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El pasado jueves varios misiles rusos, disparados desde un submarino según informó el jefe adjunto del gabinete presidencial de Ucrania Kyrylo Tymoshenko, cayeron sobre el centro de Vinnytsia. El resultado 22 muertos, tres de ellos niños, y 100 heridos, todos civiles, puesto que no existía ningún objetivo militar en la zona. Estuve en Vinnytisia hace tres años, visitando precisamente el centro de la ciudad, una zona llena de antiguos edificios de oficinas y de viviendas, y en la que aún se mantiene en pie un viejo Mig-21, un monumento a las Fuerzas Aéreas de Ucrania. Curiosamente, las escasas atracciones turísticas de la ciudad están muy relacionadas con la dura y sangrienta historia de Ucrania. En uno de sus parques, que en su día fue una prisión del NKVD, hay un monumento a las víctimas del totalitarismo que recuerda a los más de 9.000 ucranianos asesinados por la policía estalinista en el “Gran Terror”, a finales de la década de 1930, y que fueron exhumados por los alemanes en 1943. Los alemanes declararon Vinnytsia “libre de judíos” y en 1942 construyeron el “Wehrwolf”, el cuartel general más oriental de Hitler, a unos pocos kilómetros de la ciudad. En las afueras también hay una pequeña iglesia ortodoxa, que fue visitada en 1910 por el último zar de Rusia, Nicolás II, asesinado por los bolcheviques. No hay nada en la ciudad que la convierta en un objetivo militar porque su aeropuerto ya fue destruido por los rusos el 6 de marzo. Entonces ¿por qué han atacado Vinnytsia?    

Hasta ahora los rusos no han tenido reparos en bombardear ciudades y atacar objetivos civiles, incluso de aquellos a los que pretenden “liberar”, pero lo que está pasando ahora es distinto y forma parte de una campaña sistemática contra objetivos civiles. El miércoles, un ataque ruso contra un edificio de viviendas en Chasiv Yar dejaba 45 muertos, todos civiles. El jueves, además de Vinnytisia eran también atacadas con misiles Kharkov y Mykolaiv, donde los objetivos fueron un hotel, dos escuelas, un centro comercial e infraestructuras de transporte. El viernes, varios misiles rusos alcanzaron dos universidades de Mykolaiv. Por supuesto, la justificación es siempre la misma. Según afirmaba en su canal de Telegram Margarita Simonyan, directora del canal de propaganda Russia Today, “militares rusos confirmaron este ataque (Vinnytsia) porque el lugar albergaba a ‘nazis’ ucranianos”.

Todos estos ataques a objetivos civiles parecen la respuesta rusa a la llegada de la artillería pesada entregada por la OTAN a Ucrania. El pasado 5 de julio los ucranianos comenzaban una campaña contra las bases y los depósitos de munición rusos en la retaguardia enemiga, una campaña muy productiva debido a la precisión de los HIMARS estadounidenses (Ucrania ha recibido 8 HIMARS y va a recibir 4 unidades más). En los últimos días, las fuerzas ucranianas han destruido o dañado depósitos de municiones en Nova Khakovka y Charivne, aproximadamente a 60 km al este y 65 km al noreste de la ciudad de Kherson, Novopetrivka y Chornobaivka. El 10 de julio, el ataque contra una base rusa en la ciudad de Kherson acabó con el comandante y varios mandos de la 20ª División de Fusiles Motorizados de la Guardia, los coroneles Aleksei Gorobets y Sergey Kens, y el teniente coronel Alexander Gordeev. Según fuentes ucranianas, también habría muerto en el ataque el jefe de Estado Mayor del 22º Cuerpo de Ejército, el general de división Artyom Nasbulin.     

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Ayer mismo, el ministro de defensa ucraniano Oleksii Reznilov informaba de la llegada al frente de los M270 MLRS (Sistemas de Lanzamiento Múltiple de Misiles) enviados por el Reino Unido y Estados Unidos (450 artilleros ucranianos han sido entrenados en Gran Bretaña para emplear estas armas). “Harán buena compañía a los HIMARS en el campo de batalla”, señaló el ministro. Sobre el papel, las armas pesadas facilitadas por Estados Unidos, Polonia, Francia y Reino Unido no parecen suficientes para contrarrestar la superioridad de la artillería rusa, pero su mayor precisión puede alterar notablemente el desarrollo de la guerra. Sirva como ejemplo lo ocurrido en Zaporizhia, donde la administración militar ucraniana informó de la deserción de 60 soldados rusos por miedo a los ataques de la artillería.    

Los ataques contra objetivos civiles como respuesta a la destrucción de bases y depósitos militares constituyen un crimen de guerra y en realidad no son más que una represalia por el daño sufrido a manos de la precisa artillería ucraniana. Es una venganza en caliente, pero a la vez es una prueba de la impotencia del ejército ruso ante un armamento superior que está mostrando todas sus debilidades. Ayer, la Cámara de Representantes de Estados Unidos apoyaba el proyecto de presupuesto de defensa para 2023. Un documento que contiene enmiendas que afectan directamente a Ucrania y que prevé destinar 100 millones de dólares a un programa de formación de pilotos ucranianos en cazas F-15 y F-16. Poco a poco, y si el compromiso occidental se mantiene, el ejército ucraniano se está transformando desde un ejército “post-soviético” a un ejército OTAN. Llegados a ese punto, podremos hablar de una guerra completamente distinta.

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REDACCIÓN