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Continuamos con el libro Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, de Ana Quevedo & Queipo de Llano, nieta suya.  Los episodios anteriores están aquí. Seguimos con el capítulo XII, Que se salve España aunque la salve el diablo, dedicado a asuntos varios de la guerra.

Más sobre sus famosas charlas de la radio. Es cierto que lo que se ha escrito sobre ellas es que eran ramplonas y hasta cuarteleras:

En lo poco que he leído hoy en día sobre ellas, se las tilda de chabacanas, ordinarias, mal redactadas… Si lo que se proponían era levantar el ánimo del pueblo, debían estar redactadas en lenguaje coloquial y asequible a todos; si buscaban llevar el desánimo al enemigo, llenas de bravuconadas y amenazas; si pretendían distender el ánimo de las gentes asustadas y hacerlas reír, llenas de chascarrillos

Recibía las noticias que le daban sus fieles radioaficionados, componía el guion de la charla en una cuartilla que después acababa en el cesto de los papeles, se sentaba ante el micrófono y prácticamente improvisaba. En su despacho, en el frente, sin haber dormido, a veces enfermo, otras triste, preocupado, en ocasiones angustiado, pero siempre infundiendo y difundiendo ánimo y confianza, y haciendo reír y, sobre todo, esperar a sus oyentes.

En los primeros tiempos, sabía que todo estaba perdido y que todo había que ganarlo, y la fuerza del insulto o del mote ofensivo, que también los había en sus charlas, infundía seguridad a sus oyentes: el que así se atrevía a hablar tenía que estar muy seguro de su impunidad para hacerlo tan duramente y con tanta altivez.

España entera aguardaba ansiosa las diez de la noche, hora en la que se oía el carraspeo de «El león de la Metro», y a continuación el «Buenas noches, señores» con que iniciaba cada charla, con aquella voz suya grave y sonora. Pemán decía que el general «pelaba la pava» todas las noches ante los micrófonos.

inventor de la guerra psicológica a través de las ondas de la radio. Recuérdese cómo fue utilizada posteriormente la radio, tanto por la resistencia como por los alemanes en la segunda guerra mundial….

 

Importantes debieron ser cuando cumplieron con su fin de desmoralizar a los rojos y enfurecer al gobierno de Madrid, hasta el extremo de imponer castigos que podían llegar hasta la pena de muerte a los que fueran encontrados oyendo Radio Sevilla.

Luego continuó un año con esas charlas tan criticadas ahora, pero que entonces necesitaban ser así; porque era la forma de reanimar y divertir un poco a la gente que permanecía en la zona roja. Y los miles y miles de testimonios de gracias que recibió de la gente, bien le compensaron del trabajo que se tomó. Todas las noches habló durante un año. Lo mismo cuando creía muertos en Málaga a todos nosotros, su mujer y tres de sus cuatro hijos, como luego, muchas veces desde el frente, donde le llevaban un camión con la emisora, después de un día agotador y triste, como lo son los de todas las guerras.

En zona roja se acuñó una frase: «Hace más daño que las charlas de Queipo de Llano.»

De todas partes de España llegaron gentes a Sevilla, bien desde los territorios liberados, bien aquellos que habían conseguido escapar del país y volvían a entrar por Sevilla, que pedían ver al general para darle las gracias por el ánimo y la esperanza que habían recibido a través de la radio.

 

Las charlas acaban en febrero del 1938, por orden del gobierno:

  «Hoy las charlas no tienen ya razón de ser. Se ha constituido un gobierno y a él corresponde todo lo que pueda haber sobre política nacional e internacional. Hay que tener en cuenta que a los militares nos está prohibido hablar sobre cuestiones políticas de ningún género cuando hay un gobierno constituido. Por eso me apresuré a decir que no hablaría más […]».

