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Nació en Palma de Mallorca el día 14 de enero de 1794; era hijo de Don Francisco de Villalonga y de Doña Juana de Escalada, los cuales le dieron una esmerada educación. El día 21 de agosto de 1808 ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería 2º de Mallorca, donde estuvo de guarnición y en la isla de Ibiza; siendo ascendido a Subteniente el 5 de octubre de 1808.

 

Año 1812

El 15 de marzo de 1812 se presentó voluntario para servir en el segundo Batallón del Regimiento, el cual iba a incorporarse al segundo y tercer Ejército que mandaba el Teniente General Don Manuel Freire; con el que formando parte de la División del general Conde de Montijo se embarcó en Alicante para las costas de Denia, con motivo de la batalla de Castalla el día 21 de julio, cuando mandaba ya el Ejército el nuevo General en Jefe Don José O´Donell.  Desde el 15 de marzo hasta el 15 de agosto, fecha en que se incorporó al primer Batallón a que pertenecía, había desempeñado en el segundo Batallón las funciones de Ayudante. Con el primer Batallón formó parte de la División mallorquina que mandaba el Teniente General Don Santiago Withinghan, en unión del Ejército británico, a las órdenes del General Mailan.

En la División mallorquina fue Ayudante de campo del Conde de Montenegro, pasando al Estado Mayor de la División el 21 de octubre, donde permaneció dos años. El 28 de octubre de este año fue ascendido al empleo de Teniente por antigüedad, tomando parte ya con este empleo en la acción de San Vicente; a la de Castalla, que tuvo lugar el día 4 de septiembre; a la de Tivi, el 29 del mismo mes; a la defensa de Alcoy, el día 12 de noviembre y de nuevo en Alcoy el día 15, en el que la vanguardia de la división francesa, mandada por el General Arizpe sufrió un fortísimo ataque.

 

Año 1813

En el año 1813 continuaba en operaciones en Alcoy, donde el día 7 de marzo tomó parte en varias escaramuzas; el día 25 tomó parte en la acción de Cocentaina y el 27 en el reconocimiento del pueblo de Albaida. Los días 12 y 13 de abril tomó parte de nuevo en la batalla de Castalla, que mandó en persona el General Jefe.

El día 30 de mayo  embarcó en Alicante con las tropas que se desplazaron a Cataluña, desembarcando en Tarragona el día 2 de junio y tomando parte en el sitio de esta plaza; así como en el ataque ala misma efectuado la noche del día 12, mandando las operaciones el General inglés Lord Jonn Murria, en cuyo combate le tocó con las fuerzas de su mando escalar la muralla. Siguió los movimientos que la expedición realizó sobre el Coll de Balaguer y regresó a Alicante el día 24 de junio.

Fue después en seguimiento del ejército francés, que mandaba el General Souchet cuando se retiró de Valencia a Cataluña y tomó parte en el segundo sitio que el ejército inglés, al mando del General Mailan puso a la plaza de Tarragona; tomó parte el día 15 de agosto en la acción del Coll de Santa Cristina; en la del río Brafin y en la retirada a Valls.

 

Año 1814

El día 1 de febrero de 1814 participó en el bloqueo de la plaza de Barcelona, bajo la dirección del General Don Francisco Copons y Navia y en el cual el enemigo fue rechazado en varias salidas, especialmente en la del 16 de abril, en que los franceses habían tomado las alturas de Gracia, de donde fueron desalojados y perseguidos hasta la plaza, infringiéndoles bastantes pérdidas. El día 28 de mayo entró con la División española en Barcelona para relevar a las tropas francesas y estuvo allí hasta finales de agosto, fecha en que se incorporó a su Regimiento, de guarnición en la Isla de Mallorca; terminando la guerra de la Independencia el día 16 de septiembre de 1814.

 

Año 1815

En el año 1815 permaneció de guarnición en la Isla de Mallorca; obteniendo el grado de Capitán por gracia general el día 30 de mayo. El día 10 de agosto de 1818 pasó destinado en clase de Alférez al Regimiento de Reales Guardias Valonas, que había sido refundido en el segundo Regimiento de Guardias Españolas, permaneciendo de guarnición en Madrid. Por diploma del día 1 de julio le correspondieron las cruces correspondientes al segundo y tercer Ejército y a la División mallorquina; y el 20 de junio de 1819 obtuvo merced del hábito de Montesa.

 

Año 1820 a 1822

Durante los años 1820 a 1822 estuvo de guarnición en la Corte. Como consecuencia de los acontecimientos del día 7 de julio se formó el Batallón de Leales con los restos de la antigua Guardia, y fue destinado al mismo.

 

Año 1823 a 1825

El 12 de octubre de 1823 pasó a Palma de Mallorca en espera de licencia indefinida, cual le fue concedida el 18 de enero de 1825, donde permaneció hasta el 30 de agosto en que tuvo que emigrar por causas políticas.

 

Año 1826 a 1831

Durante los años 1826 a 1828 permaneció emigrado en Francia. El día 4 de septiembre de 1829 regresó a Palma de Mallorca, pasando a Madrid en el mes de octubre, para disfrutar una licencia de seis meses por asuntos personales, pero sufrió una enfermedad estando en Madrid por lo cual le fue concedida una prórroga.

 

Año 1832 

En el año 1832 estuvo implicado en una causa sobre un caso de infidencia, en la cual figuraba como cabeza de un club revolucionario; fue delatado por e Delegado de policía de las Islas Baleares. Fue calificado como “exaltadísimo” y “fracmasón”, llegando a ser sorprendido por la policía en su habitación en Madrid, viéndose obligado a huir el día 17 de noviembre y emigrar a Francia; pero renunció a la amnistía concedida por la Reina el 15 de octubre, pidió que continuase la causa hasta el final. Siguió la causa sus trámites y el día 27 de enero de 1833 recayó sobre Villalonga el fallo absolutorio y mandando que: 

“fuese puesto inmediatamente en plena libertad, repuesto en su buena opinión y fama, y declarado inocente de todo cargo y responsabilidad; y que en justo desagravio se hiciese pública su inocencia en el Diario de Avisos de la corte y orden general del ejército, franqueándole además certificación de la sentencia.” 

 

El día 2 de febrero fue aprobada su purificación por la Junta especial nombrada para acordar la de los Jefes y Oficiales de guardias, y el 5 de marzo obtuvo el ascenso a Capitán de la Guardia Real de Infantería, que le correspondía por antigüedad.

Declarada en el mes de octubre la guerra civil, Salió de Madrid con su Regimiento y al llegar a Burgos fue nombrado por el General Don Pedro Sarfield para mandar una pequeña columna de infantería y caballería con la que hizo varias salidas y tomó parte en varias escaramuzas en la zona de Soto palacios, en la provincia de Burgos. El 11 de noviembre con 1.500 infantes y 25 caballos entró en combate con el enemigo en Cervera de Pisuerga, al que le hizo 44 prisioneros, cogió una bandera, dos cajas de guerra y algunas caballerías cargadas de equipajes de los oficiales enemigos; además fueron tantas las armas que los carlistas dejaron abandonadas, que se vio obligado a inutilizar gran parte de ellas por no poder llevarlas todas.

Pasó más tarde de segundo jefe de una columna al mando del Barón del Solar, con la que dispersaron a los carlistas en el valle de Valderredible, en la provincia de Burgos; a los que cogieron armas vestuario y caballos. Desde allí marcharon más de ocho leguas hasta Villarcayo, de cuyo punto salieron ambos con 200 infantes y 12 caballos con dirección a Medina, donde se encontraba el canónigo Echevarría con 800 hombres y algunos caballos. Fueron sorprendidos y derrotados, haciendo prisionero al mismo Echevarría, el cual fue fusilado en Villarcayo; quedando en poder de los vencedores 600 prisioneros, 30 caballos y varios efectos de guerra. Por esta acción fue propuesto por tercera vez para el grado de Coronel, por el General Conde de Armíldez de Toledo.

Este mismo General le comisionó para que con una columna de infantería y caballería condujese a Burgos a los prisioneros y efectos recogidos en Medina; pero durante la marcha se vio amenazado por el cura Merino, que con 2.000 hombres debía atacarle en esta ciudad, donde ya la noche anterior se habían infiltrado 160 hombres para sorprender a su tropa en los alojamientos, estando también preparado el Batallón del rebelde Gamonal. En estas circunstancias Villalonga reunió el Ayuntamiento, tomó las medidas oportunas y desarmó a los que se habían introducido furtivamente en la ciudad; a continuación sorprendiendo a los de Gamonal les quitó las armas y el vestuario, entregándolo al Comandante del fuerte.

Más tarde recibió la orden de marchar sobre Vitoria, de donde salió acompañando hasta Bilbao al General en Jefe Don Jerónimo Valdés; al paso por Durango atacó con 100 infantes y 29 caballos al tercer Batallón carlista llamado de Bilbao, que con una fuerza de 600 hombres fue dispersado, dejando en el campo de batalla varios muertos, 11 prisioneros, 70 fusiles, seis cajas de guerra y otros efectos. En la acción de Navarnés en Álava, con su columna compuesta de dos compañías de su Regimiento y otras dos del Provincial de Chinchilla, socorrió al Barón de Meer que estaba siendo atacado por la facción de Zabala con más de 4000 hombres, consiguió dispersar al enemigo en Aulestia, causándoles importantes pérdidas. A continuación marchó a Lequeitio, se apoderó a su paso por Izparter de 70.000 cartuchos y 110 fusiles. Tomó parte también con el Barón del Solar en las acciones de Argoitia y los altos de Munigneto, donde batieron al enemigo.

Cuando se encontraba con su columna en Marquina fue atacado por los carlistas en un combate que duró desde las nueve de la noche hasta el amanecer, los rechazó y emprendió la marcha para Zenaruza, cuyo punto estaba ocupado por las tropas carlistas; una vez llegado a este punto los atacó y dispersó; el día 15 de diciembre tomó parte en la acción de la Rabesua, en los montes de Achispe, donde atacó a la bayoneta con su compañía la ermita de Santa Cruz de Bigárriz, que estaba ocupada por 600 carlistas; el día 18 cuando marchaban hacia Bilbao acompañando al Barón del Solar se encontraron a la altura de Arrieta a 2.000 carlistas, a los que dispersaron causándoles algunas bajas y se apoderaron de varios efectos.

El día 21 de diciembre llegaron a Guernica, donde fue envuelto por las facciones de Zabala y de Don Simón de la Torre, que ocupaban el pueblo con 2.800 hombres; el Barón del Solar, creyendo perdido a Villalonga, continuó viaje con 100 hombres camino de Bilbao.

En tan crítica situación prefería morir antes que rendirse y entró en el pueblo con la fuerza que le quedaba, atacó y forzó una por una las casas que tenían aspillerazas los carlistas, en medio de un fuego a quema ropa; en esta acción perdió a 13 oficiales de los 19 que tenía a sus órdenes y toda la caballería. Al final consiguió apoderarse del fuerte a las diez de la noche, encontrando 157 muertos sin contar los heridos que fueron retirados aprovechando la oscuridad de la noche. Por su heroico comportamiento en este día fue premiado por S. M. con el grado de Coronel, con la antigüedad del 21 de diciembre y propuesto por el General en Jefe para la Cura Laureada de San Fernando. Por Real Cédula de fecha 2 de diciembre fue nombrado Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

 

Año 1834

Bajo el mando del General Espartero tomó parte los días 16 y 17 de febrero de1834 en la acción contra la facción carlista compuesta de 5.000 hombres en las alturas de Guernica, donde les quitó muchos caballos y efectos, incluso las ollas donde tenían preparado el rancho. El día 19 los carlistas se habían reforzado llegando a los 7.000 hombres, mientras que Villalonga contaba solo con 1.700 y casi sin municiones, resolvió atacarlos nuevamente, para lo cual solicitó permiso a su General. Lanzó sobre ellos la vanguardia compuesta de 500 hombres, a los que desalojó de sus posiciones, causándoles algunas bajas; en esta acción recibió una grave herida en su brazo derecho que puso su vida en peligro; por su comportamiento en esta acción fue premiado con la Cruz laureada de San Fernando de segunda clase, según una Real orden de 29 de julio de este año.

Todavía sin haberse restablecido completamente de su herida pasó a Madrid donde estuvo encargado de la instrucción de los quintos pertenecientes a todos los cuerpos de la Guardia Real de Infantería, por orden del Comandante General de la misma. El día 5 de enero de 1835 fue ascendido por antigüedad a Segundo Comandante de la Guardia Real. El día 3 de febrero de 1836 fue destinado para mandar una columna de 700 infantes  160 caballos; con esta fuerza persiguió al cabecilla Batanero, al que alcanzó el día 18 de dicho mes en la localidad de Trillo, en la provincia de Guadalajara, al que destruyó completamente causándole 60 muertos y muchos heridos, además de 40 prisioneros y apoderándose de más de 100 fusiles y otros efectos; por cuyo mérito fue nombrado por S. M. Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, exenta de todo gasto, por título de 6 de julio.

Continuó en campaña hasta finales del mes de septiembre, en que pasó a Palma de Mallorca en expectativa de retiro.

 

Año 1837

Continuó durante el año 1837 en expectación de retiro en palma de Mallorca, hasta que por Real Orden de 16 de enero de 1838 se le ordenó volver al servicio; por otra de 29 de agosto se le abonó el tiempo que estuvo separado del servicio. Le correspondía desde el 5 de junio el empleo de Comandante de la Guardia Real por antigüedad; y además en atención a los méritos de guerra, el día 26 de agosto se le ascendió a Coronel de Infantería.

 

Año 1839

En el mes de enero de 1839 fue destinado al Ejército de Cataluña, que mandaba el Teniente General Barón de Meer y el 29 de enero marchó a tomar posesión del mando de la tercera división con la segunda Brigada de la cuarta mandó la acción de la Panadella, conteniendo y rechazando al enemigo que disponía de fuerzas muy superiores, no perdió ninguno de los efectos del convoy que conducía, a pesar de haberse empeñado dicha acción en los desfiladeros de Jorva a Monmemeu, en la provincia de Lérida.

