11/05/2024 11:00

Vivo en continua temporada de rebajas

sexo, lujo y paranoias, ese ha sido mi destino

¿ quién soy yo y a dónde voy?

¿ quién es él, y a dónde va?

¿de dónde vengo y qué planes tengo?

¿de dónde viene y qué planes tiene?

gran ganga, gran ganga, soy de Teherán

gran ganga, gran ganga, él es de Teherán …/…

Letra de Gran ganga de McNamara

Resulta extraña una carta rosa y de amor en el ejercicio del poder de un autócrata. Desde la perspectiva de la teoría política puede concebirse como un acto contra natura. Pero, ahí está, y no hay que descartarla porque tiene sus efectos. Sin embargo esa carta no debe ser analizada, únicamente, desde su contenido, aunque sea una carta lamentable y pésimamente escrita. Lo más importante, para los críticos auténticos, deberían ser los efectos ‘políticos’ que busca.

La misiva nos ofrece una visión dual, maniquea, de las cosas propias del poder y de los partidos políticos por un aristócrata de la política, el Presidente de Gobierno. Para su autor la carta es el medio que nos traslada la clave de su concepción de ese universo políticos: hay unos buenos y otros malos … porque han señalado a su esposa, ‘de la que estoy enamorado’. Así es el análisis, simple, de este líder mefistofélico (y por eso será entendido por todos, hasta por los más ignorantes incluyendo al de la Gran ganga). Y sabe, perfectamente, que no podrá ser replicado por ningún otro político al uso con el mismo tipo de mensaje rosa.

Pero la carta no tiene desperdicio si atendemos a la visión política que ofrece: todo el mundo exterior al sistema de partidos políticos no existe, convertido en una realidad paralela e insignificante. La periferia a los partidos hace tiempo que no cuenta porque es nada. Ni siquiera sirve ya de excusa como escenario donde el poder político pudiera irrumpir para hacer cumplir sus leyes (trans o tris, post o pis modernas), su ordeno y mando tradicional. Lo único importante de ese exterior a lo político no es más que su utilidad para extraer el botín. Alguna vez, para mostrar condescendencia, se le concede alguna dádiva y, como buen psicoanalista, se le escucha para escupirle después en la cara.

Adiós a la lucha de clases, adiós a esa concepción de la vieja política de quienes luchaban por apoderarse del Estado, lugar endiosado donde en su imaginario podrían imponer sus proyectos políticos, sus intereses de clase … frustrados después de tantos intentos, los más radicales decidieron finalmente participar en este nuevo juego del poder que inauguró el sistema de partidos políticos.

Ya no hay más que un poder light que no reacciona jamás frente a la ‘injusticia social’ sino ante todo y principalmente ante el desvelamiento de los comportamientos cleptómanos de algunos de sus miembros. O de algo aún peor (aquí la imaginación no tiene límites). Lo único escandaloso en los últimos 50 años ha sido la política misma. Siempre la política. Estamos ante una gigantesca cleptocracia que lo abarca todo y que no soporta ser motejada de corrupta o de traidora. Porque han normalizado la ilegalidad y la falta de moral en sus comportamientos.

Pero el problema no esta en el robo del botín (eso lo practican todos). Ni en las denuncias que se lanzan unos partidos contra otros (eso lo hacen todos). El problema está en que se desvele la auténtica naturaleza de este poder político de principios de siglo: la de un poder digital, informático, que se ha cortocircuitado porque le han grabado todos sus secretos aquellos que, por lo demás, ya conocen todos. Esos secretos forman parte de las memorias sintéticas y, por tanto, de lo que puede circular en las redes.

Este poder precisa un reinicio programático y a eso se reduce esta carta rosa: busca reforzar la ilusión en que todo poder dispone de una cabeza, de un líder, de un dirigente sin el cual no existe poder posible. Hay que proteger no tanto al líder como al poder mismo. Todos saben que cuando algo (un secreto o lo que sea) pasa a la red la propagación y el daño es irreversible.

