27/04/2024 23:53

Kindelan

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Aquí puedes leer la 1ª parte

 

Las fotos muestran a la reina Victoria Eugenia presenciando la preparación de un dirigible, y al Rey Alfonso XIII con mi abuelo antes de despegar. Unos años más tarde la siguiente foto muestra al Rey con mi abuelo y otros oficiales.

Kindelan

La relación de mi abuelo con los reyes llegó a ser muy estrecha. Unos días antes de su exilio mi abuelo visitó a Alfonso XIII a instancias de la reina, según recoge el autor en este libro, encontrándolo muy deprimido.

En cuanto a su amistad con Emilio Herrera, esta también fue muy estrecha y familiar reuniéndose ambos matrimonios con frecuencia,

visitando sus hijos los hogares de ambos para estudiar o pasear. La guerra civil encontró a ambos amigos, con sus familias, en campos enemigos, uno dirigiendo la aviación nacional y el otro la roja. Las cartas que cruzaron Emilio Herrera y mi abuelo, después de que el caza que pilotaba su querido Piquiqui, hijo de Emilo Herrera, fuera derribado por la aviación nacional, (cartas que también recoge el autor en este libro), siguen haciéndome llorar. Llorar por Piquiqui, y por todos los muertos en esa tristísima y trágica Guerra Civil.

¿Podría haberse evitado esa guerra? A mi juicio, solo eliminando los cien años de la historia que la precedieron.

Voy ahora a dar mi opinión sobre la actuación de mi abuelo en la guerra civil, opinión que el libro del General Sánchez Méndez me ha permitido concretar.

No hay duda que mi abuelo era un hombre del “Ancienne Regime”. Es decir un firme partidario de la monarquía, a lo que contribuyó su amistad con el rey Alfonso XIII, monarca fascinado con la aviación. A los pocos días de la salida del rey, mi abuelo, con su mujer y cinco hijos, también salió de España, estableciéndose en Suiza donde consiguió empleo en la fábrica Saurer cerca de Arbon.

Durante muchos años anduve en la creencia que mi abuelo no volvió a España hasta poco antes del Alzamiento, teniendo un papel más bien pasivo en la gestión del mismo. Hoy tengo claro, gracias a este libro, que mi abuelo, tuvo un papel crucial en la preparación del alzamiento, habiendo vuelto a España en 1934. De hecho se convirtió en la mano derecha de Mola, aprovechando su carácter de civil, pues fue dado de baja y despojado de todos sus cargos y honores al exiliarse.

Viajaba por España en coches prestados por Carlos Salamanca en compañía de su hija Dolores, como un turista más, encontrándose con Mola, Varela, Galarza, y Fanjul, Cabanellas, y demás líderes y posibles colaboradores del alzamiento en casas o tabernas a pie de carretera ̧ viviendo según nos dice el autor “Innumerables peripecias y aventuras, para eludir la vigilancia de que era objeto.”

Sí, mi abuelo, con ese aspecto de profesor despistado, fue un conspirador….., y un conspirador muy activo. Coordinaba en todo con Mola, el “Director”, y como relata el autor, este tenía previsto que, en cuanto declarara el alzamiento Kindelan ….

“Kindelsn se hará cargo de unas tropas en Aranda de Duero y con ellas debe marchar al Puerto de Somosierra, para apoyar a una guerrilla de Renovación Española en la defensa de ese Puerto.”

Franco había dado a Mola su adhesión al alzamiento, y Mola le había pedido que se hiciese cargo del ejército de Marruecos, encargando a Kindelan la contratación de un avión en Inglaterra que recogiese a Franco en Canarias y lo llevase a Tetuán. La descripción de lo acontecido en estos días resulta trepidante, desbancando en emociones a las que pueden resultar cualquier película de acción.

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El 13 de Julio Franco envió un telegrama, “Geografía poco extensa”, que indicaba que, por la razón que fuera, no se uniría por ahora al alzamiento, por lo que Mola tuvo que cambiar sus planes pidiendo al general Sanjurjo que volara de Lisboa a Marruecos para hacerse cargo del Ejercito de África.

El asesinato de Calvo Sotelo esa misma noche, hizo a Franco reconfirmar su adhesión inmediata al alzamiento; y el lamentable, pero oportun,o accidente del jefe militar de Tenerife, Amado Balmes, le permitieron cruzar de su confinamiento en Las Palmas a Tenerife para asistir al funeral de su colega,lo que facilitó su embarque en el Rapid. Asi que el 18 de Julio de 1936, Franco ya estaba en su puesto de General en Jefe del Ejército de África.

Mientras tanto, Mola había decidido destacar a Kindelan a Cádiz para que hablara con el Capitán de Navío Ruiz de Atauri, (segundo jefe de la base naval de Cádiz y adicto al alzamiento), sobre el transporte de las tropas de Franco a la península.

Desde Cádiz, Kindelan, pasó clandestinamente a Gibraltar dando cuenta del alzamiento al gobernador inglés, y hablando luego desde Algeciras telefónicamente con sus contactos en Roma y Berlín, para pedir a esos

gobiernos el envío inmediato de aviones para realizar el transporte del ejército de África.

