21/11/2024 11:52
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No hay día que pase sin una nueva noticia confirmando que estamos en manos de una secta de delincuentes, rufianes y canallas. Y, por desgracia, ya hace tiempo que ninguna tropelía nos sorprende. Como demuestra la Historia, el PSOE ha sido una organización criminal desde su mismo origen. Pero el problema, que constata cualquiera con ojos en la cara, es que sigue siéndolo. Su estrategia para alcanzar el poder y mantenerse en él siempre ha pasado por la destrucción del Estado de Derecho, y a ese fin dedica hoy, como ayer, todos sus esfuerzos junto a sus socios podemitas, golpistas y terroristas. Juntos se han afanado en la liquidación de la Constitución, previsible en organizaciones políticas hermanas, nacidas del mismo tronco marxista-leninista y, por lo tanto, históricamente enemigas de la Nación.

Es tarde ahora para lamentarse del evidente error que supuso permitir la existencia de partidos cuyo primer y declarado interés fue siempre la obtención de privilegios y la destrucción de la unidad nacional. Simplemente, preguntémonos, ¿en qué país civilizado sucede tal cosa? He aquí la primera y fundamental cuestión que habría que resolver si quisiéramos que España pudiera vivir en paz y ser libre y próspera de nuevo algún día.

Desde luego, sería pertinente no confundir “democracia” y “partitocracia”, y no estaría de más reflexionar acerca de la propia naturaleza de esta última. Tal vez, debería analizarse si la misma existencia de partidos políticos no conduce, de suyo, a la división social en bandos enfrentados y al desplazamiento del interés general por intereses particulares contrarios al bien común. Algo que ya advirtieron escritores, pensadores y políticos hace tiempo, pero a los que hoy está mal visto citar. Porque esa es otra: aquí nadie lee, pero toda esa enorme masa analfabeta, incapaz de escribir una sola línea sin faltas de ortografía, tiene muy clarito que hay personas y lecturas “peligrosas” que es mejor ni mencionar. No vaya a ser que te explote la cabeza o, seducido por el demonio, caigas atrapado de forma irreversible en el “lado oscuro”.

He aquí el resultado de la mala Educación en España durante los últimos cincuenta años: generaciones y generaciones de asnos que no leen, no piensan, escriben mal y hablan peor; siendo presa fácil de embaucadores y farsantes.

Para continuar en el poder, el falso doctor que nos desgobierna se ha embarcado en una loca carrera en la que cada nueva fechoría pretende tapar la anterior. Se conceden beneficios penitenciarios a terroristas; se entrega el control de las prisiones a los amigos de los asesinos para que los liberen; se ataca a la Policía desde el Gobierno; se discrimina por ley al varón por el hecho de serlo; se permite la discriminación de los hispanoparlantes en varias regiones de España; se discrimina a agresores y víctimas en función de su edad y sexo; se fomenta la inmigración ilegal incentivando a las mafias dedicadas al tráfico de personas; se promueve la ocupación ilegal de viviendas protegiendo a los “okupas” y desamparando a los legítimos propietarios; se despenaliza el delito de sedición para favorecer a golpistas condenados; se alienta la ofensa constante a las víctimas del terrorismo permitiendo los homenajes a etarras; se rebajan penas a delincuentes sexuales con carácter retroactivo; se despenaliza el delito de malversación para beneficiar a los golpistas socios del Gobierno y a los ladrones del Partido; se amordaza a la oposición en los medios de comunicación y en el mismo Parlamento; se expulsa a la Guardia Civil de Navarra; se modifica la ley para que el Gobierno controle el Tribunal Constitucional… Es decir, se allana el camino a los separatistas para un nuevo golpe de estado, y los mismos que perpetraron el golpe del 1 de octubre de 2017 podrán convocar próximamente otro referéndum ilegal para apropiarse de una parte de España sin contar con los españoles. Y esta vez, el propio Tribunal Constitucional no se opondrá a la violación de la Carta Magna.

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En los últimos años no ha dejado de crecer la delincuencia en las calles; los atracos, las violaciones; muchos barrios han dejado de ser seguros por la noche; casi todos los días hay reyertas entre bandas de inmigrantes, pero está prohibido decir “bandas latinas” o “menas”. También está prohibido decir “inmigrantes”. Los delincuentes campan a sus anchas por las instituciones y las calles. Tenemos el paro más alto de Europa. Los ciudadanos se empobrecen sin remedio por la subida imparable de la inflación. La deuda alcanza cifras escandalosas de ¡más del 120 % del PIB!, hipotecando a las siguientes generaciones. Lo anterior pone en peligro la viabilidad de las pensiones y de la seguridad social. Se promueve la interrupción del embarazo (100.000 abortos al año), se fomenta la eutanasia y se facilita la castración para el cambio de sexo.

Además, para blanquear su propia historia criminal y sangrienta, el PSOE & Co. impulsan leyes que falsifican la Historia, imponiendo la mentira en la escuela y la universidad.

