20/05/2024 15:42
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Después de 45 años de democracia, ya acumulamos experiencia suficiente para valorar comparativamente el actual régimen respecto al anterior, el del Generalísimo Franco, que tanto rechazo provoca hoy, especialmente entre los que no lo vivieron ni están interesados, en absoluto, en establecer comparaciones objetivas, basadas en hechos, y que aceptan sin objeción la «oficial» versión embustera de los actuales mandatarios, a los que se sigue votando masivamente: 

 

1º  La España de Franco era católica apostólica romana, fiel pues a Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, como lo ha sido desde que en el año 589, Recaredo reconoció oficialmente la fe de la mayoría de nuestros antepasados, y con la excepción de la infernal democracia de 1931-1936-1939 (según totalidad del territorio o parte de él, como ustedes bien saben). Y era católica a todos los efectos que ser católico conlleva. Y su herencia impagable dura hasta hoy. 

 

La España democrática surgida de los traidores a Dios y a España, Suárez y J. C. I y de los arribistas procuradores camisas azules de última hora (de Cara al Sol,… al sol que más calienta, me puse el mono azul ayer, me hallará la muerte si me lleva, sentado en el café…), se autodenomina en su infame Constitución como «no confesional», es decir, atea o sin Dios. 

 

2º La España de Franco jamás autorizó el aborto (exterminio del no nacido triturándole tras sacarlo del vientre materno, ahogándole en solución salina, etc.), los métodos abortivos o contranaturales (el condón, la píldora, etc., producidos por industrias de beneficios multimillonarios), la eutanasia (crucial para salvar el socialista, ruinoso para el crecimiento a largo plazo, chantajista y piramidalmente estafador sistema de SS de reparto de las pensiones), la pornografía (reducción del ser humano, especialmente la mujer, aunque últimamente también a los más pequeños, a mera mercancía de consumo), el divorcio, el adulterio (ni masculino ni femenino por mucho que las bestias aullen con lo contrario), las sectas, etc. 

 

La España democrática no solo ha promovido el aborto, la eutanasia, los métodos abortivos y contranaturales, la pornografía, el divorcio, el adulterio (¿recuerdan ustedes la cultura del «destape», una de las primeras desgracias de la Transición al infierno demoniocrático, junto con el holocausto de la heroína?), las sectas (incluida la del falso profeta Mahoma, muy subvencionada, con lo que ante el próximo atentado criminal de los yihadistas, que los musulmanófilos e islamófilos marxistas y liberal conservadores no se escondan eludiendo responsabilidades), sino que han llegado a ridiculizar públicamente, castigar social y laboralmente y perseguir incluso con violencia a todo el que se opusiera al ateísmo y viviese en coherencia con la moral católica y contra esas desgracias que persiguen la destrucción de la humanidad de modo muy sutil, como haría el mismo diablo. 

 

3º La España de Franco pasó de los 25 millones de habitantes en 1939, a 35 millones en 1975, es decir, 10 millones más de españoles y españolas de «pura cepa». La tasa de natalidad era muy superior en todos esos años a la mayoría de países occidentales, y no digamos a la de ahora, y la tasa de mortalidad menor y rápidamente decreciente, incluso de los niños al nacer. Aquella España presentó la mayor esperanza de vida al nacer de todo el mundo en la inmensa mayoría de aquellos 36 buenísimos años. Sí, sí, señores, de todo el mundo. No se extrañen, que fue así. Consulten si quieren. Además, el tamaño de la familia española era muy superior al de las actuales (cada vez menos numerosas), los hogares con un solo individuo eran muy pocos en porcentaje y la unidad familiar era realmente envidiable para todo extranjero que viniese a visitarnos. Era una España que rebosaba felicidad, cariño, amor y alegría en el seno de la familia, unidad fuertemente promovida y protegida entonces. En la España de Franco apenas había violencia, incluida aquella contra las mujeres (por cierto, entonces fuertemente castigada), pues los matrimonios eran mucho más estables y fundamentados en el amor (lo que Dios ha unido no lo separa el hombre), lo que llevaba a ambos cónyuges a discernir bien antes de dar el paso a los altares. 

