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Continuamos con Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, por Ana Quevedo & Queipo de Llano. La parte primera está aquí.

CAPÍTULO III. Sentar la cabeza: la familia

 

Una anécdota que me recuerda a otra del falangista Girón:

 

Ha vuelto a casa el joven capitán y ocupa su destino en la ciudad de Valladolid, donde ahora vive la familia. El tiempo es suyo y lo utiliza, amén de en las tareas propias de su empleo, en disfrutar de sus padres y hermanos —aún es casi un chiquillo … especialmente en leer, su gran afición, en estudiar. Dotado de un gran talento estético y de una notable capacidad para todo lo que sean bellas artes, incluida la música, la filosofía y la literatura,

Por primera vez adquirirá conciencia de pertenecer a un hogar y un medio rígido y tradicional, que no se corresponde con su auténtico modo de ser, profundamente innovador.

… en Valladolid estalla una revuelta que enfrenta, por cuestiones políticas que no hacen al caso, a los estudiantes con los cadetes de la Academia.

A tal grado llegan las algaradas que un día cunde por la ciudad la especie de que una manifestación de estudiantes se está reuniendo para lincharlo o al menos darle una buena paliza.

Captaba instintivamente con una gran facilidad las debilidades o el trasfondo de las gentes, lo que le llevaba a poder desarmarlas, pues sabía instintivamente qué decir y de qué forma. Disponía de otras maneras de expresarse, desde la mirada, hasta el tono de voz, que, más que la simple elaboración verbal de sus ideas, le permitían triunfar sobre los demás.

Temiendo alguna escena desagradable, que no debe presenciar su «pequeña», como él la llama, alcanza la aglomeración por la cola y, a empellones, comienza a abrirse paso hacia los que avanzan en cabeza, capitaneando a los demás… alcanza a los que marchan en primera fila, a los cabecillas. En ese momento, se da la vuelta, cruza los brazos sobre el pecho y, sin decir palabra, los encara. Va fijando la vista de rostro en rostro, especialmente en los de los que más vociferan, hasta que, vencidos por aquella mirada llena de autoridad, van callando.

Los que encabezaban la marcha, olvidados sus argumentos por la fuerza y la seguridad del que así los contempla, silenciosa y serenamente, emanando tal autoridad que convence sin palabras, bajan la vista.

Cuando ya queden tan sólo unos pocos, en silencio, Gonzalo les dará la espalda y, con paso tranquilo, volverá a su domicilio. Los demás marcharán a sus casas sin entender exactamente lo que ha ocurrido.

Una anécdota parecida de cuenta del falangista Girón, que paró una algarada de socialistas -mucho más arriscados- y de frente.

El noviazgo:

  —Mira aquel palco; no, más allá, el tercero de la izquierda. Sí, allí. ¿Ves aquella joven alta que acaba de sentarse? Me voy a casar con ella.

  —Tú estás loco; no sabes quién es, ni si está casada ya. De acuerdo, es espléndida, pero… eso de que te vas a casar, será si puedes, si ella quiere, si los padres quieren. Vamos, que esta vez tu empeño es difícil, por no decir imposible.

Genoveva Martí y Tovar era hija del presidente de la Audiencia Nacional de Valladolid. El camino para conocer a aquella que tanto le había impresionado estaba, en consecuencia y gracias a las relaciones entre los progenitores de ambos, abierto.

… tras las cortesías y el té de rigor, se sentaban ambos en butacas separadas, y entre ellos, en un tercer asiento, fingiéndose ocupada en la labor que tenía entre manos, pero sin perder ripio de la conversación de los jóvenes, a los que no dejaba solos ni un momento, tomaba asiento la madrastra de la abuela.

Pasan los meses, los suficientes como para que la boda no pueda parecer precipitada, y llega el día del matrimonio sin que hayan intercambiado una sola palabra personal, o hablado de ellos mismos; tan sólo de generalidades o lugares comunes. No conocen nada el uno del carácter del otro, e ignoran ambos las aficiones o apetencias del futuro cónyuge. Nada sabe Genoveva de los hombres o de lo que ocurrirá en la noche de bodas, porque nadie se lo cuenta. Y así sale de casa de su padre del brazo de un marido que es un perfecto desconocido, pero del que está y estará toda su vida perdidamente enamorada.

