29/04/2024 08:57
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Continuamos con el libro Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general, de Ana Quevedo & Queipo de Llano, nieta suya. Los episodios anteriores están aquí.

Por si fuera poco tomar Sevilla la roja sin hombres y a base de puro coraje, Queipo levanta la moral a la España alzada con sus alocuciones radiofónicas. Así sucedió:

Al ver que se nos había cortado la comunicación telefónica pensé en ocupar la Radio. “La antena —me dijeron— está a dos o tres kilómetros y está defendida por cuatro guardias civiles y un cabo.” Se llamó al Regimiento de Caballería y se ordenó que un escuadrón o los que pudieran montar saliesen con la máxima urgencia para guardar la estación de la antena.

 

  Al llegar el escuadrón, los rojos habían empezado el ataque para apoderarse de la estación. Unos minutos más y quizá se hubiera perdido.

 

  Al darme cuenta de que estaba segura en nuestro poder, respiré tranquilo. Mi amigo, el abogado Sr. Cuéllar, que desde los primeros momentos estaba a mi lado, me dijo que por qué no decía algo por la Radio.

 

  —¿Qué voy a decir? —pregunté a mi vez.

  —Enterar a la gente de la marcha del Movimiento.

  —¿Dónde está la estación?

  —Si usted quiere, se instalará aquí mismo un micrófono.

  —Venga en seguida».

 

  Serían las diez de la noche del 19 de julio cuando Adolfo Cuéllar le sugirió la importancia que tendría para levantar los ánimos de los conjurados y del pueblo español que se dirigiera a ellos desde Radio Sevilla, tranquilizando ánimos y reforzando voluntades, en aquellos momentos de incertidumbre. Aceptó el general la idea, y pronunció así la primera de una larga serie de charlas.

Por primera vez salió a las ondas la voz potente y grave de aquél al que llamarían, por el carraspeo con que las iniciaba, El León de la Metro. Aquella noche la charla versó sobre el triunfo de los planes de Mola, tal y como él creía que estaba sucediendo, más algún triunfo que añadió de su propia cosecha.

Primer discurso de Queipo en Radio Sevilla:

«¡Viva la República! ¡Viva España! Sevillanos, a las armas. La Patria está en peligro y para salvarla, unos cuantos generales hemos asumido la responsabilidad de ponernos al frente de un movimiento salvador que triunfa por todas partes. El Ejército de África se apresta para trasladarse a la Península. Por orden de la Junta de Generales, he tomado el mando de la II División Orgánica. El general Villa Abrille, todas las autoridades de Sevilla y cuantos simpatizan con él y con el titulado Gobierno de Madrid están detenidos y a mi disposición. El general Mola, con fuerzas de Navarra, y el general Saliquet, con las de Castilla la Vieja, avanzan sobre Madrid por los puertos de Somosierra y del Alto de los Leones. San Sebastián, Alicante y otras ciudades están dominadas. A la expectativa están las guarniciones de Madrid y Barcelona. La Marina de Guerra está con nosotros y gracias a su ayuda, el traslado de tropas de Marruecos a la Península está asegurado y ha de ser rapidísimo. Sevillanos, la suerte está echada».

Esta charla hubo de repetirla dos veces más aquella noche y en la madrugada del 18 al 19.

Dice la nieta que aquel día ganó, además de Sevilla, una parte de España para el Alzamiento, y muy probablemente es cierto. Añade esto que le habría dicho Mola:

«Debo confesar a usted que el 19 de julio, por la noche, yo tenía todo preparado para marcharme a Francia, pero le oí por Radio Sevilla y dije: «No está todo perdido; es necesario resistir.» O sea, que sin Radio Sevilla el Movimiento Nacional habría fracasado.»

Se ha comentado mucho el bluff que había lanzado al hacer tal afirmación, que no fue otra cosa que la expresión de una verdad, para mí, absolutamente indudable. Había estado en los tres meses últimos en la casi totalidad de las guarniciones de España

No se me podía ocurrir pensar en que la apatía o la indecisión nublasen la inteligencia de tantos generales, jefes y oficiales, hasta el punto de que no se diesen cuenta de que si sumándose a la sublevación podrían quizá salvar la vida, retrayéndose la perderían con toda seguridad.

 

Queipo continuó con las emisiones cada día, a veces dos o tres en la misma jornada, hasta el 30 de enero de 1938, en que tomó la decisión de suspenderlas al crearse la Junta Técnica del Estado.

Mientras tanto, Varela se adueña de Cádiz. Córdoba es dominaba por el coronel Cascajo, y en Granada, resiste el general Campins.

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En los primeros días Sevilla estaba cogida con alfileres. Otro episodio de genio y suerte: Queipo pasea en camiones por la ciudad un puñado de legionarios y regulares, dando la sensación de que la ciudad está definitivamente tomada:

Con tan escasas tropas organizó la estratagema de pasearlas por todo Sevilla a bordo de cuatro o cinco camiones de Campsa, de los que llevaban los bidones de gasolina a los surtidores, mientras él anunciaba exultante por la radio que todo el ejército de África se encontraba ya en Sevilla, la ciudad prácticamente tomada y las tropas dispuestas para salir en socorro de los pueblos bajo el dominio del Frente Popular. La gente veía pasar camiones cargados con soldados de distintas armas a toda velocidad por las calles, dando gritos de «¡Viva España! ¡Viva el Ejército!». Y surgían los comentarios:

 

  —Yo he visto un camión lleno de legionarios.

  —Y yo otro de regulares.

  —Pues me han dicho que acaba de pasar otro con guardias civiles.