 

La España democrática ha visto aumentar su población, desde 1976 hasta ahora en unos 12 millones de personas, curiosamente la cifra que aproximadamente (aunque el INE lo «maquille» por la tiranía democrática y política que sufre) suman los no nacidos en España y sus descendientes (marroquís, argelinos, norteafricanos, subsaharianos, rumanos, búlgaros, ucranianos, moldavos, chinos, hispanoamericanos, ingleses, italianos, alemanes, etc.), todos ellos empadronados y con la nacionalidad española (luego pueden votar aunque no sepan nada de España, ni sientan la más mínima empatía con nuestra historia, costumbres, manera de ser, tradiciones y unidad histórica, sino solo con los subsidios o servicios públicos con los que su voto es comprado por políticos degenerados, la mayoría). La España democrática ha visto caer en picado la tasa de natalidad (excepto el caso de las mujeres musulmanas), el número de hijos por mujer (un auténtico suicidio demográfico), el tamaño de las cada vez menos familias que se forman, el porcentaje de hogares con más de un miembro, mientras que ha visto multiplicarse los suicidios, las enfermedades mentales, especialmente las depresiones, el odio entre parientes, los divorcios demoledores para los niños y niñas, la violencia materialista y atea contra ex «parejas», la caída de las tasas de nupcialidad, y un sinfín de desgracias por el estilo. La España democrática se muere de odio, rencor, soledad, depresión y materialismo incontrolado. Es, además, la España democrática, la España de los hipócritas y fariseos sin límite políticosdicen defender a la «mujer», dicen luchar en contra de la «violencia de género», pero recordemos que la democracia empezó con el «destape», es decir, la pornografía creciente que degradó especialmente a la mujer a la mera categoría de mercancía productora de placer sexualla despenalización del adulterio y la intolerable intromisión de los gobiernos contra la Santísima Voluntad de Jesucristo Nuestro Señor, en favor del divorcio (que ha generado un sinfín de desgracias y de destrucción de familias con las peores consecuencias para los más pequeños)Todo ello ha contribuido sobremanera a lograr lo que los marxistas, con la aquiescencia de los mercaderes liberal conservadores, se proponían: destruir familias socializando a la mujer (y seguro que en un futuro próximo a los niños, con la excusa de que son «explotados» por los padres y, por lo tanto, hay que separarles de ellos para convertirlos en comunistas sin alma ni familia) y provocando una violencia creciente contra ella, porque fuera de su concepción católica como esposa y no esclava, es una mera mercancía que ha de ser para todos por la fuerza, y no de uno solo. Verdaderamente vergonzoso es que hoy se hable de víctimas de violencia de género (contra la mujer) y no se considere como tal: que la mitad de los no nacidos abortados son niñas, que las mujeres que salen de los abortorios (a los que van engañadas totalmente) sufren traumas que le durarán toda la vida, que las niñas que sufren el divorcio de sus padres sufren lo no escritoque los cónyuges que sufren los divorcios destrozan su salud psicológica y mental y esto afecta a millones de mujeres (como también hombres), que los adulterios y la promiscuidad provocan semejantes daños psicológicos, físicos y morales y un largo etcétera de desgracias. Pero claro, estamos en democracia y eso es lo único que parece importar. 

