09/05/2024 16:19
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Esta es la octava parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.

 

Carta decimoprimera: Las luchas dentro del Partido Socialista

Este episodio es interesante porque Largo Caballero airea algunos trapos sucios de “la casa del pueblo”. Cronológicamente incluye el año 35 y hasta las vísperas de la Guerra Civil.

El primer desencuentro con Prieto sucede por la oposición de Caballero a que aquel formara gobierno en el 33:

… Alcalá Zamora encargó a Prieto de formar Gobierno con la condición de incluir en él a representantes lerrouxistas. Yo me opuse porque me parecía que era un descrédito para el Partido Socialista que figurasen esos elementos en un Gobierno presidido por un afiliado a nuestro Partido, pues a más de que la historia de Lerroux siempre fue con justicia combatida por el Partido por su significado inmoral, en aquel momento estaba marcado con el sello deshonroso de haber defendido a Juan March, conocido por «el último contrabandista». La Minoría Parlamentaria Socialista se inclinó a mi opinión, y Prieto tuvo que declinar los poderes. Imagino que esto le debió llegar al alma por no haber comprendido el verdadero significado y el sentido moral de mi oposición. Desde entonces, no ha desaprovechado ninguna ocasión para satisfacer su rencor, y sus amigos se han aprovechado de este incidente para difundir que yo era el culpable de que Prieto no hubiera constituido Gobierno, con el cual podía haberse evitado la guerra civil. Fácil es comprender la inexactitud de tal afirmación.

Sucedió lo mismo en el 36, tras ser nombrado Azaña Presidente, Caballero se opuso a que Prieto formara gobierno.

Tras la revolución de Asturias, Largo Caballero -que estuvo en la cárcel hasta ser declarado no culpable- se resiente de que Prieto hubiera huido tan ricamente:

Absuelto por el Tribunal Supremo, volví a desempeñar mis obligaciones en la Unión General y el Partido. En la cárcel quedaban: Enrique de Francisco, Wenceslao Carrillo, Díaz Alor, Pascual Tomás, Hernández Zancajo y otros. Se convocó al Comité Nacional del Partido a reunión ordinaria, debiendo tratarse, entre otros asuntos importantes, lo referente a las elecciones que habrían de celebrarse. Prieto, que estaba en el extranjero, pasó la frontera y entró en España, no para hacerse responsable del movimiento, sino para asistir a las sesiones del Comité Nacional. Resultaba sorprendente la facilidad que tenía para pasar la frontera sin ser visto por la policía.

Ejemplo de la ceguera sectaria de Caballero. Quizás hasta se creía sus propias mentiras:

La situación se hacía insostenible para el Gobierno Lerroux-Gil Robles. Nadie recordaba un período político tan inocuo para la gobernación del Estado. Todos, amigos y enemigos, reconocían que el Gobierno no carburaba, que carecía de capacidad para sacar al país del atolladero en que la sevicia de las derechas le había metido.

La formación del Frente Popular:

Los partidos republicanos y el Partido Socialista, Unión General de Trabajadores y demás organismos políticos y obreros estaban de acuerdo para hacer una «Coalición electoral». Le llamo la atención sobre esto de Coalición electoral, no Frente Popular, porque éste se constituyó bastante después, y del cual ya hablaremos.

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La coalición la componían todos los elementos de izquierda, pero la dirección la llevaban Izquierda Republicana y el Partido Socialista. Los demás habrían de someterse a sus resoluciones.

Ésta era la teoría de Indalecio Prieto: La hora política es de los republicanos, no de los socialistas. Es lo mismo que decir: «La gobernación del Estado debe estar encomendada a los partidos de menos arraigo en la opinión nacional, relegando a la calidad de servidores a los más numerosos y fuertes». Esto era sabotear a la clase trabajadora el acceso al Poder en un régimen iniciado y defendido por socialistas.

En efecto, el Frente Popular empezó como frente republicano y acabó ocupado por el Partido Comunista al final de la guerra.

Un detalle sobre la campaña electoral del PSOE en el 36:

Después de reflejada la situación, me veo obligado a hablar de algo que hubiera querido callar, pero se trata de una verdad histórica y no debo ocultarla. ¿Quién llevó el peso de la campaña electoral? Aunque parezca increíble…: ¡Francisco Largo Caballero!