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Estos individuos pretenden, nada más y nada menos, que resolver un problema de poder de la era digital con el resurgimiento de la teoría del líder y para ello nos muestran la obscenidad de sus sentimientos: rosa contra red.

Es peripatético. Tenemos esa teoría del poder que se fundamenta en la existencia de un centro (el líder, el héroe … el ‘Pesidente’) desde el que irradia sus potencias. Es el discurso de las monarquías absolutas. Reforzar al líder es reforzar un poder desvelado que puede disolverse al quedar expuesto a la divulgación de sus secretos (desde que se desvelan, por cierto, dejan de existir los secretos). Esta es la regla que hay que preservar: lo peor, después de la muerte, es que se empiece a no creer en el poder, porque eso nos conduce al horror vacui, a la disolución del armazón que sostiene a las sociedades complejas.

Un poder al que se le desvela públicamente sus secretos más íntimos, cuestión de espionaje, cuestión delictiva, cuestión de deslealtad … se convierte en un poder herido de muerte. No piensen, ni por un segundo, que esto sea una cuestión distinta a una mera impostura. Pudiera ser que no haya nada, ningún misterio, ninguna estrategia oculta, nada. Todos, también los otros, se lanzaran a proteger el gran secreto del poder, de un poder que puede deshacerse como consecuencia de su desvelamiento.

Pegasus está en el corazón sentimental de este asunto y no desaparecerá fácilmente. ¿Venganza de Israel? Hay que contrarrestar el cortocircuito. Concitar un repliegue de adhesiones y buscar, eso sí, una muestra de fidelidad y ‘de amor’. Así se preparan algunos políticos ante el amargo desvelamiento que procede de Pegasus.

A Sánchez, ciertamente, no le interesaría abandonar porque desde el poder se lucha mejor, con los medios y recursos del Estado, contra el desvelamiento. Y el apoyo lo obtendrá decidido y firme no solo de todos aquellos que viven de la práctica y de acción política del sanchismo. Pese a todo, como siempre, hay que seguir creyendo, ahora, incluso, con fervor más intenso.

Una carta de amor nos ha desvelado no tanto los sentimientos innocuos de su autor como el espanto del desvelamiento de sus secretos o de los secretos de su Gobierno. Aquello que invoca en la carta rosa como causante directo de su desvelo no sería tanto la ‘lucha de clases’ como la ‘lucha política’. Dos cosas muy diferentes.

La lucha de clases: viejo constructo periclitado que nos trataba de convencer de cómo el condensado del poder del Estado era ‘tomado’ por el partido de una ‘clase social’ (para el leninismo eso era la dictadura del proletariado). Sin embargo, el Estado nunca ha respondido a esas monsergas porque tiene otra sustancia y presenta otras cualidades que no se pueden ‘tomar’.

La lucha política: Después de la segunda gran guerra se ha olvidado, para siempre, la lucha de clases sustituida por la lucha entre las nuevas aristocracias de los líderes y de los partidos políticos. Para ellos el Estado no se ‘toma’ sino que como ya están dentro, muy adentro, se ocupa todo y lo gestionan para su provecho. Los conflictos, pues, no se producen según la carta rosa enfrentándose a cara de perro contra poderosas fuerzas exteriores al Estado (la sociedad) sino que los sitúa, en el interior del Estado, entre distintas fuerzas políticas y sus prolongaciones mediáticas: la derecha y la extrema-derecha. ¿Y el resto? No existe.

Pero esa visión, tenemos que decirlo, no es más que la falsa visión bisoña, muy infantil, de quien está en el ajo y sabe gestionar el poder que ejerce pero no sabe teorizarlo.

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Porque lo grave del caso, aunque no lo apunte la carta rosa, radicaría en que el ataque del desvelamiento no proceda tanto de los otros partidos políticos como de otro Estado (otro conglomerado de poderes) que puede desvelar el juego del poder de su autor. Y, la verdad, no sabrían cómo reaccionar.

Acumular fuerzas y voluntades para lo que viene … es un aviso a todos los donantes: sin mi gobierno, sin mis políticas ‘progresistas’ -nos dice la carta- comeréis guano. No es un chantaje.