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4º La España de Franco era el país más seguro de occidente y, tal vez, del mundo. Los asesinatos eran bajísimos en tanto por mil de población, tanto que era noticia en toda España cualquier crimen por lo anómalo, gracias a Dios. Los robos en casas, empresas y asaltos a personas, tenían la tasa menor del planeta, reduciéndose mayoritariamente al típico pillo carterista en aglomeraciones. Las violaciones eran escasísimas y los abusos a menores algo casi desconocido (los niños y niñas jugaban sin supervisión adulta en plazas, terraplenes, calles, etc., con sus padres totalmente despreocupados y confiados). En aquella España era poco frecuente oír aquello de «¡al ladrón!», y, por supuesto, no había pasividad ni cobardía a la hora de «trincar» al malvado. Y esto lo supieron apreciar bien en el extranjero, los millones de turistas que veían en España lo que realmente es, una nación incomparablemente afortunada y maravillosa, queriendo volver aquí cuanto antes. En no pocos lugares de nuestra querida patria, la gente dormía sin «echar el cerrojo» y sin cerrar con llave. Y no, no es escena típica del cine de Paco Martínez Soria, era la verdad. En aquella España era muy infrecuente que te robaran el coche y nadie te ocupaba el piso o la casa, ni siquiera la del pueblo. Y la tan cacareada represión franquista, y salvo los primeros años de la posguerra, sin comparación ni cualitativa ni cuantitativa con la verdadera represión llevada a cabo en los demás países europeos que se vieron envueltos en la II guerra mundial, fue muchísimo menor y mucho menos degradante que aquella que los propagandistas demócratas y marxistas se empeñan, con todo tipo de engaño malintencionado, de hacernos creer. Los indultos fueron mucho más numerosos que las condenas de cárcel, y éstas mucho más numerosas que las condenas a muerte (seguramente se condenó a muerte en todo el periodo que duró la España de Franco a muchísima menos población que reos fueron condenados a la silla eléctrica en no pocos estados de USA durante un solo año). Y cuando, por desgracia, las alimañas de ETA se pusieron a matar, con muchos gobiernos europeos ayudándoles, animándoles y amparándoles (con «refugios» del terror y con propaganda vomitiva marxista, como previamente hicieron con los terroristas genocidas del maquis) en suelo que se denominó ingenuamente «Europa» (al norte de los Pirineos no estaba «Europa», estaba y está Rusia, descafeinada o dura, pero Rusia, ese Magog del Gog de turno, marxista o aliado de él, es decir, liberal conservador), el régimen se las apañó solo para desarticularles totalmente y darles su merecido o indultándoles para hacer ver al mundo lo que era Franco en realidad. Solo entonces USA cayó en la cuenta de las bondades de aquel régimen. Ojalá hoy surja, por el bien del mundo, un «Franco» nacional y católico en USA. Cuanto bien haría al mundo por propagación. 

 

En la actual España democrática el robo, la corrupción, el crimen, el terrorismo, las violaciones (niños y niñas incluidos), la violencia contra todos y todo, el vilipendio a católicos y patriotas españoles, los golpes de Estado regionales, las ocupaciones ilegales de casas y otros inmuebles, la desconfianza hasta del vecino de al lado, los asesinos de ETA gobernando (con vilipendio total e impune a todas las víctimas y españoles), y un innumerable puñado de barbaridades crecientes en el tiempo se ha convertido en norma, en el día a día. En este contexto, solo los ricos y poderosos (esos que Dios despachará el día del Juicio Final, pero que a ellos no parece importarle, siendo ateos como son) pueden gozar de la seguridad que antaño gozaba toda la población. Y para qué hablar de la población reclusa y constantemente degradada en la España democrática. Y para qué hablar de esa tendencia tan democrática de hacer entrar al delincuente y al criminal por una puerta y sacarlo por otra en muy corto espacio de tiempo. Y para qué hablar de atentados terroristas en periodo democrático con la absoluta pasividad de políticos hasta que empezaron a atentar contra ellos y no solo contra guardias civiles, militares y policías. Y para qué hablar de golpes de Estado hundiendo «otro Prestige» u ocultando pruebas comprometedoras de explosivos en trenes matando dos centenares de inocentes y mutilando a miles, hundiendo en la miseria a sus familias, quizá por habérseles ido de las manos el intento de cambiar el gobierno a las bravas. Todo muy democrático, como en diciembre de 1930, octubre de 1934, febrero de 1936, ¿verdad?¿Cómo no iba a ser fácil para el baboso aquel descartarnos para unos juegos olímpicos con semejante seguridad ausente totalmente en la España democrática? 

