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Esta parte es de un altísimo interés histórico.

 

XIX El Conde de Jordana plantea la ayuda a los judíos (octubre 1943-abril 1944)

 

El capítulo XIX proporciona una información muy relevante, imprescindible, sobre el acercamiento del Estado Nacional a los judíos, que tiene lugar como parte de la estrategia para romper el aislamiento que se preveía cuando la fortuna militar del Eje empezó a dar un giro. Es un testimonio de primer orden, porque Bedoya fue el responsable directo de los contactos con las asociaciones judías, a las órdenes del ministro de Exteriores Jordana, y después del mismo Franco.

 

El ministro de Exteriores, conde de Jordana, expone a Bedoya la política exterior a seguir, inteligentísima, única posible en aquel momento en que cambian las tornas y el Eje comienza a replegarse:

 

“El Generalísimo me ha autorizado a llevar adelante mi propósito. En definitiva, se trata de perfilar una política exterior a base de tres cartas, las únicas que tenemos, sobre la hipótesis (la sola que admito como más probable) de una victoria aliada: la primera, consiste en esgrimir como argumento permanente, ante las más variadas circunstancias, la exigencia de «el equilibrio de poder» frente la Rusia soviética; la segunda carta radica en hacer valorar nuestro amor a un estado de Derecho hacia el que caminamos si no se nos hostiga (amnistía, Cortes, ley de derechos de la persona, elecciones sindicales y representativas, trato a refugiados de la guerra, etc.); la tercera, estriba en logar la solidaridad internacional con los católicos y los judíos del mundo. (p. 224)

 

Jordana encarga a Bedoya que se ocupe directamente de los contactos con los judíos estableciéndose en Lisboa con un puesto nominal de agregado de Prensa en la embajada: “el objetivo es llegar a un “acuerdo entre caballeros» y darles la sensación de una ayuda por un cauce estable, independiente y especializado, al margen de las chinchorrerías de los servicios de información que funcionan en Madrid…” (p. 225)

 

Bedoya y Mercedes lo aceptan. Esta sigue manteniendo su puesto en el Instituto Nacional de Previsión, por lo que no levantan la casa de Madrid.

 

“Ernesto Bacharach era un judío alemán, nacido en Hamburgo y nacionalizado español. Yo le había conocido en la Compañía Española de Propaganda e Industria Cinematográfica SA (CEPICSA) en la que era director técnico publicitario. Entre sus características figuraban el ser un hombre muy preocupado por la elegancia de su vestir, aficionado componer música (yo le hice dos o tres letrillas para algunas de sus canciones; la música de fondo del «CEPICSA presenta», de nuestra distribuidora, era suya) y políglota admirable, dominando, aun descontando su alemán nativo y además del español, el inglés, francés, portugués, italiano, sueco y tagalo…” (p. 226)

 

“Dentro de esta línea de actividad, Ernesto conoció a un judío que me pareció interesante, procedente de Amberes, donde había comerciado modestamente con brillantes, y que ahora me malvivía traficando divisas a base de utilizar los estrechos márgenes del giro postal internacional, con cientos de pequeños envíos diarios, a nombres diferentes y a países europeos sin libertad de cambios, y viceversa” (p. 227)

 

Encaja perfectamente en el estereotipo – si es que se puede hablar de estereotipo en estos casos- del trapicheador judío.

 

“No gustamos que llamen Palestina (tierra de filisteos) a nuestra casa, a la casa que nos señaló el Señor… Hasta que el mundo de las injusticias conozca su cataclismo, y de Israel nazca el mundo nuevo en el que todos los hombres se agarren de la mano solidariamente en el amor de Dios, como testimonio de su obra, antes de que nuestro planeta desaparezca definitivamente. Yo estoy seguro que Yahvé esta moviendo ahora los corazones de ustedes, de Sefarad, para que ayuden al pueblo elegido a no desaparecer antes de que el tiempo se cumpla». (p. 227)

 

