17/05/2024 17:19
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Estaba detrás de esta novela que imagino vería citada en algún artículo. Descubrí una edición reciente de Guillermo Escolar Editor, con una faja en la que se dice que fue “La primera novela bélica sobre la Guerra Civil Española”. La página del registro nos advierte que no se ha podido poner en contacto con autor ni sus herederos:

… se ha intentado contactar con los derechohabientes, si bien las pesquisas han resultado infructuosas.

Y el editor indica esto sobre este autor:

 

Tras el final de la guerra, Cecilio Benítez de Castro (1917- 1975) se convierte en un fecundo escritor, cuyas obras prenden en el público. En su prosa prevalece la intención de seducir al lector con novelas, por lo general, desprovistas de excesivas ambiciones estéticas: policíacas, humorísticas, bélicas… A pesar de su creciente éxito, en 1948 se traslada a Buenos Aires y desaparece del panorama nacional. Veinte años después acepta reeditar su novela bélica sobre la batalla del Ebro, la primera de soldados en el frente que se publica en torno a la Guerra Civil española:«Se ha ocupado el km. 6…» (Contestación a Remarque).

El autor parece estar desaparecido. Compruebo que en Alcaná libros, sus títulos están de saldo. Ya he leído La rebelión de los personajes -muy interesante- y espero hacer otra compra próximamente.

La actual edición es una edición crítica de Javier Lluch Prats, que recoge las variantes de las anteriores ediciones. En la introducción se hace una recensión nada benevolente -como es de esperar a estas alturas- con referencias al “fascismo” tratando de meter miedo en el cuerpo al lector. Tiene cosas tan graciosas como esta:

Al concebir la guerra como Cruzada, acción imperial de épica y heroísmo, la novela responde a un ajuste de cuentas con los vencidos. Como señaló Bauman [2001: 144], “la idea de verdad pertenece a la retórica del poder”, y aquí se produce un saqueo a la memoria al imponer un filtro claramente arbitrario y defender la victoria. (p. 68)

Solemnes tonterías todas las afirmaciones. Desde luego que fue una Cruzada, llena de épica y heroísmo, y reflejo de las glorias imperiales. No hay ajuste de cuentas con los vencidos; al contrario se trata de levantar al cautivo. Ni hay “saqueo a la memoria” (sea lo que sea lo que eso signifique), ni saqueo del presupuesto público, cosa que hacen los actuales “memorialistas”. Desde luego el autor defiende su victoria, de la que está muy orgulloso, y con motivo.

Benítez de Castro fue un joven voluntario falangista. Su desaparición del panorama español en pleno éxito editorial tras casarse con una señora argentina sigue siendo extraña, aunque en los años 40 se vivía muchísimo mejor en Argentina que en la España de la posguerra, por supuesto. En Argentina, Benítez de Castro apoyó y participó en la política del General Perón, que lo nombró para dirigir la Secretaría de Asuntos Técnicos de la Presidencia, un cargo de rango ministerial.

Destaca su frenética actividad literaria tras acabar la guerra, cuando publicaba más de un libro por año. Escribió también teatro y algunas novelas se llevaron al cine. «Se ha ocupado el km. 6…» fue publicada cuando tenía solo 22 años. Es por tanto una novela de juventud. El autor la califica de “Contestación a Remarque”. Como no he leído Sin Novedad en el frente no puedo opinar, pero Tormentas de Acero es una respuesta de muy superior calibre.

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La novela es interesante, aunque no por la trama ni por el estilo, solo por el testimonio de unos hechos cruciales, dentro de la ficción. Se trata de las experiencias de un voluntario falangista que puede retirarse detrás de sus líneas tras el ataque frentepopulista de la Batalla del Ebro. Lucha para contener ese ataque, es herido y hospitalizado y vuelve al frente poco antes del final tras unos días de permiso en su ciudad.

La novela presenta todos los episodios típicos de la vida del frente: convivencia con los otros soldados, amistades de trinchera, marchas, ranchos y comidas, cartas a la novia, algunas celebraciones en los pueblos de paso, episodios de guardia, y de combate, convalecencia y permiso… y de intercambio de tabaco con el enemigo.

Se puede decir que es una novela mediocre. Ciertamente, si no fuera por haber sido “la primera”, hoy sería completamente desconocida.