Los días 10, 11 y 12 de febrero de 1839 tomó parte en el sitio, rendición y ocupación de Ager, quedando con su División encargado de proteger, dirigir y activar los trabajos de la nueva fortificación, que se llevó a cabo con la satisfacción del General en Jefe. El día 25 de dicho mes sorprendió en la Baronia y Figuerola a las facciones reunidas de Ager, que intentaban bloquearla e impedir la entrada de víveres, causándoles varios muertos, heridos y prisioneros, apoderándose además de gran cantidad de sal y efectos de guerra, que llevó a Lérida y se incautó de toda la correspondencia del cura de Vicams que mandaba la fuerza, un botín de 28.000 reales en onzas de oro, que fueron destinados por el General en jefe para los gastos de la fortificación.

El día 1 de marzo apresó a la facción en el pueblo de Armella 172 cuarteras de centeno y trigo, que fueron conducidas a Ager; el día 13 fue nombrado por elección Coronel del Regimiento de Infantería de Saboya; el día 17 con la tercera División y la segunda Brigada de la cuarta, realizó la gloriosa acción de Pons, levantando el sitio que habían puesto los carlistas, salvando a la guarnición y habitantes que estaban reducidos al fuerte de la iglesia, por haber entregado ya a las llamas el enemigo el resto de la villa.

Por el importante servicio que prestó en esta brillante jornada fue propuesto para el empleo de Brigadier y premiado con la Cruz de la Orden Militar de San Fernando de 1ª clase; el día 22 condujo con su División un convoy a Ager; el día 1 de abril atacó a los carlistas, expulsándolos de las formidables posiciones que ocupaban en las inmediaciones de Biosca, llevándolos en retirada hasta el Estany; el día 11 los atacó también en la casa de Luriguera; el día 17 tomó parte en la victoriosa conducción de un gran convoy a Solsona y en la acción de Estany y Padullés; el día 18 con su División solamente sostuvo el ataque de las facciones reunidas al mando del Conde de España, dando la brillante jornada de Peracamps, por la cual mereció particulares recomendaciones, y ser propuesto para Brigadier por segunda vez; el 25 con una corta Brigada mandó la arriesgada operación de conducir un convoy a Artesa de Segre; desde el día 2 al 26 de mayo protegió la fortificación de Biosca, activando extraordinariamente aquellos trabajos; y con la misma fecha 26 de mayo le fue concedida la Cruz de San Fernando de primera clase, por el mérito contraído en la acción de Pons.

En todo este tiempo mandó la tercera División del Ejército de Cataluña, siendo al mismo tiempo Comandante General de la provincia de Lérida; pero como mandaba el Regimiento de Infantería de Saboya y se encontraban dos Batallones de este Cuerpo operando con el Ejército del Centro, al mando del General O´Donnell, emprendió la marcha para dicho Ejército el día 1 de junio, y pasando por Madrid condujo un convoy a Valencia.

Una vez llegado al Ejército del Centro, fue desde el día 1 de agosto fue Comandante General de la tercera Brigada de la primera División llamada de la Ribera; tomó parte en la acción de Chelva, tomando dicha población el día 12 de noviembre; del 20 al 23 del mismo mes mandó el sitio y toma de Calles y Torre de Castro; desde del día 1 al 24 de diciembre asistió al sitio y toma del castillo de los Ángeles de Chulilla, siendo por esta acción promovido al empleo de Brigadier de Infantería el mismo día 24 de diciembre.

 

Año 1840

El día 10 de enero de 1840 dispersó a los carlistas en Titaguas, provincia de Castellón y el día 25 de febrero fue nombrado por el General O´Donnell Comandante General de la línea de Segorbe a Teruel y de la segunda Brigada de la tercera División. El día 1 de abril condujo desde Segorbe a Valencia un convoy de varios efectos; el día 23 salió de Segorbe escoltando el tren de Artillería para el sitio de Cantavieja, hasta Carrión; el 14 de mayo bajó a recorrer el margen derecho del río Mijares, en la provincia de Castellón; el día 17 pidió la rendición al fuerte de Montán en el Reino de Valencia, que los carlistas ocupaban, abandonándolo por la noche e incendiándolo; en la mañana del día 18 acudió a salvar el fuerte de las llamas; su8bió desde allí hasta Carrión para recibir el tren de sitio de Cantavieja, el cual no había llegado; mientras tanto recorrió el distrito de Rubielos de Mora en la provincia de Teruel.

El día 1 de junio pasó a Castellón y luego a Cantavieja, recorriendo después la derecha del Ebro y los puentes de Pauls; y el día 17 conduciendo la División un convoy de raciones a Mora, sorprendió al cabecilla Pujol (a) el Besó, que fue hecho prisionero con 21 individuos de tropa y fusilado después.

Permaneció en aquella línea persiguiendo constantemente a los carlistas, protegiendo a los habitantes y haciendo observar a su Brigada la más severa disciplina, con lo cual logró pacificar el país y librar aquella comarca de las pequeñas partidas que la infestaban.

En los últimos días del mes de junio pasó de guarnición a Zaragoza y terminada la guerra el día 3 de agosto, salió el día 11 de octubre para incorporarse al segundo Cuerpo de Ejército mandado por el General Seoane, quedando acuartelado en Castellón de la Plana.

 

Año 1841

Hasta el día 21 de enero de 1841 estuvo de guarnición en Valencia, fecha en que marchó a Albacete; en el mes de marzo pasó a Cartagena y Murcia, y en septiembre volvió a Valencia.

El día 17 de octubre, con motivo de la rebelión que estalló en varios puntos del Reino y `por orden del Regente, marchó a las provincias del Norte con su Regimiento, la Brigada de Artillería del primer distrito, una Batería de la del segundo y la mitad de la Caballería; llegó a Tudela el día 1 de noviembre con estas tropas, a las que mantuvo en la mayor fidelidad y disciplina. El día 4 de este mes se encargó de la segunda Brigada de la División de Reserva del Ejército del Norte, mandada por el Mariscal de Campo Don Manuel Crespo, contribuyendo a la pacificación de la zona.

El día 7 se le ordenó pasar a Zaragoza y esperar órdenes del Regente del Reino, con la División de Valencia, que luego se denominó “División Expedicionaria de Vanguardia del Ejército del Norte”, al mando del Mariscal de Campo Don Francisco Serrano; con motivo de los sucesos de Barcelona continuó la marcha hasta esta plaza con la primera Brigada de la misma, acantonándose a su llegada en los pueblos de Gracia, San Andrés del Palomar y Badalona, en la provincia de Barcelona. El día 28 se le encargó del mando de la primera División del primer Cuerpo de Ejército, hasta que en el mes de diciembre marchó a Alicante con cuatro meses de Real licencia.

Por Real Cédula de 22 de junio de este año fue nombrado Caballero Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

Desde el 12 de febrero de 1842 estuvo de guarnición en Barcelona con su Regimiento de Saboya y las Brigadas. Con motivo de haberse alterado la tranquilidad pública el día 13 de noviembre, tuvo que poner su tropa sobre las armas, saliendo el día 14 a la Rambla, y en la mañana del 15 fue elegido su Regimiento para atacar a los amotinados, que se habían hecho fuertes en la Plaza de San Jaime y en varios edificios de la calle del Duque de la Victoria, Boquería, Enseñanza y Call. Emprendió el ataque por las dos primeras calles, y a pesar del fuego que hacían los insurrectos y de la inmensa lluvia de toda clase de destrucción que caía de las casas y azoteas, si bien con pérdida, logró apoderarse del Cuartel de Zapadores Nacionales y del edificio de la Enseñanza, haciendo más de 200 prisioneros y cogiendo 800 fusiles y otros objetos de guerra. Continuó con un horroroso ataque hasta llegar a la barricada construida al final de la calle del Call, para entrar en la Plaza de San Jaime; no pudiendo los amotinados resistir la ofensiva de las tropas, decidieron entregarse, logrando entonces entrar en dicha plaza. Con motivo del convenio celebrado entre el Conde de Peracamps y varios Jefes rebeldes, se retiró entonces Villalonga a las Atarazanas con su Regimiento; más tarde en cumplimiento de una orden superior, pasó con su Regimiento y una Batería rodada a la Ciudadela, sosteniendo en el tránsito de la muralla al mar recibió un fuego horroroso que le hacían desde un cuartel de nacionales y otros edificios inmediatos. En los escombros contestó al fuego que se le hacía desde la ciudad, rechazando el arriesgado ataque de tres Batallones contrarios con el objeto de asaltar aquel fuerte; el día 17 salió con su tropa de la Ciudadela, tomando parte con ella en todas las operaciones que se realizaron para abastecer de provisiones al castillo de Montjuich y en el bloqueo a la plaza el día 30 de noviembre, que ocupó con su Brigada la primera línea, continuando en ella hasta el día 4 de diciembre que se rindió.

Por real Decreto de fecha 18 de enero de 1843 fue ascendido al empleo de Mariscal de Campo y nombrado Comandante general de la primera División del Ejército de Cataluña, permaneciendo con su División de guarnición en Barcelona, y contribuyendo a la conservación de la tranquilidad pública, varias veces amenazada hasta el 12 de junio, en que por haberse alzado contra el poder existente, pidió y obtuvo pasaporte del General en jefe Don José Cortínez y Espinosa, para Palma de Mallorca. Estuvo en esa ciudad hasta el día 25 de julio, fecha en que se embarcó para Alicante, en donde solicitó pasar de cuartel a Murcia, lo que le fue concedido por el Gobierno provisional el día 2 de agosto.

Por Real Orden de 7 de noviembre fue nombrado Comandante General de las tropas del Maestrazgo, trasladándose el día 22 del mismo mes a Valencia, donde quedó a las órdenes del Capitán General del distrito, con objeto de que se pusiera al frente de una División, si las circunstancias lo reclamaban.

El día 30 de marzo de este año le había sido concedida la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

 

Año 1844

En el año 1844, el estado del maestrazgo se hacía cada día más alarmante por el incremento de las facciones carlistas, debiéndose este malestar a los esfuerzos de los emigrados en Francia y a las repetidas derrotas sufridas por las tropas de la Reina. Marchó nuevamente el día 27 de enero para ponerse al frente de aquellas fuerzas y como no estaban situadas del modo más conveniente a sus planes, les dio una nueva organización, dejando asegurados los puntos más importantes y formando columnas móviles, que junto a su pequeña escolta, emprendieron rápidos y bien combinados movimientos.

Con este sistema y siguiendo una línea de conducta invariablemente enérgica, consiguió que los contrarios no alcanzasen la menor ventaja, a pesar de que no contaba más que con 1.200 hombres para cubrir las atenciones de un territorio tan grande y quebrado.

En aquel tiempo los pueblos se encontraban divididos y mal gobernados por sus Ayuntamientos; los indultados de la anterior guerra civil se veían obligados a unirse a las partidas en ellos existentes, no imperando más ley que la del puñal. Colocó entonces en los Ayuntamientos a los primeros contribuyentes, adoptando además otras medidas con el objeto de dejar asegurada la paz y complacida a la mayoría de sus habitantes.

El día 6 de febrero se dirigió a Vinaroz con su escolta a desarmar a la Milicia Nacional, que junto a Castellón de la Plana y Alcalá de Chisvert intentaban secundar el movimiento de Alicante y Cartagena.

Emprendió el día 9 una penosa marcha hasta Morella, al tener noticias de que se habían reunido varias facciones en el barranco de Vallibona. Estas partidas se dispersaron cundo tuvieron noticia de que Villalonga se dirigía hacia allí, pero en su camino se encontró con la partida del Groch, la dispersó causándole un muerto, varios heridos y ocho prisioneros cerca de Ortells. A continuación se dirigió a Peñíscola, cuya guarnición no le inspiraba confianza, la relevó el día 16 de febrero, continuando después sus movimientos contra las facciones, dieron como resultado la muerte de algunos y la captura de otros, a los que les impuso la pena capital. Viéndose relajada la disciplina de las tropas, se vio obligado a tomar medidas para afianzarla, mandando pasar por las armas en Benasal el día 5 de marzo a un cabo que estaba seduciendo a soldados para que desertaran y se pasaran al enemigo; igual castigo impuso en Villahermosa el día 21 a un cabo y a un soldado, cuando marchaban a unirse a la facción. A la vista de estos castigos quedó restablecido el orden entre sus tropas, continuando las operaciones contra los carlistas, que a cuyo frente se encontraba el titulado General Serrador y otros afamados guerrilleros que habían venido de Francia, que no solo no hicieron progresos, sino que tuvieron que huir a las montañas.

Las circunstancias le obligaron a mostrarse severo, expulsando y adoptando otras medidas contra eclesiásticos, concejales y particulares que o bien protegían a las facciones, hacían caso omiso a los bandos vigentes o promovían la discordia en los pueblos. El día 1 de abril prorrogó hasta el 12 el indulto que hasta entonces se había dispensado; y pasado este plazo castigó con la pena de muerte a los díscolos.

Después de haber dado una nueva organización a las tropas, cuya fuerza ascendía a 3.000 hombres, contando en este número al Regimiento de Gerona, estrechó el círculo de las operaciones, declarando gran parte del país en estado de bloqueo, ocupando los pueblos con pequeños destacamentos, mandando cerrar todas las masías, prohibiendo el tráfico de comestibles y obligando a que en las poblaciones se apacentasen los ganados en un radio de media legua, escoltados por los destacamentos respectivos. Esta medida se llevó a cabo de una manera tan exacta y enérgica que a los pocos días las partidas que hasta entonces se habían mantenido unidas, se iban fraccionando en pequeños grupos.   

La tranquilidad mejoraba visiblemente, y aprovechándose esta buena disposición de la gente y del prestigio que le había reportado su firmeza, integridad y rectitud, publicó un bando en el que se facultaba a los Comandantes Militares para levantar somatenes, cuando lo juzgasen conveniente, pero siempre de acuerdo con las instrucciones que les había dado; fruto de esta disposición los días 13 y 14 de mayo fueron capturados y muertos los titulados General Serrador y Brigadier Lacoba, principales jefes de las facciones.

Organizó seguidamente cuatro batidas para los días 19 al 22 de mayo, haciendo que en ellas tomaran parte todos los destacamentos y habitantes del Maestrazgo, cuyo resultado fue la muerte de más de 100 facciosos, entre ellos gran número de Jefes y Oficiales, de los cuales 14 de ellos acababan de entrar de Francia. Por Real Orden de 22 del mismo mes se le manifestó que S. M: estaba muy satisfecha del celo y pericia que había desplegado y con el acierto con que dirigía las operaciones, concediéndole al mismo tiempo la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica.

