11/05/2024 10:25

Gonzalo Queipo de llano

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Continuamos con el libro Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, de Ana Quevedo & Queipo de Llano, nieta suya.  Los episodios anteriores están aquí.

 

Los desencuentros entre Franco y Queipo ponen punto final a la carrera militar y política de este. Franco lo manda a Roma, que no es un mal sitio, pero no era lo suyo. El capítulo no tiene interés político, sino solo humano.

CAPÍTULO XIII. Roma: el destierro

Queipo vuelve a las andadas:

NUNCA se había preocupado Queipo de Llano de ocultar sus sentimientos o su opinión sobre Franco, ni como jefe militar ni como ser humano; si en África le reputó de “frío, insensible y cruel”, no se contuvo en calificarlo después de “egoísta y mezquino”. Hizo alusiones más o menos indiscretas a las irregularidades que rodearon la elección de Franco como Generalísimo y acuñó desde antiguo para él el sobrenombre de Paca la Culona.

En abril de 1939, el coronel Juan Beigdeber Atienza, puesto junto a Queipo en calidad de “espía”, le dice a Franco que éste está sondeando opiniones entre todos los generales y altos cargos del Ejército con el fin de sustituirlo por un directorio militar y neutralizar así el poder de la Falange, hechura del jefe del Estado.

 

Para más agravio, cuando la legión Cóndor regresa a Alemania, Queipo, en su afán de conocer y visitar lugares nuevos, aprovecha la ocasión para volar a Berlín y recibirla allí como jefe de la misión militar sin la anuencia de Franco. En este país es objeto de múltiples homenajes, que enardecen aún más contra él el ánimo de su superior.

Luego estaban las cartas escritas al Caudillo, que tanto le molestaban, con sus veladas alusiones y sus sarcasmos; en una reunión oficial llegó a mostrar copia de las más críticas que le había enviado.

Fue el pretexto perfecto para Franco, pues al ser públicamente cuestionadas su legalidad y decisiones, él, que no soportaba ya más lo que consideraba una larga serie de humillaciones recibidas de Queipo, decidió tomar cumplida venganza y desquite, que ya había comenzado con la exclusión del desfile celebrado en Madrid el 19 de mayo de 1939 de las tropas del Ejército del Sur que se encontraban bajo su mando, al mismo tiempo que se aseguraba de que cualquier conato de levantamiento en su contra, por más imaginario que fuera, quedara inoperante.

En resumen, le llama a Burgos, le destituye en el acto y le ordena salida inmediata del territorio español, sin pisar Sevilla. Le permite elegir el destino: Argentina como embajador o Italia como jefe de la misión militar. Escoge lo último. Su mujer queda en Sevilla, pero su hija Maruja decide ir con su padre, al que no se le da cometido alguno y se aburre como una mona durante tres años:

Los componentes de la misión militar fueron alojados en el hotel Excelsior de Roma. Gonzalo y su hija compartirían una suite de dos dormitorios, separados por un enorme salón. Ése sería su hogar durante tres largos años.

—No te equivoques. Esto no es un hotel; es nuestra cárcel. Dame el hotel Don Simón de Sevilla o una posada en el rincón más perdido de España, pero en España. —En sus ojos aparece una humedad sospechosa; Maruja mira hacia otro lado—. Me han arrebatado mi patria, lo que más amo en mi vida. —Se levanta de un salto de la cama en que se había dejado caer—. Habrá que pensar en hacer algo. Deshaz las maletas, saldremos a dar una vuelta, que lo veas todo. —Se yergue en toda su estatura—. No voy a dejar que te sientas infeliz.

Al día siguiente se presentó al embajador español, para ponerse a sus órdenes y recibir las instrucciones relativas a los servicios que debía prestar. Fue recibido con la mayor cortesía y mejores maneras, pero todo fueron evasivas y, en ningún momento, se le señaló una misión concreta: debía estar a disposición de la embajada, acudir a los actos oficiales o fiestas para las que fuera requerido…, nada más. Aguardó, convencido de que, dada la novedad del puesto que desempeñaba, pronto se le requeriría para una actuación más positiva.

