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De tarde en tarde, una noticia de este tipo aparece en la prensa: “Un juez de Oviedo ordena la custodia compartida del gato de una pareja que rompió su relación”. El gato en cuestión, un tal “Melenas”, a instancias de ese juez de Oviedo, pasará 15 días con cada uno de los integrantes y ambos están obligados a asumir al 50 por ciento los gastos de manutención y cuidados.

         La pregunta que cualquier persona decente y honrada se hace tras la lectura de tan pintoresco titular es la que sigue: ¿Qué tendrá un gato que no tenga un menor, niño o niña? Pero este asunto tiene migas y los interrogantes aparecen de forma súbita, además exigiéndonos una respuesta pronta y coherente, dado que el titular está cargado de energía: ¿Tiene más derecho un gato a la custodia compartida que un menor, niño o niña, a relacionarse con las dos personas que vienen dándoles cuidados y atenciones?

         El asunto se muestra tan basto, descarado, rancio e inconstitucional que pone los pelos de punta a cualquier persona dotada de sensatez y habituada a un tratamiento jurisprudencial en igualdad, es decir, sin distinción de sexos.

         A esto hemos llegado tras el mangoneo que se viene haciendo, desde el año 2004, de los Códigos Civil y Penal, ahora convertidos en Códigos Inquisitoriales en contra del varón, Manuales de Jurisprudencia Feminazi redactados en los despachos de abogadas feministas subvencionadas instaladas en Madrid y que las Menestras de Igual Da ponen en manos del Presidente, Presidente mega feminista, claro está, porque si no va de patitas a la calle.

         No se discute aquí que un gato, perro, hámster, tortuga, canario, loro y demás animales domésticos tengan sus derechos, entre ellos a seguir relacionándose con su amo y ama, lo que se debate es si un menor tiene, al menos, los mismos derechos que una mascota.

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Según los datos del INE (año 2018), la custodia compartida fue otorgada en el 33,8% de los casos de divorcio y separación de parejas con hijos. Es decir, de cada 1.000 menores cuyos padres se separan o divorcian, 662 de ellos verán a su padre como un simple cajero automático que puntualmente entrega a su mamá la pensión de alimentos que ha dictaminado el juez de turno y estará con él sólo unas horas en fines de semanas alternos.

No existe otro país en la Unión Europea que mantenga este maltrato de Estado a los menores, negándoles su derecho a seguir relacionándose en igualdad de tiempos tanto con su padre como con su madre, tras un divorcio. Los menores, en Femiespañistán, en caso de separación o divorcio de sus progenitores, carecen de un derecho tan básico como es seguir teniendo padre y madre.

Aquí, por más señas, todo el espíritu y la textualidad de los numerosos tratados internacionales suscritos por España sobre la Infancia y los Derechos de los Menores son papel mojado, documentos inservibles, olvidados, incumplidos sistemáticamente por una jurisprudencia feminazi que no ve a los hijos como sujetos de derecho, sino como meros objetos, armas arrojadizas para una guerra entre sexos, contienda que ellas han orquestado a su antojo y mantienen, monedas de intercambio con las que oprimir al padre (varón) y sacar provecho monetario en un divorcio trucado, un teatrillo de gentes sin escrúpulos.

Quienquiera que piense que un menor es un sujeto de derechos en España se equivoca, porque un cálculo sencillo lo demuestra. Si cada matrimonio tuviese un hijo, si al año se producen 100.000 divorcios en España, 66.200 menores son privados cada año de estar con su padre en igualdad de tiempos que lo estará en exclusiva con su madre.

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Y si de 2004 a 2020 han pasado 16 años, 16 X 66.200 son 1.059.200, más de un millón de niños a los que el feminismo sectario español les ha negado su derecho a tener padre. Esos niños huérfanos de padre viviente, pero ausente, los huérfanos que fabrica en serie el PSOE: hijos maltratados por Calvos, Monteros, Leires, De las Vegas…Menores que no son sujetos, sino meros objetos.

Pero ¡ay, ay!, si hubiese un Ministerio de Igualdad Animal y los gatos, perros, loros, tortugas…tuvieran, digamos, una paguita mensual del Estado en aras a un mejor bienestar animal, por ejemplo…Entonces, esa custodia compartida del juez de Oviedo brillaría por su ausencia, porque, para uñas, no las del “Melenas”, sino las de su ama, dispuesta a cuidarlo ella sola, como, sobre todo y ante todo, administrar la paguita mensual de su querido gato.

Y es que, si a todo este tinglado del feminismo made in spain, made in PSOE, se le cortara el grifo del dinero, el feminismo radical español, esa turba de marujas rencorosas, vengativas e idas, se desintegraría como azucarillo en el café.

De todo ello se deduce e infiere que un menor en España, en Femiespañistán, sólo vale el equivalente a su pensión de alimentos. Que lo demás, oiga, son milongas.

Sin dinero no hay feminismo.

Parné, mardito parné.

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REDACCIÓN