No habiendo sido capturados en las anteriores batidas los terribles cabecillas Marsal y Groch, con parte de sus facciones, dispuso otras tres para los días 29, 30 y 31 del mismo mes de mayo, dirigiendo en persona las de Alcalá de Chisvert, donde se encontraba Marsal, el cual fue apresado el mismo día 29, y con otros compañeros suyos pasado  por las armas, de acuerdo con los bandos vigentes.

El día 1 de junio publicó otro bando concediendo a los dispersos el indulto de la pena de muerte, teniendo la satisfacción de que se acogieran a él 78 de todas las clases y condiciones; no quedando ya más carlistas en el Maestrazgo que el cabecilla Groch, realizó una marcha forzada al Forcal, donde el día 17 apareció muerto en el campo aquel faccioso.

Esta campaña tan breve como difícil, dio por resultado la completa pacificación de un país que no se había visto libre de guerra durante 11 años; los carlistas sufrieron en ella una pérdida de más de 300 hombres muertos con todos sus cabecillas, 29 indultados, que fueron enviados a sus casas, y 78 que indultados de la pena de muerte fueron condenados a varios años de cárcel, con arreglo a sus antecedentes; reduciéndose a las tropas de la Reina a un Jefe y tres soldados que murieron en la acción del día 13 de abril junto a Portells. El 20 de junio se dirigió a Valencia, siendo aclamado a su paso por los pueblos como el pacificador.

Por real Orden de 4 de julio fue nombrado para mandar las fuerzas destinadas a Marruecos, embarcando en Algeciras el día 22 a donde llegó el día 27. Mientras de resolvía diplomáticamente la cuestión con aquella potencia, se preparó para el caso de que llegasen a romperse las hostilidades; hizo varias expediciones a Ceuta con objeto de reparar sus fortificaciones, a las que hizo grandes mejoras. Habiendo sido resuelta la cuestión pacíficamente, a finales del mes de octubre quedó totalmente disuelta la expedición, cuyas tropas observaron la más rígida disciplina; se desplazó entonces a Algeciras esperando órdenes del Gobierno y el día 12 de noviembre embarcó para Alicante, encontrando a su llegada en orden, por lo que continuó viaje a la Corte.

El día 20 del mes de noviembre fue nombrado Capitán general de Burgos, de cuyo cargo tomó posesión el día 29; pasando el día 6 de diciembre a Logroño para asegurar la tranquilidad pública, amenazada antes por la sublevación de Zurbano.

 

Año 1845 

En el año 1845 fue víctima de una de la mayores inculpaciones que se le han dirigido, bien por un chantaje o bien por dar por veraz las opiniones de gente mal informada, o por intentar desnaturalizar los hechos, después de manifestar como salvó la vida a Zurbano en el año 1843, entre otras cosas decía de él:

“que fue siempre amigo suyo, y que apreciaba como merecía su valor, su pericia militar y los bellos arranques, producto de una imaginación fogosa y de un talento natural, con que obtenía resultados inapreciables en circunstancias difíciles.”

Explica además la parte que tuvo en la muerte de aquel infortunado General en los siguientes términos:

“Tomé el mando de la Capitanía General de Burgos. A mi llegada habían sido pasados por las armas los dos hijos del General Zurbano, en virtud de órdenes dadas por el gobierno a mi antecesor. Dirigime a esta ciudad, donde supe que el resto de los sublevados, Zurbano y su compañero el brgadier D. Cayo Muro, se habían refugiado en la sierra de Cameros. El gobierno acababa de expedir una orden para que identificadas las personas del general Zurbano y del brigadier Muro fuesen pasados por las armas, donde quiera que se encontrasen; orden que es fácil hallar en la Gaceta con la firma del ministro de la Guerra que la dictó. Esta Real orden fue trasladada por mí al Comandante general de Logroño, como cumple hacer con todas las que emanan del gobierno.

Los hombres sensatos reconocerán que si el aprecio que me merecía el general Zurbano me condujo en 1843 a salvarle la vida y a proteger a su señora, con cuya amistad también me honro, y con quien he conservado bastante tiempo correspondencia después de la muerte de su esposo, debía serme en esta ocasión muy sensible el compromiso en que se hallaba un compañero digno de mejor suerte, y que todos mis esfuerzos habían de dirigirse a libra al infortunado Zurbano del peligro que le amagaba. El General Villalonga que antes que militar ha nacido caballero, lo comprendió así. Para conseguir lo mejor comisioné a un eclesiástico respetable, de mucha influencia en la sierra de Cameros, para que buscara al General Zurbano, le enterase de las órdenes expedidas por el gobierno, manifestándole cuan desagradable me sería verlas puestas en ejecución, y le solicitara a que con el brigadier Muro marchase a Bayona, para cuyo punto les expediría pasaporte y les daría un jefe de mi confianza para que los acompañara; mi bolsillo estaba a su disposición y se lo hice entender a Zurbano; más tuve el desconsuelo de recibir una respuesta negativa. Es verdad que Zurbano se manifestó reconocido a las atenciones que había usado con él, y se persuadió de mi delicada posición; pero estaba afectado con la muerte de sus hijos, quería vengarla, y se proponía al llegar el buen tiempo empezar las operaciones en aquella sierra. Estábamos en invierno: a pesar de la insistencia de aquel general me propuse todavía practicar nuevas diligencias para salvarle, y hasta me valí de su señora para convencerle: todo fue inútil. Llegó entretanto la primavera: se descubrió con las operaciones el paradero de Zurbano y del brigadier Muro: las tropas del Comandante general de Logroño los encontraron: Muro cayó a una de las descargas, y Zurbano fue fusilado en Logroño, identificada su persona, en cumplimiento de las órdenes del gobierno que tenía comunicadas el Comandante General.

La viuda del general Zurbano en medio del sentimiento que hubo de causarle el desdichado fin de su esposo, vio secuestrada por disposición del Juez de primera instancia la famosa quinta, sita en la provincia de Logroño, que le había sido adjudicada por las Cortes: traté de evitarle este nuevo disgusto, entable por medio del juzgado de guerra una competencia con el de primera instancia, y habiéndose decidido a favor del primero, dicté providencia en el expediente mandando que se devolviera inmediatamente la quinta a la viuda de Zurbano, y dando parte al gobierno. Ofreciéronse luego dificultades para la obtención de la viudedad, y en fuerza de las gestiones que hice pude conseguir que la concediese el tribunal supremo de guerra y marina. De esta manera la viuda del referido general no tuvo que añadir a la pérdida de su esposo la de todos sus intereses. Esta es la historia, la viuda de Zurbano vive, interróguesela y avergüéncense los detractores.”  

 

El día 21 de abril pasó a tomar baños en Alicante con Real permiso, volviéndose a encargar del mando el día 4 de julio; mantuvo siempre el país en una completa tranquilidad y a las tropas en perfecta disciplina. El día 9 de septiembre salió al límite de su distrito a recibir a S. M. y su Real familia, que iban en tránsito para la Corte, habiendo vuelto a entrar en la capital el día 11 al frente de las tropas; en la visita que aquella misma noche le hicieron al cuartel las Reales personas, S. M. se dignó manifestarle verbalmente que estaba muy satisfecha del comportamiento que siempre había observado, nombrándole en el acto Caballero gran Cruz de la Orden Militar de San Fernando, expidiéndose el correspondiente decreto el día 19 de noviembre.

 

1846

Continuó desempeñando el cargo de Capitán General de Burgos hasta que el 22 de marzo de 1846 recibió un Real decreto en el que con fecha 20 se le trasladaba con el cargo de Capitán General de Galicia, de cuyo cargo tomó posesión el día 27 del mismo mes.

Obedeció las órdenes del Gobierno que por medio de una Real Orden le ordenaban que el infante Enrique se embarcase para un puerto de Francia, lo cual tuvo lugar en la Coruña el día 30 a pesar de las muchas y graves dificultades que a ello se oponían, pero que logró vencer con actividad y firmeza.

Recibió la noticia en la madrugada del día 4 de abril, que el día 2 había estallado un movimiento revolucionario en Lugo, en el que habían tomado parte además de algunos civiles, los batallones segundo de Zamora y el Provincial de Gijón. La primera determinación fue prudente y previsora; los sublevados aclamaban como Capitán General al Teniente General Don Francisco Puig Samper, que le había precedido en el mando, presentando al país y a las tropas como inclinado  dispuesto a apoyar y secundar el movimiento, pero viendo la necesidad de sofocar esta idea que en todas partes se divulgaba  y hacía temer por la fidelidad de los Batallones primero y tercero de Zamora, que se hallaban en la Coruña, así como por los demás que guarnecían los demás puntos del distrito; organizó sin pérdida de tiempo una columna compuesta de los dos Batallones de Zamora y dos pequeños destacamentos de la Guardia Civil y Carabineros, con media Batería a lomo, confiando el mandote estas fuerzas al General Puig Samper, haciéndole salir sobre Lugo y publicar una alocución en que rechazaba los rumores que sobre su persona corrían. Quitada de este momento a los sublevados la mejor esperanza, tomó las medidas necesarias para mantener asegurada la plaza de la Coruña, donde quedó con 200 artilleros y comunicó a los Comandantes Generales de Orense y Pontevedra y a los Gobernadores del Ferrol y Vigo las órdenes oportunas para reprimir toda tentativa de desorden.

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En esa misma fecha del día de abril mandó publicar el siguiente Bando:

 

“Don Juan de Villalonga, Caballero gran cruz de las reales y militares órdenes de S. Fernando y S. Hermenegildo, y de la Americana de Isabel la Católica, Comendador en la misma orden, condecorado con las cruces de S. Fernando de 1ª y 2ª clase laureada, con varias de distinción por acciones de guerra y con merced de hábito en la orden militar de Montesa, Mariscal de Campo de los Egércitos Nacionales y Capitán general de Galicia etc.

Habiéndose presentado en la mañana de hoy el Teniente general D. Francisco Puig Samper que marchando en la silla correo para Madrid se ha visto precisado a regresar en la que venía de aquella corte desde las inmediaciones de Lugo, me ha manifestado que el 2º batallón del regimiento de infantería de Zamora que marchaba a Castilla la Vieja ha sido seducido igualmente que parte del provincial de Gijón proclamando la insurrección contra el Gobierno reconocido bajo pretestos especiosos y que forman siempre la razón de los revolucionarios. Por consiguiente debiendo tomar cuantas providencias me dicta el honor español y la obligación que me impone mi autoridad: usando de las estraordinarias facultades que el Gobierno de S. M. se ha dignado confiarme tengo por conveniente mandar:

Artículo 1º  Las cuatro provincias de Galicia que componen el distrito de mi mando quedan declaradas en estado de sitio.

Art. 2º  Los revolucionarios de Lugo quedan declarados fuera de la ley para ser perseguidos y castigados en los términos que se espresará por el artículo siguiente. Los que de la clase de tropa se me presenten separándose de la rebelión dentro de las veinticuatro horas de la publicación del bando serán indultados: Los de de Jefes y oficiales quedarán sujetos a las leyes y a la benignidad de S. M.

Art. 3º.- Toda persona que directa o indirectamente ausilie la rebelión o conspire contra la Constitución, contra el Gobierno, o contra el orden interior establecido será juzgado por el consejo de guerra con arreglo a la ley de 17 de abril de 1821.

Art. 4º  Las autoridades civiles quedan en el ejercicio de sus respectivas funciones, sin perjuicio de mis disposiciones y providencias que puedan serme necesario tomar momentáneamente.

Y para que nadie alegue ignorancia, publíquese este bando en la forma ordinaria.

Coruña 4 de abril de 1846. = El Capitán General = Juan de Villalonga. = Rubricado y sellado.”

    

El día 5 de abril de 1846 en el Boletín extraordinario de la provincia de Lugo hace pública la Proclama de la Junta de Santiago, que dice así:

 

“Documento nº 3 Boletín extraordinario de la provincia de Lugo, del 5 de abril de 1846

5 de abril de 1846 Proclama de la Junta de Santiago

Por extraordinario llegado a las tres y media de la tarde de hoy se han recibido la comunicación y proclamas de la junta de Santiago que a la letra siguen:

 

COMUNICACIÓN =  Junta de gobierno de Santiago.- Ciudadanos vocales de la junta revolucionaria de Lugo: el grito santo de la insurreccion que habeis alzado el dia 2 para derrocar la infame dictadura de Madrid, ha sido secundado por este pueblo al romper el dia de hoy. El batallon provincial de Zamora, la fuerza de caballería y carabineros, y los patriotas todos con el entusiasmo de hombres libres, están decididos á sostener el alzamiento hasta derramar su última gota de sangre.- Los ciudadanos que componen la junta hemos jurado triunfar ó morir abrazados á nuestra bandera. Para vuestra satisfaccion os remitimos las alocuciones y bando de hoy. Salud y libertad. Santiago abril 4 de 1846.- Pio Rodríguez Terrazo, presidente.- Antonio Romero, secretario.- Señores presidente y vocales de la junta de gobierno de Lugo.”

 

Sin embargo era tal la predisposición del país y de las tropas que se generalizó el movimiento, viéndose entonces obligado a procurar conservar las plazas de la Coruña y Ferrol, lo cual consiguió a pesar del germen de la insurrección que en dichas plazas se gestaba, presentándose frente a las dos plazas con 3.000 hombres.

