11/05/2024 12:03

Kindelan

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Esta noche me cabe un doble honor;

Primero presentar al autor, el General de División del Ejército del Aire, Excmo señor D. José Sánchez Méndez, aquí presente: y segundo hablar de su magnífica biografía de mi abuelo Alfredo.

Mi general es un muy laureado aviador y prestigioso historiador, como recoge la biografía impresa en la contraportada de su libro sobre mi abuelo.

Su palmarés es extenso, y da para otra muy interesante biografía, pero la falta de tiempo me lleva a mencionar solamente los puntos que me han parecido más relevantes de ese palmarés.

Ingresó en la Academia General del Aire en 1955, apadrinando al príncipe Juan Carlos durante el año en el que el príncipe que pasó por la academia. Piloto de caza y ataque, estuvo destinado en la Base de Torrejón de Ardoz donde pilotó los cazas F 86 y F 104. Es Diplomado de Estados Mayores Conjuntos, con la más alta calificación del curso, y lo es también de la Escuela de Inteligencia de Defensa de los Estados Unidos, y del Royal College of Defense Studies inglés.

Desde 1988 hasta 2001 fue miembro del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.

Fue Presidente del Grupo de Trabajo del Acuerdo de Coordinación de Defensa con la OTAN, ocupando diversas jefaturas, siendo nombrado Jefe del Estado Mayor del Mando Aero del Centro, y Jefe del Sector Aéreo de Madrid.

Pasó a la reserva en 1996, siendo nombrado Director de la Revista Aeronáutica y Astronáutica y posteriormente, Director del Instituto de Historia y de Cultura Aeronáuticas, y Jefe del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire.

Es autor o cooautor de una docena de libros entre los que destaco sus biografías de los aviadores Juan Ignacio Pombo, y Joaquín Collar Serra.

El interés del autor por Alfredo Kindelan viene de lejos, pues como él dice,

La losa de silencio que cayó sobre su persona después de su muerte, en 1962, sirvió de acicate para que investigase a fondo toda su trayectoria…

Evidentemente esa investigación llevó al autor a apreciar vivamente a su investigado, aprecio que se materializó en la Cátedra Alfredo Kindelan, instaurada en 1996 a propuesta del General Sánchez Méndez. Hoy asisten aviadores de todo el mundo a los cursos patrocinados por esa cátedra.

Con el tiempo los hechos constatados en diversos archivos fueron animando al autor a plantearse la confección de la biografía del general Kindelan, ofreciéndose su compañero de armas mi querido primo el Coronel Alfredo Kindelan, a ayudarle con verificaciones y anécdotas. Mi primo Alfredo, también nieto del general, lamentablemente falleció en el año 2018. Pero dejó escrito el prólogo que tenemos en la página 11 del libro, en la que adelanta unas pinceladas de lo que fue la vida de nuestro abuelo.

Estos renglones dan idea de lo que ha sido la vida de José Sánchez Méndez, una vida marcada por cuatro amores; su amor a España, su amor a la aviación, su amor a la Historia, y su amor a Teresa y su familia.

Es todo un privilegio para mí y para la familia Kindelan que nuestro bravo piloto de caza, y apasionado historiador, haya centrado su objetivo en mi querido abuelo Alfredo, para escribir la profunda y detalladísima biografía que recoge el magnífico libro que ahora paso a comentar,

Pero antes de seguir quisiera pedirles un sentido aplauso para mi querido y admirado General D. José Sánchez Méndez.

Y ahora paso al segundo honor que me cabe esta tarde y que es comentar el libro del general Sánchez Méndez, y compaginar su texto con mis propios recuerdos e impresiones; pues tuve la suerte de tratar con frecuencia a mi abuelo, al vivir ambos en pisos diferentes del mismo edificio. Alfredo enviudó en 1946, viviendo después con su hija Dolores, mi tía Lola, entonces soltera. Muchas tardes, dos o tres a la semana, bajaba yo a su casa a merendar y a disfrutar con los relatos de sus aventuras; primero como joven estudiante de la Academia de Ingenieros

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de Guadalajara, y luego con sus apasionantes relatos de ascensiones y competiciones en globo. Sus descripciones de su naufragio en el mediterráneo en 1907, y su participación en la copa Gordon Benett de 1906 en París, ambos episodios estupendamente relatados en este libro, me fascinaban tanto, que nunca quedaba satisfecho con lo que me contaba en la hora y pico que le visitaba.

¿Abuelo, y se terminó de hundir el globo? ¿Lo recuperaron? ¿Pasaste mucho frio? ¿Te quitaste los zapatos?… Y siempre quedaban preguntas sin contestar, que guardaba para la próxima visita.

Mi abuelo nunca me habló de su infancia en Cádiz, pero no cabe duda que fue feliz. Además fue muy buen estudiante como atestiguan sus notas de 1892. Sobresaliente en line. Su aplicación le valió ser admitido, en 1893, con catorce años en la Academia de Ingenieros de Guadalajara.

