27/04/2024 02:08
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         A lo largo de estos días profundizaremos en los valores e instituciones de la Comunidad Hispánica de Naciones a la cual pertenecemos todos los pueblos que en su momento fuimos parte del Imperio Español. Al poco tiempo de producirse la dolorosa  Independencia de las Provincias Unidas del  Río de la Plata, el Padre Francisco de Paula Castañeda afirmaba que esa decisión no contenía en sus elementos el menor odio contra los españoles, ni la menor aversión contra sus costumbres, que eran las nuestras, ni contra su literatura que era la nuestra, ni contra sus virtudes que eran las nuestras, ni mucho menos contra su religión que era la nuestra. Pero los demagogos (…) impregnándose en las máximas revolucionarias de tantos libros jacobinos (…) empezaron a revestir un carácter absolutamente antiespañol” en vez “del espíritu castellano (…) que es todo nuestro honor, y forma nuestro carácter; pues por Castilla somos gente”. En sentido similar se pronunciaron entonces  otros protagonistas de la llamada Revolución de Mayo (1810) y del Congreso de Tucumán (1816) como Cornelio Saavedra, el Gral. Manuel Belgrano, Tomás Manuel de Anchorena o el Padre Castro Barros. Menos conocido es, en cambio, el proyecto pro- hispánico del Gral. San Martín, del cual nos ocuparemos otro día para no generar ahora una polémica al respecto. Sólo diré, a fin de suplir la ignorancia de muchos y la mala fe de pocos (en general argentinos), que el proyecto sanmartiniano, explicitado en el Perú entre 1820 y 1821, consistía en independizarnos del Rey (al haberse agotado en 1815 todas las instancias diplomáticas de una solución menos drástica), seguir siendo fieles a los valores de la Hispanidad y establecer en América del Sur una Monarquía católica, con Don Carlos María Isidro de Borbón Parma como Rey y un tratado de beneficio recíproco entre la España Peninsular, el Perú y el Río de la Plata. Otro día, reitero, me ocuparé de este asunto, con el máximo respeto por quienes piensen lo contrario. Pero las fuentes documentales y bibliográficas al respecto abundan.

          Consumada la Independencia, corrió a cargo de dos gobernantes argentinos del siglo XIX, la defensa explícita de la acción de España en América y de nuestra tradición hispano-criolla. Me refiero a Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones exteriores entre 1829 y 1852 (con una breve interrupción entre 1832 y 1835) y a Nicolás Avellaneda, del Partido Autonomista Nacional (liberal-conservador), Presidente de la Argentina entre 1874 y 1880. El líder de ese partido, el General Julio Argentino Roca (dos veces presidente), pese al laicismo y el positivismo de su primer gobierno, fue quien eliminó del Himno Nacional Argentino en su versión cantada, las estrofas injuriosas para con la Madre Patria.

 