No cabe duda de que el panorama se presenta sombrío. Y, sin embargo, lejos de caer en el lamento estéril o abandonarnos a la suerte que el socialismo nos depare, todavía podemos hacer algo. Lo primero, cabeza fría. Hace tiempo que nos conducen a un callejón sin salida, esperando una coartada que justifique implantar definitivamente una tiranía “por nuestro bien”. Lo sabemos. Sabemos que nuestros gobernantes carecen de escrúpulos y que vale todo: unas balas mágicas que curiosamente eluden los sistemas de seguridad al efecto; una navajita misteriosa de origen desconocido; recientemente unos oportunos sobres “explosivos”… Montajes similares a aquel presunto atentado contra la delincuente Cristina Fernández de Kirchner. Esto es, viles artimañas urdidas desde el poder, destinadas a señalar a la oposición con el objetivo de neutralizarla y, eventualmente, ilegalizarla.

Está claro que desde hace décadas el PSOE busca amordazar las voces discordantes. A través de la imposición del lenguaje “políticamente correcto” han avanzado mucho; una parte de la oposición ha aceptado la autocensura y, una vez amaestrada y dócil, se ha convertido a su vez en vector de “corrección”. Pero una respuesta proporcional a la violencia ejercida con la mentira, la censura, el insulto y la provocación constantes, sería la excusa para implantar definitiva y abiertamente su dictadura.

Y sí, es verdad que en muchos aspectos nuestro “sistema democrático” ya no merece tal nombre y se parece cada vez más una tiranía. Al fin y al cabo, la Europa globalista funciona como una dictadura y apoya la implantación de un gobierno afín en España. Pero no debemos caer en la violencia. Hay soluciones mejores. Algunos se esfuerzan por exponer a la luz las vergüenzas, argucias y desafueros de este Gobierno. Y hacen muy bien. Otros se arman de razones, pretendiendo que el peso de éstas pueda convencer a sus parientes o compañeros de trabajo descarriados que votan al PSOE. Todavía confían en que la sensatez ha de prevalecer, que el bien, a la postre, siempre triunfa, y que se podrá enderezar el rumbo. Nada que objetar a quienes se esfuerzan por convencer con la palabra y a los que conservan la ilusión. Aunque pensemos, por experiencia, que la apelación a la cordura de un socialista es en balde. Quien hoy vota al PSOE es tan delincuente como todo el Partido. Se mueve por odio, envidia y resentimiento, pero también por interés. Y votará al PSOE siempre, bien porque le debe su empleo, o bien porque su odio ciego a “la derecha” como encarnación del mal absoluto es infinito. Fanáticos y sectarios en mayor o menor grado, socialistas y comunistas sueñan con que Franco pierda la Guerra Civil, pero como eso es imposible, pretenden resarcirse pisoteando y robando a todos aquéllos que su Partido señale como “franquistas”, “fascistas”, “negacionistas” o cualquiera de las fórmulas existentes para estigmatizar, excluir y marginar a los “enemigos del pueblo”. ¿Y quiénes merecen tales etiquetas? Pues todos que critiquen o se opongan al Partido.

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Los socialistas son enemigos de la vida, de la familia, de la Historia, de la Libertad, de la Democracia, de las leyes, de la paz, de la Cultura, de la Educación, del orden y, por supuesto, de la comunidad social de ciudadanos libres llamada Nación.

¿Qué hacer frente a ellos y cómo neutralizar el peligro que suponen? En nuestra opinión, la opción es sencilla, aunque no necesariamente fácil. Como escribió Solzhenitsin, la resistencia más efectiva consiste en no ser cómplices de la mentira; no callar; identificar y denunciar públicamente las falsedades e insidias; recordar los crímenes del Partido, sus tretas, su doble moral; señalar a quien pretende restringir lo que se puede decir, escribir o pensar; no admitir los parámetros con los que la izquierda construye la realidad a su antojo; no emplear su lenguaje “políticamente correcto”; rechazar su propaganda; defender siempre la Cultura frente a la pseudocultura aberrante y degenerada; no aceptar su censura; no autocensurarnos.

Y otra cosa: no perder el tiempo con los cobardes que enmascaran su indolencia cómplice bajo la coartada de la “moderación”. Del PP no puede esperarse nada. Ellos han sido los colaboradores necesarios para que estemos donde estamos. Los comodones, vagos e inútiles cuya pereza y pasividad durante décadas han permitido que el PSOE haya llegado tan lejos. Los del PP son los incapaces, los timoratos, los que jamás harán frente a un macarra; son esos que, si son agredidos, se esconden y lloran; aquéllos que, si unos ladrones asaltan a su madre, prefieren olvidarlo y “evitar líos”; son los que dicen a sus hijos que si les atracan en la calle lo den todo sin resistencia; y si el típico abusón le roba el bocadillo al nene, le compran otro en vez de enseñarle a defenderse. Son los Gil Robles, los Fraga, los Hernández-Mancha, los Aznar, los Rajoy, los Casado, los Feijóo. Si alguna vez hubieran tenido agallas y cerebro para responder a los delincuentes y defender a sus votantes, otro gallo nos cantaría. Eso sí, debemos señalarlo las veces que haga falta. Porque, aunque a estas alturas no debiera quedar nadie que todavía albergue la “esperanza” de que PSOE y PP se reformen, ellos confían en la flaqueza de nuestra memoria para seguir a lo suyo.

Tenemos la obligación de no callar. Y alimentar nuestra memoria para corregir la falta de retentiva de la turba descerebrada y esclava del móvil, la play-station y la tele. Hace tiempo que vivimos en la sociedad descrita por Ray Bradbury en Fahrenheit 451 (1953). El saber se halla en los libros. Y saber nos hace libres.

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