21/11/2024 14:37
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Continuamos con el libro Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, de Ana Quevedo & Queipo de Llano, nieta suya. Los episodios anteriores están aquí. En relación con las choques de Queipo con iguales y superiores, no puedo esbozar una opinión sobre la base de un testimonio de parte. En todo caso, se puede concluir que Queipo tenía mucho carácter, dejando abierta la adjetivación de ese carácter.

CAPÍTULO V. Jefe de la zona de Ceuta

En África, fue nombrado segundo jefe de la zona de Ceuta. Allí fue fundador, director y colaborador activo de la Revista de Tropas Coloniales.

El otro cabecilla con el que el general Silvestre tampoco logró nunca entenderse fue El Raisuni, el Señor Bandido, como se le llamaba. Durante un tiempo, éste pareció aproximarse a los españoles, dado que aspiraba al trono del Imperio que decía pertenecerle por su estirpe, aspiración en la que era apoyado contradictoriamente por el general Silvestre. El sultán nombró a El Raisuni su representante, pero las fuerzas españolas puestas bajo las órdenes de Silvestre para defender la autoridad de aquél cometieron la grave torpeza de atacar a una columna de las harkas de El Raisuni, con lo que se incurrió en la paradoja de agredir a un embajador del aliado al que debían proteger.

 

El Desastre de Annual:

Las tropas rifeñas atacaron diversas posiciones provocando doce mil bajas en el ejército español y arruinando la labor de doce años. En pocos días, España perdió 5.000 km² de su territorio en África. Esto provocó en la Península una serie de manifestaciones que pedían el abandono de Marruecos; la presión subsiguiente ejercida por determinados grupos políticos fue la causa de que se encargara al general Picasso instruir un expediente para depurar las responsabilidades de los causantes de esta catástrofe, incluidas las que pudieran corresponder al propio rey.

Incluso la ciudad de Melilla estuvo en grave peligro. Fue salvada in extremis por el gran amigo de España que fue Abd-el-Kader y por el general Berenguer, que acudió en su ayuda con todas las tropas de que disponía. La caída de la plaza se evitó gracias al retraso que produjo al enemigo la heroica defensa que de Monte Arruit hizo el general Navarro,

Resulta absurdo el encausamiento del general Berenguer, ya que éste fue un gran militar y el general que mejor comprendió la idea de lo que era ser alto comisario en un protectorado, así como el respeto debido al espíritu indígena. Sólo cabría pensar que le alcanzaba alguna responsabilidad de manera indirecta, al tolerar las imprudencias del general Silvestre,

Gracias a las gestiones de don Santiago Alba y la generosidad del financiero Echevarrieta, que se hizo cargo del pago del rescate exigido, se logró la libertad de los españoles que aún se encontraban prisioneros de Abd-el-Krim, que regresaron a la Península en lamentables condiciones, pero para ser recibidos, no como héroes sino como responsables de la catástrofe.

Sobre la Dictadura de Primo de Rivera:

La dictadura se había implantado sin el beneplácito ni el acuerdo del ejército, aunque tuvo que consentirla, pues bastante difícil era la situación en el país para que fuera a intervenir ante unos hechos consumados y una dictadura militar establecida; los males que se hubieran derivado de la oposición a ella habrían sido mayores que los que pudiera causar el propio régimen. El golpe, por otra parte, concebido como fue en las habitaciones del rey donde venía fraguándose desde tiempo antes, invitaba a ser acatado en bien de la paz, pese al notable desacierto en que se incurrió al elegir a las personas que lo llevaron a cabo. Ya en la primavera de 1922, en la estación de Córdoba, se había referido don Alfonso, con el consiguiente escándalo de los presentes, a la ficción de la responsabilidad ministerial, ya que el único poder efectivo y al cabo, responsable, era el suyo, aunque falto injusta y arbitrariamente de iniciativas expeditas. Este afán de alcanzar el absolutismo sería la causa de su caída.

