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Durante décadas llamamos “fiesta de la Liberación” a  la celebración  de la gesta  gloriosa  de librar de la esclavitud “roja” a las ciudades y pueblos que, durante meses  o años, habían  vivido en el terror,  bajo las pezuñas esclavizantes de los “marxistas y separatistas”. La traición de algunos, la mala memoria y la ingratitud generalizada, más el desgaste producido por los años y la muerte de los protagonistas, fueron eliminando  estas celebraciones. Con todo,  hay ciudades que, ochenta y tres años después,  siguen reuniendo a grupos de camaradas españoles y extranjeros, leales a su Patria y agradecidos a sus héroes y mártires,  para conmemorar la “Liberación” de su ciudad.

Una de éstas,  es Santander,  donde viví durante catorce meses “ese terror” rojo, como lo puede asimilar un niño de ocho años, cumplidos  cuando se inició y con  nueve años y tres meses cuando concluyó. Ciertamente, ni yo mismo me daba cuenta del “terror acumulado” dentro de mi… Lo  supe cuando pude correr por la Alameda “sin  el peso de ese terror inadvertido”, que llevaba encima sin apenas enterarme.

No ocurrió, esto, el mismo día de la Liberación de Santander, pues el 26 de agosto de 1937 — anteayer hizo 83 años—estaba yo encerrado a oscuras, en un sótano, pasando el sarampión. Por lo visto, esa era la norma médica de entonces…

Habían pasado  tres o cuatro días y bajé corriendo por la calle Perines desde el Barrio a la Alameda y, en un momento dado, cuando saltaba por la alegría contenida, “experimenté” una sensación inolvidable que duró unos pocos segundos… pero que no fue de ningún modo producto de la imaginación,  sino “sentida físicamente” por mi cuerpo,  que “dejó de pesar”… Me imagino que fue algo  parecido a lo que experimentan los “astronautas” cuando escapan de la atracción terrestre y flotan ingrávidos.   Repito que duró unos pocos segundos,–no sé cuántos—pero,  esa “sensación sigue indeleble”. Lo he referido de palabara, por escrito, incluso que en algún libro, pero nadie me ha sabido explicar ese fenómeno. Producto, digamos,  de la “descompresión del TERROR acumulado”… Me imagino que  tendrá explicación y me gustaría que algún especialista la encontrará.,

Yo corría y saltaba. Ya no veía en la Cervecería de la Alameda a las tiorras marimachos, de mono azul y con pistolones en la cintura,  que bebían con los asesinos rojos como probables rameras,  y podía soñar con “volver a comer percebes y gambas” con mi tío y con mi primo  como en los primeros días de julio del 36 que precedieron al Alzamiento.  ¡Todo lo que provocaba terror se había esfumado!

Hoy me he puesto al ordenador y, por instinto, al no poder estar ante ayer presente con mis camaradas montañeses, ni en el Faro, ni en la Catedral, ni en la comida habitual, me ha salido de muy dentro,  escribir sobre “las liberaciones” vividas — con los “Tedeum”  cantados en las catedrales y en las iglesias–  cuando “caía” alguna ciudad”, es decir, cuando “era liberada” del dominio rojo. Si este año no he podido unirme a ellos, si lo hice en agosto de 2007, con motivo de los “setenta años” de Liberación. Me invitaron a pronunciar unas palabras que titulé –imitando a Bernal Díaz del Castillo–: “Y yo estaba aquí”.  Era de los pocos que podían decirlo.

Sí, yo estaba en la capital de la Montaña, cuando “oficialmente” los italianos “liberaron la ciudad”. Fue una concesión a los “italianos”. Los valientes “gudaris” vascos, se entregaron a los extranjeros para no rendirse  a “los españoles”.  Sin embargo el mérito de mantener a raya, a los criminales de la FAI y de la CNT y demás camarilla revolucionaria, salida de «la Naval” de Reinosa y de las minas de Barruelo y del norte palentino y de impedirlos, al mismo tiempo,  bajar a la meseta,  correspondía al “3er Batallón de falangistas palentinos” y la “Quinta bandera de Navarra”. Fueron ellos quienes  facilitaron  la liberación de Santander,  pero no les dejaron entrar en la capital,  y mi tío no pudo abrazar a su hermano,  ni nosotros al tío falangista. Les hicieron tomar el camino de Asturias para liquidar  el “Frente Norte”, Lo consiguieron en dos meses y el  27 de octubre tomaban Gijón y  todo el norte de la península era “Zona Nacional” en poder del Ejército al mando del Caudillo.

He considerado muy, pero que muy oportuno,  tratar el tema de la “liberación” porque, si Dios no lo remedio con un milagro, España entera –ya no solo la mitad como en la Guerra de Liberación del 36–,  volverá a vivir el “terror rojo”  en breve plazo, ¡unos meses a amucho tardar! Y me temo que quienes no vivieron las maravillosas “liberaciones” y su celebración, van a recordar a Dante, y a resignarse a “lasciare ogni speranza” de volver a verse libres. Si es que alguien consigue “liberarlos”,  muchas décadas después o un siglo…cosa que dudo. Los rusos esperaron tres cuartos de siglo y a aun coste de  30 millones de muertos…los cubanos ya llevan sesenta y dos años bajo el terror, Venezuela, empieza a contar por décadas…

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Insisto en esta realidad: Si no has vivido “la liberación», no tienes idea de lo que suponía. La más celebre y aleccionadora fue la “de Barcelona”,  Hasta los generales rojos, derrotados y enemigos,  dejaron constancia escrita de su pasmo por lo que vieron, en sus libros sobre la guerra que perdieron. El recibimiento a los “vencedores” por los barceloneses, es una prueba  de cómo la Sinagoga de Satanás ha jugado una muy mala pasada a España.

Con los medios de que disponemos hoy, podrán si lo desean,   ver los documentos gráficos y filmados que lo atestiguan para la Historia. 

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.