Siguen anécdotas de familia que no transcribimos.

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El nacimiento de Gonzalo fue la culminación del deseo paterno por el anhelado hijo varón, que además sería el último, ya que la abuela iba dando a luz hijos cada vez más grandes, por lo que los médicos le prohibieron tener más descendencia.

Los caracteres de Queipo y su señora son completamente distintos y Queipo se vuelca con su hija Maruja, que se convierte en amiga y confidente:

Entre ambos se establece una correspondencia secreta que durará años, en la que mamá se dirige a su padre contándole sus ansias, sus ilusiones, sus esperanzas, le habla de su carácter romántico y de su deseo de llegar a ser escritora, empeño que la vida se encargará de torcerle.

Ante toda la oficialidad formada, al presentarse el abuelo hará la introducción de su hija con las siguientes palabras:

  —Mi mujer no ha podido venir, pero en su sustitución les traigo a ustedes este pichón de elefante.

Pasó la fiesta entera de rincón en rincón, buscando el más oscuro y tratando de pasar desapercibida. Desde ese día, los kilos y la delgadez, la suya y la de los demás, se convertirá para ella en una auténtica obsesión.

Una anécdota de familia:

Fallecerá el padre de Genoveva [hermano de la esposa de Queipo] y la madrastra arrasará con cuanto pueda hacer salir más o menos subrepticiamente del domicilio conyugal. Desaparecerán joyas, plata, muebles antiguos y piezas casi de museo. Lo demás y el menguado capital que resta, que bien hábil ha sido para hacer desaparecer cuanto le fue posible, se repartirá entre los cuatro hermanos que superviven.

Luis, el hermano pequeño de Genoveva y único varón, por lo que se le concede la máxima autoridad para que tome las decisiones que considere más convenientes, decidirá a la vista de que la única de los hermanos con descendencia es Genoveva que la mejor manera de repartir la herencia es venderlo todo y repartir el dinero obtenido. Personalmente, procederá a realizar la venta de cuantos objetos se encontraban en la gran casa, y conseguirá precios de auténtica estafa, sin que Gonzalo ose intervenir en los asuntos económicos de la familia de su esposa. Así desaparecieron los restos de los magníficos muebles y ornamentos de tantas generaciones. Los que más lo sintieron fueron los niños, que se vieron privados del botín que con tanto entusiasmo e ilusión se habían ido repartiendo.

 

CAPÍTULO IV. De capitán a general: África

Queipo hace carrera en África, como tantos otros generales de la época, los “africanistas”. Esta es la introducción histórica del capítulo:

El territorio natural de expansión del Imperio español era África: cuna de la invasión sufrida y amenaza constante, habitada por tribus tan aguerridas como guerreras. Isabel la Católica inicia la conquista de algunas plazas del norte del vecino continente con la pretensión de cristianizarlo. No obstante, el descubrimiento de América desviará la atención hacia otras empresas y los emplazamientos africanos quedarán con una función específicamente militar.

En 1859, inesperadamente, los moros de la cabila de Anghera atacaron Ceuta; el gobierno español exigió del sultán la inmediata reparación de la ofensa y que se adoptaran medidas para evitar nuevos ataques. Cuando éste parecía dispuesto a firmar los acuerdos considerados precisos por España, una nueva intervención de Inglaterra, siempre temerosa por la seguridad de Gibraltar, garantizándole su apoyo, hizo que se retractara de sus promesas y suspendiera las negociaciones, por lo que el gobierno español se vio en la necesidad de declarar la guerra a Marruecos el 22 de octubre de 1859.