 

Según Alcalá Zamora, ministro de la Guerra en 1922, cuando habla de sus discrepancias con el rey dice que éstas se debían a «pequeños problemas de volubilidades, caprichos impulsivos o injerencias del monarca y aun de intriga personal. En su afán de tener en la mano los mandos militares, le gustaba más que darlos, quitarlos, sin preocuparse del daño causado a éstos o a las unidades. En su conducta, la voluntad regia tendía a la práctica del divide y vencerás, con sistemática siembra de cizaña hasta en lo más pequeño y cuando era inútil».

Gonzalo Queipo de Llano asistió a la implantación de la dictadura con manifiesto desasosiego. Siempre había considerado que el militar no debía tomar parte en la política y limitarse a las funciones que le correspondían; «poquita política», solía decir. De aquí que la idea de un Directorio militar le produjera un serio disgusto, pues sus convicciones estaban más por la idea de «zapatero a tus zapatos».

Es la visión de la nieta… Por cierto, Queipo y Alcalá Zamora acabaron siendo compadres.

Episodio de enfrentamiento con la Dictadura:

… Reglamento de campaña, atender a que todas las posiciones estuvieran suficientemente abastecidas y que en los depósitos de las mismas hubiera las cantidades de víveres previstas en una orden general que determinaba que en ellos debía haber raciones para dos meses.

… no existían más raciones que las que llegaban en el convoy diario de Tetuán y que un día de lluvia o cualquier circunstancia que impidiera la llegada de éste, dejaría sin comer a las tropas de aquel campamento y a las de las posiciones avanzadas.

  —Pero ¿qué es lo que quiere usted?

  —Que me autorice a modificar la orden, pues visto el terreno, no puede adaptarse a éste.

  —Pues tendrá usted que cumplirla al pie de la letra.

  —Pues con arreglo a los artículos correspondientes del Reglamento de Campaña, la modificaré, bajo mi responsabilidad.

  Yo no podía aventurarme a cumplir una orden que podría acarrear un desastre a mi columna, arriesgando la vida de mis soldados.

Como si mi calma le excitase, fuera de sí, gritó:

  —Usted no sabe nada de nada.

  —De cosas de campo, mucho.

  —Ni una palabra.

  —De esas cosas de campo, más que usted.

  Delante estaba el teniente coronel de Estado Mayor, señor Rodríguez Caracciolo.

… a los cuatro o cinco días, recibí un oficio, ante mi consternación y sorpresa, en el que se me comunicaba que el Gobierno de Su Majestad había dispuesto mi cese con fecha 27 de mayo de 1924 en el destino que desempeñaba, pasando a la condición de disponible, con residencia en Madrid. Se me condenaba sin juicio previo.

 

Queipo era desde luego un tipo especial. Otro episodio, del que no sé si hay otros testimonios. Yo dudo que Franco se metiera en los berenjenales que se cuentan aquí:

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… entonces acudió a mi despacho el teniente coronel Francisco Franco, que me habló sin ambages, diciéndome que se habían reunido los jefes de las fuerzas de choque y los de algunos batallones, soldados peninsulares que se encontraban en Tetuán y habían acordado encerrar en el Hacho al general Primo de Rivera y a los generales del Directorio que se encontraban en aquella zona, y que con objeto de que hubiese un jefe de superior categoría que unificase el movimiento, iba a rogarme que aceptase la jefatura de todos para ejecutar el plan convenido. Añadió que tenía una bandera dispuesta y que iría a detener a los generales en el momento en que se lo ordenase.

En mí no hubo un momento de duda, puesto que siendo patriota sincero no sentí nunca otra ambición que la de ser útil a mi patria.

 

Consideré las diversas opciones que se me presentaban. Podía haber dado cuenta de ellos y quedarme en tan graves circunstancias sin jefes en las fuerzas de choque o bien encerrado con los generales en el Hacho. Podía también haberme puesto al frente de la conspiración, en cuyo caso, siendo dueño de todos los elementos marciales de que España disponía, era indudable que hubiese sido arbitro de los destinos del Estado, papel para el que, sinceramente, no me siento con capacidad. Por último quedaba el camino que elegí: convencerlos para que depusiesen su actitud, lo que conseguí manifestándoles, entre otras cosas, que cualquier demora en el avance pondría en grave riesgo a las posiciones que demandaban auxilio urgente.

