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Recuerdo, hace muchos años, en mi edad juvenil, a un amigo que, cada vez que cruzaba delante del Ayuntamiento de La Coruña, hacía una leve inclinación de cabeza. Al preguntarle el motivo de aquel gesto, me respondió simplemente: “es el que me da de comer” y efectivamente, allí, en nuestro concejo trabajaba su padre y de ahí ese gesto de respeto y reconocimiento.

Tampoco puedo olvidar a otro amigo, hijo del Cónsul de Venezuela en La Coruña, que, cada vez que transitaba por el Cantón Grande delante de la sede consular de su país, si la bandera se encontraba izada, al cruzarse ante ella, inclinaba respetuosamente la cabeza.

Efectivamente, en uno u otro caso, se trata de gestos testimoniales que denotan un sentimiento que nace en el interior del que los ejecuta y que para muchos pueden considerarse triviales cuando en realidad no lo son.

También recuerdo, y eso a nosotros nos lo enseñaron tanto en nuestras casas como en la Organización Juvenil Española, el respeto que se profesaba a los símbolos nacionales -Bandera, Himno y Escudo-. Era frecuente, cada vez que la Bandera o el Estandarte de alguna Unidad militar de la guarnición salía a las calles, ver como aquellas personas que usaban prenda de cabeza -sombrero o boina- se descubrían, mientras otros inclinaban la cabeza o adoptaban una actitud de máximo respeto, gestos que nosotros imitamos.

De igual modo, si el paso por las proximidades de un recinto militar coincidía con el acto de izado o arriado de Bandera, la gente se detenía aguardando a que concluyese la ceremonia antes de continuar con su caminar. Era lo habitual y a nadie le extrañaba ni le sorprendía.

Sin duda, esos gestos son tan solo externos, aunque, en principio, ponen de relieve el respeto que la Patria y las tradiciones deben merecer a los ciudadanos; sin embargo, pese a ser una muestra elemental de cultura patriótica, esta debe llegar mucho más allá hasta lograr una perfecta identificación entre los españoles y el concepto de Nación como una auténtica unidad de destino en lo universal, cuyos cimientos se sustentan en nuestro glorioso pasado histórico sobre los que tenemos que construir el futuro.

Sorprende ver, y todavía tuvimos oportunidad de verlo en la celebración del Día de la Fiesta Nacional del pasado día 12, como al paso de la Enseña Nacional ninguno o muy pocos de los políticos que tenemos, sean de la ideología que sean, inclinaron sus cabezas en señal de respeto, pese a ser ellos -al menos deberían de serlo- los llamados a dar ejemplo al resto de los ciudadanos.

Pero más allá de estos gestos externos, la gravedad del asunto radica en la nula formación de nuestras juventudes en esa cultura patriótica tan necesaria, en esos valores tradicionales que siempre nos han distinguido como pueblo. Las nefastas Leyes de Educación, la mayoría de factura socialista, han ido dando, cada vez más, de lado a nuestra historia, a nuestras gestas tanto en su vertiente militar, como cultural y científica a lo largo de la historia, obviando inculcar a los jóvenes valores y sentimientos patrióticos y orgullo de pertenencia, antes bien, todo lo contrario.

Para amar algo, para sentirse identificado con algo es necesario conocerlo, empaparse de ello y así, dando de lado a los absurdos complejos y prejuicios de los que tanto adolecemos los españoles, llegar a sentirlo como algo propio más allá de unos datos filiativos que nos asignan un lugar de nacimiento.

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Hasta el año 2005 -poco después de la llegada de los socialistas nuevamente al poder- casi un 75% de españoles decían sentirse orgullosos de serlo; sin embargo, hoy, tras el nefasto gobierno de Zapatero y el no menos nefasto de Sánchez, está cifra se sitúa alrededor de un 60%, es decir quince putos menos en tan solo diecisiete años.

Aún tengo fresco en la memoria el recuerdo, una mañana de años atrás, cuando vi salir de un colegio próximo a donde yo resido, a los niños portando pequeñas banderas europeas. Paré a uno para preguntarle a que se debía que enarbolase la enseña de la Comunidad europea a lo que me respondió que se la habían dado en clase ya que era el día de Europa.

Antes de que se fuese, le pregunté si algún día del año sus maestros o maestras les hablaban de nuestra Bandera Nacional o les entregaban una como la que portaba y me respondió, naturalmente, que no.

La historia, nuestra Historia es la gran desconocida especialmente para los más jóvenes que ignoran, por tanto, el papel jugado por España a lo largo de los siglos, sus hechos más gloriosos, sus personajes trascendentales y nuestra aportación a la gran historia universal, lo que, en una buena medida, les impide sentirse orgullosos de ser españoles.

Hechos y personajes de la historia patria pasan totalmente inadvertidos para esta juventud deficientemente formada a la que no se inculca ni una sola lección de cultura patriótica y mucho menos el principio de amor a España que debería correr por sus venas como sucede en otros países de nuestro entorno.

Hemos sido permeables a todas las modas y costumbres venidas de los países sajones -las fiestas de graduación, las damas de honor en las bodas, la noche de Halloween, solo nos falta el 4 de julio- y, sin embargo, no hemos importado el sentimiento de pertenencia a su país y, mucho menos, el amor y respeto a sus símbolos nacionales ya que eso, de acuerdo con la perniciosa ideología de la izquierda cavernaria, es cosa de “fachas”.

Esta juventud, fácilmente manejable y alienable, que se pavonea de ser la mejor formada, es ignorante en grado supino y su conocimiento no va más allá de lo que les aportan las redes sociales, esos influenciadores en los que buscan el gran paradigma y la Wikipedia donde cualquiera puede aportar datos sean o no ciertos. De esta forma, la izquierda ha logrado uno de sus objetivos primarios: desarmar de valores a la juventud, el alimento de su alma, y lo ha hecho ante la pasividad malsana de la derecha acomodaticia que jamás ha sabido reaccionar por temor a ser tildada de fascistas.

Si pretendemos recuperar España y evitar que se diluya en nuestros propios complejos y prejuicios es imprescindible devolver a los españoles el sentimiento de Patria, ese sentimiento de pertenencia a una empresa común; una empresa capaz de conducirnos por las sendas de la gloria y así, cada vez que fuimos capaces de superar lo poco que nos separa, nos convertimos en invencibles, superando cualquier adversidad.

Autor

Eugenio Fernández Barallobre
Eugenio Fernández Barallobre
José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.

Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.

Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.

Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.

Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022

Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)

"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)

"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)

"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).

"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).

"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).


Otras publicaciones:

"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)

"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).

"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).

"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).

"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
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