La Ejecutiva del Partido no organizó ni un mitin ni una conferencia. Sus individuos no podían presentarse en público ante los electores porque los hubieran silbado. Tal era la animosidad contra ellos. Prieto estaba en Madrid, en su casa; todos lo sabíamos… menos la policía; pero no podía mostrarse en público. ¡Sería demasiado!

Se sabe que en el famoso mitin de Écija a Prieto casi lo matan a tiros. Le silbaron, pero con balas. Y fue en mayo del 36, mucho después de pasadas las elecciones. La guerra civil del PSOE se aceleró tras ganar las elecciones.

Así justifica la labor de zapa de los caballeristas al gobierno republicano que habían apoyado:

Las reclamaciones molestaban al jefe del Gobierno, que desde el primer momento dio señales de gobernar sin imposiciones de nadie, según su expresión. Cuando fui a pedirle en nombre de la Unión General la libertad de los presos, hizo manifestaciones de disgusto diciendo que así no se podía gobernar. Llegó a decir que esa actitud de los obreros no se había tenido con el Gobierno Lerroux-Gil Robles.

El señor Azaña creyó que iba a gobernar una Arcadia feliz.

Como a pesar de haber un Gobierno republicano se producían huelgas, se desesperaba. Me llamó algunas veces para decirme que la Unión General aconsejase a los trabajadores más paciencia y moderación. Le contesté que era más urgente exigir a los patronos, incluso a los llamados republicanos, más prudencia, menos egoísmo y mayor respeto a las leyes; era a los patronos a los que debía hacérseles comprender que vivían en una República democrática.

Es decir, los caballeristas no tenían ninguna intención de consolidar el gobierno que habían ayudado a constituir. Pisaron el acelerador del enfrentamiento civil cuando gobernaban los suyos. Simplemente querían que el gobienro de “republicanos de izquierda” les dejara hacer.

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Más andanadas contra Prieto:

Una de las veces que fui a la Presidencia llamado por el señor Azaña, cuando estaba hablando con él y otros ministros, entró Prieto, saludó a todos, les dio la mano… menos a mí.

Prieto ha sido envidioso, soberbio, orgulloso; se creyó superior a todos; no ha tolerado a nadie que le hiciera la más pequeña sombra. Lo sucedido en Bilbao le retrataba. Le gustaba estar siempre en primera fila mimado, alabado y admirado. Estar inactivo sin exhibirse, sin poner de relieve sus sobresalientes condiciones le producía efectos desastrosos.

Sobre la destitución de Alcalá-Zamora:

Seguidamente se planteó un importante problema: el de la destitución del Presidente de la República. Sus traiciones entregando el Poder a los enemigos del régimen republicano que se negaron a votar la Constitución, y el hecho de haber faltado a ésta encargando de formar Gobierno a ministros censurados por las Cortes le hacían merecedor de ser desplazado de la primera magistratura.

¡Justo castigo a su deslealtad y a sus odios africanos!

En realidad, a quien no dejó gobernar el patético Alcalá-Zamora fue precisamente a las derechas, pero la ceguera sectaria del escayolista no le permite un juicio equilibrado.

Azaña, presidente:

Don Manuel Azaña no estaba contento en la Presidencia del Consejo. Le producía mucha intranquilidad, trabajo y disgustos. Le gustaba la vida más tranquila. Además era halagador para él obtener una revancha completa ocupando el puesto de su enemigo vencido y destituido. ¡Todos tenemos nuestras debilidades! Destronar de la Presidencia a su contrario; ocupar su puesto, era el logro completo de sus anhelos. Así podría demostrar la diferencia existente entre la traición y la lealtad.

… el republicanismo español quedaría como rebaño sin pastor; cada cual tiraría por su lado;

Es lo que se suele comentar al respecto de la presidencia de Azaña.

Para acabar, más desencuentros y violencia física en el PSOE:

Zugazagoitia, director del primero, dirigió unas palabras ofensivas al director de «Claridad», Luis Araquistain, quien a su vez largó a Zugazagoitia un directo a la cara, haciéndole tambalear. No cayó al suelo porque le sostuvieron algunos amigos. El asunto no pasó a más, si bien los comentarios fueron abundantes.

Araquistain era caballerista mientras que Zugazagoitia era prietista.

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