08/05/2024 05:24
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Esta es la decimosegunda parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.

 

Carta decimotercera: Misión en Inglaterra

Otro episodio de descoordinación y enfrentamiento entre frentepopulistas:

El Presidente llegó de Barcelona a Valencia en avión. Todo el Gobierno le esperamos en el aeródromo de Manises. Con gran sorpresa vimos llegar otro avión procedente de Madrid, del que descendió don Julián Besteiro que se dirigía a Londres pasando por Valencia y Barcelona. Había sido citado por el Presidente. Llegó éste, y entraron los dos solos en una caseta, donde estuvieron hablando bastante tiempo. En esto no intervino ningún Ministro, ni el Jefe del Gobierno. ¿De qué trataron? Aunque parezca extraño, nada se me comunicó.

Segunda parte: El Presidente hizo una visita a Madrid para dar gracias a la capital por su heroica resistencia a los facciosos, y con tal motivo pronunció un discurso en el Ayuntamiento, a cuyo acto concurrieron autoridades y personas de significación. Besteiro no concurrió, y tal ausencia produjo gran extrañeza. ¿Qué había pasado? Según información que me merece entero crédito, alguien le preguntó si no había recibido invitación. Contestó que no, pero que si la hubiera recibido tampoco hubiera asistido. Manifestó que estaba dolorido por la conducta que se había observado con él después de su vuelta de Londres. Que se le encomendaron ciertas gestiones cerca de algunas personas, gestiones que había realizado y de las que había dado cuenta (¿a quién?); que se había comprometido a dar respuesta a cuestiones que le habían planteado, y después nadie le volvió a hablar del asunto. Le hicieron saber que en nada de eso había intervenido el Gobierno. Entonces declaró que en el aeródromo de Manises solicitó la presencia del Presidente del Consejo o del Ministro de Estado, y que le habían contestado que no era necesaria porque todos estaban de acuerdo (¿sobre qué?). ¿Qué clase de gestiones se le encargaron y con qué persona habló en Londres? ¿Sobre qué asuntos debió dar contestación? ¿A quién dio cuenta de su gestión al regreso de Londres? De nada tuvo conocimiento el Presidente del Consejo. Todo ha quedado en el misterio.

No conocía este episodio ni sé si tuvo alguna trascendencia por encima de la mera escena de la descoordinación absoluta en la España roja, otra más.

Sobre la caída de Málaga:

Querido amigo: La salida de Málaga del entonces coronel Asensio dejó en poder de los comunistas la dirección de la defensa de dicha capital; los militares no correligionarios de aquéllos eran un cero a la izquierda; las demás representaciones: socialistas, republicanos, cenetistas, etc., estaban de hecho eliminadas de la dirección. El jefe directo de la resistencia era, por su sola voluntad, el diputado comunista por Málaga, señor Bolívar. Los comunistas se apoderaron de todos los cargos de responsabilidad, e incluso confiscaron el teléfono, a cuyo frente estuvo otro comunista. Una vez apoderados los falangistas de la población este telefonista permaneció en ella y los facciosos le otorgaron un cargo importante.

Los lazos de disciplina se aflojaron de tal forma, que los facciosos se informaban exactamente de la situación moral y material de la plaza ya sitiada, y sin gran esfuerzo la tomaron.

La evacuación fue algo espantoso; el éxodo de hombres, mujeres y niños había de hacerse irremisiblemente por la carretera de Málaga a Almería, y los infelices emigrantes fueron ametrallados impunemente desde el mar y aire, por los buques y aviones de guerra de los rebeldes.

A los pocos días se celebró un mitin comunista en el que habló Jesús Hernández, Ministro de Instrucción Pública. En su discurso censuró al Jefe del Gobierno, dando a entender que protegía a los sospechosos de traición y que por eso se había perdido Málaga; se refería al general Asensio que todavía era Subsecretario de Guerra.

Carta decimocuarta: Envío de oro a Moscú

Viene a decir que no quedó otro remedio que enviar el oro a Moscú, pero que Negrín hizo de su capa un sayo con las cuentas y el uso del oro.

El caso Negrín necesitaría que se le dedicase un libro para explicarlo en toda su amplitud.