 

El día 9 de abril de 1846 el Capitán general de Galicia Don Juan de Villalonga remitiría el siguiente informe al Rey:

 

«Capitanía general de Galicia = Estado Mayor = En la Ciudad de la Coruña a los nueve días del mes de abril de 1846. = El Excmo. Señor D. Juan de Villalonga, Capitán general del Ejército y Reino de Galicia en consideración a las circunstancias en que se encuentra el distrito de su mando y con motivo de un parte dado por el Excmo. Sr. Teniente General D. Francisco Puig Samper, Jefe de la columna salida de esta Capital contra los sublevados de Santiago de un encuentro que en el día de ayer tuvo con éstos, reunió en Junta a los EE.SS. Mariscales de Campo D. Rafael Sempere de cuartel en esta plaza y D. Antonio Loriga Subinspector de Artillería, y a los SS. Brigadieres Conde de Priegue de cuartel, D. Luis Lagatti, Jefe de escuela del 4º departamento de Artillería, Don Tomás Aguirre Subinspector de Ingenieros, y D. José Martínez, Gobernador de la plaza y Comandante general de su provincia, D. José Valcárcel, de Cuartel, y José de Villalobos, Subinspector de la Guardia Civil, y D. Leonardo Bonet, Jefe de E.M. del distrito, a quienes S.E. creyó conveniente consultar y proponer la resolución de los puntos siguientes: = 1º Para que los Sres. de la Junta se impongan del encuentro de que va hecho mención el Excmo. Sr. presidente dispuso, que se leyera el parte, que se copia a continuación: = Columna de Operaciones = E. M. = Excmo. Sr. = Hoy ha sucedido una de las escenas que la historia narra como extraordinaria y sorprendente porque ello no tiene ejemplo en sus fastos. = A las 12 del día llegué a este punto donde había determinado pernoctar, para hacer mañana una tentativa sobre Santiago. Supero antes de alojarse las tropas, […] conveniente hacer un reconocimiento avanzado y con tanta más razón cuanto que nuestra descubierta de Caballería de la Guardia Civil había avistado alguna que otra pareja de la caballería enemiga sobre las alturas que dominan la carretera. En este concepto las compañías de cazadores que formaban la vanguardia se situaron en las 1ª posiciones después del pueblo y con el aviso que recibí de que los sublevados estaban cerca, dispuse atacarlos inmediatamente su efecto aparecieron sobre el pueblo ya en posición porque venían a apoderarse de él y tomar el puente, divididos en cinco masas de las cuales dos paralelas con el Escuadrón de Caballería en 2ª línea; otra en el centro sobre la carretera y la restante muy inferior en número a la izquierda, apoyada en un bosque. En el instante que de una ojeada me enteré de sus posiciones y situación,  mando avanzar la Artillería apoyada en medio 3º batallón de Zamora, sobre la carretera, y que simultáneamente el 1º batallón atacase el ala derecha tomando la altura a la bayoneta apoyado por las compañías de Cazadores que subieron a una altura enfrente de dichas masas y que el primer medio 3º batallón verificase igual ataque sobre el ala izquierda quedando la pieza en batería para proteger el movimiento más arriesgado, y el otro medio batallón como en reserva para proteger a su vez a la Artillería. Carezco de expresiones para encarecer el denuedo, la bizarría, el ánimo, la decisión, el orden en fin con que el regimiento infantería de Zamora llevó a cabo las disposiciones anunciadas y sobre todo el 1º batallón que con su denodado Brigadier al frente y con igual precisión que si se encontrase en un ejercicio doctrinal avanzó hasta ponerse a seis pasos del batallón provincial de Zamora y allí hizo alto mientras el esforzado Brigadier Macrohon creyendo era su 2º batallón el que al frente tenía empezó a arengarle con la fuerza de expresión que se distingue, llegando a tocar su bandera que equivocaba también por su cortedad de vista. En tal situación y sin hacer fuego unas ni otras fuerzas que victoreaban a la Reina por contestación única del animado Brigadier, la caballería indicada que ocupaba en esta posición la 2ª línea se corrió por su costado derecho envolviendo en consecuencia por el izquierdo al primer batallón de Zamora que firme en el puente  a que le condujera su impavidez despreciaba el peligro inminente en que se encontraba y amenazaba con la bayoneta al pecho de sus contrarios quien también se mantenían firmes, a pesar de ser el batallón […] de Zamora que aseguraron a V.E. se pasarían al momento de ver tropas leales nuestras, esto sucedía a nuestra izquierda; el medio batallón que atacaba por la derecha, tomó la posición retirándose sus contrarios al bosque sin tirarse un tiro, por una ni otra parte. = Empero yo que vi envuelto al brillante 1º batallón de Zamora con su Brigadier a la cabeza y que lo conceptué vencido sin equivocarme llamé a un Jefe de los sublevados  y le grité respetara la heroicidad de aquel batallón, repitiendo estas voces sobre la misma línea el Comandante D. Juan Montero, Capitán de Estado mayor y efectivamente los mismos contrarios gritaron que se separasen victoreando al batallón. Al Brigadier le vi desesperado y aún dar golpes a un Corneta de los contrarios, y habiéndoseme presentado el jefe que mandaba el provincial de Zamora le grité de nuevo respetaran aquel batallón y que se retiraran permitiendo no hostilizarlos. El respeto que me manifestaron en aquel acto y el sufrimiento que tuvieron de las reconvenciones que a voces les dieron los oficiales del 1º batallón de Zamora me proporcionó la satisfacción de salvar a aquel 1º batallón envuelto por su entusiasmo y que se retirasen los contrarios cayendo al camino Real y quedándome yo en este punto donde pernocté. = A la vuelta del Ayudante de Campo dador de esta comunicación obraré enérgicamente según la situación en que ellos estén y con arreglo a las instrucciones que V.E. tenga por conveniente darme además de las que ya tengo. = Esta ocurrencia será la única de su especie que pueda haber tenido lugar en un encuentro de fuerzas enemigas, y todo se debe a que los mismos contrarios se entusiasmaron de ver al 1º batallón del regimiento infantería de Zamora y al grito de viva Isabel 2ª que unos y otros se esforzaban en repetir a quien con más ahínco pero secundándolo aquellos con los que aceptaron por lema en su pronunciamiento, y los nuestros con los de viva nuestro general. = Viva el Brigadier Macchon y viva el regimiento infantería de Zamora. = La posición del batallón y esta confusión de vivas dados por una y otra parte en formación perfecta, puede repuntarse con propiedad como un acto esencialmente español que mi Ayudante tal vez explique mejor. = Yo solo puedo decir a V.E. que a la docilidad de los sublevados en retirarse, a las relaciones de muertos y heridos, de personas presas y otras que convenga traer en rehenes, y en fin cuantas noticias puedan adquirirse por medio de un oficial de confianza, que pasé a cerciorarse, antes de salir de la Capital; supuesto que con el antecedente del simulacro de que se ha recibido el parte leído, no sería imposible, que condenados rebeldes y los tenidos ahora por fieles en […] en Santiago, se buscase este ardid para apoderarse de la persona de S.E.; y la Junta informante convino en que está muy pendiente esta previsión.= Tercero= S.E. el capitán general manifestó a la Junta que en el caso de que los rebeldes se refuercen y dirijan a esta Capital, es del deber resistir defenderla hasta el morir, por lo cual se halla resuelto S.E., y la Junta lo aprobó por unanimidad y se comprometió a verificarlo. = Cuarto. = Después de todo lo acordado el Excmo. Sr. Presidente manifestó que así como se sepa el resultado de las operaciones en este día o el de mañana debía buscarse medio de dar parte al Gobierno de todo lo ocurrido y de la celebración de la Junta para el debido conocimiento de S.M. y lo mismo quedó aprobado por unanimidad, así como la presente acta que firmaron todos aquellos Sres. en el referido día mes y año. = José Valcárcel Arias = José de Villalobos = Tomás María de Aguirre = José Martínez = Luis Saratti = El Conde de Priegue = Antonio Loriga = Rafael Sempere = Juan de Villalonga= El Brigadier Jefe de E.M. Leonardo Bonet = Secretario. = Es copia      

 

Teniendo noticia que el día 22 de abril llegaba a Orense una División Expedicionaria al mando del General Don José de la Concha, reunió con la mayor celeridad las fuerzas del regimiento de Zamora que habían permanecido fieles y el Batallón Provincial de la Coruña que sacó de la guarnición del Ferrol, proyectando un movimiento sobre Lugo, tanto para facilitar que se le incorporara sin riesgo una Brigada que desde Valladolid marchaba en dirección a Villafranca, con el fin de apoderarse de aquella ciudad y restablecer las comunicaciones con la Corte. Emprendió este movimiento el día 24 y lo llevó con tanto éxito, que al amanecer del día 27 se apoderó de Lugo sin haber derramado ni una gota de sangre, haciendo prisionera a la guarnición compuesta de 700 hombres; este hecho y la victoria del general Concha en Santiago, puso punto final al pronunciamiento.

El día 26 de abril, el General Don José de la Concha emitiría el siguiente parte:

 

“División Expedicionaria de Galicia. = Estado mayor. = Excelentísimo Sr.: Las fuerzas sublevadas, que al mando del brigadier Rubín marchaban a efectuar su reunión con las del comandante Solís, al saber la derrota completa de este último, retrocedieron de los Baños de Cuntis, adonde llegaron el 24. = Aquella noticia produjo el efecto consiguiente, y en su retirada los batallones provinciales de Oviedo y Zamora se han dispersado presentándoseme a mi llegada a este punto sobre 400 hombres con cuatro oficiales, uno de los cuales ha entregado la caja de caudales de la división sublevaba. Los demás oficiales se han dirigido a Portugal. = Las  juntas de Vigo, Santiago y Pontevedra se han embarcado  a las once de la mañana de hoy en el bergantín Nervión, y las fuerzas que quedaban en Vigo se han puesto a la disposición del teniente coronel D. Luis Lemi, primer jefe del provincial de Segovia, que se hallaba preso, y el cual me oficia manifestándome haber tomado en nombre de S.M. posesión de aquella plaza y sus castillos, habiéndose constituido inmediatamente el ayuntamiento para evitar todo desorden. 0 Mañana participaré mi llegada Vigo cuanto me sea posible, dejando encargado a comandante general de esta provincia brigadier D. Antonio Tojo la organización del depósito de presentados. = Ruego a V.E. se sirva dar cuenta a S. M. de tan importantes sucesos, que ponen término a la sublevación de esta provincia; pues el Excmo. Sr. Capitan general de este distrito creo haya ocupado hoy Lugo. Dios guarde a V.E. muchos años. Pontevedra 26 de abril de 1846.== Excmo. Sr.== José de la Concha.”

 

El día 27de abril, Villalonga remite al Ministerio de la Guerra el siguiente parte:

“Capitanía General de Galicia. = Estado Mayor. = Excmo. Sr.: Son las cinco y media de la mañana, hora en que esta ciudad queda sometida tenido que ocuparla a la fuerza; pero sin al Gobierno, habiendo que en las tropas a mis órdenes haya ocurrido desgracia alguna de que hasta ahora tenga noticia. Daré a V. E. el parte detallado tan luego como me desenvuelva de las perentorias atenciones que me rodean.

Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel general de Lugo 27 de abril de 1846. == Excmo. Sr. == Juan de Villalonga.”

 

Con motivo del pronunciamiento liberal en Galicia, el Comandante de la Guardia Civil Don Manuel Buceta se había pronunciado en Pontevedra y el día 10 lo hizo el Brigadier Don Leoncio Rubín de Celis y Oroña. La Junta de Santiago había nombrado el día 7 de abril a Don Miguel Solís y Cuetos Mariscal de Campo, pues éste se había desplazado a dicha ciudad con el pretexto de curarse de una herida en una pierna. El día 15 de abril la misma Junta ascendería también a Mariscal de Campo a Don Leoncio Rubín de Celis y Oroña; así de esta forma quedaban con la misma graduación Solís y Rubín. Se crearon entonces dos Divisiones de forma que Solís debería dirigirse con la suya a la Coruña y Ferrol y Rubín debería ocupar Lugo y Orense. Rubín fracasó en la ocupación de Orense y en su retirada optó por exiliarse en Portugal; el Comandante de la Guardia Civil Buceta, consiguió también pasar a Portugal disfrazado de mujer.

En la mañana del día 23 de abril las tropas de Solís deberían recibir el refuerzo de las tropas de Rubín, pero éstas nunca llegaron, por lo que Solís se enfrentó solo con su fuerza a las tropas del General de la Concha, las cuales eran muy superiores; las tropas de Solís fueron derrotadas en la llamada “Batalla de Cacheiras”, a unos diez kilómetros de Santiago, tras la cual Solís se refugió en el Convento de San Martín Pinario de Santiago, pero esa misma tarde decidió entregarse y afrontar las consecuencias.

Tres días más tarde sería juzgado en un Consejo de Guerra sumarísimo y condenado a muerte en el municipio de Carral.

Al amanecer del 26 de abril de 1846, Miguel Solís fue llevado al atrio de la iglesia de la parroquia de Paleo, en la villa coruñesa de Carral, donde fue fusilado junto a once de sus compañeros. Estos militares ejecutados serían conocidos como Los Mártires de Carral. El cura que presenció el fusilamiento, en el acta de defunción puso: «Espectáculo horroroso. Triste Memoria».

Solís en el momento de comparecer ante el Consejo de Guerra que se le formó, manifestó:

 

“Que sus principios eran de firme adhesión a la Reina, y solo la gestión perniciosa del Gobierno era lo que trataba de combatir, por infracción de las leyes, vejámenes de los pueblos y más atropellos, que se desprendían de la historia de los últimos años.”

 

Añadiendo además:

“No soy traidor a mis juramentos ni jamás claudicaré de ellos; antes al contrario, los acato con aquel respeto en que se cimenta el honor del caballero; por eso no quise pronunciarme en 1843, valiéndome de esta actitud sufrir tal cúmulo de persecuciones que hasta se me postergó en mi carrera. Si, a pesar de todo, se me reputa traidor, con doble carácter lo son todos los militares de España, desde el primer general hasta el último corneta, pues muy pocos de ellos podrán contarse que no hubiesen servido a todos los Gobiernos, defendiendo todas las banderas y quebrantando todos sus compromisos.»

 

A otra pregunta del presidente repuso:

 

«Sé la suerte que me espera, más moriré como un caballero y militar leal, llevando al sepulcro la consoladora idea de perecer por la causa de los pueblos víctimas del encono y desencadenamiento de un Poder feroz y reaccionario». 

 

El párroco de Paleo en el acta de defunción escribió:

 

«[…] y fueron sacrificados inhumanamente a la voluntad sangrienta de sus verdugos, especialmente del coronel Cachafeiro, que más inhumanidades hubiera cometido después de muertos a no presentarme yo mismo representando la justicia divina».

 

Junto a Solís fueron fusilados otros once militares, los cuales reseñamos a continuación:

Comandante Don Víctor Velasco; los Capitanes: Don Manuel Ferrer; Don Jacinto Daban; Don  Mariné; Don Ramón J. Llorens; Don Juan Sánchez; Don Ignacio de la Infanta; Don Santiago Lallave; Don Francisco Márquez; Don José Martínez; Don Felipe Valero y el Sargento 1º Don Felipe Valero.

