el territorio bajo control de los sublevados y en verde los avances de estos en este período.

Asalto a la ciudad

Antes del ataque, durante tres días Badajoz fue bombardeada continuamente por la artillería y la aviación de los sublevados. La ciudad estaba inundada por numerosos refugiados de la provincia y la atmósfera imperante en ella era aciaga.13 El 13 de agosto una escuadrilla de aviones lanzó miles de octavillas firmadas por el general Franco dirigida a «los soldados y ciudadanos resistentes en Badajoz» a los que lanzaba una brutal amenaza. «No cabía duda de que se avecinaba la matanza», afirma el historiador británico Paul Preston. La octavilla decía lo siguiente:14

Vuestra resistencia será estéril y el castigo que recibáis estará en proporción de aquélla. Si queréis evitar derramamientos inútiles de sangre, apresad a los cabecillas y entregadlos a nuestras fuerzas. El movimiento salvador español es de paz, de fraternidad entre los españoles de orden, de grandeza de la Patria, y a favor de la clase obrera y media; nuestro triunfo está asegurado y por España y su salvación destruiremos cuantos obstáculos se nos opongan. Aún es tiempo de corregir vuestros errores; mañana será tarde. ¡Viva España y los españoles patriotas!

Puerta de la Trinidad del recinto abaluartado de Badajoz.


El bando sublevado lanzó su ataque en la tarde del 14 de agosto, tras bombardear la ciudad durante la mayor parte del día. Una unidad de la Legión, cantando y gritando, asaltó la Puerta de la Trinidad. La resuelta resistencia de las ametralladoras y los tiradores republicanos frenó el asalto, triturando a la primera oleada de tropas rebeldes.1

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Ignorando sus bajas, los legionarios continuaron avanzando. Una carga conducida por carros blindados logró hacerse con el control de la puerta, y los sublevados superaron a los defensores, entrando a través de la brecha y desarrollándose un combate cuerpo a cuerpo. Pero el coste fue muy elevado: la 16.ª compañía de la IV Bandera de la Legión había perdido a 76 de sus 90 oficiales y soldados iniciales,15 aunque no hay unanimidad en la cuantía de las bajas.c Todos los oficiales de la unidad cayeron durante el primer asalto, excepto un capitán y un cabo.16 Mientras tanto, los hombres de Asensio habían entrado en la ciudad a través de una brecha en las murallas de la ciudad; posteriormente se consideró que el asalto de la Puerta de la Trinidad había tenido una escasa utilidad.17

En la parte sur unidades sublevadas asaltaron las murallas con menos dificultad. Los regulares de Tetuán se abrieron paso a través de la Puerta de Carros, tras lo cual los legionarios y marroquíes barrieron a los republicanos de los cuarteles militares. Mientras tenía lugar la lucha, numerosos soldados de la guarnición republicana se pasaron a los rebeldes, permitiendo así que los asaltantes pudieran entrar en la ciudad fácilmente.4 Una vez dentro de Badajoz, persiguieron a la milicia republicana, pasándola a cuchillo y a bayoneta en su camino al centro de la ciudad, incluso a aquellos que habían arrojado sus armas y se habían rendido. La lucha callejera todavía duraba pasada la medianoche.1 La represión contra los defensores republicanos comenzó en el mismo momento en que los legionarios y regulares entraron en Badajoz, quedando algunas calles repletas de fusilados o de muertos en combate. Los legionarios capturaron a 43 milicianos heridos en el Hospital militar, y los ejecutaron.6

El coronel Puigdengolas, junto al alcalde Sinforiano Madroñero y otros miembros del Comité de defensa, salieron de Badajoz en torno a las 09:00 y huyeron a Portugal.18d

Esta es la crónica que publicó el diario Temps el 15 de agosto, al día siguiente de la toma de la ciudad, enviada por su corresponsal Jacques Berthet:20

Después de una preparación de artillería, varias columnas atacaron Badajoz el viernes [14 de agosto] a las 16 horas. Una, al mando del comandante Castejón, penetró sin demasiadas dificultades por el cuartel de Menacho, donde la ciudad no tenía murallas; otra, a las órdenes del teniente coronel Asensio, trató de forzar la puerta de la Trinidad, en la ruta de Mérida; pero, enfilada por las ametralladoras gubernamentales, tuvo que recular. Un segundo asalto realizado por el Tercio, con su coraje habitual, a la bayoneta y puñal, venció la resistencia de los gubernamentales después de una verdadera carnicería. La 16ª Compañía del Tercio tuvo treinta muertos y cincuenta heridos sobre unos efectivos de 120 hombres. A las 18 horas, la ciudad estaba tomada, pero la lucha continuó, desesperada, casa por casa, durante parte de la tarde. Los leales dispusieron de dos morteros, un blindado, algunas ametralladoras, 800 soldados y unos 4.000 milicianos armados de máusers y de escopetas de caza. Los rebeldes, en número de 3.000, dispusieron de una batería de artillería de campaña y de una gran superioridad en armamento de último modelo. Según las estimaciones de los sublevados, puede estimarse las pérdidas de regulares y de legionarios en unos 60 muertos y 150 heridos, y las de los leales entre 600 y 800 muertos. Tras la victoria, 380 prisioneros políticos fueron liberados sanos y salvos. Los milicianos y sospechosos arrestados por los golpistas han sido pasados inmediatamente por las armas.