No obstante, las noticias de esta conversación sobre una posible rebelión, que gracias a Gonzalo, nunca pasó de ser eso, llegaron a los oídos del dictador, y éste, predispuesto como estaba a creer de él lo peor, lo consideró como el cabecilla de un atentado contra su poder.

Este oficio le valió que, por Real Decreto de 23 de septiembre, se dispusiera su cese en el cargo de jefe de la zona de Ceuta y se le impusiera un mes de arresto, que cumplió en el castillo de El Ferrol, y que por otra real orden se le trasladara a Madrid en concepto de disponible.

 

El Desembarco de Alhucemas:

 

Los triunfos de Abd-el-Krim y la ampliación de sus dominios, así como sus repetidos ataques a la zona francesa, hicieron comprender a las autoridades de esta nación que su defensa dependía de la alianza con España. El 17 de junio de 1925 se celebró en Madrid una Conferencia hispano-francesa, en la que los dos países afectados concertaron la mutua defensa de sus territorios y decidieron intervenir por la fuerza de las armas para lograr la estabilidad de la zona. El 31 de agosto se reunieron, en Algeciras, Primo de Rivera y el mariscal Pétain, y el general Sanjurjo fue nombrado jefe de las fuerzas de desembarco. El 8 de septiembre de 1925 se produjo éste en Alhucemas, en la playa de Cebadilla, un cambio de emplazamiento que cogió desprevenidos a los rifeños.

 

CAPÍTULO VI. Retirada de Zinat

 

Trata de otro episodio en que acaba también enfrentado con Primo de Rivera. Al general Riquelme le ordenan que traslade su columna del Zoco-el-Arbae a Tetuán. Por el camino es atacada la columna y decide refugiarse en Zinat, donde solo cabe una compañía. Entran arrasando las alambradas. Desde una loma a cincuenta metros, que se olvida de tomar, el enemigo le causaba bajas continuamente. La superioridad dispone que Queipo forme una columna y les cubra la retirada:

La operación dirigida por Queipo de Llano para obtener la retirada de la columna del general Riquelme de la posición de Zinat tendrá en su vida una importancia trascendental; de ella se derivarán calumnias, rencores, tergiversaciones, acusaciones y hasta un procesamiento. Considero interesante extractarla y, reduciéndola a una unidad, dedicarle un capítulo completo para dar así una idea pormenorizada de lo ocurrido.

Se trató de una acción militar perfectamente planificada y magistralmente llevada a cabo; un hecho de armas al que acompañó el éxito y salvó muchas vidas. Sin embargo, para Queipo de Llano se convirtió en una auténtica pesadilla.

… en contra de la opinión de varios jefes que fueron consultados, Riquelme dispuso volver a Zinat, a pesar de que distaba seis kilómetros de esta posición. La retirada fue desastrosa; se perdió casi todo el ganado, y la destrozada columna entró de tal forma en la fortificación que en su apresuramiento hasta destruyó las alambradas que la rodeaban, al saltar sobre ellas. Zinat había sido concebida para albergar tan sólo una compañía. Dentro de sus muros se agolparon, además de la guarnición correspondiente, dos batallones de Infantería, dos baterías, una compañía de Ingenieros, un escuadrón de Regulares y obreros que trabajaban en la construcción de la carretera a Beni-Arós.

Está todo a punto, Queipo mantiene a ralla al enemigo pero se produce otra desbandada en la columna de Riquelme, con un episodio más que bochornoso…

La desmoralización de la columna Riquelme, que optó por una huida tan innecesaria y tan cobarde, fue explicada así por un capitán de Ingenieros que iba en aquélla, el señor Sancho, ante el general Berenguer a instancias de Queipo. Se encontraba éste en el puesto de mando de la operación de Gorguez cuando llegó dicho general, que le preguntó qué había de cierto en los rumores que corrían con respecto al general Riquelme. Queipo llamó entonces al capitán y le dijo:

  —Le presento al general Berenguer, que quiere que le cuente lo que les pasó a ustedes en la columna.