 

El día 22 de mayo de 1904 se levantó en Carral un monumento a estos militares y con la llegada de la Segunda República se colocó en dicho monumento una placa conmemorativa del 85 aniversario de estos hechos, cuya imagen insertamos a continuación.

  

El día 30 de abril de 1846 el Capitán General Don Juan de Villalonga, desde su Cuartel General situado en la ciudad de Lugo, remite al Ministerio de la Guerra el siguiente informe en relación con estos hechos:

 

“Capitanía General de Galicia = Estado Mayor = Excmo. Sr. Sofocada ya la sublevación que ha tenido lugar en el distrito de mi mando, me creo obligado a hacer una reseña  de las causas, que en mi concepto han contribuido más a su producción, de sus distintos período, del modo como procuré yo contrarrestarla, y de las medidas que entiendo deberse adoptar tanto para dejar asegurada la tranquilidad de Galicia, cuanto para que las leyes queden desagraviadas con el castigo de los Cuerpos y personas a quienes los hechos y la opinión pública presentan como autores e instigadores secretos de los escandalosas escenas que acabamos de presenciar.

Consta por los antecedentes, que existen en esta Capitanía General, que durante el mando de mi antecesor, los Cuerpos ocuparon casi siempre unos mismos puntos, y que el Regimiento de Infantería de Zamora contaba sobre tres años de permanencia en la Coruña. De aquí, como no podía ser menos de suceder, siguiose que las clases adquirieron relaciones y afecciones, de las cuales se aprovecharon los conspiradores para ir minando la disciplina de los Cuerpos. Concretamente el Regimiento de Zamora, hacía tiempo que por el digno Brigadier D. José Martínez, Gobernador  militar y Jefe político de la Coruña se observaba cierta intimidad de algunos Oficiales con sujetos sospechosos, y con el celo, que le distingue, había dado de ello los correspondientes avisos a Capitán General Don Francisco Puig Samper. Las observaciones continuaron y de día en día se aumentaban las sospechas de aquel y de cuantas personas se hallaban comprometidas por el orden y por las instituciones. Cuando por el Brigadier Martínez comenzó a verse más clara la trama que se urdía, fue al consumarse la fuga del presido de la Coruña de D. N. Barbolid, Ayudante que había sido del ex General Nogueras, fuga que se atribuyó  a dos oficiales de Zamora, lo cual se cree no habría sido de difícil prueba. Entonces volvió a hacer presentes sus recados al General Puig Samper y aún al Brigadier  D. José Mac Crohon; pero lo que era una realidad y un efecto de celo por el bien del servicio, túvose por una quimera y una ojeriza caprichosa. El desprecio de estos avisos traslucido por los Oficiales, contra quienes se dirigían, debió producir en ellos el aliento, y a pesar de la reserva con que se amasaba el plan de revolución, dejábanse entrever algunos pasos que implicaban sospecha; como por ejemplo la frecuente concurrencia de algunos Oficiales a la casa de la Condesa de Mina, que es tenida por los hombres pensadores por la impulsadora y directora de la sublevación, así como lo fue, según la opinión común, de otras anteriores ocurridas en Galicia. No me detendré más en la relación de las observaciones hechas respecto al espíritu  y sentencias políticas del Regimiento de Zamora, porque el Brigadier Martínez dijo ya al Gobierno oficial y particularmente antes de mi venida a este distrito más de lo que yo pudiera manifestar.

Parece ser que al paso que el Brigadier Martínez no pudiendo adelantar nada con mi antecesor, manifestaba al Gobierno la desconfianza que le inspiraba el Regimiento de Zamora y sus temores de que se consumara en la Coruña un movimiento revolucionario, los Diputados de estas provincias hacían también en esa Corte vehementes instancias para que aquel Cuerpo fuese trasladado a otro distrito. Así se acordó por el Gobierno, pero por causas, que no alcanzo, la ejecución se difirió por algún tiempo. Sobrevino después la venida a este Reino y las correrías por el de S.A.R. el Infante D. Enrique de Borbón cuya presencia era cusa de alegría marcada y de no embozadas esperanzas para los conocidos por progresistas, y resuelta S. M. a hacerlo pasar al vecino Reino de Francia, se dignó encomendarme la ejecución nombrándome a la vez Capitán General de este Distrito.

El embarque de S.A.R. cuyos pormenores están expresados en oficio que pasé con fecha de 1º del actual al Ministerio del digno cargo de V.E., y el relevo del General Puig Samper fueron motivo de disgusto para las personas que no fueron menos indiferentes a la sublevación, cuyo primer grito, según confidencias habidas después, debió resonar en la Coruña, precediéndole el asesinato de las primeras autoridades militar y política.

Encargado yo de la Capitanía General, dirigí una circular a los jefes de los Cuerpos con objeto de averiguar su estado de disciplina y si podía contar con la lealtad de los mismos para el sostén de la tranquilidad. Las contestaciones que obtuve de todos y los informes que recibí de mi antecesor, fueron altamente satisfactorios al Regimiento de Zamora principalmente se me le presentaba como el primero del Ejército, como un Cuerpo suizo: de su fidelidad respondía con su cabeza el Brigadier Mac Crohon, Jefe a quien yo tenía conocido ventajosamente, y cuyas seguridades podría yo haber tenido por infalibles, si no me hubiese asistido el íntimo convencimiento de que en estos tiempos y después de tantas revueltas en que tal vez por medios disponibles han conseguido elevarse hasta la clase de oficiales gran número de personas sin educación, sin honradez, sin méritos y sin conocer los deberes de su profesión, no hay jefe que pueda responder de su Cuerpo.

El día 29 de marzo o sea a los dos de haberme yo entregado el mando, según estaba ya convenido entre mi antecesor y el Excmo. Sr. Capitán General de Castilla la Vieja, salió el batallón 2º de Zamora de la Coruña para Valladolid. El 30 se me hizo presente que el Comandante de Estado Mayor D. Miguel Solís y Cuetos deseaba pasar a Santiago a curarse una pierna, de que padecía hacía mucho tiempo, y como no se me hubiese dado de él ningún antecedente desfavorable, no tuve inconveniente en otorgarle el permiso y firmar el pasaporte  que fue presentado por el Coronel Teniente Coronel del Cuerpo D. Juan Manuel Vasco, a causa de hallarse ocupado en el embarque del Infante el Brigadier Don Leonardo Bonet. Sabrá ya V.E.  por mis comunicaciones del 4, 10 y 17 del actual las voces que casi desde mi llegada a la Coruña se propalaron con el fin de hacer creer que el General Puig Samper podría auxiliar el plan de los revolucionarios y lo ocurrido el día 3 en que emprendió aquel su marcha para la Corte. En la propia fecha observose que el habilitado del regimiento de Infantería de Zamora, uno de los que más han frecuentado la casa de la Condesa de Mina, había desaparecido de la Coruña con los caudales que para haberes del Cuerpo había extraído de tesorería.

En la madrugada del 4 se me presentó el General Puig Samper manifestándome que noticioso a cuatro horas de distancia de esta Ciudad de la rebelión que en ella había estallado el 2, creyó prudente retroceder a la Coruña y poco después supe por el Correo, que en la rebelión habían tomado parte los batallones 2º de Zamora y provincial de Gijón, colocándose al frente el Comandante de Estado Mayor Solís, que había venido a este punto con el habilitado de Zamora, y dirigiendo las alocuciones de que son adjuntos ejemplares con los número 1º y 2º. No me es posible referir los accidentes que acompañarían a la sublevación de los mencionados batallones y de las demás fuerzas que la secundaron, porque no he recibido los partes de los jefes respectivos de los cuales se hallan la mayor parte ausentes; pero tengo ya mandado que se formen sobre el particular informaciones, de que en su tiempo daré cuenta a V.E. remitiendo los expedientes si lo creyese oportuno.

Sabida por mí la rebelión de esta Ciudad, declaré inmediatamente a todo el Reino el estado excepcional y mi primer pensamiento fue salir a batir a los rebeldes. Divulgado el suceso, concurrieron a mi alojamiento varias autoridades y personas y abrigando éstas el convencimiento de que el ejército se hallaba todo minado y más especialmente el regimiento de Zamora, cuyos batallones 1º y 2º eran la única fuerza con que por de pronto me era dado marchar contra los rebeldes, teniendo presente esta circunstancia que infundía temores de una defección cuya realización habría puesto a merced de los revolucionarios mi persona, y por consecuencia inmediata todo el Reino con las tropas y plazas fuertes, la conveniencia de volver a todo trance al Ferrol y Coruña por la importancia de ambos puntos y por los recursos y armamento que en ellos se encierran, y la necesidad de hacer ver al país y a las tropas que el General Puig Samper que había sido vitoreado en primer lugar como Capitán General  por los sublevados, desaprobaba la conducta de éstos y se hallaba pronto a combatirlos, húbose de común acuerdo por más acertado e yo convine en quedarme en la Coruña con la escasa fuerza que allí existe y en poner al General Puig Samper al frente de los batallones de Zamora, de quienes solo así podría esperarse que permaneciesen fieles, siquiera por gratitud a las distinciones con que aquél los había favorecido. Sobre este extremo llevo ya dicho lo bastante en anteriores comunicaciones para conocer lo acertado de aquella resolución mía, resolución a la cual no tengo inconveniente en asegurar que ha sido debida la conservación de las plazas del Ferrol y la Coruña, así como la salvación de Galicia, teniendo en ello la parte principal juntamente con unos pocos Guardias Civiles, el 4º Regimiento de Artillería, modelo de subordinación, disciplina, honradez y lealtad.

No me detendré en relatar la organización, salida y primeras operaciones de la Columna puesta al mando del General Puig Samper porque de todo di oportunamente parte al Gobierno; pero debo sí expresar que en Betanzos hubo ya que separar a un Capitán y varios Sargentos por desconfianza, por cuya igual causa habían quedado separados y arrestados en la Coruña otros oficiales y Sargentos. Mientras la columna se movía sobre esta Ciudad los batallones en ella sublevados se dirigían a Santiago, donde contaban sin duda con el Batallón Provincial de Zamora, que en vez de venir a la Coruña en cumplimiento de orden mía dictada con el fin de disponer de él como mejor conviniese; secundó el 4 en Santiago la rebelión juntamente con la mayor parte del Escuadrón de Villaviciosa, expidiendo el Capitán que se puso al frente y la Junta que se instaló, las alocuciones y bandos número 3 y 4.

Vigo, el Ferrol y la Coruña, o sean numerosos amigos de revueltas que existen en las tres plazas, alentados con los sucesos de esta Ciudad y la de Santiago se mostraban efervescentes. En la Coruña, donde yo me hallaba, hube de mandar ejecutar varias prisiones y a los Gobernadores de Vigo y el Ferrol hice cuantas prevenciones me sugería mi celo. Conociendo la imposibilidad de recibir el pronto auxilio que requería mi crítica posición, procuraba animar a los buenos con noticias satisfactorias, que aunque fingidas, no dejaban de tener algo de verosímiles, usando también de otros ardides para esparcir las alarmas entre los rebeldes, como se verificó más de una vez, según avisos de los confidentes que pude introducir en los puntos por aquellos ocupados.

Están ya explicadas en el escrito que tuve el honor de dirigir a V.E. con fecha del 17, las operaciones practicadas por los rebeldes y por la Columna del general Puig Samper, así como todas las medidas por mí adoptadas hasta el 10, faltando solo para completarse la historia de los sucesos, el que remita V.E., como lo ejecuto, el acta nº 5 de la junta de Señores Generales que tuve por conveniente celebrar y de lo cual hice ya una indicación en oficio del propio día. En el mismo por la noche todas las fuerzas sublevadas en número de los batallones referido, Escuadrón de Villaviciosa, varias fracciones o destacamentos de Carabineros y la estudiantina de Santiago salieron de esta Ciudad en dirección a la de Pontevedra donde habían secundado el 9 el movimiento revolucionario el batallón Provincial de Segovia, los Carabineros y la Compañía de Guardia Civil con su Capitán a la cabeza, habiéndose expedido las proclamas y decretos que inserta el boletín nº 6 en el cual se da también la noticia de la rebelión de Vigo con el Provincial de Oviedo, fuerza de Carabineros y Guardia Civil ocurrida el referido día 10, de cuyo último suceso no tuve yo noticia hasta el 13 en que tocó en la Coruña el Vapor Inglés que hace la carrera de Londres a Gibraltar el cual tengo entendido que no ha dejado entrar en el puerto de Vigo a pesar de hallarse declarado desde el 15 en estado de bloqueo, así como toda la Costa de Cantabria. A ser esto cierto, como lo creo, la entrada del Vapor referido en el puerto mencionado solo podrá a mi entender tener el objeto de auxiliar a los rebeldes, lo cual dice algo, sino en contra del Gobierno Inglés, contra algunos de sus súbditos.

Conseguido por los sublevados su objeto en la provincia de Pontevedra, cuyas principales poblaciones se declararon por la bandera por ello enarbolada juntamente con sus guarniciones, retrocedieron sobre Santiago, teniendo lugar por efecto de este movimiento la acción de Sigüeiro y las demás operaciones de que di parte a ese Ministerio en escritos del 14 y 17 operaciones que dieron bastante fuerza moral a los enemigos y me ofrecieron una nueva prueba, de que no podía tener gran confianza en los batallones de Zamora, de los cuales por voluntad o por rezago se separaron en la retirada de Padrón a Santiago con un Capitán, un Subalterno y sobre cincuenta individuos de tropa que después aparecieron en su mayor parte en las filas rebeldes.