 

5º En la España de Franco, jamás se autorizó lo que en la España democrática defienden incluso los descerebrados políticos enemigos de Jesucristo Nuestro Señor, un carnaval del «orgullo gay» de sodomitas orgullosos de serlo (de hecho, en la España de Franco, como en casi todo momento y lugar histórico, se consideraba la homosexualidad lo que realmente es, una enfermedad, como la necrofilia, la pedofilia, etc., y a casi todos los hombres de la tierra, de ayer y de hoy, les parecería repugnante y asquerosa, como lo que parecería uno gozando al comerse los excrementos de perros por las aceras. Hoy, por desgracia, hay un porcentaje creciente de enfermos que lo ven normal, o que cobardemente fingen ver en ello «normalidad», ¿normal de qué?), ni la corrupción escandalosa de menores, testigos involuntarios que esa asquerosidad subhumana conlleva en la España democrática de hoy, ni la «educación sexual» que pervierte incluso a los más pequeños bajo la tapadera de «educación obligatoria en la tolerancia» y con estigmatización de padres e hijos que se oponen a tal perverso adoctrinamiento, ni escándalos públicos de ninguna clase que hoy son tan habituales para desgracia de la población sana, mental, física y espiritualmente. En la España de Franco no hubo una multimillonaria industria de mercaderes liberales y conservadores de los preservativos, la pornografía, los métodos antinatalistas, del aborto, la eutanasia, y demás monstruosidades. Tampoco hubo aquí la casposa «liberación sexual» de mayo del 68 francés, promotora de todas las desgracias citadas. 

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Cuantas veces en todo lugar de la España democrática de hoy suben los lamentos al Cielo por las pruebas positivas sobre enfermedades de transmisión sexual, casi inexistentes en la España de Franco. Cuán onerosas para las arcas de la deficitaria sanidad públicala de todos, incluidos los «vergonzosos», humildes y «humillados» castos (especialmente nuestras admirables pobres, obedientes a Dios y célibes almas consagradas, que atienden amorosamente al enfermo de sida en sus últimos días de vida, les reconcilian con Dios y les acompañan con palabras de esperanza y consuelo sin tener en cuenta ningún vilipendio recibido anteriormente por ellos, cuando todos los «compañeros de cama» que antaño rodeaban al enfermo con sus falsas lisonjas aduladoras de falsos judas iscariotes hipócritas, les abandonan enfermos y les dejan en la más absoluta soledad y olvidados), amparo de todo tipo de burlas y desprecios por parte de degenerados, adúlteros, promíscuos, putas y puteros, etc., resultan los tratamientos contra esas enfermedades perfectamente evitables si se siguiese el modelo de vida de Nuestro Señor, Nuestra Señora y tantos santos y santas, que para nada fueron infelices, sino todo lo contrario. Solo cuando esas personas que adquieren esas ETS y se enfrentan con el estigma que ello supone, es cuando pueden ver con claridad la vacuidad de todos esos depravados políticos que dicen defender esos hábitos de enfermos que les ha conducido a su situación y que participan hipócritamente de sus escándalos públicos carnavalescos. Sólo entonces. Pero tarde. 

 

6º En la España de Franco, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, la única verdadera (no la de Lutero, Calvino, Zwinglio, Enrique VIII, el príncipe apóstata de Kiev, el príncipe indio, Sidarta Gotama, Mahoma, «Maradona», Geova y viene, y demás iluminados falsos profetas y anticristos usurpadores), la que fundó Nuestro Señor Jesucristo, Dios encarnado y Redentor nuestro, en la figura de San Pedro Apóstol, la de los santos y mártires de verdad, la del Bien, la Misericordia y la Sabiduría de dos milenios sirviendo al Señor, era una autoridad moral incuestionable, queridísima y respeta hasta por los ateos venidos del bloque soviéticohacía el bien sin límite a todo aquel que acudiese a sus templos, monasterios, abadías, conventos, hospicios, escuelas e institutos, universidades, etc. ¡Cuantísimo bien perdurable en el tiempo hicieron aquellos monjes y monjas, frailes, hermanos y hermanas, sacerdotes, misioneros, consagrados y no consagrados, amparados por una España que los quería y admiraba y de la que no paraban de salir vocaciones guiadas por su santo ejemplo y el de miles de españoles como ellos!. Jamás podrá valorarse su aportación al bien del mundo, ese ciento por uno que ellos aportaron. Que Dios los tenga a todos en la Gloria Perpetua. 

