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Esta es la sexta parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí. La desfachatez desorejada de Largo Caballero lleva a dejar por escrito que las quemas de iglesias habrían sido una provocación de “elementos católicos reaccionarios”.

 

Carta novena: El gobierno del primer bienio

 

Siguen las andanadas contra Lerroux:

Don Niceto tenía de Lerroux un concepto deplorable. Le consideraba el hombre inmoral por excelencia. Estando nosotros en la cárcel él estaba escondido… en lugar de todos conocido. Solicitó autorización para hacer una suscripción en favor de los presos con motivo del movimiento, y se le autorizó, a sabiendas de que el único preso, para tales efectos, sería él. No hemos sabido nunca qué fue de aquella suscripción.

Las típicas desavenencias de bandidos por el reparto del botín

Lo más saliente de aquel período fue la quema de algunos conventos e iglesias. La sorpresa y disgusto del Gobierno fueron grandes; hizo lo posible por averiguar qué elementos lo habían realizado, porque eso no podía servir más que para desprestigiar la República. No pudo saberse nada; sólo se vislumbraba que lo hubieran hecho con aquel propósito elementos católicos reaccionarios, pero carecíamos de pruebas materiales. Debe tenerse en cuenta que los señores Alcalá-Zamora y Maura eran católicos practicantes. En la cárcel iban todos los domingos a misa. Puedo asegurar que ninguno de los elementos componentes del Gobierno tomó parte directa o indirecta en esos hechos. El Ministro de Gobernación, señor Maura, dimitió, pero se le convenció de la inoportunidad de una crisis ministerial y retiró la dimisión.

Nunca había leído a nadie calificar la quema de iglesias como episodios “de falsa bandera”.

[Besteiro] aceptó presidir las Cortes Constituyentes, y por un azar del destino hace de Poder moderador para nombrar al Jefe del Gobierno de la República. ¿Verdad que la inconsecuencia política de los hombres produce monstruosidades históricas?

Tiene gracia leer al archioportunista Caballero criticar a Besteiro.

Antes de la elección, reunidos los Ministros con el jefe del Gobierno, acordaron que el despacho ordinario con el Presidente de la República no lo hicieran los Ministros separadamente, para evitar los vicios e intrigas tradicionales. Los decretos los llevaría el Jefe de Gobierno a la firma. Se quería evitar que en lo sucesivo los Presidentes hicieran política de división entre los Ministros.

Pobre “Botas”; lo iban a torear bien toreado. Sin embargo, en los artículos que publicó en Francia durante la Guerra Civil se jacta de que a quien no dejó gobernar fue a la derecha. Es otro caso de progre de derechas.

Una anécdota:

Para el acto de promesa del Presidente, los Ministros debían vestir frac. Prieto y yo dudábamos si imitar a los demás o vestir de americana. El día de la víspera me enteré que Indalecio Prieto tenía ya el frac y el sombrero de copa y no me advirtió nada. ¡Siempre tan compañero! Me encontré algo corrido en la Presidencia; todos de frac, menos yo. Salí del compromiso a medias vistiendo chaqué. Posteriormente tuve que pasar por el aro vistiendo frac y sombrero de copa, pues había que asistir a recepciones, banquetes oficiales, recepciones y visitas de Embajadas. No era posible sustraerse, y, quisiera o no, el estuquista, contra su deseo, su carácter y sus costumbres, tenía que vestir de etiqueta. Algo me consolaba el oír las bromas que se gastaban a cuenta de Prieto; les parecía un apeador de pellejos vestido de máscara. La verdad es que esa ropa destinada para la asistencia a solemnidades políticas, gastronómicas o sociales, hacía reír a mucha gente.

Pues claro que tenía que ir de etiqueta el estuquista, porque estaba representando a la nación, no estucando salones. Lo de Prieto tiene su gracia.

Don Niceto, Presidente:

El Presidente, que estuvo conforme en despachar sólo con el Jefe del Gobierno, pronto se arrepintió de tal compromiso, y comenzó a hacer observaciones, luego protestas, en los Consejos presididos por él. Quería ver a todos y conversar con todos, en fin, seguir el procedimiento monárquico. Decía que estaba aislado. Se le recordó que había prestado su conformidad con el sistema de despachar con el Jefe del Gobierno, pero no se convenció, o no quiso convencerse.