Mientras esto sucedía, el Batallón provincial de Málaga, avanzaba desde Villafranca a cuyo punto le fuera dirigida la alocución nº 7. De su aproximación a este Distrito tuve noticia, pero con referencia a un viajero que dijo haberlo encontrado en el camino con otro de América, e inmediatamente mandé salir en posta a un Oficial disfrazado con órdenes por escrito para que en el caso de ser positiva la noticia siguiesen ambos batallones rápidamente su marcha, haciendo un amago sobre esta Ciudad para ver si se le franqueaba la entrada, debiendo en caso contrario continuarla hasta la Coruña, sin empeñarse aquí en un sitio. Encontrado solo por el oficial comisionado el batallón de Málaga, siguió este movimiento por mí ordenado, hallándose ya el día 19 al frente de esta Ciudad, pero cediendo su jefe 1º a instancias del que lo es político de esta provincia Don Juan Ferreyra Caamaño y después a órdenes del general Concha, hizo sin fruto alguno una detención de tres días, que habría podido serle muy funesta, si anticipándome yo a los a los sucesos y avisado de que los sublevados marchaban sobre la Coruña, no hubiese mandado salir un posta previniéndole que lo hiciera a Puentedeume sin tocar Betanzos.

Los rebeldes entre tanto, como verá V.E. en el periódico nº 8 iban arreglando su administración y organizando sus fuerzas, haciendo alistamientos de los licenciados del ejército para crear nuevos batallones. Los que ya tenían salieron el 15 de Santiago al mando de Solís y habiendo pernoctado en Leira, a las once de la mañana del 16 se hallaban ya al frente de la Coruña. Yo, que por una avanzada de dos caballos de Guardia Civil que tenía situada en Carral, fui avisado de la aproximación de aquellos, dispuse que se replegaran sobre la Coruña los dos batallones de Zamora, y tomaran posición en las más ventajosas inmediatas a la plaza, no atreviéndome a introducirlos en ella para no comprometer su seguridad. Esta era la situación en las afueras de la plaza, mientras yo dentro puesto al frente de los pocos artilleros con las demás autoridades contenía a los revolucionarios, confiando al Brigadier D. José Martínez el encargo, que desempeñó con la energía y celo que le distinguen, de dispersar los numerosos grupos que se presentaban y que adoptaron el partido prudente de retirarse a sus casas convencidos de que un esfuerzo de su parte a nadie sería más perjudicial que a ellos mismos. También Solís hubo de convencerse de nada podía esperar de la Coruña: así fue que en la tarde del 17 emprendió su movimiento sobre Betanzos.

El Batallón de Málaga que había recibido mi orden de marchar a Puentedeume, la ejecutó llegando allí en la madrugada del 18, dejando en la marcha entre rezagados y escoltas de bagajes 110 hombres que cayeron en poder de los rebeldes, los cuales iban ya en su seguimiento, y el batallón debió su salvación a que luego que supe su arribo a Puentedeume, le mandé pasar al Seijo, a cuyo punto se dirigió de mi orden el Vapor de guerra «Isabel 2ª» para embarcarlo y conducirlo al Ferrol. Con esto conseguí también que se reforzase la guarnición de aquella plaza, y que al llegar a sus inmediaciones los rebeldes fuesen recibidos a cañonazos, lo que no habría sucedido probablemente sin la llegada de Málaga, cuya presencia contuvo al vecindario y a la gente y tropa de mar, que n o se hallaban en el mejor sentido, no siendo bastante para contrarrestarles el Provincial de la Coruña, en el cual se observaban también síntomas de desafección, llegando el caso de tener que separar a seis Sargentos  que me fueron enviados a la Coruña, y de que otro con un cabo y un soldado se pasaron a los enemigos.

Salvar al Ferrol y a la Coruña y mantener en fidelidad a los batallones de Zamora en medio del espíritu de escasa enemistad con los rebeldes, que en ellos se había observado, era la obra difícil y el servicio importante que podía hacerse . V.E. comprenderá, que después de lo ocurrido se habían conseguido ya ambos extremos, objeto predilecto de mis conatos y mis afanes. Los rebeldes lo comprendieron así por cuya razón abandonaron las cercanías del Ferrol, tomando la ruta de Betanzos, y también yo lo comprendí y con esta convicción dispuse que los batallones de Zamora adelantasen hasta el Portazgo y Vilaboa, teniéndolos allí prontos para emprender operaciones tan luego como se me acercase el General Concha, cuyo paradero ignoraba y en cuya busca mandé un sujeto de confianza disfrazado con orden para que forzase su marcha sobre las inmediaciones de la Coruña, desde donde partiría nuestro movimiento en combinación.

Después de la retirada del Ferrol, permanecieron los sublevados en Betanzos hasta el 21 en que emprendieron el movimiento, pronunciándolo el grueso de la fuerza en dirección a Santiago por las Traviesas, y en la de esta Ciudad la artillería sacada de Vigo con una escolta de dos compañías de Infantería. De esto di aviso al General Concha por la ruta de Orense, y el 22 mandé el Vapor «Isabel 2ª» al Ferrol con objeto de que transportase a la Coruña al batallón provincial que toma su nombre, resuelto a moverme con él y los de Zamora así que tuviese noticias fijas del expresado General. Recibidas el mismo día por la tarde de fecha del 19 manifestándome que del 20 al 22 saldría de Orense para Santiago y conociendo por una parte que con las tropas que llevaba a sus órdenes tenía fuerzas sobrantes para batir a los rebeldes, y por otra la necesidad de ocupar esta Ciudad para dejar expedita la comunicación con esa Corte y Provincias del Centro según me estaba recomendado por la Real orden del 14, opté por esta última operación, que habiéndoseme incorporado el Provincial de la Coruña el 23 emprendí el 24 precisamente en el momento en que recibí el parte en que me comunicaba el general Concha la derrota sufrida por los rebeldes en Santiago. Continué mi marcha llegando el 26 al frente de esta Ciudad que ocupé el 27 del modo que tuve la honra de significar a V.E. en mis partes, del último día expresado.

Desde el momento en que los rebeldes vieron frustradas las esperanzas que les habían hecho concebir de que tan luego como se presentasen ante los muros del Ferrol y la Coruña se secundaría por estas plazas el grito de rebelión, comenzó a cundir entre ellos el desaliento. Al Cabecilla Solís se le hizo pisotear en la plaza pública de Betanzos su sombrero y prorrumpir en imprecaciones contra los que le habían engañado. Predispuestos con esto los ánimos a la desconfianza y al temor, bastó la derrota de Santiago para que se esparciese el espanto entre las tropas sublevadas que ocupaban a los puntos inmediatos de Pontevedra y Vigo, y por una consecuencia precisa abandonadas por el Brigadier Rubín y demás jefes y oficiales que se fugaron al vecino Reino de Portugal, unas se presentaron al General Concha en Pontevedra y otras se pusieron a las órdenes del Teniente Coronel D. Luis Lemmi 1º jefe del Provincial de Segovia, que se hallaba preso en Vigo. Las Juntas revolucionarias de esta plaza, Santiago y Pontevedra, se embarcaron a las 11 de la mañana del 26 en el Bergantín de la Marina Real que con la barca Astuto del Resguardo había sido destinado al bloqueo de Vigo, y no bien hubieron llegado cuando formaron causa común con los rebeldes; tan vasto era el plan de conspiración que acaba de ser felizmente destruido.

Después de expuestas las causas que en mi concepto pueden haber contribuido más a preparar y producir la rebelión, así como el curso que ésta ha seguido con los medios puestos por mi en juego para irla conteniendo hasta la llegada de la División Concha y las operaciones sucesivas; y cuando todo este Reino se halla ya sometido a la obediencia de S.M. y del Gobierno, y aseguradas las personas que a ella faltaron, tengo por un deber sagrado proponer a V.E. para que se digne hacerlo a S.M. las medidas que entiendo deberse adoptar para castigo de los culpables, desagravio de las leyes, cortar de una vez las sublevaciones militares y dejar asegurada la paz en este distrito y aún en toda la Monarquía.

Las clases de jefes y Capitanes sufrieron ya la pena capital con arreglo a las leyes. Respecto a la de Subalternos fue suspendida por las razones que tuve la honra de emitir en escrito del 27 y continúan con la mayor actividad las informaciones necesarias para poder hacer con claridad, exactitud y justicia la clasificación, que ofrecí en mi escrito referido a fin de que con presencia de ella se digne S.M: resolver lo que sea de su Soberano agrado. Sobre la de Sargentos nada me es dado disponer hasta que se digne S.M. determinar si ha de tener validez la palabra que les diera en nombre del General Concha, de que se les salvaría la vida si se rendían, y figurando en escala inferior las clases de Cabos y Soldados, parece también natural y justo suspender hasta la resolución de S.M. todo procedimiento contra los mismos. 

Explicados ya los diferentes casos en que cada clase se encuentra, y sin perjuicio de que se lleve a cabo la disposición que S.M. tenga a bien adoptar en vista de cuanto le está consultado, si cumpliese a su Soberana voluntad indultar de la pena capital a los que resulten menos culpables, entiendo que todos desde la clase de Teniente hasta la de Soldado deberían ser destinados a servir en los Cuerpos de las distintas posesiones de Ultramar por diez años como simples soldados, determinándolo así en una Real orden que fuera publicada en a general de todos los distritos militares . Este castigo creo que se haría para los penados más sensibles, que otro cualquiera y serviría de escarmiento para lo sucesivo, siendo en mi concepto el antídoto más eficaz contra las ofertas que hacen en primer lugar todas las Juntas revolucionarias de rebajar dos o más años de servicio, ofertas las más a propósito para deslumbrar a muchos soldados, que por lo común asían el momento de cumplir el tiempo de su empeño para regresar al seno de sus familias.

Convencido de que la rebelión sofocada ha sido fruto de los manejos de las sociedades secretas para cuyos trabajos presentaba gran oportunidad el sistema de guarniciones y acantonamientos que se siguió durante el mando de mi antecesor y conociendo que dichas sociedades pueden componerse en este distrito de las personas de oposición más marcada al actual orden de cosas, estimo conveniente que sean extrañadas? por algún tiempo las que a juicio de las autoridades inspiren más desconfianza, siendo principalmente necesario que salga de la Coruña la Condesa de Mina a la cual no podrá darse destino más acertado que una larga licencia para el Extranjero.

Los hechos han acreditado que, a excepción de la Artillería estaban ganadas por la revolución todas las fuerzas de este ejército y la tranquilidad de Galicia reclama que salgan inmediatamente para otros distritos, sin perjuicio de las providencias que sus respectivos Inspectores tengan por conveniente adoptar para mejorar el espíritu de los Cuerpos, en el concepto de que tarde o temprano habrían secundado todos al grito de rebelión a no ser por la vigilancia de las autoridades, medidas tomadas y noticias que circulaban, fingidas unas y otras verdaderas de la aproximación de las tropas que mandaba el Gobierno.

Se ha observado en las clases de reemplazo, que en los puntos que dominaron por algunos días los rebeldes, casi todas se les unieron lo cual revela que no eran indiferentes al movimiento, y sin desconocer, que entre ellos podrá haber alguna ejecución honrada, tengo por muy conveniente que sean todas destinadas a otros distritos, así como las de letrados, no comprendiendo, sin embargo, en esta medida a los que de entre los últimos sean sexagenarios, sufran achaques o gocen de buena reputación. No haciéndolo así quedaría una especie de bandera de recluta que valida de la mayor facilidad de relacionarse con los Cuerpos que queden, por la identidad de traje y profesión, podría quizás con el tiempo ganar […] minando por medio de éstos la disciplina.

La Guardia Civil ha observado un comportamiento digno de todo elogio, si se exceptúa la compañía de Pontevedra, que pudo ser arrastrada por sus oficiales. La ilustración y celo del Inspector de este Cuerpo podrá hacer las reformas que crea convenientes. Otro tanto digo respecto al Cuerpo de Carabineros entre cuyos individuos, a pesar de las simpatías por los revolucionarios que generalmente se les suponían, los ha habido en bastante número que han permanecido fieles al Gobierno, si bien los otros han defendido con mucho tesón, especialmente en esta plaza, la bandera rebelde.

La Marina Real debe llamar también la atención del Gobierno, como lo atestigua la conducta del bergantín Nervión y la barca Astuto. Entre ella tiene un gran partido S.A.R. el Infante D. Enrique, que goza igualmente de muchas afecciones en la Coruña y Ferrol. La seguridad de estas dos plazas y especialmente de la última, queda comprometida mientras para el mando de buques y destinos de mar no se emplee a los oficiales de más confianza. Convendría mucho que el batallón de Artillería de Marina que existe en el Ferrol, fuese relevado por uno de otro Departamento, y en el caso de no ser esto posible, aquel nunca es prudente que quede en la referida última plaza, pues debe hallarse sobremanera unido al vecindario, siendo muy natural que participe el primero de los mismos principios que en política profesa el segundo.

En alguna de las dependencias de otros Ministerios me consta, que hay funcionarios de opiniones contrarias al actual orden de cosas y que tal vez inviertan parte de los sueldos que perciben del Gobierno, en fraguar planes para derrocarlo.

Si como yo lo creo, no es conveniente que continúen sirviendo en destinos, que debían solo ejercer personas honradas, de capacidad, de mérito y leales, las autoridades respectivas podrán designar los que a su juicio puedan ser separados.

Nunca Sr. Excmo. Se conoce mejor a los sujetos que en circunstancias difíciles. Mi corta permanencia al frente de este Reino podrá no haberme dado un conocimiento exacto de sus necesidades, pero la experiencia de los terribles días que he atravesado, y los acontecimientos que han tenido lugar me han facilitado la inteligencia de sus males y de los medios con que conviene atajarlos, que son las medidas expresadas. Hijas de mi amor al Trono y al Gobierno y de mi celo por el bien del servicio, domina en ellas el sentimiento de la más abierta imparcialidad y justicia. Al superior criterio de V.E. someto su examen, para que, apreciándolas en su justo valor, tenga a bien recomendarlas a la consideración de S.M. con el interés que le inspire el objeto que me ha movido a proponerlas. = Dios guarde a V.E. muchos años = Cuartel General de Lugo = 30 de abril de 1846 = Excmo. Señor = Juan de Villalonga = Excmo. Señor Ministro de la Guerra. = Es copia = Firmado ilegible.» 

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El día 30 de abril, el Ministro de la Guerra Don Laureano Sanz, remitía a S. M. para su aprobación un escrito en el que daba cuenta de los sucesos ocurridos en Galicia y además solicitaba la publicación de un Real Decreto en el que se daban las normas para proceder contra los insurrectos. Dicho escrito, al que acompañaba el Real Decreto decían así:  

 

“Ministerio de la Guerra. = Señora: Algunos jefes y oficiales infieles a sus juramentos, y olvidando con la más negra ingratitud la generosidad con que V.M. les había dispensado empleos, grados y honores por servicios que en otro tiempo prestaron, han osado levantar en Galicia el estandarte de la rebelión contra el gobierno de V.M., arrastrando en su crimen  al segundo batallón del de regimiento infantería de Zamora y a los provinciales de Oviedo, Zamora y Gijón.