Eso de eliminar a los ‘otros’, como algún enfebrecido pretende, es imposible porque cuestionaría el mismo principio en que se funda el sistema de los partidos políticos: eliminar el reemplazo y este sistema solo puede funcionar, como lo ha hecho hasta ahora, porque es dual y permite la alternancia … manteniendo al sistema mismo.

La neutralidad de los instintos, la perversión del consenso, la anemia y la pérdida de las potencias y de la vitalidad… ese sería la urdimbre sobre el que se teje el mapa de la nueva política. No hay polos enfrentados irreconciliables. Las dualidades persisten. Una dictadura de un partido único no duraría (porque pronto cansaría). Por eso los políticos modernos han elaborado este sistema de pluralidad de partidos políticos, blindado contra toda subversión (pues la ha integrado) que representa la nueva dictadura de partidos que se funda en la alternancia de los iguales.

En el sistema de partidos políticos, pues, no opera con la fórmula del exterminio. No se eliminan a los otros: busca su participación en el juego y que el juego (el mantener la cleptocracia) sea incesante, permanente y constante. Un juego infinito así concebido necesita de varios jugadores (porque sin jugadores ya no habría ni juego ni apuestas).

El refinamiento del sistema de partidos es tan exquisito y preciso que lo que se contempla como un ‘conflicto’ no es más que una parte del juego: una jugada … y este juego de poder al que asisten todos los partidos políticos, por razón de su propia naturaleza y de las reglas que lo rige, no tiene fin (a diferencia del ajedrez que concluye con el jaque mate).

Lo siento, no hay que dejarse llevar por una carta rosa ni por los efectos amplificados que los centros mas mediáticos y las denominadas ‘redes sociales’ están fomentando. Todo eso no es más que una movimiento táctico de una partida infinita que pretende entrelazar irracionalidad (sentimiento) e irracionalidad (política) … porque la imaginación es pródiga y, en cualquier caso, la regla impone jugar y jugar hasta el agotamiento.

Sánchez, el político, el que ostenta el cargo de Presidente del Consejo de Ministros está en un bucle. Quiere ocultar lo que todo el mundo intuye o conoce. Y mientras más pretenda ocultarlo más notorio y público se hará. ¿Qué pretende velar que le obliga a suspender el ejercicio del poder, a suspender el juego? ¿La magnitud del problema presenta dimensiones imposibles de digerir?

Supongamos que hay algo serio, muy serio, que pueda hacer caer al Presidente. Pues, haga lo que haga, caerá. Supongamos que no hay nada, nada que ya no sepamos. Entonces caerá en el ridículo, lo que en política es lo peor en que puede incurrir un político porque equivale a su muerte definitiva.

El lunes será un lunes negro donde no sucederá nada o se redactará el epitafio de un político muerto.

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Lord Enzo

La sociedad duerme plácidamente en el periodo de marasmo que nos ha tocado vivir. El autor de la carta, de vez en cuando levanta un poco la voz para saber si duerme o está muerta. Esta vez ha caído en el ridículo, pero mañana dirá que está muy tranquilo porque el durmiente se ha movido. Aún no está muerto y puede seguir votando. No levanten mucho la voz

JMB

La carta, y su resultado: todo una farsa. Una jugada más, que lejos de ser brillante, era absolutamente previsible y diría que hasta insultante para los votantes del PSOE a los que, sencillamente, Sánchez toma por ineptos y marionetas. Lo viene haciendo desde siempre: sus mentiras, sus faroles, sus puestas en escena sólo van dirigidas a sus seguidores y adeptos, los únicos que pueden ser capaces de creerle y, lo que es peor, los que le siguen votando por el «miedo» voceado a cuatro vientos de que viene la derecha y él es el único que les puede salvar. Triste situación a la que hemos llegado, pero confío en que algún día Sánchez cambie de opinión y asuma que no le mereció la pena seguir cuando esté sentado en el banquillo de los acusados.

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