Otro episodio más, la neutralización providencial de una columna de dinamiteros de Rio Tinto que se dirigían a Sevilla:

… al despuntar la mañana del día 19, compuesta de más de trescientos hombres en catorce camiones, más los que se fueron añadiendo en otras poblaciones durante el camino. Iba precedida por dos camiones blindados, cargados con unas cincuenta cajas de dinamita. En su trayecto fueron sumándose más vehículos de esta categoría, que se añadieron a la columna en marcha; uno de ellos iba cargado con fusiles y pistolas.

 

  El comandante Haro salió de Sevilla, dando un rodeo para evitar ser visto por los milicianos de los diversos barrios de la ciudad, y llegó a tiempo para tomar posiciones, la suerte que los acompañaba quiso que, al llegar con retraso, lo hicieran después de que los enviados de Luis Cordero dieran a éste la noticia de que la zona estaba despejada. Cayó, pues, la columna en la trampa tendida y al disparar los guardias civiles contra el coche que la encabezaba, cargado de granadas de mano, la onda expansiva hizo volar por los aires el camión lleno de dinamita que le seguía, con lo que la emboscada, preparada en tan sólo unos pocos minutos, alcanzó un éxito inmediato e inesperado.

 

Quien lo hubiera visto… La ciudad estaba asegurada por fin.

Franco llega a Sevilla:

Franco no llegó a Sevilla hasta diez días después del alzamiento, el 28 de julio, a media mañana. Y volvió el 6 de agosto, cuando estableció su cuartel general en el palacio de Yanduri, que requisó para estos fines. Con ello, causó una vez más un fuerte encontronazo entre Queipo y él. Consideraba Queipo de Llano que los edificios militares en su poder eran suficientes para albergar a todos los militares, de cualquier grado. Pero Franco insistió en que precisaba de este palacio para organizar, como queda dicho, su cuartel general. La ira de Queipo, ante el hecho consumado, le desbordaba, pero prefirió no evidenciar las diferencias existentes entre dos generales, que debían permanecer unidos ante la opinión pública, y admitió la requisa.

… no pudo perdonar nunca que, mientras él se jugaba la vida en Sevilla, el otro estuviera en Casablanca «deshojando la margarita». Como de costumbre, no pudo reprimir su vena satírica; a poco se haría público el apodo acuñado tiempo antes: Paca la Culona.

La recuperación de la provincia y la consiguiente represión:

Si en la capital hubo luchas cruentas, en los pueblos la guerra civil fue mucho más dura, ya que hasta el 11 de septiembre no pudo darse por terminada la operación militar y por ganada la provincia. La lucha para la liberación de los pueblos fue terrible, con numerosas bajas en ambos bandos. Cuando las tropas de Queipo entraban en ellos se encontraban con escenas de la mayor crueldad: la dureza de la represión en los pueblos al conocerse el alzamiento fue atroz, y los asesinatos, cometidos entre torturas y con el mayor ensañamiento numerosísimos.

En los pueblos de la provincia, el número de asesinatos alcanzó las 476 personas, que fueron torturadas de la manera más terrible, y la cantidad de incendios, saqueos y obras de arte destruidas, contabilizados también por el señor Salas, enorme, y no fueron más sin duda por la rapidez con que Queipo de Llano se hizo dueño de la ciudad, evitando así más matanzas. La represión nacionalista, en contra de lo que siempre se ha dicho y se sigue diciendo, no fue en Sevilla tan sangrienta como en otras ciudades de España. Es al ser desterrado Queipo cuando comienzan las medias verdades y después las mentiras sobre la represión en Sevilla (¿para qué?, ¿por qué?), y amén de esto, todos los escritores que tanto se han referido a ella olvidan o descaradamente omiten el antecedente inmediato de la represión cometida por el Frente Popular, que tantos ánimos encendió, al contemplar las monstruosas muertes de que habían sido objeto tantas personas inocentes, sin distinción de edad ni sexo. Y hay que ponerse en el lugar de los supervivientes que clamaban ante las fuerzas y las gestoras nacionalistas nombradas para restaurar la vida normal en los pueblos. Qué duda cabe que las muertes causadas por la represión del Frente Popular fueron infinitamente inferiores en número a las causadas por el bando nacional, que el señor Salas, redondeando por alto ha cifrado en ocho mil, pero mientras aquéllas fueron precedidos de injurias, vejámenes y horribles torturas, los fusilamientos, incluidos los realizados durante las primeras semanas sin juicios con garantías, nunca fueron precedidos de tortura alguna, como ha quedado probado por documentos y testimonios. ¡Y cuántas otras muertes de las que no fue responsable se le han atribuido!

Equivocadamente Queipo, y esto fue fundamental, asesorado por quienes conocían en Sevilla al capitán de Infantería Manuel Díaz Criado, de familia de militares de reconocido prestigio en el ejército y en situación de disponible en la ciudad, le nombró delegado de Orden Público en los primeros días del alzamiento. La actuación de éste, desde el alzamiento hasta la primavera de 1937, fue durísima, hasta el punto de suscitar una oleada de protestas y quejas, que finalmente llegaron a oídos del general. Cuando fue informado de los excesos de su delegado de Orden Público abrió de inmediato una investigación. No era tiempo para actuar de otra manera que como lo hizo: ordenó su cese y su envío forzoso a la primera línea del frente en una bandera de la Legión. Coincidiendo con el cambio del delegado se registró un notabilísimo descenso del número de fusilamientos en Sevilla.

 

No opino porque no sé. Pero dada la crueldad de los rojos y los crímenes y torturas horrendos que cometieron de civiles, había que hacer una justicia ejemplar.

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Queipo consigue traer a su familia de Málaga a Sevilla, con ayuda del cónsul italiano. Los había enviado allí pensando que era u sitio seguro al confiar que el general Paxot se haría fácilmente con la ciudad, pero se fió de Madrid y acabó pagando con su vida.

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