No hay en Roma misión alguna para él y la que le otorgan es puramente social, pero vacía de contenido político, de interés, de cualquier labor que le permita sentirse útil, activo. Se procura alejarlo de los centros que rozan con la política o el poder y se le aparta de toda posible actuación, sea de la índole que sea. Pedirá permiso para participar como observador en un viaje a Alemania y se le negará. Si desea emprender viaje a España, por algún acontecimiento familiar o por simple deseo de ver a los suyos, deberá someterse el desplazamiento a la aprobación del jefe del Estado, que según le parezca oportuno, admitirá la visita o la prohibirá.

El, tan alegre y vital, dotado de una inmensa capacidad de disfrute, comenzará a encerrarse en sí mismo, a acusar los agravios que ha sufrido a lo largo de su vida como si fueran actuales. Aparecerá en su carácter una vena de amargura inexistente hasta entonces. Sus únicas alegrías son las visitas que recibe de España, amigos o simplemente compatriotas que desean saludarle

… decidirá, entonces, aprovechar tantas horas muertas de las que dispone en escribir sus memorias. Parte las hará manuscritas, y parte las dictará a Maruja a la máquina, en uno de aquellos enormes armatostes que recibían, no obstante, el nombre de portátiles. En la redacción de éstas, en la lectura, en sus múltiples visitas a museos y escapadas turísticas, en atender a los numerosos amigos que le visitan procedentes de España, irá transcurriendo el tiempo; un tiempo que le llevará a la amargura de saberse una vez más desplazado, que empañará de tristeza su ánimo, que acabará de enfermar su corazón y agotará las que parecían inagotables energías del general. Por momentos se desesperará, otros se encerrará en sí mismo.

Es consciente que cuantas aventuras emprendió y en cuantos movimientos políticos tomó parte, movido por estos principios para él inamovibles, han sido en vano; que su vida entera carece de sentido, pues nada de lo que pretendió se ha cumplido: nada ha podido llevar a cabo. Su lucha permanente, en que se jugó puestos, economía, familia y vida, ha carecido de objeto, ya que sus metas, las que perseguía con tanto entusiasmo, cada una considerada preferible a la existente para obtener la mejora del estado del país, ha terminado en situaciones que han degenerado luego hacia derroteros para él impensados y de los que ha salido con fama de bocazas, por pregonar la verdad; de chaquetero, por adoptar posturas cambiantes, como luchar tanto y tan bien a favor de la República, y luego a favor del golpe de Estado, que, sin él quererlo, acabó con ella; de sanguinario, por embarcarse en una guerra con la que nunca contó, pero a la que tras el alzamiento se vio obligado; de ambicioso, cuando nunca quiso ni pidió nada para él, ni honores ni reconocimientos, sólo aquello a lo que en justicia era acreedor.

Anécdotas humanas. Su hija preferida se enamora de su ayudante:

Inconscientemente, Gonzalo fue tornándose posesivo con su hija. Exigía su presencia siempre constante a su lado. Si salía, ella debía acompañarle, fuera a recepciones, a visitas tanto oficiales como oficiosas, las realizadas en cumplimiento de sus funciones o las que se recibían de España.

Ojo a esto con los trajes de baño:

  Con esa autoridad suya que no dejaba margen al comentario o a la discusión ordenó:

  —Es evidente que no toleraré que ninguno de vosotros se exhiba de manera tan indecente.

  —Pues ¿qué quieres que nos pongamos?

  —Un bañador normal, como los de siempre en España, no estas desvergüenzas. Desde luego, ni mi hija ni vosotros os vais a presentar prácticamente desnudos delante de la gente.

Y así, como una imagen de los primeros años del siglo, comparecieron los cuatro en la playa envueltos en albornoces; al quitárselos se organizó el escándalo. Las miradas primero incrédulas se transformaron en francas carcajadas. Todo el mundo los miraba y comentaba, hasta el punto de que Juliano, rojo como un tomate, se arrancó la camiseta y la estrelló en la arena. Al poco rato, y pese al enfado de Queipo, César lo imitó. Peor suerte corrió Maruja, enfundada en su absurdo disfraz.

—Si te miran es de admiración, por ser la única mujer decente de toda la playa.

  Y este calvario lo tuvo que soportar los veranos que allí pasaron.

