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Que tu marcha de este valle de lágrimas se produzca el día de San Joaquín, padre de la Santísima Virgen María y abuelo del mismo Jesucristo, es una señal, no me cabe duda, de que descansas en el cielo, por la gracia de Dios, que habrá tenido presentes tus muchos méritos como católico y patriota español, para que su Misericordia contigo haya superado a su Justicia, pues también has sido pecador, como todos.

Tu acendrado patriotismo desde la cuna ha sido constante en tus casi 74 años de militancia. Porque tú no has sido hijo de la Iglesia peregrina. Tú has sido hijo de la Iglesia militante, que parece lo mismo pero no lo es. Has dado ejemplo de valor, honor, lealtad y disponibilidad, grandes y escasas virtudes en la España de hoy, a varias generaciones de españoles. Desde siempre, pero desde tu responsabilidad como Jefe Nacional de Fuerza Joven han sido aún más ejemplarizantes para los jóvenes que comandabas y para otros que te han conocido después.

Nunca muere nadie del todo, porque Cristo así lo prometió a los que creyeran en Su Palabra y comieran del Pan que baja del cielo. Y tampoco mientras quede alguien que te recuerde. Doblemente inmortal, Eduardo, doblemente. Tus camaradas, y tus camaradas amigos, siempre te recordaremos con gran afecto, sí, pero aún con mayor respeto por tu impagable ejemplaridad, arriesgando siempre todo, sin guardarte nada para ti, en defensa de la España Una, Grande, Libre y Católica en la que nacimos y a la que amamos, de la que has sido hijo destacado.

Pagaste de verdad tu valor y lealtad, cosa que pocos podemos decir, y siempre con humildad y humor recordabas aquellos acontecimientos vividos en los duros años de la mal llamada transición (la minúscula no es errata) que sembró todos los males que hoy han desfigurado, resquebrajado y putrefactado la españa democrática (sigue sin haber erratas) que hoy padecemos y vemos languidecer con profunda pena, aunque cada día con más ímpetu por enderezarla a los caminos que siempre ha transitado cuando ha sido España (ahora sí, con mayúscula). Su camino entre las naciones llevando por gallardete, estandarte y bandera de combate la Cruz de Cristo. Tu constante empuje y tus palabras llenas de amor por España nos convertirían en miserables si nos rindiéramos ante las adversidades, pero eso no ocurrirá. Tendrán que aplastarnos para derrotarnos, como intentaron hacer contigo sin conseguirlo. Tenemos tu mejor legado y tú tienes la promesa de que seguiremos tu camino.

¡ARRIBA ESPAÑA!

¡VIVA CRISTO REY!

Descansa en paz, Eduardo.

Joaquín Arnau

Autor

REDACCIÓN