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¿Se han fijado ustedes en que en ni uno solo de los anuncios de televisión de estas fechas navideñas aparece un belén en ni una sola de las casas que salen? Y tampoco en ningún anuncio ni programa de televisión se oye la sintonía ni se oye a nadie cantar ninguno de los tradicionales villancicos españoles de toda la vida, los que siempre habíamos oído y cantado, Campana sobre Campana, Los peces en el río, la Marimorena y tantos y tantos otros. En su lugar, eso sí, oímos una amplia gama de canciones navideñas en inglés, casi ninguna de las cuales evoca la adoración al Niño, sino mensajes sensibleros meramente mundanos. Y por supuesto, anuncios como el tan recordado de las muñecas de Famosa, hoy son imposibles (¿Les acusarían de odio por no tener en cuenta la “diversidad”?)

Es obvio que todo esto no puede ser casualidad. El Sistema, por el contrario, permite y fomenta la omnipresencia simbólica de los árboles de Navidad (no molestan al Sistema por su origen extranjero, en este caso nórdico y por carecer de significación religiosa aparente, incluso parecen transmitir una cierta sensación de adoración pagana a la naturaleza) y del famoso Papá Noel. Por el contrario, la presencia de los entrañables Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, tan populares siempre en España, también está prácticamente proscrita en los medios de comunicación y en la publicidad desde hace algunos años. Parece evidente que el Sistema que gobierna nuestro país actualmente y de hecho, gobierna casi todo el mundo occidental, no tiene ningún interés en evocar la Epifanía del Señor y a unos personajes que fueron a adorar al recién nacido Jesús a la cueva de Belén (ni siquiera siendo negro uno de ellos)

No obstante, los Reyes Magos han resultado ser un hueso duro de roer para el NOM.  Los Reyes Magos disponen de una importante baza a su favor que hace muy difícil su “cancelación”: su fecha, el 6 de Enero justo al final de las vacaciones navideñas, es ideal. Hace que los niños difícilmente se vayan a conformar con que el Papa Noel les traiga sus regalos únicamente el 25 de diciembre y a no recibir más regalos en una fecha posterior. Como es normal y natural, los niños (y no tan niños) quieren cuantos más regalos mejor. Eso es lo que hace que todavía existan las Cabalgatas de Reyes y sea imposible evitar algunas campañas publicitarias para esa fecha y, en general, que se hable de ella públicamente. Pero los intentos de cancelación de los Reyes Magos van a seguir de una forma u otra, Ya hemos visto, por ejemplo, la transformación de algunas Cabalgatas de Reyes en desfiles de gnomos, elfos e incluso personajes de Star Wars, como intentó Carmena en Madrid hace unos años.

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Lejos quedan los años de nuestra infancia, incluso los que fuimos niños en los 80, cuando todavía sobrevivía mucho cristianismo ambiental y las Navidades aún eran, en buena medida “como Dios manda”. Es cierto que, afortunadamente, el pueblo no sigue tan a rajatabla las consignas de ingeniería social como les gustaría a nuestros siniestros gobernantes. Mucha gente, quizá la mayoría, aún pone el Belén en casa o por lo menos algún tipo de Nacimiento. Aún hay ferias y concursos de belenes y pesebres (aunque cada vez menos y con poca publicidad). Mucha gente canta en algún momento en casa o busca en internet (ya que no salen en televisión) para poner a sus hijos, los villancicos más tradicionales, (por ejemplo, Campana sobre Campana tiene millones de visitas).  Y los Reyes Magos, fieles a su cita, siguen trayendo regalos en la gran mayoría de hogares españoles, el 6 de enero.

Pero la ingeniería social no descansa y siempre piensa en las generaciones futuras. Es una evidencia que el proceso de creación de una Navidad sin Dios convertida únicamente en una parodia pseudo sensiblera, orientada al consumismo desenfrenado, con una extraña y grotesca figura de un viejo vestido de rojo como símbolo por antonomasia, está ya muy avanzado. Por supuesto nadie habla de lo que realmente se conmemora, ni de las Misas, como la del Gallo, tan vinculadas a estas fechas entrañables.

 No dejemos morir nuestras tradiciones y luchemos por ellas, haciéndolas visibles no sólo en casa sino en todos los entornos que podamos.  En el fondo de lo que se trata es de la lucha por que no muera nuestra alma.

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Rafael María Molina
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