Así como mi abuelo me habló mucho de sus paseos, más bien viajes, a caballo, nunca me habló de sus novias de juventud, por lo que he disfrutado mucho sus comentarios sobre las mismas que recoge el autor en este libro. Otra cosa que incluye el autor es la extensa autosemblanza que escribió mi abuelo, ya en los últimos años de su vida, y que permite conocer su personalidad a fondo. Esa autosemblanza y los recuerdos de mi abuelo sobre sus novias de juventud estaban entre los documentos que se entregaron al Archivo del Ejercito del Aire al morir mi abuelo, textos que yo y mis primos solo hemos conocido a través de este libro.

También hablé mucho con mi abuelo de su decisión de cruzar el Canal de la Mancha durante la noche en la carrera Gordon Benett de septiembre de 1907, y de su aterrizaje, mejor “enganchaje” pasadas las diez de la noche, en un árbol en medio del campo inglés, cerca de Chichester. Una carrera en la que participaron 17 globos, (dos españoles, mi abuelo y Emilio Herrera) y cuya salida en la Plaza de la Concorde de Paris presenciaron según los periódicos de la época más de 100.000 personas,

Me contó mi abuelo que cuando consiguió bajar de la barquilla, le pareció ver a la tenue luz de la luna a un señor vestido de frac que se le aproximaba; al acercarse se dio cuenta que su comité de bienvenida era una vaca…

En la foto, tomada unos años más tarde están de pie Emilio Herrera y detrás de mi abuelo.

Como he dicho, mi abuelo también me hablaba de lo mucho que le gustaba cabalgar, por lo que cuando era estudiante en la academia de Guadalajara venia frecuentemente a caballo a Madrid a visitar a su madre.

Según fui creciendo, mis intereses se hicieron más técnicos y pasé muchas horas hablando con el de su experiencia con dirigibles y especialmente con el diseñado por Torres Quevedo, experiencias cubiertas de forma muy amena en este libro. También hablamos sobre sus experiencias como piloto, y su valoración de los diferentes tipos de avión que pilotó, desde que obtuvo su título, señalado con el número 1 en 1911, hasta que fue derribado en Marruecos en 1923. Pilotó una gran variedad de aviones y fue comprobando “en carne propia” la rapidísima evolución de la tecnología aeronáutica. Entre el Farman de la foto de 1911, y el Breguet de 1921 solo han pasado 10 años.

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En 1923 durante la guerra de Marruecos, un Breguet capotó al aterrizar con mi abuelo herido, y el avión resistió bastante bien el golpe; un Farman se habría hecho astillas.

Kindelan

Como digo, mi abuelo no me contó mucho de la guerra de Marruecos, en la que participó intensamente, como recoge detenidamente este libro, habiendo realizado más de 400 misiones como piloto en apoyo al ejército de tierra. Solo me habló de la vez que lo hirieron cuando iba de observador, debiendo el piloto realizar un aterrizaje forzoso a pocos metros de la línea enemiga, capotando su avión aparatosamente.

La bala que hirió a mi abuelo, le entró por la espalda y salió por el cuello provocando una fuerte hemorragia, pero sin dañar ningún hueso u órgano vital. Los camilleros que fueron a buscarle se llevaron al piloto, magullado pero no herido, pero oyendo las balas silbar, y viendo el estado en que parecía estar mi abuelo, uno de ellos le dijo al otro “Vámonos con este solo, que el otro está tieso”. Mi abuelo acababa de recuperar el conocimiento y oyó esas palabras, a lo que contestó tan fuerte como pudo; “¡Que te crees tú eso!!” Lo que posiblemente le salvó la vida.

La siguiente foto muestra a mis abuelos con su familia junto al Infante Alfonso de Orleans. Mi padre, Ultano es el gordito que se ve casi escondido detrás de su hermano pequeño, el que sería mi tío Manolo

Aparte de hablar de sus experiencias como piloto de globo, dirigible, y avión, a mi abuelo le gustaba hablarme de personajes históricos como Viriato, o la reina Leonor de Aquitania. Su admisión a la Academia de la Historia le hizo mucha ilusión, y recuerdo que no se perdió una sola de sus sesiones, que entonces se celebraban los miércoles por la tarde. Aunque muy lamentablemente los valedores de la censura del régimen prohibieron a la Academia que le permitiera dar su discurso de admisión, titulado “Acabdilladores y Huestes”, seguramente porque esos valedores interpretaron que era una crítica a Franco. Algo absurdo como cualquier lector podrá comprobar, pues el discurso está incluido en las últimas páginas de este libro.

Mi abuelo nunca me habló de la guerra civil. Era, como admite en su autosemblanza, reservado y poco hablador; ahora que lo pienso quizás fui yo la persona con quien tuvo mayor comunicación, pero la diferencia de edad le haría pensar que era mejor limitar sus relatos a experiencias deportivas y aviadoras. Tampoco me habló de sus relaciones con los tres personajes, que fuera de su familia, fueron los más importantes de su vida, es decir, Francisco Franco, el Infante Alfonso de Orleans, y Emilio Herrera; y en otro nivel pero también muy importante su relación con los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Supe de estas relaciones sobre todo por mi padre. Además la amistad de mi abuelo con el Infante se había transmitido a toda la familia, y los hijos y nietos de ambos llegaron, llegamos, a ser grandes amigos…Continuará

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