El secreto de esa actitud era que don Niceto no podía ver a Azaña desde el día de la espanta. Era de Priego, tenía sangre africana en sus venas. Por cosas parecidas debió salir del redil monárquico. Para resarcirse de ese aislamiento, decidió recibir en audiencia uno o dos días a la semana a los diputados. En esas audiencias flagelaba a algunos ministros con indirectas de mal gusto, cuando no atendían sus recomendaciones; criticaba actos del Gobierno delante de algunos diputados de derecha, para dar a entender su disconformidad con aquél y particularmente con el Presidente del Consejo. Esta conducta desleal producía entre Presidente y Gobierno efectos verdaderamente disolventes.

Referencia a Queipo:

El general Queipo de Llano, Jefe del Cuarto Militar del Presidente, se permitió hablar mal del Gobierno en los pasillos del Congreso de los Diputados, por cuya causa fue destituido. Ése fue el punto de partida de su marcha hacia la traición, hasta llegar al falangismo.

Dejando aparte que nunca fue falangista, lo cierto es que era un tarambana que no se podía estarse quieto sin armarla.

Los despachos de don Niceto con su gobierno:

Invertía casi todo el tiempo en bagatelas, sin dejar tratar los asuntos con la tranquilidad necesaria. Esto nos desesperaba. Don Niceto no estaba en su centro. Creía estar en el Municipio de Priego. ¡Nos habíamos equivocado al elevarle a la primera magistratura!

En otra sesión de Consejo pronunció otro discurso kilométrico para decir que el socialista Wenceslao Carrillo había dado en Priego una conferencia, en la cual le calificaba de explotador de los obreros, y además le había remitido una carta que, por consideración al Partido Socialista, no la mandó al fiscal. Como no conocíamos lo hechos callamos. Terminado el Consejo hablé con Carrillo, resultando que lo dicho por él en Priego no se refería al Presidente sino a los patronos, de quienes dijo que con su conducta desprestigiaban al presidente

En otra ocasión empleó casi todo el tiempo del Consejo para lamentarse de que un periódico de izquierda —sin citar el nombre— le llamaba cacique, viéndose él obligado por su cargo a guardar silencio, y sufriendo que no hubiera nadie que impidiese el hecho o que saliera en su defensa personal.

Todas las reuniones eran espectáculos parecidos. En todas se enfrentaba con algún ministro. Debía constituir en él como una segunda naturaleza. La conducta perturbadora del Presidente, que tendía a boicotear la actuación del Gobierno, acabó por dar sus frutos. El señor Azaña presentó la dimisión.

Éste [Marcelino Domingo; antes Prieto] tampoco aceptó [el encargo de formar gobierno] y Alcalá Zamora, agarrándole por las solapas de la americana y con voz irritada le dijo: «¿Quieren ustedes que trague a ese hombre? ¡Lo tragaré! ¡Lo tragaré! ¡Lo tragaré! ¡Dígale que venga!» Se refería al señor Azaña, a quien encargó nuevamente de formar gobierno y confirmó a todos los ministros en sus carteras.

El asunto de Casas Viejas lo despacha Caballero echando la culpa a la posterior labor de fiscalización de la oposición:

LEER MÁS:  Se fue mi adoptada rata Belarra. Por Ignacio Fernández Candela

Por si lo dicho fuese poco, una organización obrera se levantó en armas contra la República, tratando de implantar sus ideales en un pueblo de la región andaluza: Casas Viejas.

Miguel Maura, Calvo Sotelo, Sánchez Román, Balbontín y Martínez Barrio pronunciaron discursos violentísimos. El último de los enumerados pronunció esta frase: «El Gobierno está hasta el cuello de sangre y barro».

 

La cosa va a mas y cae el gobierno. Alejandro Lerroux formó un Gobierno de concentración republicana, clausuró el Parlamento  y convocó elecciones.

Dice Caballero que “Fue entonces cuando realizó el sucio negocio denominado extraerlo”. No, eso fue más tarde.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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