18/05/2024 15:54
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Discurso de apertura de la Conferencia Internacional “Esa Europa en la que creemos”, celebrada en Bucarest el pasado sábado 12 de noviembre, a cargo del senador Claudiu Târziu, presidente del Instituto Conservador Mihai Eminescu y del Consejo Nacional de AUR.

Europa se encuentra hoy en una fase de degeneración. Tanto física como, sobre todo, moralmente. Su decadencia tiene muchas causas, por supuesto, pero sólo hay un motivo principal: la ideología neomarxista.  Esta ideología, nacida en Europa en el siglo pasado, y que se refugió en los Estados Unidos en la época de la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló en las universidades e instituciones públicas norteamericanas y luego se exportó, con todo su arsenal, a Europa, donde ha alcanzado hoy todo su potencial maximo. La izquierda mundial y globalista sólo actúa bajo los impulsos del pensamiento neomarxista. El neomarxismo, o marxismo cultural, también está en la raíz de las políticas destructivas que emanan de Bruselas. El neomarxismo tiene como objetivo demoler el “viejo mundo”, el mundo normal basado en los valores perennes tal y como lo conocemos. Y para lograr su objetivo, el neomarxismo golpea sus pilares de resistencia: la familia, la nación, la fe religiosa y la libertad.

En este esfuerzo destructivo, el neomarxismo suele utilizar a las minorías: étnicas, culturales, raciales, sexuales… No impone una discriminación positiva por su bien, sino por odio al “viejo mundo”, a sus tradiciones, moral y mentalidad. El arsenal del neomarxismo incluye: La disolución de la identidad nacional; la anulación de la soberanía de los estados; la ideología de género; la quema en efigie de héroes y santos; y la invocación de un igualitarismo utópico para abrir conflictos entre diferentes categorías sociales para inducir un sentimiento de culpa en la mayoría de los europeos, que son blancos, cristianos y heterosexuales, precisamente por lo que son: blancos, cristianos y heterosexuales. Manipulando el lenguaje y dictando prohibiciones cuya violación se castiga duramente, el neomarxismo trastorna la normalidad y la condena como reaccionaria, racista, extremista, discriminatoria y, llevado al límite, inhumana.

Pero lo cierto es que el neomarxismo es extremista e inhumano. Con el pretexto de defender la libertad, el neomarxismo trae la muerte: aborto, eutanasia, eugenesia. ¡Practica una política de muerte! Con el pretexto de defender la vida, el neomarxismo es liberticida. Este impulso antilibertad ha sido especialmente visible en los años de la supuesta lucha contra la pandemia: 2020 y 2021. Con el pretexto de preservar un medio ambiente limpio, está desmantelando industrias, empobreciendo a países enteros, provocando enormes desequilibrios en la economía mundial y poniendo en peligro la vida de millones de personas. Con el pretexto de la ayuda humanitaria, está creando enormes problemas sociales, algunos de los cuales se están volviendo crónicos o potencialmente explosivos, como la ola de inmigrantes ilegales. Con el pretexto de proteger a las minorías sexuales, pervierte y minimiza la idea de la familia e interfiere brutalmente en los rituales religiosos, burlándose de ellos.

En resumen, en lugar de la normalidad, que es la expresión de un modo de vida verificado a lo largo de cientos, incluso miles de años, el totalitarismo neomarxista nos promete una “nueva normalidad”, que prefigura, acaso, un “nuevo mundo”. Una “nueva normalidad” en la que el individuo es despojado de su especificidad y libertad y se convierte en un mero número en una multitud sin horizonte. Sin Dios por encima, sin familia a su alrededor, sin deber a los ancestros y a las generaciones venideras, y sin respeto por las instituciones que regían nuestras vidas hasta ayer: la escuela, la iglesia, el ejército.

Una “nueva normalidad” en la que el sentimiento dominante es el miedo: El miedo a las sanciones por “incorrección política”, es decir, por violar los dictados ideológicos; El miedo a la exclusión de las filas de los deseables; El miedo a la muerte social o física. Una “nueva normalidad” en la que la oposición a los que están en el poder está prohibida. El neomarxismo pretende instalar una dictadura en el viejo continente. Una dictadura astutamente bautizada como la “nueva normalidad”.

Los conservadores son los más conscientes del peligro del neomarxismo, que también amenaza a Europa al insinuarse en la dirección de algunos países y en la cúpula de la Unión Europea. Porque sólo los conservadores no han abandonado los valores ancestrales de sus pueblos y han perdido el contacto con la realidad objetiva. Hoy están llamados a defender la normalidad y, si es necesario, a restaurarla. Nosotros, los conservadores europeos, somos los anticuerpos contra la enfermedad llamada neomarxismo. Y el renacimiento del movimiento conservador en Europa se debe al fuerte instinto de conservación de los pueblos.

Una revolución conservadora, en el sentido de una vuelta a la normalidad, está en marcha desde hace años en Polonia, Hungría y otros países europeos. Recientemente, esta revolución conservadora ha logrado también victorias históricas en Italia y Suecia. Sin duda, en 2024, también ganará en Rumanía. Trabajando juntos, los conservadores europeos, podemos ganar en toda Europa. Por eso es muy importante conocernos, debatir y armonizar nuestras visiones porque, como sabemos, el conservadurismo tiene principios generales, pero también especificidades nacionales, por eso debemos fijar objetivos comunes y perseguirlos mediante un plan de acción. Nuestra reunión de hoy es un paso más en este camino. Y les agradezco de todo corazón que lo hayan hecho posible con vuestra presencia.

¡Que Dios nos ayude!

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Álvaro Peñas
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