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Hace unos días me regalaron un libro que según parecía trataba de asuntos médicos. Una amiga me pidió que lo leyese para darle mi opinión sobre su contenido. En portada se anunciaba que se habían vendido millones de ejemplares de ese libro en todo el mundo. Según esto, al parecer se trataba de un best-seller. Reconozco que mis preferencias por las lecturas suelen ir hacia contenidos menos populares y tengo una cierta repulsa, quizás un prejuicio sí, hacia lo que lee todo el mundo. Pero como al hojearlo vi que el tipo de letra era grande, supuse que no emplearía mucho tiempo en leerlo así que lo comencé una noche y en las primeras páginas ya me sentí tentado a dejarlo. Unas pocas páginas más adelante, ya se repetían las mismas ideas. De vez en cuando aparecían algunas afirmaciones peregrinas sin más fundamento que «la dilatada experiencia» personal del autor. Dilatada y exagerada pues para atender «cientos de miles (decía)» de pacientes (pongamos sólo dos cientos de miles) haría falta estar viendo al menos 4000 pacientes al año durante 50 años. Y aunque a los orientales se les considera gente muy trabajadora, (de ahí el dicho de trabajar como un chino) el autor, que es japonés, no chino, no hubiese tenido tiempo ni siquiera de escribir los informes de las exploraciones que hacía, cuanto menos un libro. Me estoy refiriendo al libro de La enzima prodigiosa. Como no acostumbro a leer manuales de autoayuda ni guías sanitarias de carácter divulgativo, imagino que la presencia en el mercado de este tipo de lecturas debe ser muy común. Pero a medida que iba leyendo este libro se sucedían necedades a cada cual más inverosímil. Desde lo venenosa que es la leche hasta la conveniencia de que el médico pruebe él mismo los fármacos antes de dárselos al paciente. Ya tenía conocimiento de la corriente que existe en contra de la leche y a ello aludí en otra entrada sobre la intolerancia a la lactosa por lo que me ratifico en que la leche es una gran alimento y remito a aquella entrada al que desee saber mi opinión. En fin, no sabía en qué página suspender la lectura pero por tratarse de un regalo lo leí hasta el final. Desde luego, aquello de la defensa del médico integral que explora las mamas de las pacientes aunque no sea de su especialidad, queda exótico pero puede que no sirva de argumento ante un juez en caso de que te denuncien por tocamientos. Al menos en España, resulta chocante que un oftalmólogo, por ejemplo, haga palpación mamaria o tactos rectales al explorar a sus pacientes.

Pero no es el objeto de esta entrada de blog hablar de cada uno de los dislates que encierra este libro porque para debatir sobre ello haría falta un programa en directo donde el autor pueda defender su postura. La razón que me ha movido a escribir es… mi asombro por el éxito de venta de un libro hueco. ¿Cómo es posible que puedan venderse millones de ejemplares de un libro con tan escaso valor práctico y nulo científico? Se lo comenté a un par de expertos en marketing quienes efectivamente minimizaron hasta el anonadamiento mi indignación sobre la falta de contenido riguroso: «da igual, dijeron, pero vende«. Y mi repulsa se hacía aún mayor. ¡Pero es un insulto a la inteligencia! ¡Una sarta de tonterías sin fundamento! «Da igual: vende».

Desde los moldes racionalistas de mi cerebro no alcanzo a comprender -aunque me rindo a la evidencia de que es así- el atractivo de leer patrañas, o chismes, o cotilleos. Los semanarios de la prensa del corazón editan miles de ejemplares ¡que se venden! Y los reality-shows son los programas con mayor audiencia junto con el fútbol. Al analizar este hecho parece inexorable concluir que el interés de la mayoría de los ciudadanos está en husmear en la vida de otros.

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Cuando uno dice algo está convencido de que lo que va a decir es de suma importancia. Hasta pide a los demás que guarden silencio para que se pueda escuchar su voz. Y mucho mayor es este sentimiento cuando se toma la molestia de escribir, que siempre parece más fatigoso que hablar. Hace poco tuve en consulta a un paciente de esos que parece que no tienen abuela. Al hablar dejaba claro entre bromas que entre los escritores contemporáneos «sólo tres o cuatro merecemos la pena». «Y acaso sólo uno», apostillaba. Me animó con vehemencia a leer sus libros y voto a Bríos que lo haré, pues asegura que me cambiarán la vida. No me mueve el deseo de cambiar mi vida pues estoy relativamente satisfecho con la que llevo aunque siempre se está en la búsqueda de lo que falta. Pero hace tiempo que no encuentro contenidos de valor y por ello acepto cualquier invitación para mejorar.

¿Qué es lo que da valor al contenido de un mensaje, de un texto, de una noticia? No me atrevo a responder porque estoy en revisión de este asunto, pero digo tajantemente que no es la verdad. Quiero decir: no es el grado de verdad que tenga lo que se dice o escribe lo que el ciudadano español busca. Lo que sea verdad o no, le importa más bien poco porque el relativismo cultural hace que no se pretenda un fin tan alto que se antoja rayano con el fundamentalismo. Apetece la utilidad, el capricho, la sorpresa, la novedad el esnobismo, el escándalo, o tan sólo pasar un buen rato.

Cuando usted escriba, me dijo un editor, diga lo que la gente quiere oír. Y añadió: para dar valor a necedades hay que ser un genio creador. Me lo explicó con un ejemplo. Un vendedor de trajes es bueno si logra vender un andrajo porque cualquiera sin aptitudes comerciales puede llegar a vender un buen traje sin gran esfuerzo, ya que el traje, por su calidad, se vende solo: cualquiera que lo ve se queda prendado de ese traje. Una de las cosas que más atrae a los que manejan los hilos de la vida social es hacer que alguien sin grandes virtudes llegue a ser un número uno en ventas de lo que sea. Se trata de crear estrellas de la nada. Y de igual manera, hacerlas desaparecer cuando ya no existe interés en mantenerlas allá arriba, como paradigma de la sociedad.

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Muchos son los frentes en los que la veleidad, el capricho, los rumores dirigen los pasos de sociedad. En ámbitos tan variopintos como la música, la literatura, la universidad, la bolsa,… y hasta los directamente emanados de la acción política como serían la educación, la justicia o la sanidad. Acaso porque la misma vida política carece de fundamento. No es, ni mucho menos, un alegato para la anarquía sino una llamada a buscar el fundamento de la vida social. Hace falta mejorar la educación pues me temo que mientras no se fomente la capacidad crítica de los ciudadanos para que puedan distinguir el grano de la paja, a golpe de corneta o a grito de cabrero, las masas irán por donde unos pocos quieran. Al fútbol por ejemplo. Muchos parecen ignorar lo que está en juego.

La opinión final que le di del libro a quien me lo regaló le alegró mucho porque a ella también le gusta mucho la leche.

Autor

Doctor Luis M. Benito
Doctor Luis M. Benito
Luis Miguel Benito de Benito, médico especialista de Aparato Digestivo desde 2000 y Doctor en Biología Celular. Licenciado en Filosofía. Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica por el Instituto de Salud Carlos III y Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses por la UNED. Facultativo Especialista de Área del Hospital Universitario de El Escorial y Director Médico de la Clínica Dr. Benito de Benito desde 2011. Autor del libro "Coronavirus. Tras la vacuna" ISBN 978-84-9946-745-0