Medio siglo de enanos. Por Francisco Bendala Ayuso

¿Pero quién te crees que eres para dar lecciones de nada, mostrenco? Un sujeto capaz de una generalización tan pueril como decir decir que los que se fueron en el 39 eran brillantes, cultos, leídos, viajados, estudiosos, y los que se quedaron eran pobres de mente y espíritu, solo demuestra un entendimiento muy romo, y una vanidad tan grande como injustificada.
Los que se quedaron fueron los que levantaron España con su esfuerzo, su ilusión y su tenacidad. Fueron ellos los que hicieron que el régimen funcionara y diera frutos. Tristemente, fueron sus descendientes lo que , a finales de los 60, se dejaron seducir por los cantos de sirena de los criminales socialistas, comunistas y separatistas que se hacían pasar por pobrecitos demócratas apaleados por el tirano Franco. La España del Movimiento, la única España verdadera, sucumbió porque los hijos de los vencedores regalaron la victoria de la guerra civil a los perdedores, quizá llevados por un complejo de Edipo, o simplemente por irresponsabilidad y estupidez.
Y no te engañes. El verdadero creador de Vox ha sido el cobarde traidor Mari Ano. Si el PP hubiese derogado las leyes de ZP y combatido al separatismo Vox nunca hubiese nacido.

Que no engañas a nadie, majadero. Vox surgió como reacción a la cobardía y traición de Mari Ano. Y la exhumación de Franco y Primo de Rivera no tiene como fin hacer que los que viven en el 36 voten a Vox, sino atraer el voto de los que viven en el 39 en el bando perdedor.
Hala, vete a pastar, pero al menos habrás aprendido que la pedantería y la presunción no venden no venden.

Por supuesto que los rojos (los líderes, se entiende) no eran lo que dice este tal No-binario-agenda-2030, sino todo lo contrario, aparte de genocidas, criminales, delincuentes, analfabetos profundos, impíos, depravados, degenerados y necios como ellos mismos en no pocos casos reconocieron (ahí está Pío Moa o Ricardo de la Cierva para recordarlo valientemente, que, por cierto, se quedan cortísimos exponiendo la verdad de los hechos porque las amenazas que han recibido y recibe el primero no creo que sean mero «cuento»). Tuvieron y tienen su tiempo como Judas Iscariote tuvo su hora, la más oscura. Pero son muy ilusos si piensan que esto no va a acabar nunca. Que ni lo sueñen, ni unos ni otros. No obstante y que quede claro a todo el mundo, los pobres de espíritu, los humildes, son bienaventurados ante Dios. Así lo enseñó Jesucristo (véase las bienaventuranzas). Ojalá fuéramos los españoles pobres de espíritu, es decir, humildes. Porque el humilde reconoce sus errores. Y ese es el primer paso para mejorar. Ser pobre de espíritu es propio del humilde, que, por supuesto, es mejor que el soberbio, y mucho más sabio, porque humildad y sabiduría van de la mano, se quiera o no reconocer.