  Dicho capitán, después del saludo de rigor, contestó poco más o menos lo que sigue:

  —Mi general, yo he tendido todas las líneas telefónicas del territorio y las he inspeccionado, acompañado de unos cuantos hombres, y fui repetidas veces atacado. He estado en la mayor parte de los combates fuertes que ha habido en el territorio desde hace siete años y nunca perdí la moral. En cambio, entonces la perdí por completo. Cuando la moral falta arriba, no puede existir en la columna, y con la del general Riquelme pasó eso. No puede haber moral en las fuerzas que ven que el general, mientras da órdenes para la limpieza de la vía, oye unos tiros que tiran unos «pacos», salta por la ventana y se mete dentro de la estación.

… había algo más grave aún: al saltar el general, pretendieron saltar detrás varios soldados, pero aquél lo impidió procurando cerrar la ventana, a la vez que gritaba que no empujasen, que él era el general. Cuando estaban en tal forcejeo, llegó un cabo, que pegó a la ventana un fuerte golpe con el fusil, y con la sorpresa que esto produjo a Riquelme, cedió aquélla; entonces saltaron el cabo y los soldados detrás, y el primero dijo a los gritos del general que «allí entraban todos». Esto fue escuchado por alguno de los señores que allí se encontraban, entre ellos el comandante de Estado Mayor don Francisco Sanguino.

La escena de un general echando a correr delante de la tropa es increíble.

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Del estado de desmoralización de la columna Riquelme tuve conocimiento por medio del capitán Turmo, cuando de Zinat vino a traerme una nota de dicho general al iniciar su retirada. Sin embargo, jamás pude pensar que la desmoralización llegase hasta el punto de que se desbandase sin ser atacada por el enemigo, ni lo pudo creer el propio general Riquelme, quien en otro caso me hubiera advertido de ello.

Ni un solo jefe ni oficial vi que tratase de contener aquella huida, sino que, por el contrario, corrían a la velocidad que podían.

Al detener a los soldados que venían corriendo más de un kilómetro cuesta arriba, su estado era lastimoso. Muchos caían al suelo gritando que se ahogaban, que no podían más y caían. Entre los primeros, y al galope de su caballo iba el ayudante del general Riquelme. También entre la masa fugitiva iba éste, que fue increpado por mi ayudante, que no le había reconocido.

 

  —¿Qué es esto, Riquelme? Esto es un escándalo. —Se han echado todos a correr —contestó— y como no tengo jefe de Estado Mayor, ni sé dónde está mi ayudante. Continué reorganizando la gente, ordenando continuasen despacio los que no podían ser útiles. Pero, según me manifestó el comandante Lorenzo, que mandaba la artillería desde una loma, cerca de Ben-Karrik, y gozaba de una buena visión del territorio, volvieron a desbandarse, llegando en esta forma al poblado.

Al final todo acaba bien, pero:

 

Pues bien, pese a la brillantez de esta acción llevada a cabo por Queipo de Llano, en la que tiene que bregar con aquellos mismos a los que se le había ordenado liberar, el general Primo de Rivera, en carta de fecha 23 de marzo de 1925, ordena que se sigan diligencias para aclarar lo acaecido en ella, que luego manda elevar a causa. Nombrado juez el señor Villegas, cita a declarar a Queipo de Llano el 17 de enero de 1926, es decir, se dejan transcurrir diez meses desde que el jefe del gobierno da la orden hasta la incoación de aquélla.

Al margen de los autos y escrita de puño y letra de Primo de Rivera, figura la siguiente anotación… o acusación:

  «Como el general Queipo de Llano tenía la misión de proteger la retirada de la columna Riquelme y ésta se desbandó, es prueba de que no le prestó la atención debida».

 

Creo muy capaz de esto a Primo de Rivera. Pero no acabó mal para Queipo:

  El 29 de abril el juez dictaba auto con todos los pronunciamientos a su favor y eximiéndole de culpa o responsabilidad alguna.