Mussolini le recibe por cumplir:

LEER MÁS:  En tierras vascas, todo sigue igual que antes, sólo que con menos sangre por el suelo. Por Luys Coleto

Cuando por fin un oficial le avisó que Mussolini estaba dispuesto a recibirle, al acercarse Queipo a la puerta entreabierta divisó que en el despacho del Duce se encontraban presentes varios de sus ayudantes, por lo que volviéndose ostensiblemente hacia los suyos, les indicó que le acompañaran.

  Se levantó Mussolini de detrás de su mesa y cruzó las manos a la espalda, por lo que Queipo, al percatarse del desaire, optó por un apenas significado saludo militar.

  —Me alegro de conocerle personalmente, general, y digo personalmente porque su fama le precede.

  —Igualmente me siento yo satisfecho, excelencia, al ser recibido al fin por vos, en mi condición de representante militar de España.

En previsión de cualquier queja que pudiera usted presentarme, tengo preparada y estoy dispuesto a enseñarle la carta que me remitió antes de su llegada su glorioso Generalísimo anunciándome que le enviaba en este cargo y a este país por considerar que su presencia en España no era conveniente por ser usted, como aquí dice textualmente, un «antifascista peligroso».

Terminada la entrevista, Mussolini ordenó que se le entregara una preciosa carpeta roja de piel. Dentro de ella había una fotografía suya que entregó a Queipo con una afectuosa dedicatoria.

  Camino del coche, pidió éste a López Guerrero que se la diera. La miró un momento y, con una risa alegre, dijo:

  —Creo, César, que no tengo el menor interés en conservarla. Puede usted romperla. Ahora mismo, si quiere.

  —Mi general, aquí en público, no.

  —Como quiera, pero rómpala.

Y otra entrevista con el Papa:

Llegó, entretanto, el día señalado para la audiencia privada con su santidad el Papa Pío XII, que los cuatro, buenos católicos, aguardaban emocionados.

… el Papa se dirigió a él, preguntándole si se había sentido preterido y disgustado al no recaer en él la elección de jefe del Estado español, siendo como era más antiguo que Franco en el generalato.

  —Me alegro, hijo, me alegro. —Guardó un momento de silencio—. Es evidente que jamás podría usted haber ocupado tal cargo. Y si se le hubiera intentado elegir, Nos habríamos tenido algo que decir. Su talante y su ideología son demasiado liberales. No son los que convienen a su país, en los momentos difíciles por los que atraviesa. España necesitaba alguien más conservador y capaz de imponer una férrea autoridad, para alejar toda tentación comunista y devolverle el bienestar perdido.

  Jamás comentó Gonzalo con nadie estas palabras; sí, con los que las oyeron, pues fue mucho lo que le hicieron recapacitar.

Pues así era. El Papa dice la verdad sin faltar a la caridad.

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Geppeto

Pues que un criminal sanguinario como Queipo de Llano llamase a Franco frio insensible y cruel tiene bemoles Jajajaja

Carlos Andres

No me consta que fuera personalmente cruel ni sanguinario, aunque la represión en Andalucía pudo ser numéricamente desproporcionada. Lo veremos después. En todo caso, una persona con arranques violentos pero también generosa puede sentir rechazo moral por quien es menos cruel, pero frío y flemático.

Proby

Lo de «Paca la Culona» bastaría para descalificar a cualquiera que inventase o utilizase un apelativo tan repugnante y tan injusto. Franco era cien mil veces más hombre que Queipo, don Juan, Juan Carlos, Sainz Rodríguez y Gil-Robles juntos.

Carlos Andres

Es una caricatura, por supuesto, probablemente injusta y sin fundamento. Exagerado y sin fundamento es lo de cien mil veces más hombre.

Mil veces son muchas veces; si pudieramos andar mil veces mas rápido hariamos 5,000 kms en una hora, seríamos mucho más rápidos que los aviones. Cien mil veces más ni te digo…

En resumen, yo me lo tomaría como una gracieta de gusto discutible, pero no aprecio que sea una maldad que descalifique al autor.

Proby

Naturalmente, no me refiero al autor del artículo, sino al propio Queipo.

Y me mantengo en lo que digo: Franco era cien mil veces más hombre que todos ésos que menciono, y cualquiera que, entonces o ahora, llame a Franco «Paca la Culona» es un c… y un hijo de p…

Para ejercer de abogado de pobres hay muchas ocasiones y muchos foros.

Última edición: 11 meses hace por Proby
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