A mí no me gusta nada que llamen Sefarad a España, a mi España de toda la vida; así que una por otra. En todo caso, lo que se expone es la versión del mesianismo judío para gentiles. La versión interna, la que usan entre ellos, no es tan halagüeña para los gentiles: Un rabino dice que los gentiles nacieron para servir a los judíos. Lo declaró recientemente el gran rabino sefardí de Israel. Al que vemos aquí el Rey de España, que dudo le pidiera explicaciones cuando se reunió con él:

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Bedoya colabora también ese año en la redacción del Fuero de los Españoles, durante una estancia en Madrid. Una nota curiosa:

 

“Aproveché para trabajar en la comisión redactora del Fuero de los Españoles en la cual los debates cada semana se hacían más laboriosos y complicados porque, cosa curiosa, eran los recién incorporados democristianos (el letrado del Consejo de Estado, Martín Artajo y el catedrático Ruiz-Giménez) junto a Castiella, a quienes creíamos volcados para la apertura, los que se batían mas cicateramente para reducir el alcance práctico de las libertades en razón de argumentos que les obligaban seguramente en conciencia, basados en principios de la dogmática (Syllabus) y la moral católica de entonces.” (p. 228)

 

Como sabemos, todo cambiaría con el Concilio Vaticano Segundo, que convirtió a estos piadosos meapilas tan celosos de la confesionalidad en unos demócratas “ecuménicos” de toda la vida.

 

Empiezan las peticiones de los judíos:

 

“Las posiciones de entrada, después rectificadas, fueron las siguientes: el sionista religioso dijo que «antes de firmar nada con Franco, este tenía que autorizar una sinagoga en Barcelona, otra en Madrid y devolver la vieja sinagoga de Toledo, de profundo valor histórico para los sefarditas»; el judío nativo de Palestina, de la agencia de Jerusalén, sostuvo que «antes de firmar con Franco, este tenía que subvencionar (como estaba haciendo con los peregrinos musulmanes a La Meca) la emigración de un primer grupo de judíos del Protectorado español de Marruecos, de Ceuta y Melilla, hacia Jaifa»; y el judío que hablaba en nombre de los judíos no confesionales del resto del mundo me sorprendió por partida doble al revelarme dos cosas que desconocía: «Franco puede contar con la ayuda del pueblo judío, que en este momento solo dispone de dos jefes de estado de su raza: el y Roosevelt. Sin embargo nos gustaría un gesto previo a cualquier firma como, por ejemplo, que librase unos 400 judíos “haidris» que en este momento están en Atenas a punto de ser llevados a Polonia para ser exterminados allí en las cámaras de gas.

 

Yo solo había oído a Giacobi hablar de estas cámaras de gas y quedé espeluznado tras de las detalladas explicaciones que pedí y que me dieron con gran amplitud. También ignoraba que los judíos tuvieran a Franco por uno de los suyos, tanto por la línea de los Franco como por la de los Bahamonde, según me precisaron. El apellido Franco tuvo siempre el marchamo judío -me hicieron notar de nuevo- y el de Bahamonde era literalmente Bar Amón, es decir, hijo de Amón, el hijo de Lot (…)

 

Volviendo al relato del pacto con los judíos, debo decir que estos me preguntaron cuál sería la contrapartida que exigiría Franco por la colaboración que íbamos a instituir y yo les dije a las siguientes palabras que llevaba por escrito: «La neutralidad benevolente de los judíos del mundo hacia la España nacional”. Ellos aceptaron esta contapartida sin discusión, haciendo la salvedad de que no podían responder de todas las conductas individuales y que su compromiso moral se entendía respecto los judíos del mundo como «colectividad», a criterios de la comunidad.” (p. 229 230)

 

La frase «Franco puede contar con la ayuda del pueblo judío, que en este momento solo dispone de dos jefes de estado de su raza: el y Roosevelt” es para enmarcar. Solo dos; le parecerían pocos.  ¿Y cuántos cristianos se espera alcancen la presidencia del gobierno de Israel?