Por última vez, se asomó a los micrófonos el jueves 30 de junio de 1938:

 

  «Muchas veces, cuando me preguntaban por qué no las continuaba [las charlas], decía en broma: porque no me pagaban. Y aquella broma la pongo hoy en ejecución porque quiero que cuantos me escuchan y cuantos tengan conocimiento de esta charla me la paguen. Sí, señor, ha entendido usted bien: que me la paguen. Aunque, es claro, el producto no ha de ser para mí, sino para algo más elevado. […] Hay alguien que se quedó sin casa, que lo perdió todo, salvándose Ella únicamente por un verdadero milagro. […] Sí, la Virgen de la Esperanza, la Macarena hermosa que quedó sin casa porque fue destruida y lleva dos años errante, alojada aquí en la Universidad, en la casa de la ciencia pero lejos de La Macarena que la adora, que anhela el verla entre ellos […]. Nuestro óbolo para dotar a la Virgen de la Esperanza de un templo digno de Ella […]. En la seguridad de que todos han de contribuir a tal obra, les anticipo que queda abierta la suscripción […]. Es necesario reconstruir el Templo de San Gil y para ello ruego a todos que atiendan mi súplica y a todos expreso por adelantado mi gratitud. Sea, pues, señores, con este motivo tan hermoso, la última vez que por radio os diga, con toda la efusión de mi alma: Muy buenas noches, señores. Buenas noches».

 

Los actuales cofrades se lo han pagado sacando sus restos mortales de la iglesia.

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Sobre el mando único de Franco solo puede tener opiniones negativas, naturalmente. Lo del retoque por el hermano del texto en el que se nombraba “Jefe del Gobierno del Estado” es conocido:

… para examinar esta propuesta [sobre la Jefatura del Estado] fueron convocados los mismos mandos que estaban presentes en la primera reunión en San Fernando, el día 27 de septiembre…; preferían posponer la decisión durante algún tiempo, ya que cuando una semana antes acordaron, con la mejor voluntad, hacer a Franco jefe supremo militar, no había habido la menor insinuación de que también pudiera desempeñar poderes políticos.

Tras la marcha de todos los generales, Nicolás Franco corrigió el texto del decreto antes de ordenar imprimirlo, una vez efectuadas por el jurista José Yanguas Messía las correcciones que parecieron precisas para otorgar a Franco los máximos poderes.

 

Conocido este hecho, Cabanellas diría a Queipo: «No saben lo que han hecho. Si a Franco se le entrega España en estos momentos, la tomará como suya y ya no será posible sustituirle ni en la guerra ni después de ella.» Y el general Orgaz le diría a Queipo en numerosas ocasiones: «Qué error cometimos, Gonzalo; bien caro lo pagaremos.»

En una de las reuniones de generales, cuando se propuso la jefatura del general Franco, Cabanellas, enfadadísimo, dijo a mi padre por teléfono, ya que éste había vuelto a Sevilla:

  —¿Es que vamos a consentir nosotros que somos los más antiguos que nos mande ese mequetrefe? Yo al menos, no lo permitiré.

  Y sé que mi padre le contestó:

  —Mira, Miguel; tú puedes hacer lo que quieras. Yo no pretendo, en absoluto, ser el jefe, y como lo único que quiero es la salvación de España, me es igual quién sea el que lo consiga. Que se salve España, aunque la salve el diablo».

Tiempo después del atípico nombramiento de Franco, diría Queipo de Llano:

  —¿Y a quién íbamos a nombrar? Cabanellas no podía serlo, además de republicano, como yo, era masón, y todo el mundo lo sabía; a Mola no podíamos nombrarlo, desautorizado como estaba por los fracasos iniciales del alzamiento y de las dificultades de su campaña, y yo, por mi pasado, estaba muy desprestigiado. Franco, en cambio, que sabía manejar la propaganda a su antojo, había ido ganando puntos a los ojos de la gente con sus fáciles victorias.

En todo caso, el 15 de mayo de 1939 es ascendido a teniente general y el 5 de julio del mismo año es nombrado capitán general de Andalucía.

La ruptura defitiva con Franco, tras un discurso en que el gallo sevillano saca pecho, con razón, pero que no podía ser bien visto por el zorro ferrolano:

  En julio de 1939, las diputaciones y alcaldes de Andalucía y Badajoz rindieron un homenaje al general Queipo de Llano, que se celebró en la plaza de San Fernando de Sevilla. En él, el general, harto del clima que empezaba a respirarse en el país y de las mentiras oficializadas, pronunció el siguiente discurso, que reproduzco extractado:

 

… temo que ahora se diga que en Sevilla reinaba la paz octaviana de julio de 1936, que yo no vine a esta ciudad y que el que salió a la calle fuera quizá alguno que en dicha hora estuviera en la zona roja…

 

  Lee el recorte de un periódico en el que se dice que en realidad en esta lucha hubo dos grandes centros: al norte, Navarra tradicional, que levantó las innumerables milicias de requetés; al sur, Marruecos, que llevó a España el ejército que allí se encontraba.