Por otra parte, efectivamente, hubo, como ud. bien señala, un cambio que se obró durante el Régimen de Franco entre la generación que había hecho la guerra (incluidos los rojos que aquí se quedaron, inmensa mayoría, que acabaron aclamando a Franco, que les trajo el pan y el bienestar verdadero, no la palabrería inmunda, y arrepentidos de haber apoyado a los rojos) y soportó el coste de sangre y sacrificio de su reconstrucción (¡y qué reconstrucción! Ejemplar para países pobres de Asia, África y América, toda una lección que debería ser estudiada en profundidad si hubiese afán verdadero de mejora real. Y con poquísima ayuda exterior y sí muchísima hostilidad), y la de sus hijos, que, aun siendo una buenísima generación y trabajadora, quedó hechizada por un doble fenómeno que se dio en prácticamente todo el mundo occidental y en crecimiento económico intenso, la generalización del bienestar material (con desaparición del hambre, la miseria y la pobreza generalizada, que hizo olvidar algo que los santos tanto nos recalcan, el valor de la cruz, del sufrimiento, para madurar en todo orden) y el acceso masivo a la educación excelente a todos los niveles (entonces educación verdadera, desapareciendo rápidamente el analfabetismo). Esto pudo generar en esa generación de los hijos, un deseo cada vez más obsesivo de bienes materiales, de elevada «posición social», de apariencia de éxito y «triunfo» en la vida (aunque hoy suene esto a ridículo), de complejo o vergüenza por ser pobre o humilde o tener un trabajo humilde, de cierta soberbia autosuficiente y engreimiento, etc., que gradualmente condujo a arrinconar esos bienes espirituales que tenía la excelente generación de la guerra, mucho más cristiana y sabia, con los pies en el suelo y madura. Esa es la clave, que los bienes materiales, los placeres y la soberbia, condujeron, no solo en España, sino en el mundo entero, a ese espejismo de pretender vivir al margen de Dios. Y eso, claro está para el que quiera ver y pensar, es imposible, porque sin Dios no podemos hacer nada. Que nadie engañe ni se engañe. La degradación moral acaba con todo tipo de prosperidad por mucho que se emperre la mayoría en negarlo.
Como consecuencia de ello, la inmensa mayoría pensó ingenuamente que con la democracia se ataría a los burros con longanizas y que navegaríamos en la abundancia y la prosperidad (Europa era rica, era de oro, allí todo era riqueza… ya hasta lo decían los que allí habían estado, vente para Alemania, Pepe, que no es solo título de película de humor exagerado, que era así, tal cual. Incluso hoy llaman a reducir el paro mandando a Alemania a desempleados…), que seríamos como esos yankees y «uropeos» que salen en la televisión, ricos, apuestos, triunfantes,… Que por fin tendríamos libertad, aunque nadie acertase a decir sinceramente si realmente alguna vez la había perdido, libertad que nos habían supuestamente «robado» y que supuestamente no teníamos aún, en una España que supuestamente vivíamos esclavizados aunque no se tuviese ni la más mínima sensación de opresión (más bien luego, con la democracia, empezaron a sentir cada vez más su ausencia, pero de verdad, cada vez más y más desilusionados con la libertad, libertad chiquilla libertad…). Y así, con el engaño, la mentira, la manipulación, la propaganda, la mercadotecnia cada vez más refinada y cruel y la hipocresía más descarnada, se impuso el dictado de los partidos políticos, factorías de todo tipo de maldades y perversidades que han engañado incluso a los mismos elegidos, a la Iglesia del Señor, a la Católica Apostólica, que muchos creían infalible a los engaños del demonio y sus vástagos. La trayectoria de España (y de las democracias) desde 1976 la describe San Pablo con una impecable y sorprendente exactitud para la época en la que él vivió, en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículos 21 a 32. Es un calco de lo que ha venido pasando en España y las democracias. Pero, obviamente, la soberbia no permitirá jamás admitirlo a los flamantes demócratas de izquierdas o derechas, que tienen ojos pero no ven o si ven, si saben, peor para ellos.
Y con respecto a los partidos políticos, más y más y más de lo mismo, con distintos disfraces, con distintas ideas de mercadotecnia, con distintas caras y mensajes, con distintos engaños y reclamos, con distintas mentiras, con distintas trampas y trucos, con distintas formas de hipocresía farisea, pero siempre más de lo mismo, mientras Dios no nos libre de ellos cuando la prueba llegue a su fin. Por eso, lo de ir a votar, lo diga un obispo de Alemania o de aquí, que para el caso, desgraciadamente, viene a ser lo mismo, es como exponerse a sufrir por segunda vez lo que le ocurrió a Adán y a Eva por confiar en el mentiroso, una suerte de segunda muerte, esta vez eterna sin remisión. Y ojo con ello.