 

“A continuación tramité la expedición de pasaportes españoles de sefarditas a todos los judíos que se presentasen y nuestros consulados de la Europa ocupada por los alemanes. Esto nos costó más por las resistencias burocráticas de nuestro ministerio de Asuntos Exteriores. La cuestión estaba planteada en los siguientes términos: al principio de la República, y después de una campaña a favor por Ernesto Giménez Caballero en la Gaceta Literaria, don Fernando de los Ríos, a la sazón ministro de Justicia, otorga un estatus jurídico especial a los judíos sefarditas que se escribiesen como tales en los respectivos consulados de España…” (p. 230)

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Es discutible que de los Ríos actuara tras la campaña de GC. En todo caso, este laicista militante, es decir rabioso anticatólico, fue servilmente obsequioso con los judíos. Su genotipo, por cierto, era claramente semítico.

 

En resumen, como indicado, estamos ante un testimonio clave para entender las relaciones de Franco con los judíos al final de la Segunda Guerra Mundial. Por eso resulta extraño que Bedoya no sea más citado al respecto. ¿Será que no interesa?

 

XX El desembarco aliado en Normandía (mayo 1944-agosto 1944)

 

“Ya, por estos días que acabo de relatar, era conocida la primera protesta oficial de los gobiernos de Egipto y del Iraq a causa de las intenciones públicamente mantenidas por los gobernantes norteamericanos de crear un Estado judío en Palestina de modo que, en nuestra actuación, este supuesto del Estado judío no estaba descartado, en virtud de ser una de las consecuencias naturales de la victoria aliada y como hecho conocido que aceptábamos sin discusión al iniciar la colaboración con el mundo judío” (p. 233)

 

Como es sabido, cuando los judíos quisieran materializar ese apoyo a la creación del Estado de Israel la colaboración con España pasaría a hostilidad de fondo. Pero no adelantemos acontencimientos.

 

La prudencia de Jordana:

 

“Nuestros amigos los judíos no se dan cuenta de que están todavía en periodo de ejecución dos de sus peticiones, arduas las dos. ¿Qué van a pedir ahora en Hungría? Desearía que me entendiese bien usted, Bedoya, no se trata de que yo alegue exceso de trabajo en este ministerio. Nada de eso. El personal que de mí depende está trabajando a gusto en esta cuestión y en todas las derivadas de la guerra, que no son fáciles. Lo que hay que medir es el grado de «provocación», llamenosle así, que en cada momento podemos alcanzar frente al antisemitismo alemán” (p. 234)

 

“Paralelamente, tuvimos que negarnos interceder en Bolivia, acerca de Paz Estensoro para que levantara su prohibición de aceptar la inmigración de judíos en dirección hacia que el país, debido a que los resultados de las averiguaciones oportunas demostraban que los judíos que en 1939-40 habían sido admitidos por el general Peñaranda, casi todos huidos de Alemania y Francia, a título de pioneros de agricultura, de tal forma que se les asignó terrenos para su colonización, no habían cumplido con esa condición (salvo un pequeño grupo cerca de La Paz) y se habían instalado en la capital, abriendo restaurantes, tiendas y pensiones con la disculpa de que los lugares que les habían sido asignados para vivir era insalubres además de incomunicados” (p. 235)

 

Es bien sabido que los judíos rechazan cultivar cualquier tierra que no sea la que llaman “prometida”.

 

“El jueves día 8 correspondía como todos los jueves, el té de Palhvá. Era un acierto de Isabel Pascual de Pobil, señora de Nicolás Franco, porque está reunión semanal de todos los miembros de la embajada, con sus respectivas esposas, nos permitía vivir como una unidad, despachar o consultar muy naturalmente ciertas cuestiones con el embajador (difícil de ver a causa de sus cacerías y pesqueras, para las cuales solía salir los viernes para regresar los lunes por la noche)…” (p. 237)

 

Buena vida se pegaba el hermanísimo.

 

“La liberación de Francia provocó delirios en Portugal, con trémulos increíbles en su expresión, confesando que su cultura era francesa y que el verdadero espíritu de la latinidad estaba en Francia.” (p. 239)

 

Los portugueses son incorregibles en su tirria antiespañola. Este detalle hay que añadirlo a otras informaciones sobre la susceptibilidad portuguesa hacia España, y su alianza con Inglaterra, que es una alianza contra España. Hay más detalles en los capítulos siguientes.

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REDACCIÓN