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Esta es la tercera parte del repaso al libro Pilar Primo de Rivera: Recuerdos de una vida. Las partes anteriores están aquí.

Capítulo VII. La zona nacional – Salamanca


En Sevilla, y a poco de llegar, nació una niña de la que yo fui madrina, y a la que, en recuerdo de su padre muerto, se le puso por nombre María Fernanda. Las niñas con nombre de varón en femenino, las Fernandas, las Alfonsas, las Leopoldinas, fueron las hijas nacidas después de los asesinatos de sus padres.

No conocía ese detalle, por eso lo consigno.

Sobre el rescate de José Antonio:

Agustín Aznar… ya libre, se trasladó a Salamanca para intentar la liberación de José Antonio con aquiescencia del Caudillo, que le había dado el dinero necesario para la operación. Por eso no es verdad todo lo que se dice de que el Caudillo no tuvo interés en liberar a José Antonio. Agustín llegó con ese dinero hasta Alicante, con la idea, de acuerdo con el cónsul alemán von Noblock (sic), y muy ayudado por los camaradas de Alicante Carmen y Matilde Pérez, de sacar de la cárcel a José Antonio mediante soborno… pero fue descubierto y hubo que abandonar la operación. El relato de esta odisea figura en la revista Historia 16, de 1 de mayo de 1976, firmado por el historiador Ángel Viñas, y sobre todo, lo confirma el propio testimonio de Agustín Aznar. Según este, Franco hizo una gestión directa con el almirante jefe de la flota alemana del Mediterráneo para que fuera puesto a disposición de los falangistas mandados por Agustín Aznar, que iban a realizar la operación, el cazatorpederos Iltis y un millón de pesetas que por orden suya les proporcionó Queipo de Llano.

Asimismo, algunas personalidades intentaron gestiones diplomáticas para salvar a José Antonio de la cárcel, entre ellos Eugenio Montes, por medio del conde de Romanones, en comunicación con el gobierno de París. Hizo, asimismo, una gestión la princesa Bibesco con Azaña, quien le contestó de la siguiente y sorprendente manera: “Que sentía muchísimo la situación de José Antonio Primo de Rivera, por quien no podía interceder, pues él también era un prisionero”.

Sobre sus más y sus menos con Mercedes Sanz Bachiller, educadamente tratados:

Por aquel entonces estaba en Valladolid Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, mujer dotada de muy buenas cualidades y, muy segura de sí misma, empezó en cierto modo a agrupar a la Sección Femenina. Tenía la facilidad de haber estado siempre en Zona Nacional, lo que le había permitido organizar la de Valladolid e influir en otras provincias limítrofes. Al llegar yo a Salamanca, me encontré con ese problema que se crea a veces en periodos de crisis, y que no siempre es efecto de la mala voluntad, sino de deseos de servir. Por otro lado, en un viaje que Mercedes Sanz Bachiller hizo Alemania había estudiado allí la organización del Partido Nazi y algunas de sus facetas, entre estas el Auxilio de Invierno, que se llamó después Auxilio Social, y lo estableció en la España liberada. Fue sin duda, el Auxilio Social una gran obra que vino a resolver muchos problemas en la retaguardia nacional. Más tarde creó también el Servicio Social de la Mujer, que obligaba a todas las mujeres a dar seis meses de servicio a España en comedores, hospitales, oficinas, etcétera… Una especie de servicio militar femenino, con algunas excepciones. Este servicio debía cumplirse entre los 17 y los 35 años. Estas dos organizaciones estaban, naturalmente, nutridas por mujeres, de manera que si no dependían de la Sección Femenina esta tenía, en cambio, y controlaba las mujeres de que se nutriría, y, por lo tanto, gran parte de la Sección Femenina se convertía por el momento en sólo un fichero con el que proporcionar camaradas Auxilio Social y al Servicio Social; ya que, por otro lado, Frentes y Hospitales que agrupaba igualmente mujeres dependía también de una delegación aparte, dirigida por María Rosa Urraca Pastor, valiosa persona perteneciente a la Comunión Tradicionalista.

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Todo esto suponía dificultades para la Sección Femenina, y había que usar mucha diplomacia, pero, al mismo tiempo, una tenacidad insobornable para poner las cosas en su sitio y devolver a cada cual su contenido.

Ya se sabe que no puede haber dos primadonas en una fiesta, porque se arma.

Primer Consejo Nacional de la Sección Femenina:

Después, por una circular a todas las provincias de la España Nacional, organizamos el Primer Consejo Nacional, que tuvo lugar en la misma Salamanca. Se inauguró el 6 de enero de 1937… y como aún no se sabía de la muerte de José Antonio, acabé con las esperanzadoras palabras del Salmo: “Mil saetas caerán a tu diestra y a tu siniestra diez mil, más ninguna te tocará, porque Él mandó a ti sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos…”

Capítulo VII – La unificación

Así lo cuenta:

Mientras todo esto ocurría yo estaba con Marichu de la Mora visitando las provincias de Galicia y León, y en León fue donde, a través de la radio, nos enteramos de lo que sucedía, y, la verdad, nos sentó muy mal, sobre todo porque aún no sabíamos a ciencia cierta la muerte de José Antonio; se le seguía considerando el Ausente, y esa sustitución, aunque fuera por Franco, en la Jefatura de la Falange no nos gustó nada. Franco seguramente conocía ya el asesinato de José Antonio, a que ha sido el 20 de noviembre de 1936, y por eso lo hizo…

Marichu y yo, inmediatamente después de oír por la radio la noticia de la Unificación, salimos flechadas para Salamanca, que encontramos toda en ebullición por este motivo, y decidimos oponernos también nosotras… Empujado quizá por todos los falangistas, entre ellos por mí, Hedilla se volvió atrás y eso le costó el cese y la cárcel….

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A Hedilla ya lo visité en la cárcel de Palma. Algún día habrá que hacer a Hedilla la justicia que se merece, porque fue fiel a sus ideas y el tiempo que actuó al frente de la Falange lo hizo con sinceridadDespués comprendimos que posiblemente Franco llevaba razón; la guerra había que ganarla, y toda división interna era un tremendo inconveniente.

Un resumen bastante ponderado, sin demasiados detalles y sin tratar de buscarle tres pies al gato ni ajustar cuentas a deshora. Bien como forma elegante de tratar un episodio penoso, aunque no aclare nada a los historiadores.

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