28/04/2024 22:43
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La sociedad española, en los tiempos actuales, se asemeja a un pantanal cuya húmeda urdimbre estuviera alimentada por aguas saturadas de excrementales detritus. Aguas pestilentes y putrefactas que desde las estructuras del poder se inyectan en todas y en cada una de las retículas de la nación española, la cual, entre agónicos espasmos, espera su muerte ahogada en la mierda con la que sus gobernantes la anegan.

Hace tan solo unos días salió al escenario que los medios de comunicación nos quieren mostrar: el caso Koldo.

Se llama caso Koldo, parece ser, a una trama de malhechores que siendo miembros del Gobierno presidido por don Pedro Sánchez Castejón, o pertenecientes a la órbita del mismo, utilizaron la pandemia de la COVID-19 para su envilecido enriquecimiento. El fraude, la estafa y otras mil formas delictivas, según los medios de comunicación social, fueron las herramientas utilizadas por estos miserables.

No sabemos la causa de que el caso Koldo haya salido a la luz pública en estos momentos.

Hay analistas que afirman que dicha causa puede encontrase en distraer la atención de las gentes de la tramitación de la Ley de Amnistía. Yo no lo sé.

Lo que si sé, es que durante aquellos desdichados días de pandemia, en los medios de comunicación proliferaban los espacios en los que relacionaban al Gobierno de España, presidido por don Pedro Sánchez Castejón con ciertos sectores del hampa.

¿Por qué dar tanta repercusión social al caso Koldo, si la falsedad, la mentira, y el engaño es pauta normalizada, continua y constante en el devenir gubernamental español? Si más que censurar a los protagonistas del caso Koldo, se les debería facilitar la impartición de masters de especialización, cursos de adiestramiento y conferencias de profundización impartidos a los jóvenes para la adecuada formación de su espíritu igualitario, progresista y libertario.

Yo dediqué aquellos solitarios y dolientes días de reclusión pandémica -por cierto, totalmente ilegal- a escribir un libro cuya portada figura en la ilustración de cabecera del presente artículo. “Confinamiento” se titulaba aquel librito.

En el prólogo de “Confinamiento” se hacía explicita referencia a esta proliferación de noticias que dibujaban con colores de miseria moral y ruindad humana al espectro gubernamental que los españoles padecíamos en esos momentos y que, por otro lado, es el mismo que actualmente sufrimos. Eso sí, con la entusiasta algazara de la mayor parte de los españoles, en cuyo voto se apoya y por cuya voluntad permanece.

No. No es un caso aislado y coyuntural lo del caso Koldo. Parece como si todo fuera una constante de conducta. Parece como si todo fuera una pauta en el programa de actuación.

¿Por qué tanto bombo al caso Koldo y tanto silencio impune a las denuncias que los medios de comunicación social lanzaban al aire vacío durante la pandemia?

A continuación -permítame el lector- paso a reproducir algunos párrafos de aquel prologo, en el cual no solo se trataba de describir el desolador estado de ánimo que la situación sanitaria producía, si no también la profunda desazón por las corruptelas protagonizadas por las hienas políticas y hamponas que del dolor y de la muerte hacían fortuna.

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Vamos allá.

Los españoles estamos confinados. Estamos los españoles recluidos en nuestros domicilios por orden gubernamental, ya que se ha extendido por todo el mundo una pandemia de Covid-19. Ya son centenares de miles de muertos los que en el mundo han perecido.

Una situación como esta es doliente y es trágica. Las funerarias se atascan. Los cuerpos sin vida se almacenan en lugares amplios en los cuales puedan tener cabida. Las residencias de ancianos se abandonan por sus cuidadores y la muerte llega en una soledad con más intensidad, todavía, que aquella que ya padecían con anterioridad los residentes. La soledad absoluta. Los bomberos descerrajan domicilios en los que solo la muerte en sus adentros habita. La idea de que el propio cuerpo pase a ser en breve uno de esos bultos sin alma que, atascando las funerarias, quedan almacenados en grandes superficies, llega con frecuencia a los que permanecemos enclaustrados.

