12/05/2024 19:04
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No contentos con haber llegado al fondo del pozo más profundo y oscuro que pueda imaginarse, los españoles de esta época optamos por escarbar y hundirnos en el lodo. A eso nos ha llevado la pandemia de la peor de las enfermedades que puede sufrir el ser humano, sea individualmente, como aún peor de forma colectiva que es la idiocia, que tiene la particularidad de que sus devastadores efectos no lo son tanto para los demás, sino para uno mismo, para los propios, aunque al principio o durante algún tiempo no lo parezca. Y es que, si por ahí fuera están mal, los españoles, sin lugar a dudas, estamos peor.

Si la proposición de ley de punto final -lo de amnistía se queda corto- era ya de por sí una aberración, su rechazo por sus beneficiarios demuestra hasta qué punto, unos y de otros, se revuelcan en el fango del fondo del pozo; y los demás, con ellos, todos… nosotros. Así, tras ya casi medio siglo de desbarre, España ha regresado a aquel siglo XIX del que Francisco Franco siempre dijo que “quisiéramos borrar de nuestra historia”.

Que el dictador Sánchez no va a dimitir está claro porque un dictador de verdad como es él -nada que ver con aquel del que se dice que lo fue, sin que lo fuera-, no dimite nunca. Que una dictadura socialista nunca se rinde ni apea del poder, como es la que encabeza tal dictador, también está claro, pues son muchos a los que les va todo en que perdure. Que no hay alternativa porque no la ha habido nunca, pues UCD-AP-PP ha sido y es alternancia, que no alternativa, y más y peor aún piedra angular del sistema, es ya evidente a estas alturas hasta para el más lerdo o ingenuo. Pero es que, además, si aquél dimitiera y hubiera elecciones, o volvería por sus fueros con los mismos de los que depende ahora, o si hubiera relevo y Feijó y el PP accedieran al poder, harían lo mismo que él, que es lo que han hecho siempre y es lo que hicieron Aznar y Rajoy, y tendríamos ley de punto final pepera con el mismo fin que la del dictador, sólo que con palabras más… ladinas, de forma que los que ahora se quejan, medios de manipulación incluidos, ya no lo harían.

¿Y por qué? No sólo por la baja catadura de nuestra oligarquía política que está repleta de mentecatos, ineptos, aprovechados, deficientes y delincuentes de la peor y más baja estofa, sino porque el sistema electoral que impuso Suárez y su UCD para congraciarse con el emergente PSOE y PCE de entonces, es el peor de todos los posibles porque: favorece la proliferación de partidos minoritarios, que en España, además, o son abiertamente secesionistas o rabiosamente regionalistas; les otorga un poder fabuloso de arbitraje y decisión ante la rara posibilidad de que los grandes consigan mayoría absoluta; impulsa en los partidos un “caudillismo” mal entendido por sus líderes, la aparición de “barones” y la burocratización de sus estructuras, implementando el caciquismo, las mafias, el favor y la arbitrariedad; genera la “profesionalización” de la política por la consolidación de los “políticos profesionales”; sus afiliados no tiene control alguno sobre sus dirigentes porque el que se mueve no sale en la foto; los votantes no lo poseen sobre sus elegidos que, además, aunque se presentan por un partido, cuando toman posesión de sus escaños lo hacen como propiedad privada, de ahí la figura de los “tránsfugas”; y, finalmente, obliga a coaliciones postelectorales conseguidas en “negociaciones” que son en realidad auténticos mercados persas donde priman sólo los intereses personales sobre los de los electores y aún más sobre los de la Patria.

En definitiva, nuestro sistema electoral tiene lo malo de todos los posibles y nada de lo bueno de lo que pudieran tener. Ningún país democrático lo ha elegido, y donde en algún periodo histórico lo hicieron, les llevó al caos, a ese mismo en el que, como vemos, nos encontramos nosotros ahora. Para cambiarlo basta con mayoría simple, pero, aún habiéndola tenido absoluta, ni el PSOE ni el PP han hecho nunca ni el menor amago de querer hacerlo. El PSOE, porque este sistema fue siempre el preferido de socialistas y comunistas por ser el que históricamente mejor les ha facilitado el acceso al poder y la implantación de su siempre anhelada dictadura. El PP, porque es la forma en la que su innata cobardía le asegura ese hueco de disfrute de prebendas y mamoneos cuando el PSOE le deja, porque a éste le interesa, algún que otro periodo de poder, bien que con la condición pactada de antemano de no tocar nada y sólo dedicarse a serenar los ánimos y reconducir a la plebe al redil cuando ésta amenaza con despertar.

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¿Hay solución? A la vista está que no. Y no, porque quienes tienen la responsabilidad, porque tienen la autoridad y la obligación, de haber impedido hace mucho que no cayéramos en el pozo, y ya caídos de sacarnos de él, persisten en mirar al tendido cantando aquello de “pío, pío, nada de lo que ocurre va conmigo”. Uno, porque dice que reina, pero no gobierna, y además se cree irresponsable, lo cual es falso de toda falsedad, pues la Constitución le define como “árbitro” y como tal tiene que dictar sentencia e imponer orden. Los otros, porque confunden voluntaria e interesadamente “neutralidad” con inhibición y obediencia y disciplina con sumisión.

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JCrespo

La tan loada como falsa democracia nos trajo esa idiocia de la que habla certeramente el autor y que padecemos los españoles. Cosas como ese tremendo desempleo crónico, aceptado por todos como «estructural», las miserables y estatalizadas Ayudas Sociales y la incesante ingeniería social, ha hecho del español un ser altamente subordinado. Es decir, acomodado a un falso régimen que está terminando de aniquilarlo para provecho de grandes grupos financieros. Todo ejecutado al dictado por sus muy bien pagados políticos. Mientras no seamos conscientes de todo ello y empecemos a sacudirnos esa malsana subordinación a la esclavitud, seguiremos caminando hacia nuestra extinción como civilización y como personas…

Pedro

Don Francisco, totalmente de acuerdo con su agudo y lucido artículo.
Sobre el papel de Felipe VI, la Constitución dice en su art. 56, 1:
«El Reye es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y pemanencia,l ARBITRA Y MODERA EL FUNCIONAMIENTO REGULAR DE LAS INSTITUCIONES…», etc.
¿Qué arbitraje y moderación ejerce, en la práctica?
Ninguno, absolutamente ninguno.
PASA DE TODO, o al menos esa es la impresión pública.
Pero, eso sí, se muerde las uñas, pues debe de estar asqueado por la situación.
Pero con eso no basta…
!

Rafael F.

Compketamente de acuerdo con artículo y comentarios.

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