Se afilió al Partido Socialista más que por convicción porque a él pertenecía un íntimo amigo suyo. Hombre de pocos escrúpulos, de espíritu aventurero y donjuanesco y con una osadía sin límites. Fue Ministro de Hacienda en el Gobierno que formé, a propuesta de la Ejecutiva del Partido, sin ninguna satisfacción por mi parte. Las circunstancias porque atravesábamos y mi deseo de no tener rozamientos con la Ejecutiva, me obligaron a contemporizar con él. Desempeñaba la cartera con un gran desenfado, dejando a los altos empleados proceder con entera autonomía. La asiduidad en el trabajo le enfadaba. En estas cartas de íntima confidencia tengo que acusarme de excesiva condescendencia con sus extravagancias, genialidades y deslealtad.

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Como los facciosos estaban a las puertas de la capital de España, solicitó del Consejo de Ministros autorización para sacar el oro del Banco de España y llevarlo a sitio seguro, sin decir a dónde.

Como primera medida lo trasladó a los fuertes de Cartagena. Luego, temiendo un desembarco, decidió trasladarlo fuera de España. ¿Dónde? Inglaterra y Francia eran el alma de la «No Intervención». Además, esta última se había negado a devolver a la República el oro que desde la época de la Monarquía se tenía en depósito como resultado del sobrante por la desvalorización del franco hecha por Poncairé. ¿Se podía tener confianza en alguna de ellas? No. ¿En dónde depositarlo? No había otro lugar que Rusia, país que nos ayudaba con armas y víveres. Y a Rusia se entregó. Me consta que llegó íntegro y sin dificultad. Nos pareció algo milagroso que pasara el Mediterráneo, el Estrecho de Sicilia, el Bosforo y llegara a Odesa en el Mar Negro y a Moscú sin novedad.

Las cartas para las extracciones, teníamos que firmarlas Negrín y yo. Firmé dos o tres. Después, sin darme explicaciones, las firmaba solamente Negrín. ¿Cuánto se ha gastado de ese oro durante y después de la guerra civil? ¿Qué oro quedó todavía después de la guerra? Eso lo sabrá el señor Negrín, quien, aunque se le ha reclamado reiteradamente, aún no ha dado cuenta de ello a nadie.

Dos o tres veces que pregunté por el señor Negrín, me dijeron que estaba en el extranjero. Para esas salidas no había pedido permiso ni advertido nada al Presidente del Consejo. Yo guardaba silencio, suponiendo que habría ido a resolver asuntos relacionados con los gastos de material de guerra y que debía guardarse el secreto. Después supe que se marchaba con pasaporte falso, con nombre supuesto, en magnífico automóvil y acompañado de señoras con quienes no tenía ningún parentesco, y que había estado en París y Londres. … Está comprobado que en esos viajes nunca visitó los Centros oficiales de la República en el extranjero.

“Milicianas”, “señoras con quienes no había ningún parentesco”… qué delicados eran entonces los rojos. Los nacionales les llamaban putas sin mayor ceremonia.

Ahora le toca el turno de las críticas a Prieto (con referencias también a los “aliados vascos”):

Indalecio Prieto tenía las carteras de Marina y Aire. De hecho, no desempeñaba ninguna. En momentos de desesperación, él mismo declaraba: «Si no fuera por lo que es, me habría ido a mi casa; estoy harto de hacer el ridículo».

La aviación la dirigía un jefe ruso, aunque oficialmente había un español. La República pagaba el material y los rusos se creían en el deber de tener la dirección de su entretenimiento, de la Escuela de pilotos y hasta de cumplir o no las órdenes del envío de aviación a cualquiera de los frentes. El Estado Mayor ordenaba el envío de aviación porque iban a realizarse unas ofensivas o era necesaria para contener al enemigo en su avance; Prieto se lo comunicaba al Jefe oficial de la aviación, éste al jefe ruso, y se daban infinidad de casos en que tal fuerza no acudía, impidiendo así que los nuestros avanzaran o evitasen el avance del enemigo. … cuando llegaban al ruso, éste se disculpaba diciendo que había que reparar el material o bien con el cansancio de los pilotos. Todo ello sucedía, al parecer, por falta de aviones y de personal especializado. Por estos motivos el problema de la aviación en el Norte se hacía insoluble. Prieto y los rusos no encontraban solución.

El señor Aguirre, como Presidente del Gobierno Vasco, enviaba diariamente varios telegramas a Guerra solicitando con angustia aviones, pues los facciosos se aprovechaban de su ausencia y avanzaban extraordinariamente. Todos los telegramas se le enviaban a Prieto, pero la aviación no iba nunca al Norte. No tenía radio de acción suficiente para llegar a destino sin hacer escala en la zona ocupada por el enemigo.

El señor Aguirre rayaba en la desesperación. Llegó a amenazar con tomar resoluciones graves si no se le atendía, es decir, se separaría de la República y concertaría una paz separada. Esto le valió sendas cartas de Prieto y mías censurándolo. Así pasaron muchas semanas.