Texto 2:

Y este ha sido el discurso del amor del Presidente Sánchez, el bisnieto del general Castejón:

Como saben, el pasado miércoles escribí una carta dirigida a toda la ciudadanía. En ella les planteaba si merecía la pena soportar el acoso que desde hace diez años sufre mi familia a cambio de presidir el Gobierno de España.

Hoy, tras estos días de reflexión, tengo la respuesta clara. Si aceptamos todos como sociedad que la acción política permite el ataque indiscriminado a personas inocentes, entonces no merece la pena.

Si consentimos que la contienda partidista justifique el ejercicio del odio, de la insidia y de la falsedad hacia terceras personas, entonces no merece la pena.

Si permitimos que las mentiras más groseras sustituyan el debate respetuoso y racional basado en evidencias, entonces no merece la pena.

Por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta, y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento.

Tal y como les anuncié, necesitaba parar y reflexionar sobre todo ello. Y sé que la carta que les envié pudo desconcertar, porque no obedece a ningún cálculo político. Y es cierto. Soy consciente de que he mostrado un sentimiento que en política no suele ser admisible. He reconocido ante quienes buscan quebrarme, no por quien soy, sino por lo que represento; que duele vivir esta situación, que no deseo a nadie.

También porque sea cual sea nuestro oficio, nuestra responsabilidad laboral, vivimos en una sociedad donde solo se nos enseña y se nos exige mantener la marcha a toda costa. Pero hay veces en que la única forma de avanzar es detenerse, reflexionar y decidir con claridad por dónde queremos caminar.

He actuado desde una convicción clara. O decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro condenándonos como país. Es cierto que he dado este paso por motivos personales, pero son motivos que todo el mundo puede entender y sentir como propios, porque responden a valores troncales de una sociedad solidaria y familiar como es la española.

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Porque esto no es una cuestión ideológica. Estamos hablando de respeto, de dignidad, de principios que van mucho más allá de las opiniones políticas y que nos definen como sociedad. Esto nada tiene que ver con el legítimo debate entre opciones políticas. Tiene que ver con las reglas del juego.

Si consentimos que los bulos deliberados dirijan el debate político, si obligamos a las víctimas de esas mentiras a tener que demostrar su inocencia en contra de la regla más elemental de nuestro Estado de derecho. Si permitimos que se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido. Si, en definitiva, permitimos que la sinrazón se convierta en rutina, la consecuencia será que habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia.

Exigir resistencia incondicional a los líderes objeto de esa estrategia es poner el foco en las víctimas y no en los agresores. Y confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias.

Por tanto, la pregunta es sencilla: ¿queremos esto para España? Mi mujer y yo sabemos que esta campaña de descrédito no parará. Llevamos diez años sufriéndola. Es grave, pero no es lo más relevante. Podemos con ella. Lo importante, lo verdaderamente trascendente, es que queremos agradecer de corazón las muestras de solidaridad y de empatía que hemos recibido, de todos los ámbitos sociales. Lógicamente, me van a permitir un agradecimiento especial a mi querido Partido Socialista.

En todo caso, gracias a esa movilización social que ha influido decisivamente en mi reflexión y que vuelvo a agradecer, quiero compartir con todos ustedes lo que finalmente he decidido. De ello he informado previamente al jefe del Estado esta misma mañana. He decidido seguir y seguir con más fuerza, si cabe, al frente de la Presidencia del Gobierno de España.

Esta decisión no supone un punto y seguido, es un punto y aparte. Se lo garantizo. Por eso asumo ante ustedes mi compromiso de trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y de libertades.

Asumo la decisión de continuar con más fuerza, si cabe, al frente de la Presidencia del Gobierno de España. Solo hay una manera de revertir esta situación: que la mayoría social, como ha hecho estos cinco días, se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común, poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo, porque esto no va del destino de un dirigente particular. Eso es lo de menos. Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser. Y creo que nuestro país necesita hacer esta reflexión colectiva.

De hecho, durante estos cinco días ya hemos comenzado a hacerla. Una reflexión colectiva que abra paso a la limpieza, a la regeneración, al juego limpio. Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango coloniza impunemente la vida política, la vida pública, contaminados de prácticas tóxicas inimaginables hace apenas unos años.

Apelo, en consecuencia, a la conciencia colectiva de la sociedad española. Una sociedad que, desde el acuerdo generoso, supo sobreponerse a las terribles y profundas heridas del peor de sus pasados. Una sociedad que consiguió vencer de manera ejemplar todos los desafíos democráticos que sufrió, que superó con éxito una pandemia, que pese al difícil contexto geopolítico que sufrimos con guerras en Oriente Medio y en Ucrania, vive un muy buen momento económico y respira paz social.

Una sociedad que asombró al mundo por su aceptación entusiasta de los derechos y las libertades, pasando de ser un país oscuro a un referente internacional de libertades y de democracia, de progreso y de convivencia. Hoy pido a la sociedad española que volvamos a ser ejemplo, inspiración para un mundo convulso y herido. Porque los males que nos aquejan no son ni mucho menos exclusivos de España. Forman parte de un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva mediante la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos y amenazas que no se corresponden ni con la ciencia ni con la racionalidad. Mostremos al mundo cómo se defiende a la democracia. Pongamos fin a este fango de la única manera posible: mediante el rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, que yo me comprometo a liderar con firmeza como presidente del Gobierno de España.

Gracias.

Por la transcripción

Julio Merino

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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