La introducción clasifica la narrativa sobre la Guerra Civil siguiendo a un tal Sobejano en tres grupos: observadores, militantes e intérpretes. Entre los observadores están Wenceslao Fernández Flores, incluso Foxá y Tomás Borrás. Entre los intérpretes están Gironella, Ignacio Agustí, Zunzunegui o Ángel María de Lera, cuya trilogía estamos repasando. Entre los militantes, junto a Benito de Castro, se incluyen Rafael García Serrano, José María Alfaro, José Vicente Torrente o José Antonio Giménez-Arnau. Del primero casi todos sus libros; en particular la trilogía Frente del Norte, La fiel Infantería y Plaza del Castillo. Los otros me son desconocidos, pero tentaré ojearlos al menos. Se califica su narrativa, siguiendo un tal Fernández-Cañedo, como “faltas de mínimas condiciones estéticas”; y se cita entre los rasgos que las definen “el autobiografismo, la excesiva inmediatez de las vivencias relatadas, la confusión entre el relato y lo evocado, el lenguaje crudo y brutal, la frecuente visión de la mujer como mero objeto de codicia sexual, y la guerra como un mal necesario”. Como solo he leído a García Serrano, no puedo hablar por los demás, pero puedo desmentir que falten unas “mínimas condiciones estéticas”. Las narraciones están muy bien construidas y con un estilo más que aseado. Desde luego, la guerra tiene un punto de sordidez, pero esa caracterización es simplista, y en ningún caso el autobiografismo, la inmediatez de las vivencias relatadas, el lenguaje crudo y brutal etc. no pueden servir para demostrar una supuesta falta de mínimas condiciones estéticas.

Dicho esto, esta novela no es “una obra de arte”, y la narración en su conjunto es algo floja. En particular se debería haber desarrollado más la decepción que el protagonista tiene con su novia tras la visita a su ciudad. Pero tiene algunas escenas interesantes y se lee muy bien.

En la edición crítica se indican las variantes de las distintas adiciones, y se hace referencia a las diferencias entre las ediciones de principios de los años 40 y la del 68:

… son clamorosas cuantas en el 68 anulan sistemáticamente las referencias directas a Falange y a la figura de Franco. Benítez de Castro no lo hubiera publicado [el libro] si el editor no hubiera insistido entonces, pero la reeditó al considerarla, más que una novela, un documento. (p. 75)

Y es que la edición del 68 tiene una curiosa historia:

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Años después, tras la vuelta de autor a Gandesa, reapareció en 1968. Sin embargo, se trata de una edición notablemente revisada, sin subtítulo, prólogo y prefacio interiores, sin ilustraciones ni croquis de la batalla. En ella Benítez de Castro añade el amplio texto prologal “Treinta años después”, en el cual explica el motivo de su revisión y retoma la apelación a Remarque. En resumen: cuenta como después de su visita a Gandesa en 1968 recibió una llamada del propietario de ediciones Marte, el también escritor y editor Tomás Salvador Espeso, cuyo interés por el libro le sorprendió. Pero en la elección de Salvador confluían elementos que explican su decisión: no solo había luchado en la llamada Quinta del Biberón del bando republicano, sino que después estuvo en un campo de concentración y, en su veintena, formó parte de la División Azul y dejó un testimonio de esa experiencia: División 250. (p. 48)

Curiosísimo.

En el prólogo a la edición del 68 titulado Treinta años después leemos:

… Se han escritos tras valiosas obras de la guerra, algunas por muy admirados colegas que se tomaron el tiempo indispensable para pulir la pluma, pero estoy seguro de no disgustarles haciendo ver que esta fue la primera, la más inmediata a los hechos, la más -digamos- fotográfica. Fue un grito con el correaje puesto todavía. Eso es lo bueno y lo malo que continúa teniendo. (p. 110)

Y la advertencia a Remarque:

La guerra -todas y con seguridad peor si son civiles- es tan primitiva como horrenda, tan familiar al hombre como abominable, tan frecuente como indeseable. Solo que los estudiantes de los años 20 que habíamos leído la obra de Remarque Sin novedad en el frente teníamos una impresión todavía más lastimosa. La de un mal inevitable que se sufre gimiendo y protestando… Bueno, pues con todo lo poco que de bueno tiene, no es como Remarque la pintó. No fue así para nosotros, con todos sus horrores. Abundaban las guitarras, corría el vino, llegaban cartas de novias lejanas, se escurrían en las sombras de las callejas las figuras aladas de las mozas y cuando el sol hacía hervir los campos brotaban como humo las canciones… Lo cual, por descontado, no constituye un elogio de la guerra como instrumento de convicción. (p. 111)

Dentro de la natación, el protagonista lee el libro de Remarque y hace unas reflexiones del mismo tono que esas.

Pues eso es, y no digo nada más. Creo que no merece la pena dejarse 18 euritos en ella, pero tampoco lo considero dinero tirado.

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Aliena

Bueno, independientemente de cuál sea la opinión de cada uno, lo que está meridianamente claro es que el tal Javier Lluch Prats al escribir «aquí se produce un saqueo a la memoria al imponer un filtro claramente arbitrario y defender la victoria» es quien está, clarísimamente, imponiendo su propio filtro, que supongo más interesado que arbitrario, al criticar que alguien ose defender la victoria. No me pronuncio respecto al saqueo de marras, pues tampoco sé yo lo que significa.

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