Desde la Oficina de Telégrafos me enviaron un despacho firmado por el Papa actual, —entonces Secretario de Pío XI— dirigido al señor Aguirre, aconsejándole en nombre de Pío XI que cesara en la resistencia e hiciera la paz con Franco, ofreciéndole que éste se conduciría con humanidad, respetando las industrias bilbaínas. Esto le dará la medida de la trágica lucha que la República sostenía con los traidores. Éstos tenían las armas, los soldados, a ayuda de Italia y Alemania, la pasividad de la «No Intervención» y, por añadidura, el Vaticano se ocupaba, no de salvar las almas de los pecadores, sino de salvar a los rebeldes que asesinaban a sus hermanos españoles. Para Pío XI no rezaba la «No Intervención»… ni los preceptos cristianos. Procuraba ayudar a los facciosos y a los demás que los partiera un rayo.

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El telegrama no se cursó ni di cuenta de él al Consejo de Ministros, ya que creía mi deber guardar secreto absoluto para evitar las consecuencias desagradables que el asunto pudiera acarrear. Como no tuvo contestación, se recibió otro concebido en los mismos términos y sufrió la misma suerte del anterior. Un hermano del señor Aguirre tuvo conocimiento del telegrama estando ya todos en la emigración, y fue a mi casa en París para que le dijera si era cierto que se había recibido el despacho, y le conté toda la verdad.

A espaldas del Ministro de Marina se constituyeron unos Comités que dirigían todo lo referente al ramo y no cumplían las órdenes de Prieto. La animosidad contra él era tanta que un día le buscaron en el Ministerio para agredirle, pero no lo encontraron y se contentaron con arrojar su retrato por un balcón. Como Comisario de producción de material no tuvo la suerte de poder entregar ni un cartucho, ni un fusil. A este hombre, con fama de organizador y activo, se le confirió la cartera de Defensa Nacional en el Gobierno Negrín.

El fusilamiento de Jose Antonio:

Estaba en poder de los facciosos, preso e incomunicado, en Sevilla, mi hijo Paco. Esto me quitaba el sueño. Tenía el temor de recibir la noticia terrible de su asesinato. En este estado de espíritu recibí la visita del diputado comunista señor Bolívar que iba a darme el pésame por el fusilamiento de mi hijo. La emoción me ahogaba; me hizo verter lágrimas de dolor, pero, afortunadamente, la noticia no se confirmó. Se verificaban canjes de prisioneros e incluso se hizo el del señor Serrano Súñer, mas, por delicadeza, jamás hice indicación alguna a los que se ocupaban de ello, ni nadie intentó nada para salvarle. Yo tenía que repetir el papel de Guzmán el Bueno en la realidad.

Alguien hizo circular la especie de que se había propuesto el canje de mi hijo por el jefe falangista Primo de Rivera; que el general Queipo de Llano lo había rechazado y que por esta causa se fusiló en nuestra zona a Primo de Rivera. La especie era absolutamente falsa.

El fusilamiento de Primo de Rivera fue motivo de profundo disgusto para mí, y creo que para todos los ministros del Gabinete. Como en todos los casos de condena a muerte por los Consejos de Guerra —y Primo de Rivera fue sometido y juzgado por uno de estos Consejos— la sentencia pasó al Consejo Supremo; éste la confirmó, y cumplido este trámite debería pasar al Consejo de Ministros para ser o no aprobada, costumbre establecida por mi Gobierno. Estábamos en sesión con el expediente sobre la mesa, cuando se recibió un telegrama comunicando haber sido fusilado Primo de Rivera en Alicante. … Ésta es la estricta verdad respecto a ese episodio, tan lamentable y que tan malas consecuencias ha tenido.

Todos los que pudieron haber evitado el fusilamiento escurrieron el bulto en sus memorias.

Los comunistas se hacen con el control del ejército durante su presidencia:

Por este medio me enteré que en algunos frentes se tenía una preferencia irritante con los que eran comunistas, para darles calzado, ropa, tabaco y alimentos; los demás eran cenicientas de las Brigadas. Eso, cuando no se les fusilaba por la espalda. Del mismo modo supe que en algunos hospitales —al igual que hacían los curas y monjas con los laicos— a los no comunistas no les atendían, medicinaban ni alimentaban debidamente…

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chus

Queipo tenia preso en Sevilla a Paco, hijo de Largo Caballero ? ¿ pudo Queipo canjearlo por los asediados en Santa Maria de la Cabeza.?

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