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Traducción de la respuesta del primer ministro húngaro Viktor Orbán al artículo de George Soros del 18 de noviembre. Publicada en About Hungary – PM Orbán: Europe must not succumb to the Soros network

Muchos creen que el primer ministro de un país no debe entablar una discusión con George Soros. Su razonamiento es que Soros es un delincuente económico porque ganó su dinero a través de la especulación, arruinando la vida de millones de personas e incluso chantajeando a economías nacionales enteras. Argumentan que del mismo modo que los gobiernos no deben negociar con terroristas, los primeros ministros tampoco deben debatir con delincuentes económicos.

Sin embargo, ahora me veo obligado a hacerlo, porque en un artículo publicado en el sitio web del Project Syndicate el 18 de noviembre (publicada en España en el diario El País, Unión Europea: Europa debe hacer frente a Hungría y Polonia | Opinión | EL PAÍS (elpais.com)), el especulador y multimillonario de origen húngaro George Soros dictó sus órdenes abiertas a los líderes de la Unión Europea. En su artículo les ordena que castiguen severamente a los Estados miembros que no quieran formar parte de un imperio europeo unificador bajo la bandera de una “sociedad abierta” global.

A lo largo de la historia, la fuerza de Europa siempre se ha derivado de sus naciones. Aunque de diferentes orígenes, las naciones europeas estaban unidas por las raíces comunes de nuestra fe. La base de nuestras comunidades fue el modelo familiar europeo, basado en las tradiciones judeo-cristianas. Fue la libertad cristiana la que garantizó la libertad de pensamiento y de cultura, y la que creó una competencia benigna entre las naciones del continente. Esta magnífica amalgama de contrastes convirtió a Europa en la principal potencia del mundo durante siglos de historia.

Cada intento de unificar Europa bajo la égida del imperio ha fracasado. Así, la experiencia histórica nos dice que Europa volverá a ser grande si sus naciones vuelven a ser grandes y resisten todas las formas de ambición imperial.

Grandes fuerzas se mueven una vez más para erradicar las naciones de Europa y unificar el continente bajo la égida de un imperio global. La red Soros, que se ha tejido a través de la burocracia europea y su élite política, lleva años trabajando para hacer de Europa un continente inmigrante. Hoy en día, la red Soros, que promueve una sociedad abierta global y busca abolir las estructuras nacionales, es la mayor amenaza a la que se enfrentan los Estados de la Unión Europea. Los objetivos de la red son obvios: crear sociedades abiertas multiculturales y multiétnicas acelerando la migración, y desmantelar la toma de decisiones nacionales colocándolas en manos de la élite global.

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La Unión Europea está sufriendo múltiples aflicciones: desde 2008 una crisis económica de unas proporciones no vistas desde hace generaciones; desde 2015 una crisis migratoria; y en 2020 una devastadora pandemia mundial. Europa todavía no se ha recuperado de sus crisis anteriores, por lo que el impacto de la pandemia de coronavirus tiene el potencial de provocar un sufrimiento aún mayor. Ya hay indicios de ello: en varios países la deuda pública, las tasas de desempleo y la situación económica general han alcanzado niveles críticos. La necesidad de una solidaridad europea, de que las naciones europeas se unan para ayudarse mutuamente, nunca ha sido mayor.

Durante todas estas crisis, este especulador, que se hace llamar filántropo, no consideró los intereses de los pueblos de Europa, sino que actuó en su propio beneficio. Es difícil de olvidar que atacó al florín húngaro y al banco más grande de Hungría en la crisis económica, y que planeó acelerar, distribuir y financiar el reasentamiento de inmigrantes durante la crisis migratoria; y ahora propone que los Estados miembros se castiguen unos a otros, en lugar de abrazar la solidaridad y la asistencia mutua.

La red dirigida por George Soros ha descartado cualquier duda que pudiera haber tenido sobre la injerencia abierta. Quiere presionar más que nunca a los Estados nación. Está enfrentando a los pueblos de Europa. El sistema operativo de la red es laberíntico y está presente en varios ámbitos de la vida pública. En la nómina de George Soros hay una larga lista de políticos, periodistas, jueces, burócratas y agitadores políticos que se hacen pasar por miembros de organizaciones de la sociedad civil. Y aunque el multimillonario acusa a todos sus enemigos de corrupción, él es el hombre más corrupto del mundo. Paga y compra a todo el que puede, y aquellos a quienes no pueda sobornar serán calumniados, humillados, intimidados y destruidos por la red a través de su arma formidable: los batallones de medios de la izquierda.

Muchos burócratas de alto rango de la UE están trabajando con la red Soros para crear un imperio unificado. Quieren construir un sistema institucional que, bajo la égida de la sociedad abierta, busque forzar una forma de pensar unificada, una cultura unificada y un modelo social unificado sobre las naciones libres e independientes de Europa. Buscan rescindir el derecho de cada pueblo a decidir su propio destino. Este es también el propósito de su propuesta del “estado de derecho”, que, de hecho, no reconoce el estado de derecho sino la fuerza. Sería más honesto llamarlo el “gobierno de la mayoría”.

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Las diferencias entre nosotros son obvias. Soros quiere una sociedad abierta, mientras que nosotros queremos una sociedad segura. Según él, la democracia solo puede ser liberal, mientras que nosotros creemos que puede ser cristiana. Según él, la libertad solo puede servir a la realización personal, mientras que nosotros creemos que la libertad también se puede utilizar para seguir las enseñanzas de Cristo, para servir a tu país y para proteger a nuestras familias. La base de la libertad cristiana es la libertad de decidir. Esto está ahora en peligro.

Nosotros, en la parte oriental de la UE, sabemos muy bien lo que significa ser libres. La historia de las naciones de Europa Central ha sido una lucha incesante por la libertad contra los grandes imperios, una batalla repetida para ganar nuestro derecho a decidir nuestros propios destinos. Tenemos una amarga experiencia de primera mano de que todo esfuerzo imperial trae esclavitud. Aquí todavía quedan bastantes de la generación de los luchadores por la libertad – en el antiguo bloque oriental, de Estonia a Eslovenia, de Dresde a Sofía – que pueden recordar personalmente lo que es oponerse a la tiranía, el estado de hecho y su versión comunista: intimidación, ruina material y moral, abuso físico y mental. No queremos más de eso.

Los líderes occidentales, que han vivido toda su vida en un mundo de libertad heredada y estado de derecho, deben escuchar ahora a aquellos que han luchado por la libertad y que, basándose en sus experiencias personales, pueden distinguir entre el estado de derecho y la tiranía o estado de hecho. Esos líderes occidentales deben aceptar que en el siglo XXI no entregaremos la libertad que luchamos para alcanzar a finales del siglo XX.

La batalla a favor y en contra del nuevo imperio de Bruselas aún no se ha decidido. Bruselas parece estar capitulando, pero muchos Estados nación siguen resistiendo. Si queremos preservar nuestra libertad, Europa no debe sucumbir a la red Soros.