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Los más de 100.000  adagios registrados en el refranero de la lengua castellana son por derecho propio un extraordinario material, uno de los grandes valores aportados por el pueblo en su trascurrir cotidiano a lo largo de los siglos,  ilustrando a su vez a “tirios y troyanos” sobre nuestra ancestral sabiduría popular basada en la experiencia y observación, además de redundar en forma “canónica”, inapelable y senequista con sabios consejos o maceradas opiniones e ideas.

Vistos y sufridos los trágicos aconteceres derivados de las criminales y totalitarias ideologías que se han instalado en lo que en su día fuera el palacio constitucional de la Moncloa,— y que desdichadamente, en la actualidad, de existir el infierno, bien podríamos decir que sobre él se han echado los nuevos cimientos que soportan la desgraciada estructura gubernamental,—no es tolerable, ya sea por “capricho”,  desidia, odio, revancha o simplemente por manifiesta estupidez, virtud tan apreciada socialmente, que contribuyamos con nuestro voto a terminar de consolidar el camino hacia una España bolivariana, plenamente integrada y hermanada con los destinos de la mayoría de los países de Hispanoamérica, regidos y gobernados por líderes tan excelsos como totalitarios hechos a la medida de Maduro o a la del recientemente galardonado con el Collar de la Orden de Isabel la Católica.

El viejo aforismo se conecta en la historia con el día 11 de Noviembre, en honor a San Martín de Tours, fecha señalada fundamentalmente en el ámbito rural donde tiene lugar la matacía y el fin y comienzo del año agrícola; significa el fin de un ciclo, la extinción de los contratos de arriendos.

En nuestro caso, la posibilidad de liquidar el fracasado contrato gubernamental con el pueblo soberano, por el cual los electores habrán de expresar en las urnas la contundente respuesta al gobierno de Sánchez por sus tropelías e incumplimientos, sus oceánicas y reiteradas mentiras, su “choteo”, burla y escarnio a la mayoría de los españoles, su traición a la constitución, en definitiva, el permanente afán de liquidar y destruir el sistema desde dentro escudándose en una falaz legitimidad democrática. De la legalidad de su nombramiento, sin comentarios, solamente advertir que “a robar, a Sierra Morena”; y si no que se lo pregunten al actual presidente del Tribunal Constitucional o a los adláteres “sanchistas” de la cúpula del Poder Judicial.

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¡Gloria a los actores de esta astracanada!

La primera vuelta de las elecciones ha de hacer pagar sus culpas a esta chusma socio-comunista/filoterrorista/independentista. De que no queden impunes sus crímenes políticos depende de que España continúe en constante involución.

Nunca está de más detenerse en los antecedentes históricos de tan sabio refrán, así como de los dignos y eximios escritores que lo utilizaron en sus obras.

Cervantes, en la segunda parte del Quijote, capítulo 62: “Su San Martín se le llegará como a cada puerco”

Quevedo en la Vida del Buscón: “A cada puerco le viene su San Martín”

Vea el lector que entre estos genios no aparece la discrepancia, la idea y el augurio son de carácter axiomático y uniforme; nada tienen de advenedizos, aprovechados, arribistas,  sepultureros de la Nación o de sanguijuelas que liban el fluido vital de España, en nada se asemejan a los profesionales profanadores de los edificios del Estado y de las instituciones, a los partidarios de “deconstruir” en su ferviente revolución con cemento aluminoso que va degradando y alterando progresivamente el esqueleto constitucional (necesitan entramados inseguros y versátiles que se adapten a las circunstancias que ellos provocan en sus fases revolucionarias hasta concluir con algo berroqueño que permanezca “in aeternum” en el paraíso comunista) para darnos a cambio unas moradas muy acordes con sus principios ideológicos y morales, unos igualitarios y vacilantes chozos de cartón piedra.

A la gavilla que forma el conjunto de enemigos de España hay que golpearla con dureza, es necesario desarmarla, hay que presentar batalla con determinación y arrojo, las batallas que no se dan se pierden, es urgente romper la cuerda que agrupa sus diversos elementos; si no se consigue matar al cerdo, España no podrá soportar otra legislatura sanchista.

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Por último, me permito la licencia de dedicar otro refrán de puercos a la oposición de derechas y centro-derechas, “A quien no mata puerco, no le dan morcilla”; así que manos a la obra y los útiles de la matanza siempre dispuestos en bien de la Nación.

Es necesario ser capaces de priorizar los objetivos y olvidar de momento a aquellos que no tienen cura, estos forman el grupo de los que tienen “pátina” secular adherida al subconsciente, algo atávico que no se limpia con facilidad, pues es preciso algún tiempo, mucha paciencia y materiales adecuados para que estos adeptos sean útiles para el servicio.

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