Muchos en estas circunstancias creemos que lo que no debemos hacer es depositar nuestros pensamientos en lo circundante. Que tenemos que salir huyendo de un escenario tan horroroso, y refugiarnos en nuestros adentros, viviendo en una realidad que, quizás, podríamos calificar de virtual.

Bien es cierto que en medio de este escenario macabro y negro llegan hasta nosotros noticias refrescantes para el espíritu. Dicen los medios de comunicación que la contaminación ha desaparecido de las ciudades desiertas, y los pajarillos campan a sus anchas por las avenidas, calles y plazas vacías, pudiéndose escuchar sus alegres y primaverales trinos libres en estos momentos de las acechanzas humanas.

Pero también llegan noticias escondidas de que las cifras de muertos se manipulan y falsean. Que España es la nación con la tasa de muertes mayor en el mundo. Que los sanitarios españoles sin protección alguna se contagian y mueren. Y que las hienas buscan su botín entre tanto dolor, traficando con medios sanitarios, con instrumentos de protección y con herramientas de diagnóstico.

No se nos oculta que un abril lluvioso como el que estamos disfrutando ha de traer un final de primavera lujurioso en sus colores, excitante en sus aromas y desbocado de vida en los campos. Dicen, incluso, que ya los gamos y los ciervos caminan, tranquilos, con galanura y majeza por las praderías próximas a los pueblos, llegando a pasear, los menos tímidos, por las callejuelas empinadas y torcidas de los villorrios. Dicen que las águilas planean majestuosas y descuidadas por los valles, imprimiendo de paz tranquila y grandioso sosiego a los parajes de silenciosos roquedales.

No falta quien también comenta que, a las sombras de la tragedia, el dolor y la muerte, algunos planean con añagazas inconfesables, dar un golpe de mano en el espectro político de nuestra nación para trastocarlo todo, a fin de cambiar la situación que en la actualidad padecemos como seres humanos encerrados, a la de seres humanos estabulados. En fin. Ya veremos.

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Todo esto hace que, de vez en vez, aparezcan en el horizonte del alma de los españoles solitarios que enclaustrados nos encontramos, nubarrones que ennegrecen nuestro personal panorama de la realidad enturbiándolo.

Este ambiente de sufrimiento se ve agudizado escuchando las noticias en las cuales se percibe a los componentes del Gobierno de la nación rebosantes de ineptitud en su actuar, repletas de mentiras sus palabras y vacíos de respeto hacia las gentes que dicen gobernar. Carentes de todo pudor dicen ser timados por los proveedores de artículos sanitarios, cuando la realidad, quizás, sea que somos todos víctimas de sus chanchullos ocultadores de inconfesables tráficos.

Algunas multinacionales españolas han ofrecido sus instalaciones y contactos para el suministro de mascarillas y respiradores. El Gobierno ha rechazado tal ofrecimiento y se ha echado en manos del hampa. Decían los medios de comunicación que una estafadora convicta había sido la intermediaria elegida para la adquisición de determinados productos. Lógicamente los productos que llegaron eran inútiles. Después de mes y medio de la declaración del estado de alarma, no hay mascarillas protectoras en las farmacias, ni tests bastantes para el diagnóstico de los infectados, ni respiradores suficientes para el tratamiento de los enfermos en los hospitales. El sistema sanitario está atascado. La gente se muere sola en su casa. Mientras, el Gobierno tan solo se vuelca en publicidad y mima la propaganda dirigidas ambas al cultivo de su propia imagen. Para hacer un análisis veraz del comportamiento gubernamental en estos instantes, hay que ser un experto criminólogo, y yo no lo soy. Para hacer una crónica de sus modos y formas se requiere tener el genio de un gran humorista, y Wenceslao Fernández Flores, Miura y Berlanga, por desgracia ya han fallecido. Realmente, parece como si el Gobierno estuviera empeñado en pintar la desoladora tragedia en la cual España se hunde, con la desaforada comicidad que empapan las declara-ciones de sus componentes. Todo es profundamente tragicómico. Todo en estos momentos en España es ácido, acre, áspero, irritante.

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 Esto lo escribía yo el año 2020. ¿Qué palabras debería utilizar para describir la situación actual?.

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