 

  «Yo me limito a leer esto sin hacer comentarios. Pero me atrevo a decir que Andalucía, que Sevilla, fue la clave de la salvación de España.

 

  Sevilla fue algo así como la llave del cuadrilátero que forman Granada, Córdoba, Cádiz y Algeciras. Sevilla fue la cabeza. Sevilla dio órdenes para fortificar ese cuadrilátero, sin lo que no se hubiera podido efectuar el desembarco en Algeciras y sin Sevilla tampoco se hubiera podido efectuar el traslado de fuerzas por vía aérea. De Sevilla salieron las órdenes, sin las cuales no se hubiera podido llegar al desembarco del ejército de Marruecos.

 

  Después Sevilla se dedicó a requisar camiones y elementos para las fuerzas que avanzaban sobre Madrid, quedando ella sin nada.

 

  La primera vez que vi a Mola, después del Movimiento, en el mismo despacho del Generalísimo, me dijo las siguientes palabras: “Debo confesar a usted que en la noche del 19 de julio lo tenía todo preparado para huir a Francia; pero le oí por casualidad hablar por radio Sevilla, con aquella tranquilidad, y dije: No está todo perdido, es necesario resistir; es decir, sin radio Sevilla el Movimiento habría fracasado.”

 

  Los dirigentes de la CNT publicaron un libro en una de cuyas páginas se dice: “Las idioteces que decía por la radio el ex general Queipo de Llano nos hicieron más daño que el desembarco de las tropas de Marruecos.

 

  Digo por tanto que Sevilla fue la clave, pero no quiero ni regateo méritos a nadie. Conozco muy bien el Ejército español y sé que tiene jefes y oficiales brillantísimos y me emociono ante el recuerdo de esos oficiales provisionales que supieron morir a montones por la Patria, sirviendo de ejemplo a sus soldados. Reconozco los méritos de todos, pero no quiero que se me reste a mí, ni a mis compañeros, ni al pueblo de Sevilla, los méritos que tienen, que son tan brillantes como los que más».

Yo quería haberme sublevado en Madrid y tengo el presentimiento de que quizá las cosas hubieran ocurrido de manera distinta a como sucedieron, pero sin duda se decidió que alguien determinado debía estar próximo al Ministerio de la Guerra.

Después, en el transcurso de la guerra, de Sevilla han salido para el Ejército ciento veinte millones de cartuchos, un millón de proyectiles de artillería, ochocientas cuarenta mil granadas de mano y otra cantidad enorme de material bélico. Andalucía ha movilizado doscientos cincuenta y cinco mil hombres, de los cuales, más de cincuenta y cinco mil fueron a engrosar las filas del Ejército del Norte.

Y por tercera vez ha salvado Sevilla a España con la impulsión económica del país. Sin la siembra de Andalucía en el primer año de la guerra, sin la multiplicación de su ganadería que llegó a tener más contingente que en la época de paz, hoy España se encontraría en una situación más que desastrosa.

Yo no pedí la Cruz Laureada que creo merecer, por tres motivos: primero; porque ante el alzamiento convinimos con Mola en no pedir recompensas; segundo, porque entonces no tenía jefe superior a mí, y tercero, porque en enero de 1938 se me dijo que no se me daba la recompensa porque no pareciera obra de compadrazgo, que se me daría al formar Gobierno. Por eso no he hecho la petición.

A continuación pidió públicamente la laureada para la ciudad de Sevilla, al igual que se había concedido a otras ciudades, como Valladolid.

 

  Con este discurso disparó las iras de Franco y le dio el pretexto para librarse de él.

 

Una curiosidad:

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El llamaba continuamente y enviaba mensajes diciendo: “Tengo las fuerzas necesarias para tomar Santa María de la Cabeza. Puedo tomarlo, pido permiso para hacerlo.” Pero no se le permitió avanzar con sus tropas y salvar a los defensores del santuario, como habría sido su deseo, ya que sus superiores se lo prohibieron».

¿Será cierto? Y si fuera, ¿querría Franco con ello evitar la foto de Quepo liberando a este segundo Alcázar?

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