      Ya entrado el siglo XX, fue mérito del Presidente Hipólito Yrigoyen el haber instituido el Día de la Raza en 1917 para honrar la memoria de la España civilizadora y evangelizadora. Yrigoyen (uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical, tradicional partido político argentino), recibió, en reconocimiento a su noble decreto, la condecoración del collar de Isabel la Católica en nombre del Rey Alfonso XIII, quien por entonces gobernaba de hecho el Reino de  España (digo de hecho porque simpatizo con el carlismo, pero no os enojéis los españoles no carlistas, que me consta los hay y muy buenos).  Bastantes argentinos, como aquel presidente del radicalismo, seguimos viendo en el 12 de octubre una ocasión más para agradecer el legado del Imperio Español en América y no para fomentar una relativista “diversidad cultural”, anticatólica y antiespañola, como se viene haciendo desde la llegada del kirchnerismo al poder en el año 2003. Con posterioridad a los años de Yrigoyen, correspondió al Padre Zacarías de Vizcarra (nacido y muerto en España, pero que vivió largos años en nuestro país) acuñar el término Hispanidad (que ya existía) con el significado que hoy le damos; a Don Ramiro de Maeztu – diplomático, político e intelectual, que fuera embajador de España en la Argentina – su enérgica defensa; y a Don Manuel García Morente, que visitó y dio clases en estas tierras en 1934 y 1937, definir el estilo propio de la Hispanidad. Podemos afirmar pues, sin mucho margen de error, que el concepto católico y tradicionalista de Hispanidad terminó de perfilarse durante la década del 30 del pasado siglo entre Buenos Aires y Madrid, gracias al trato frecuente que el Padre Zacarías de Vizcarra y Don Ramiro de Maeztu tuvieron entonces con pensadores y escritores argentinos como Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta, César Pico, Tomás D. Casares, Alberto Ezcurra Medrano, Lisardo Zía y Mario Lassaga, fundadores del Nacionalismo Católico. Relacionados en su mayoría con esta corriente política, numerosos historiadores nuestros se dedicaron a refutar la Leyenda Negra Antiespañola y a defender el patrimonio espiritual y material heredado de la Madre Patria. Por lo mismo hay que decir con claridad que el actual resurgimiento de admiración y defensa de la Hispanidad en la Argentina e Hispanoamérica tiene importantes antecedentes y lleva casi cien años de estudio científico, con investigaciones y libros que sólo se desconocen por la conocida “conspiración del silencio”o por ignorancia. Para estos pensadores argentinos, como dijo uno de ellos, lo nuestro no es hispano-filia sino hispano-filiación. Sólo por mencionar a los más importantes me permitiré recordar hoy a Rómulo Carbia (La superchería en la historia del Descubrimiento de América e Historia de la Leyenda Negra hispano-americana), Vicente Sierra (Así se hizo América y El sentido misional de la Conquista de América), Cayetano Bruno (El derecho público de la Iglesia en Indias, El aborigen americano en la Recopilación de las Leyes de Indias e Iglesia y Estado en las Indias), Angel Rosenblat (La población indígena de América desde 1492 hasta la actualidad, La población indígena y el mestizaje en América y La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos), Samuel W. Medrano (Construcción de la Cristiandad en la Argentina), Juan Alfonso Carrizo (El cristianismo en los cantares populares y Antecedentes hispano-medioevales de la poesía tradicional argentina), José María Rosa (Del municipio indiano a la provincia argentina), Ricardo Zorraquín Becú (La organización política argentina en el período hispánico), Ricardo Levene (Las Indias no eran colonias), Victor Tau Anzoátegui (¿Qué fue el derecho indiano? y Casuismo y Sistema: Indagación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano), Federico Ibarguren (Nuestra Tradición Histórica), Héctor B. Petrocelli (Encuentro de dos mundos. Lo que a veces no se dice de la Conquista de América), Juan Luis Gallardo (Crónica de cinco siglos), Enrique Díaz Araujo (América, la bien donada; Colón; Las Casas, visto de costado; Mayo revisado), Alberto Caturelli (El Nuevo Mundo. El descubrimiento, la conquista y la evangelización de América y la cultura occidental, e Historia de la Filosofía en la Argentina 1600-2000), Guillermo Furlong (Los jesuitas y la cultura rioplatense, Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata 1536-1810) y Antonio Caponnetto (Hispanidad y Leyendas Negras y Los críticos del Revisionismo Histórico), además de los numerosos escritos referidos al tema que nos ocupa, de argentinos como Manuel Gálvez, Carlos Ibarguren, Gustavo Martinez Zuviría, Alberto Ezcurra Medrano, Julio Irazusta, Ernesto Palacio, Mario Amadeo, Marcelo Sánchez Sorondo, Jordán B. Genta, Julio Meinvielle, Bruno Jacovella, Atilio García Mellid, Leonardo Castellani, Ignacio B. Anzoátegui, Juan Carlos Zuretti, Alberto Ezcurra Uriburu, Alfredo Sáenz S.J, Héctor H. Hernández, Félix A. Lamas, Bernardo Lozier Almazán, Ricardo Fraga, Bernardino Montejano, Carlos Biestro, Camilo Tale, Cristián R. Iturralde, Javier Olivera Ravassi S.E y Sergio R. Castaño  entre otros.

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      A su turno, la defensa de la Hispanidad sería incorporada también a la Doctrina Justicialista por el Tte. Gral. Juan Domingo Perón y por pensadores vinculados a esa corriente política como el ya mencionado José María Rosa, además de Fermín Chávez, Enrique Pavón Pereyra, Alberto Buela o Carlos Disandro y en la actualidad por  mis amigos Patricio Lons,  Marcelo Gullo Omodeo y Pablo Yurman (más allá de ciertas diferencias de interpretación acerca de las Independencias americanas que tengo con Patricio).           

   Hoy nos corresponde a nosotros seguir levantando la bandera de la Hispanidad como prenda de unión entre nuestros pueblos ante al Nuevo Orden Mundial que pretende acabar con la Fe católica, la Ley Natural, las soberanías nacionales y la familia tradicional. Y defender así la Patria Grande que en sus versos inmortalizara el gran poeta nicaragüense Rubén Darío: “la América ingenua que tiene sangre indígena/que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”