Este atentado, que llenó de luto a los pacíficos y leales pueblos de Galicia, de inquietud y de zozobra a la España toda, de la mayor amargura al magnánimo corazón de V.M. y de indignación al leal ejército, ha sido felizmente aniquilado por la fidelidad y decisión de las tropas que dignos generales han conducido a la victoria. La velocidad con que se han ejecutado las operaciones no ha permitido a los sediciosos gozar de los efectos que se propusieron en sus descabellados planes.

Pero la disciplina y subordinación han sido escarnecidas, conculcadas las leyes, dilapidados los fondos públicos, alterada la paz de muchos pueblos y vejados sus habitantes por los mismos en quienes se depositaron las armas para protegerles y cuidar de su defensa.

Necesario es por lo tanto, Señora, satisfacer la vindicta pública y lavar la maltrecha con que unos pocos empañaron el buen nombre del ejército que con tanta gloria defiende el trono de V.M. y la Constitución del Estado. Urgente es afianzar la disciplina sin la cual el ejército no puede llenar su noble y honrosa misión. El premio y el castigo son los grandes resortes del corazón humano. El primero que nunca se hizo esperar por V.M. cuando el honor y fidelidad o el amor a la patria hicieron que alguno tuviese la suerte de distinguirse entre sus compañeros.

Justo será, Señora, que la ley siga su curso contra los criminales. De este modo se afianza la paz, se moralizan las clases, y se responde por el ejercicio fielmente a la confianza que en él depositan sus ciudadanos.

Fundado en estas consideraciones vuestro Ministro de la Guerra tiene la honra de someter a la aprobación ter de V.M. el siguiente proyecto de decreto.==Señora.== A.L.R.P. de V.M.== Laureano Sanz.”

 

En relación con el anterior escrito, la Reina mandaría publicar el siguiente Real decreto:

 

“En vista de lo que me ha expuesto mi Ministro de la Guerra, y de conformidad con el Consejo de Ministros, vengo en decretar lo siguiente:

                Artículo 1º  Terminada felizmente la rebelión militar de Galicia quedan disueltos el 2º batallon del regimiento Infantería de Zamora y los batallones provinciales de Oviedo, Zamora, Segovia y Gijón, que, olvidados de sus más sagrados deberes, faltaron a sus juramentos.

                Art. 2º  Los jefes y oficiales de los referidos cuerpos y demás que tomaron parte en aquel crimen, serán inmediatamente juzgados con arreglo a la ordenanza, leyes y bandos vigentes.

                Art. 3º  Las clases de tropa de los mismos cuerpos y demás individuos de otras procedencias, que se asociaron a ellos para secundar la rebelión, serán destinados a servir 10 años contados desde el día en que perpetraron su delito en el punto o puntos que se les designen.

                Art. 4º  Los inspectores y directores de las armas con el Capitán general de Galicia quedan encargados del literal cumplimiento del artículo anterior.

                Art. 5º   Las banderas de dichos batallones se conducirán a la iglesia de Atocha, y se colocarán en ella enrolladas y cubiertas con un velo negro para memoria del crimen cometido y baldón de los que osaron manchar su lustre, haciéndolas servir de enseña para  la rebelión.

                Art. 6º   Los jefes, oficiales e individuos de tropa que a fuerza de fatigas y penalidades, impulsados de su acrisolada fidelidad, han contribuido al vencimiento de los rebeldes, obtendrán los premios respectivos a su mérito, a propuesta de los generales que los han conducido al combate.

                Dado en Palacio a 30 de abril de 1846.== Está rubricado de la Real mano.== El Ministro de la Guerra, Laureano Sanz.”

 

En premio por estos servicios, Villalonga fue promovido al empleo de Teniente General por un Real Decreto de fecha 2 de mayo. Por su conducta en estos hechos se han hecho realizado graves acusaciones contra él, el cual sin embargo explicó su proceder en un escrito que dice así:

 

“¡La revolución de Galicia!: ¡Cuan difícil es el hablar de ella! Sus tendencias son desconocidas de la mayor parte de los que escriben sobre la misma: empezó embozadamente por medio de un engaño, creció por la imprevisión, y si yo no hubiera contenido con 400 artilleros, única tropa fiel al gobierno, el trono de doña Isabel II se hubiera hundido. ¿Y quien le ocuparía? No soy yo quien debe levantar el velo de un misterio que no se oculta a muchos hombres notables de la situación. Es sensible que el malogrado Solís se hubiese lanzado a sostener tan mala causa; más de esto no tuvo la culpa el general Villalonga que debió combatir aquella revolución, de la que no hubieran salido muy bien librados e trono y las instituciones liberales.

Acúsaseme agriamente de los fusilamientos que la terminaron. No es seguramente sobre mi cabeza sobre la que debe caer aquella sangre. Al apoderarme yo de Lugo lo hice sin que una sola gota de ella manchara aquella victoria; si yo hubiera estado a frente de las tropas que obtuvieron la de Santiago hubiera podido, usando las atribuciones extraordinarias de un General en Jefe, perdonar sobre el campo de batalla, y en nombre de S. M., a todos aquellos que hubieran sido dignos de su real clemencia; pero los prisioneros fueron puestos a mi disposición como Capitán general de la provincia. ¿Qué debía yo hacer? Que responda por mí todo militar que conozca los severos artículos de la ordenanza y la ley de 17 de abril de 1821 sobre delitos de conspiración.”

 

Una vez sofocado el pronunciamiento, quedaban en muchos elementos revolucionarios, sobre todo en Portugal, desde donde los emigrados españoles amenazaban con invadir el territorio gallego; en el mes de mayo se trasladó en Capitán general Villalonga a las provincias de Pontevedra y Orense, donde moviéndose con celeridad y acierto frustró aquellos movimientos, consiguiendo restablecer el orden y la calma a Galicia; Dispuso simultáneamente el embarque de más de 3.000 prisioneros para la Isla de Cuba, cuyo traslado fue llevado a cabo sin el más mínimo problema a pesar de las circunstancias.

Continuó casi en constante movilidad en la Coruña y Lugo, y en el mes de julio en atención al estado en que se encontraban los asuntos políticos en Portugal, y con el fin de obligar al Gobierno de aquel país a satisfacer las reclamaciones que le fueron dirigidas desde el de España, pasó a cantonarse  con su Ejército en la provincia de Orense, donde con sus acertadas disposiciones logró contener al momento la deserción que los emigrados habían logrado promover, obligando también a las autoridades fronterizas que tomasen las medidas oportunas a fin de que aquellos no pudieran volver al territorio español, como hasta entonces ocurría.

El día 23 de junio de 1846, desde la ciudad de Santiago, Villalonga mandaría publicar el siguiente Bando:

“Don Juan de Villalonga, Caballero Gran Cruz de las Reales y Militares ordenes de San Fernando y San Hermenegildo, y de la Americana de Isabel la Católica, Comendador en la misma orden, Caballero de las Cruces de San Fernando de 1ª y 2ª clase laureada, condecorado con otras várias de distinción por acciones de guerra, y con merced de Hábito en la Orden militar de Montesa, Teniente General de los egercitos Nacionales y Capitan General de Galicia.

Habiendo llegado á mi noticia que por los incansables enemigos del reposo público se esparcen rumores de hallarse preparado un movimiento á favor del titulado Conde de Montemolin primogénito del ex-Infante D. Carlos, y conociendo de que tan absurdas especies tienen por objeto extraviar la opinión de los poco cautos, vengo en ordenar lo siguiente:

Articulo 1º  Los individuos del Egército y Guardia Civil, y los del ramo de P. y S. P. detendrán y presentarán arrestadas en la Guardia de Prevención del Cuartel de San Martin á todas las personas que esparzan noticias de procsimas sublevaciones en cualquier sentido.

Art. 2º  Las personas a quienes por el motivo espresado en el articulo precedente se constituya en arresto, serán encausadas y juzgadas con arreglo á mi bando de 4 de abril último.

Art. 3º  Los individuos del ejército y Guardia Civil y los del ramo de P. y S. P. que, al oir las voces que van espresadas, no procediesen en el acto á la captura y arresto de los sujetos, que las profieran, serán castigados con sujeción á las leyes.

Y para que nadie alegue ignorancia, publíquese este bando en la forma acostumbrada.= Dado en Santiago á 23 de Junio de 1846. = Juan de Villalonga. = Rubricado.”

 

Al dorso de dicho bando hay un sello ovalado y un texto manuscrito que dice lo siguiente:

 

“Gobierno Militar de la Plaza de Tuy = Comuniquese en la Orden de la Plaza de hoy pª. que llegue a noticia de todos los militares residentes en ella, y se cercioren del deber que les impone S. E. en el anterior Bando y las penas con que los conmina en el Artículo 3º del mismo. Tuy 28 de junio de 1846. = Monteagudo. = Se comunico en la orden de la plaza de este dia. = el Ayudante. = Heredia.”

 

El día 1 de septiembre regresó a Santiago, donde como punto más céntrico tenía establecida la Capitanía General, marchando en el mes de diciembre a reconocer la derecha del Miño en la provincia de Pontevedra, la cual había sido amenazada por los pronunciados portugueses que obedecían a la Junta de porto, consiguiendo que no incomodara a los pueblos y que se retirasen al interior de Portugal.

 

Año 1847

En el año 1847, continuaba en Santiago y teniendo noticias de que el partido carlista, apoyados por los miguelistas de Portugal, y alentados por los sucesos de Cataluña, intentaba hacer un movimiento en la provincia de Lugo y en las partes que confinaban con las restantes del distrito se dejaron ver algunos grupos armados que tenían amenazados a los habitantes, organizó varias columnas de operaciones y a finales del mes de febrero se dirigió con alguna fuerza a la provincia de Lugo, donde consiguió la captura de varios carlistas y de dos reputados cabecillas, haciendo desaparecer la alarma de los habitantes en pocos días.

Por Real Decreto de 15 de abril S. M. aceptó su dimisión, tras repetidas instancias, de la Capitanía General de Galicia. Fue relevado el día 27 del mismo mes de abril, fecha en que marchó a Valencia, donde quedó de cuartel. El día 2 de septiembre fue nombrado Caballero de la Orden de Cristo de Portugal.

Permaneció de cuartel en Valencia hasta el día 10 de abril, en que por una Real Orden se le ordenó que se desplazase a la Corte, donde S. M. le nombró Capitán general de Navarra por Real Decreto de 22 del mismo mes. Tomó posesión de su nuevo destino el día 1 de mayo, y anunciándose un levantamiento de los carlistas, dio orden a las tropas de su mando para que la previniesen o reprimiesen. Teniendo noticias de que los emigrados en Francia se disponían a entrar inminentemente en Navarra, se trasladó a Elizondo, donde aseguró desde este punto la frontera, por la cual realizó algunos movimientos combinados; en la orden general del día 28, determinó que las fuerzas que se hallaban situadas en los cantones militares, se constituyesen en columnas móviles y a las cuales dio las oportunas órdenes, de tal forma que al estallar el movimiento montemolinista en la noche del 29 al 30 del citado mes de mayo, las tropas estaban ya operando y acosando a las facciones.

Recibió en Elizondo el día 1 de julio la noticia de la sublevación; ordenó al Jefe de la línea de frontera que observase la mayor vigilancia, a fin de impedir cualquier intento de entrada de emigrados de Francia, así como de armamento y toda clase de recursos; el día 2 se dirigió a Pamplona, donde hizo imprimir y publicar un bando declarando el país en estado de sitio, enviando un Batallón a las Amezcuas, por donde llamaban la atención los enemigos. Salió de Pamplona el día 4 para Sangüesa, donde según noticias recibidas estaba el foco del movimiento, y a donde debía dirigirse el General carlista Elío; llegó a Lumbier en la mañana del día 5, cuando se aseguraba que iba a estallar la rebelión, confirmada más tarde al ser intervenida la correspondencia de los enemigos.

Adoptadas las correspondientes prevenciones para impedir que tomase cuerpo la insurrección y después de haber realizado varios movimientos en combinación con tres columnas, a las cuales dejó encargada la persecución del enemigo en aquella comarca, el día 8 marchó en dirección a las Amezcuas, tanto porque allí se encontraba el grueso de las facciones enemigas, como porque la ciudad de Estella se presentaba en completa efervescencia dispuesta a secundar el movimiento; el día 10 llegó a la plaza de Estella y teniendo noticias de que el enemigo se había dividido, marchando el titulado General Izarbe hacia el valle de Ulzama, dispuso que el Brigadier Ortigosa fuera en su persecución con las columnas; dedicando su escolta a la persecución de Itúrvide, que se había quedado con la mitad de la fuerza, la cual fue batida por la columna del Brigadier Eguiluz en Aucín, la cual hostigada por dicha columna se disolvió; así como la facción de Senociaín, de la cual se presentaron a indulto unos 300 individuos; al mismo tiempo obligados por el movimiento de todas las columnas sobre el valle de Ulzama, tuvieron que refugiarse en Francia los Jefes Izarbe, Zubiri y Soto con la gente que les seguía.

Libre de enemigos todo el territorio de Estella, marchó a Lumbier, contribuyendo con este movimiento a que se internaran en Francia los restos de las facciones, a las cuales en el espacio de 20 días quedaron completamente extinguidas con la pérdida de 22 muertos, 14 prisioneros y otros 14 indultados, así como un número mayor refugiados en Francia, sin que las tropas sufriesen más que 2 muertos y 9 heridos. Por todos estos servicios S. M. se mostró en varias Reales Órdenes satisfecha del celo, actividad e inteligencia con que se había conducido.