 

En la España democrática de hoy, se persigue a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, a sus miembros, se silencia las agresiones y vilipendios contra sus miembros, se excluye a los que acuden a misa, a los creyentes en Jesucristo Nuestro Señor, de cargos y trabajos por parte de mercaderes empresarios depravados (un elevado porcentaje, que solo sirve al becerro de oro, al dinero, nunca a Dios) porque no se someten al yugo opresor ateo, satánico y degenerado moral de la ideología marxista y progre, lgtbi y de género, hoy imperantes. Se profanan templos y tumbas, incitando al odio anti-católico vengativo y revanchista en la mayoría de medios de comunicación (por llamarlos así, más bien propagandistas embusteros a sueldo de marxistas y mercaderes liberales conservadores cómplices de la gran persecución anti-católica y financiadores del mal) como en los fatídicos años 30 y con la completa complicidad de jueces sectarios, nombrados a dedo de los políticos y prevaricadores con toda impunidad, que indultan a los perversos y malvados, a los corruptos y delincuentes, y dictan sentencias contra los humildes, pobres y buenos, al más puro estilo Caifás. En la España democrática de hoy, se ha llegado a la maldad sin límites de acusar falsamente a monjitas caritativas que salvaron la vida de muchos niños y niñas, hoy adultos, de ser abortados, (incluso convenciendo a la madre natural con dinero de familias ricas que los adoptaron) de robarlos, nada menos. Cuando los malvados propagandistas anticristianos tuvieron que afrontar la verdad que los peritos forenses analizaron sobre aquellos cadáveres de niños que supuestamente habían sido robados «engañando supuestamente» a sus madres sobre sus muertes al nacer, han callado como putas y no han tenido la hombría de pedir perdón por sus falsas acusaciones (seguramente son incapaces de ello) a aquellos a los que tanto daño han hecho. No tienen perdón de Dios. Tampoco han pedido perdón, en la España democrática todos aquellos que impune y falsamente acusaron y acusan hoy a sacerdotes (y a todos nosotros, los católicos) de abusos sobre menores, dañando su reputación y aprovechándose de que los miembros consagrados de la Iglesia nunca responden ojo por ojo, sino que perdonan incluso a sus enemigos (como les prescribió Nuestro Señor, ¡que Dios les bendiga y les compense en el Cielo!). Especialmente grave es esto, porque de más de 45100 pedófilos registrados el año pasado, como bien ha señalado Monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, eran contados los casos que afectaban a almas consagradas, casi todas ellas, sino todas, homosexuales, admitidos piadosamente en la Iglesia desde el Vaticano II, ante un mundo que les despreciaba, como bien ha observado nuestro papa Benedicto XVI en servicio de la verdad (¡paradoja del bien!. Así se premia la caridad cristiana, con maldad satánica ilimitada por los contados casos de caídas de consagrados. «Hace más ruido un árbol podrido cayendo que un millón sanos creciendo»). Y de eso nadie se hace eco en los medios, incluso en los minoritarios liberales y conservadores siervos del dinero. Vergonzoso. La persecución a la Iglesia Católica y sus miembros está adquiriendo, en la actualidad, rasgos esperpénticos en los que, enloquecidos de odio contra Dios y su Iglesia, ya no saben cómo tratar de hacer daño con sus mentiras.