Tratado de Wad-Ras, el 26 de abril de 1860, se estableció la paz definitiva. Tras la nueva intervención e imposiciones de Inglaterra, el sultán cedió a España lo poco que aquéllas le permitieron a O’Donnell exigir. Este tratado produjo un gran desencanto en los estamentos militares y civiles del país, ya que se esperaba, al menos, que Tetuán quedara en nuestro poder y, en otros órdenes, mayores concesiones de las obtenidas. Se dijo que había sido «una guerra grande y una paz chica».

Además, Marruecos, como era habitual, incumplió lo pactado. El gobierno español se vio obligado en 1878 a reanudar con el sultán Muley Hassan las conversaciones relativas a aquel territorio.

Para tratar de aclarar posiciones envió a Madrid un embajador, con el que ocurrió un desagradabilísimo incidente que costó caro a España: al salir del hotel en que se alojaba, camino de la recepción, fue abofeteado por un caballero. Se resistía el embajador a acudir a palacio, pero se le convenció de la necesidad de hacerlo. Ante la ofensa recibida, se le dieron todo tipo de pruebas de consideración y logró, de paso, el objetivo que no esperaba: la prórroga de los plazos para el cumplimiento de los pactos establecidos.

… en 1902 aparece en escena un conflictivo personaje, Roghi Bu Hamara, pretendiente al trono, que hace de la zona comprendida entre Tazza y Melilla un lugar inseguro en el que gobierna y actúa según sus solos designios, sin que las fuerzas del sultán Abd-el-Aziz puedan alcanzar a controlar sus tropelías. Se consigue alejar a este siniestro personaje de la región de Tazza, pero se hace fuerte en el Rif y en la zona fronteriza con Melilla, que no abandona. Curiosa y extrañamente, entre Bu Hamara y las autoridades melillenses se establecen unas relaciones cordiales, lo que nos va a hacer aún más malquistos de los rífenos, a los que éste somete, ya que España les niega amparo y los deja a merced de los desmanes del que se ha convertido en nuestro amigo.

Bu Hamara, que cae en sus manos y es castigado de la manera más terrible: se le pasea enjaulado por todas las ciudades y pueblos del territorio, y después se le da muerte arrojándolo a un foso lleno de leones.

Conferencia de Algeciras, que tiene lugar el 16 de enero de 1906, en la que España quedará hipotecada al comprometerse a compartir con Francia la organización y sostenimiento de la policía que ha de pacificar el país por un período de cinco años. España se encontrará sola ante la necesidad de defender sus plazas de las constantes agresiones de que son objeto.

En esta difícil situación, el 9 de julio de 1909, los moros atacan a los obreros que trabajan en la construcción del ferrocarril minero de la Compañía Norteafricana. El gobernador de Melilla tendrá que pedir refuerzos a la Península, ya que ve aproximarse una cruenta guerra, que, contrariamente a lo que ocurrió con la de Cuba, que tanto exaltó el sentimiento patriótico de los españoles, es vista con absoluto desagrado, entre otras razones porque se llama a filas a los reservistas (casados y con hijos) en lugar de tratar de resolverlo con las compañías existentes.

Aún la hará más impopular las derrotas que van sucediéndose, entre las que será la más dolorosamente célebre la acaecida en el barranco del Lobo, desastre en el que las bajas españolas sobrepasarán la cifra de 1.250 muertos.

 

El próximo episodio tratará de Queipo en Marruecos.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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Geppetto

Queipo de Llno nunca fue africanista, trabajo, hizo negocios, prospero y ascendio en Africa, hasta el punto de terminar siendo director de la Revista de Tropas Colonialñes, pero ni su formacion, su espiritu o sus intereses tuvieron nada que ver con los oficiales que salieron de las manos del Coronel Director de la Academia de Infanteria de Toledo,José Villalba Riquelme, entre 1908 y 1912, con la iclusion de tres promociones mas que fueron las que crearon el espiritu que dio forma a esa forma de ser y combatir que se denomino africanismo.
Aunque hubo insignes generales como Sanjurjo que si se identificaron con el espíritu africanista de sus oficiales otro jamas lo hicieron
Queipo de Llano es uno de ellos

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