Por Real Decreto de 7 de agosto fue trasladado de la Capitanía General de Navarra a la de Valencia y Murcia, emprendiendo la marcha el día 16 y llegando a su nuevo destino el día 24 del mismo mes. A su llegada a Valencia tuvo noticia de que las facciones procedentes de Cataluña habían pasado el Ebro a las órdenes de los generales carlistas Forcadell y Arnau; habían tomado el Maestrazgo, recorriendo impunemente todo el bajo Aragón, y extendiéndose no solo por Castellón de la Plana, sino también por una gran parte de Valencia y Cuenca; hizo salir entonces en dirección del Maestrazgo y de los ríos Blanco y Mijares a todas las fuerzas de las que pudo disponer, sin arriesgar la capital, para cuya conservación dejó instrucciones al General Segundo Cabo; marchó el día 29 con las tropas para entrar en campaña. El día 1 de septiembre dio en Castellón órdenes a las columnas y destacamentos para operar y continuó la marcha para San Mateo, donde organizó inmediatamente u n sistema de campaña exactamente igual al observado en 1844, formando varias columnas para que marchasen siempre en combinación sobre los enemigos, al paso que se establecían líneas de bloqueo en el alto y bajo Maestrazgo y en el Ebro, cuya navegación quedó prohibida tanto para cortar a las facciones del país la comunicación con las catalanas, como cómo para desalojarlas de los puertos, que era el lugar donde se reunían y organizaban.

Muy pronto las facciones se vieron privadas de sus más seguras guaridas y obligadas a realizar sus desplazamientos por terrenos donde les era más difícil burlar la vigilancia de las tropas; apenas pasaba un día sin que esas partidas fuesen alcanzadas y batidas, sufriendo pérdidas de consideración.

El Comandante General de Tarragona le remitió una comunicación oficial, en la que le informaba de que Cabrera pensaba cruzar el Ebro el día 24 de agosto y que estaba concentrando sus tropas, las cuales podrían superar los 1.000 hombres, con las que intentaba invadir el Maestrazgo.

Dispuso entonces un movimiento combinado sobre la ribera del expresado río, y con el objeto de dirigir él  mismo las operaciones, se dirigió el día 22 hacia Tortosa. El día 23 recibió un parte de que el día anterior había vadeado el río una facción procedente de Cataluña, por lo que a fin de reconocerla salió con su escolta en dirección a Mora por la orilla derecha del río, sosteniendo un vivo fuego desde Cherta a Miravell contra una facción catalana que se encontraba en la orilla izquierda, la cual favorecida por el terreno seguía a la columna por un fuerte desfiladero; en Mora supo que la facción que había pasado el Ebro se componía en su mayor parte de Jefes, Oficiales y empleados de Hacienda, destacando entonces en su seguimiento dos columnas que muy pronto le dieron alcance y la destrozaron, dando muerte al Coronel carlista Ortega que la mandaba, a otros cuatro Jefes y a un Comisario.   

Tuvo conocimiento de que Cabrera había contramarchado a la alta Cataluña, se dirigió entonces el día 27 de septiembre a recorrer la línea del alto Maestrazgo; pero teniendo noticias el día 29 en Peñarroya de que las facciones montemolinistas del río Blanco crecían, que el General carlista Arnau marchaba para reunirse con ellas con 300 infantes y 30 caballos, que en Yalova había estallado una conspiración republicana, que en las provincias de Alicante, Murcia y Albacete se notaban síntomas de rebelión en ambos sentidos, declaró todo el territorio en estado de sitio y dio órdenes a los Comandantes Generales y Jefes de columna marcándoles la conducta que debían observar; se cumplieron sus órdenes exactamente y Arnau lo mismo que las facciones republicanas de Yalova y Guadalete, la carlo-republicana que se había levantado en el partido de Ayora y otra montemolinista que apareció en Ycla sucumbieron, sirviendo el escarmiento por ellas sufrido como ejemplo para que no tuviesen lugar nuevas sublevaciones. Reforzado a principios de octubre con algunas tropas, dispuso el establecimiento de otra línea de bloqueo en los confines de Aragón y Valencia, la cual se extendía desde Mosqueruela a Castellfort, la cual se tocaba por su izquierda con una columna situada en Anaya y por su derecha con el punto fortificado de Arés, perteneciente a la línea del bajo Maestrazgo, encerraba a los enemigos en el territorio situado entre los ríos Ebro y Guadalupe y los límites de Valencia y Cataluña con Aragón. Empezaron entonces a presentarse a indulto partidas enteras y a fugarse otras en mayor número a Cataluña; organizando entonces un movimiento combinado entre Castellón y pueblos del río Mijares, extendiéndose algunas hasta las inmediaciones de Teruel y gran `parte de la provincia de Valencia hacia donde se habían dirigido por no poder permanecer en las zonas más escabrosas del Maestrazgo, pero no pasando día en que no fuesen batidos los enemigos, los cuales fueron totalmente destruidos y cuyos Jefes se viesen obligados a fugarse o a presentarse a indulto, a los cuales imitaba la gente a sus órdenes.

A finales del mes de octubre ya no quedaban más partidas que la de Raga en los impracticables prados de Amposta y la de Gamundi aumentada con grupos dispersos de las ya extinguidas; dio entonces órdenes para que se actuase contra la de Raga, al tiempo que efectuaba un movimiento sobre la des Gamundi; dirigiéndose hacia Aragón.

Fue entonces cuando los restos de la partida de Gamundi se refugiaron en Cataluña vadeando el río Ebro por Sayón; el día 16 de noviembre, pacificado todo el bajo Aragón y el Maestrazgo, marcho desde Castellote hasta Benicarló con el objeto de perseguir la partida de los prados de Amposta, la cual reducida al último reducto por la ocupación de las salinas de los Alfaques, por el riguroso bloqueo que se les impuso y acosando las guaridas que ellos creían inexpugnables; para lo cual fue necesario talar o incendiar los espesos cañaverales que obstruían el paso de las tropas, fue totalmente deshecha; algunos individuos cayeron prisioneros, otros se presentaron a indulto y el resto se fugaron junto a su cabecilla a Cataluña. Finalizada así la guerra en el distrito de Valencia, resultaron muertos en estas operaciones 120 hombres, acogiéndose a indulto más de 500 y pasando otros tantos el río Ebro con dirección a Cataluña.

Fue nombrado por Real Decreto del 22 de diciembre con el título de Castilla bajo la denominación de Marqués del Maestrazgo, Vizconde de los Alduides.

Algunos han censurado este sistema de bloqueos, pero Villalonga los contestó en su llamada Vindicación, en la cual dice:

 

“Se ha calificado por algunos de tiránico el modo como hice la guerra en el Maestrazgo; pero, ¿contra quien se ejerció la tiranía, si tal puede llamarse? Contra los enemigos de la Reina y de la libertad. Se dice que sufrió también el país; que se arrasaban las casas de campo; que se devastó el territorio: esto es lo que no puedo conceder; una ignorancia del arte de la guerra.

Si las disposiciones que dicté en mis campañas del Maestrazgo, y en la de Navarra cuando la intentona de Elío y la entrada Alzaá, y sin las cuales no hubieran tenido el feliz y pronto término que la nación aplaudió hubiesen sido de mi invención, pudiera acaso alguno calificarlas de bárbaras; más no es así, yo nada inventé: puse en ejecución un plan de campaña conocido entre los militares que han estudiado a fondo su carrera, y yo no tengo la culpa de que los periodistas ignoren el arte militar. Todo cuanto hice, todo cuanto mandé, estaba subordinado a las reglas que para llevar a efecto dicho plan deben guardarse; y es tan preciso su observancia, que descuidando la menor de ellas los resultados son nulos, y los enemigos adquieren la ventaja. Decir, pues, que el sistema de campaña de líneas de bloqueo adoptado en los países quebrados por los militares entendidos, consiste en arrasar las casas de campo, incendiarlas y cometer toda clase de excesos cuando precisamente aparece todo lo contrario, es tener una idea muy equivocada del arte de la guerra, Con dicho sistema se da protección a los pueblos adictos, se hace acopio de víveres a fin de que no les falte sustento, se protege con el auxilio de las tropas la recolección, el apacentamiento de los ganados y el trabajo de los molinos harineros, y solo se usa el rigor con los enemigos y sus cómplices; de modo que los víveres que no pasan por el camino son los que pudieran ir al enemigo, y es justo se castigue rigurosamente a quien le suministra auxilios para sostenerse.

Los que esto censuran ¿qué querían que hiciese al mandar una provincia invadida por la facción? ¿Que permitiese enviar víveres a los rebeldes?¿Que adoptase tal vez otro plan de campaña, por ejemplo el ir buscando a los enemigos, encontrarlos, cambiar con ellos algunos tiros, retirarse a pernoctar, repetir otro día esta operación, y seguir así una lucha estéril reducida a pequeñas escaramuzas consiguiendo perpetuar la guerra? ¿O pretenden que se haga ésta sin sangre, sin fusilar a los traidores, a los espías, a los infractores de los bandos  que la necesidad obliga a dictar para su pronta terminación? Desde los tiempos de Ciro y Alejandro hasta el Capitán de este siglo, todos los guerreros se han visto en la precisión de derramar sangre: ninguna obra he leído yo en que se haga mención de un general que haya concluido sus campañas con bizcochos y merengues.

Estoy en la persuasión de que mis dos campañas en valencia y la de Navarra me hacen sumo honor; los habitantes del Maestrazgo las han juzgado de un modo por cierto bien distinto que mis detractores; y las expresivas y cordiales felicitaciones que de aquellos recibí en mi última despedida al dejar el país, son un testimonio patente del aprecio que hicieron de mis servicios. La provincia de Castellón quiso mostrarme también su agradecimiento regalándome una espada de honor. Si los que dudan de las simpatías que supe adquirirme desean cerciorarse de la verdad, pueden visitarme en valencia, y les enseñaré comprobantes que les confundan y avergüencen; y si alguno hay que quiera venir conmigo al Maestrazgo, confío que aquellos honrados moradores le darán una prueba más eficaz del concepto que forman mi conducta en el territorio.”

Durante los años 1849 y 1850 continuó desempeñando el cargo de Capitán General de Valencia, y he aquí como él explica la línea de conducta que observó en aquella ciudad:

 

“Mientras desempeñé aquel mando, permití a costa de mil sinsabores, una libertad amplia respecto a opiniones políticas: todas eran toleradas en su pacífica discusión: a nadie se incomodó por este motivo: los progresistas que gemían en la emigración volvieron a sus casas de mi orden, antes de expedirse la amnistía: cierto empleado de seguridad pública trataba de impedir a un artesano y a sus compañeros la lectura de un periódico liberal de la Corte, que verificaban en alta voz en la tienda, recibió una merecida corrección: un apreciado abogado, preso por la autoridad civil con motivo de sus opiniones progresistas, a quien se le concedió libertad bajo fianza, y no la encontraba, tuvo por fiador al general Villalonga, mediando escritura pública con todos los requisitos de la ley: varias autoridades civiles sufrieron cargos y acusaciones, y aún fueron objeto de desagradables medidas por parte de mi autoridad, por no querer yo tolerar nunca donde mande la inmoralidad o el despotismo, sea cualquiera el manto con que se encubran.”  

 

Año 1851

El día 29 de enero de 1851 S. M. se dignó por Real Orden de la misma fecha concederle la Gran Cruz de la real y Distinguida Orden de Carlos III, ordenándole sal mismo tiempo que se desplazase a Madrid para ser condecorado con dichas insignias por S. M. la Reina; inició el camino hacia la Corte el día 6 de febrero, dejando encargado de la Capitanía con carácter interino al General Segundo Cabo de la misma. Fue condecorado en efecto por S. M. en su Real Cámara con las insignias de la referida Orden a las seis de la tarde del día 1 de marzo.

Por Real Decreto de 28 de febrero fue relevado de la Capitanía General de Valencia, concediéndole cuartel para Barcelona.

Durante los años 1852 y 1853 estuvo de cuartel en Barcelona y Palma de Mallorca.

En el año 1854 permaneció de cuartel hasta que por Real Orden de 17 de octubre fue nuevamente nombrado Capitán General de Valencia.

 

 

RESUMEN 

Teniendo en cuenta que los datos anteriores están extraídos de su Hoja de Servicios y de documentos auténticos, se pude decir que el General Villalonga lejos de ser como algunos han querido suponerlo, acérrimo partidario de las reacciones y del despotismo, ha profesado siempre las ideas liberales, valiéndose de sus consecuentes principios, en 1823 la expatriación; en 1832 una nueva emigración, de resultas de haber sido complicado en la causa de Olózaga y Marcoartú; y que precisamente en 1843, cuando el pronunciamiento de Barcelona contra la Regencia del Duque de la Victoria, él fue el único que por no secundar aquel movimiento, dimitió del cargo de Comandante General de la primera División, dirigiéndose a Porsvendres y luego a Mallorca, de donde también se retiró tan pronto se inició el pronunciamiento de aquella Isla. Quedan ya desvanecidas por sus mismas palabras la parte que falsamente le atribuyen en la prisión y muerte de Zurbano, y a lo que le ocurrió en los acontecimientos de Galicia, añadir solamente que se vio en la triste necesidad de mostrarse severo al principio dejando caer la espada de la ley sobre algunas cabezas, en cumplimiento de su deber y para evitar males mayores, también se mostró indulgente cuando, dominado el motín militar y castigados según manda la ordenanza a sus principales autores, cargó sobre sus hombros la responsabilidad y las consecuencias de la suspensión del fallo, indultó a más de 400 Oficiales, que fueron arrebatados a la muerte por la clemencia de este General, el cual tenía órdenes reservadas para actuar con el máximo rigor. Después de su primer destino como Capitán General de Valencia, y en relación con su actuación en su distrito contra las facciones carlistas, fueron muchas las personas y Ayuntamientos los que le mostraron su gratitud; algunas avaladas por más de 500 firmas de la ciudad de Gandesa, así como los vecinos de los Ayuntamientos de Canet le Roig, Albocácer, Culla, Benasal, Villa de Catí, Torre Blanca, Villanueva de Alcolea, Torre de Endomenech, Cuevas de Vinromá, Morella, la Jana, san Mateo, Villa de Chert, Cervera, Canet, Alcalá de Chisvert, Santa Magdalena de Pulpis, Villafranca del Cid, Vinaroz, Rossell, San Jorge, Cáliz, Calig, Ascó, Roquetas, Castellote, Maestrazgo y otras muchas. Esto prueba lo acertado de su nombramiento.

Estaba en posesión de las siguientes condecoraciones:

Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Gran Cruz de la Orden Militar de San Fernando; Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica; Gran Cruz de la Orden Militar de Carlos III; así como la Cruz de Cristo de Portugal.