El 19 de Julio, Kindelán viajó de Cádiz a Ceuta en un hidroavión donde se reunió con Franco, pasando luego a Tetuán donde se haría cargo de los aviones de la base, dando comienzo a su mandato como Jefe de la Aviación Nacional, y a una estrechísima relación con el que sería Generalísimo. Así terminó su labor de conspirador y organizador del Alzamiento y empezó la de Jefe de la Aviación Nacional. En palabras de Kindelan, que recoge el autor,

“Los divinos designios, al cambiar el destino de la guerra, llevándome al lado de Franco, en vez de lo acordado,, de combatir a las órdenes de Mola, me proporcionaron el honor de colaborar estrecha y lealmente con el que habría de ser Jefe del Estado y Caudillo de nuestros ejércitos. Durante dos años largos raro fue el día en que no hemos estado reunidos varias horas, íntegramente dedicadas a la guerra…”

Estos dos personajes tenían personalidades parecidas; eran prudentes y analíticos, nada dados a gritos ni aspavientos. Características que combinadas con su patriotismo, religiosidad y su experiencia militar, permitió que entre ambos hubiera una comunicación continua clara y eficaz, que sin duda fue una de las claves de la victoria militar.

La guerra civil fue una gran guerra, la mayor que ha visto nuestra nación. Una guerra que movilizó a cientos de miles de combatientes y gran cantidad de armamento moderno, incluyendo centenares de aviones. Guerra en la que el lado nacional empezó teniendo, sobre el papel, poca o ninguna posibilidad de éxito, por lo que la victoria final debió de significar una gran inyección de moral a los vencedores, y en particular a Franco y a mi abuelo

La siguiente foto muestra al Jefe del Aire con el Generalísimo en plena campaña.

Kindelan

Al pensar en todo esto, comprendo que mi abuelo tuviera una visión muy propia de la guerra civil; de alguna forma fue su guerra, y de alguna forma él la ganó. Claro que al conspirar lo hizo bajo Mola y en la guerra luchó bajo Franco. Pero las acciones que permitieron el alzamiento primero, y la victoria después, en gran parte fueron suyas, pues su papel de conspirador fue fundamental, y la aviación, su aviación, tuvo un papel decisivo en esa victoria.

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Mi abuelo, como monárquico de la antigua escuela quiso poner esa, su victoria a los pies del rey, entregándole de nuevo el trono y auspiciando su vuelta a Madrid. Esta actitud planteada abiertamente al Caudillo motivó una serie de cruces entre él y Franco, (recogidos en este libro), que me resultaron interesantísimos, pues en un momento dado, Franco llegó a decir que estaba también un poco harto de todo y que se lo pensaría pues quizás mi abuelo tenía razón.

Pero cuando Franco levantó la cabeza vio que España estaba arrasada y se había convertido en un erial. ¿Quién podría levantarla? ¿Debería entregar el poder a una monarquía desprestigiada, como la que había terminado renunciando, exiliándose? ¿O a políticos de una democracia, democracia que lamentablemente había sucumbido a las violentísimas pasiones de una izquierda imbuida en odios y resentimientos que tan triste recuerdo acaba de dejar?

Franco sabía que su poder era un inmenso capital; y sabía que nadie había tenido tanto en España desde Felipe II. Un capital que bien administrado podría cambiar al país y a su sociedad.

Franco decidió aprovechar ese poder cuidándolo y manteniéndolo durante cuarenta años sin aflojar la mano, una decisión que permitió la gestión de una nueva sociedad española durante ese tiempo, que al morir él, salió a volar como una crisálida, ahora libre mariposa, sana y fuerte y llena de ganas de vivir, de seguir construyendo su futuro, ahora sin restricciones. Un logro portentoso que nunca se ha reconocido debidamente y que ahora se trata de ocultar bajo la miserable alfombra de la Ley de Memoria Democrática.

La disparidad de puntos de vista apartó a mi abuelo del Caudillo, y muy pronto después de la Victoria empezó a desmarcarse del régimen, siempre planteando sus discrepancias de forma abierta y leal a Franco, pero procurando favorecer los intereses de la monarquía. Colaboró en ello con su gran amigo el Infante de Orleans, lo que costaría a ambos confinamientos y marginaciones. Pero aunque mi abuelo se sintió decepcionado por Franco, este siempre le guardó respeto y admiración.

Termino agradeciendo al autor, este gran trabajo, que lamentablemente no ha merecido el apoyo del Instituto de Cultura del Ejército del Aire como fue el caso de sus anteriores biografías. Agradecimiento debido, también por la minuciosidad y rigor de la biografía, y por la recopilación de interesantísimas fotografías que jalonan el texto.

Por último, vaya por delante por delante mi agradecimiento también a los que decidan hacerse con este libro.

Gracias por su atención en mi nombre, en el del autor y en el de todos los descendientes del General Kindelan.

Kindelan
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