Un curioso episodio. A lo mejor, Queipo pudo hacerlo mejor, pero, en todo caso, Riquelme no era un lince, ni mucho menos. Ha pasado a la historia porque fue uno de los pocos generales que se pusieron al servicio del gobierno frentepopulista, y después al servicio del ejército rojo. Su desempeño fue por debajo de mediocre, con dos fracasos sonados en Toledo -que dejó cuando vio que el Alcázar era difícil de roer- y en Talavera, donde la milicianada que mandaba dio la espantada y salió corriendo sin parra hasta Madrid. Se puede leer aquí: CAPÍTULO VI. Retirada de Zinat.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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Geppetto

Menuda sarta de incongruencias y falacias.
Berenguer llego a la Alta Comisaria con la idea preconcebida de atacar al Raisuni, que en ese momento era favorable a España y no paro hasta trastocar toda la política que había llevado a cabo el Alto Comisario general Gómez-Jordana a instancias del gobierno de Madrid.
Berenguer dejo el Protectorado como general jefe de Regulares, que fue lo unico que e le puede achacar que hizo como miltar, ser el primer mando de las Fuerzas Regulares indigenas, y volvió como politico con unforme militar, fue un mal militar y un peor politico, se nego a tener E.M y acatar los directrices del ministro de la Guerra Villalba Riquelme hasta que este lo metió en cintura, utilizo su poder para acaparar armas y recursos en su lucha personal contra el Raisuni, dando de lado a la Comandancia de Melilla que bajo el mando de Silvestre y casi sin pegar tiros se habia hecho con mas de 70 % de las Kabilas del territorio, desoyó a Silvestre y no le permitio mover sus tropas para darle un escarmiento ejemplar a Ab-el Krim tras lo de Abarran, consiguiendo lo que habia pronosticado Silvestre, engordar la harka del moro rebelde hasta hacerla enorme.
Los celos del mediocre Berenguer para con Silvestre eran publicos y notorios, ambos peleaban por el favor del Rey pero Silvestre tenia un aura y una fuerza de la que carecia Berenguer, a pesar de que este ultimo llevaba una corte de periodistas a su alrededor para engrandecer su figura y esa actitud arruino La Comandancia General de Melilla al quedar desamparada.
Berenguer se comportó como un general de brigada no como el general en Jefe de todas las fuerzas desplazadas al protectoradoy antepuso sus intereses personales a los del conjunto.
En Melilla Berenguer no hizo nada de nada, llego, vio y se aturrullo de alarmada falta de coraje, negándose a socorrer Nador, Monte Arruit ,Zeluan y demas campamentos y posiciones a pesar de que tenia fuerzas mas que de sobra, hasta 60.000 hombres, para hacerlo y que, si como el decia, no estaban suficientemente adiestradas, podia mandarlas a Ceuta y llevar de esta ciudad a Melilla una enorme cantidad de fuerzas que hubieran corrido a tiros al «Sultan del Rif» por toda su Kabila, no lo hizo y el resultado fue la horrible muerte de 10.000 españoles.
Melilla jamas estuvo en peligro, AbdelKrim estaba a mas de 100km y nunca se acerco a la Plaza, los insurrectos de la zona eran bandidos y kabileños de los alrededores que al ver el desbarajusto se aprovecharon, de manera que el plan del coronel Riquelme, que fue apoyado por el general Cavalcanti, para hacerse con Nador y después con Monte Arruit era perfectamente viable, a pesar de lo cual Berenguer se negó a aceptarlo por no verse involucrado en nada que tuviera que ver con el desastre del derrumbe de la Comandancia de Melilla.
El resto de este escrito contiene afirmaciones realmente ridiculas como esa de que Franco pretendio meter en el Acho a Primo de Rivera o de que, el mayor metomentodo en política y en todo que fue Queipo no deseaba involucrase en politica
Hay que tener mucha cara para escribir algo asi viendo lo que hizo este buen señor durante toda su vida

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