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Siendo del criterio de que ningún libro envejece, pues todos en mayor o menor medida acompañan tu vida con sus experiencias, éste concretamente, ya fue prologado con esa vocación de éxito y permanencia en el tiempo como concepto existencial. Y así fue, millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y repleto de reflexiones que lo convierten en otro imprescindible.

En múltiples foros literarios se ha hablado de este libro, y a la gran mayoría de las personas les llena interiormente la experiencia que el autor relata como superviviente en un campo de concentración y todo lo que la mente humana puede llegar a soportar para la supervivencia.

En mi caso, me interesó mucho más la parte filosófica de un método que el propio Frankl creó “la logoterapia”, el método psicoterapéutico que se centra en el sentido de la existencia por parte del hombre, y sobre todo la pregunta de ¿qué espera la vida de nosotros?

Efectivamente esa cita de Nietzsche, es absolutamente aplicable a este método. Fácil leerla en voz alta, y no tanto ponerla en práctica frente a las adversidades de la vida, que son muchas.

Lo siento por mi admirado Rilke, pero no comparto su criterio de venir a esta vida para sufrir, y conseguir mediante el sufrimiento y solo del sufrimiento, ese sentido a la vida.

Aplicando las tres pautas principales de la logoterapia, el sentido de la vida sería, un triple compendio de acción, aceptación y sufrimiento.

El concepto de Frankl, respecto al sentido de la vida se centra en el comportamiento y más en los hechos, que en la fe. Analiza cuál es su sentido vital tras su dura experiencia en un campo de concentración y cuáles fueron sus motivaciones para superar la dramática y extrema vivencia a la que nadie o casi nadie sobrevive indemne.

Es un libro que te acerca a la psicología sin necesidad de tener conocimientos específicos a través de una experiencia personal que sirve de ejemplo para aplicar en cualquier acontecimiento de nuestra vida.

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Como gran referente en psicología y filosofía, fundador de la denominada tercera escuela vienesa de psicoterapia, honoris causa, con muchos reconocimientos y galardones, (todos ellos merecidos y trabajados), el mayor reto que afronta, lo conforma ese interrogante.

Podría ser interesante abrir un foro de debate y que entre una multitud de personas de diferentes sexos, culturas y raíces se contestará a ello, ¿qué espera la vida de nosotros? Ello, sin necesidad de haber pasado por el diván del gran Frankl, aunque solamente fuera como un estudio antropológico del ser humano.

Hay cosa en la que no se puede pasar de largo, y es lo que ha cambiado la vida y por lo tanto nuestra existencia, desde el año 1942, fecha en la que propio autor vivió y se sometió a la tortura del campo de concentración, a los tiempos de hoy en día.

La pregunta seria invariable y no tanto la respuesta. Las circunstancias externas, exógenas pueden determinar una variación en la actitud y el comportamiento humano en distintos sentidos. Negar ello, sería negar la mayor. Ahora bien, tengo la certeza vital de que lo no ha variado desde el año 1942, por encima de todo es la dignidad del ser humano, y su libertad, ambas indestructibles.

Es muy difícil no perder la fe en el ser humano, y, mantenerla, supone precisamente contestar a esa pregunta todos los santos días del año, y a veces recibir una respuesta automática en tu hemisferio norte de bloqueo total. Seguir adelante es una fuente de valor, y siempre hay experiencias vividas en otros seres humanos que no son Viktor Frankl y no hace falta que lo sean pues, han sobrevivido de igual manera, teniendo un porqué en su vida y siendo incondicionales frente al desanimo y la adversidad.

Esta madrugada tuve ocasión de releer lo que un 24 de febrero de 2003 escribió un amigo incondicional en afecto, cariño, y frente a los que te apoyas ante las dudas existenciales que te plantea la vida, y obtienes con éxito, la tranquilidad de espíritu.

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Decía entre otras cosas:

«Nuestra existencia es puramente virtual, encerrados en un misero trozo de espacio de un ingente infinito. Por eso apelamos a Dios: para existir, para ser, para que el desasosiego de nuestra trampa existencial no nos conduzca a reducir voluntariamente nuestro miserable trozo de espacio y tiempo. Orgullo desmedido el del estúpido individuo que quiere ser algo, lo que sea, le bastaría con que reconociese su maldad para sentirse infinitamente feliz… pero Como sobrevivir a la conciencia de que ni siquiera existe la maldad?….. ¿Acaso conoces algo que perdura en ansiado territorio de la idea y el Valor…?

No pudiendo reproducir el texto íntegro termina diciendo…” Pero tal vez pudiera dejar que mi espíritu sonriera en soledad de vez en cuando. Y cambio todo eso por una de esas sonrisas”.

La dureza de este relato es el testimonio desde una prisión, donde mi amigo estuvo y salió, porque como él mismo dice, “De aquí se sale”, lo que evidencia, que el ser humano puede soportar casi cualquier como, pero asumiendo racionalmente su capacidad para captar la sensatez incondicional de la vida.

Dos experiencias vitales diferentes y a la vez únicas para dar respuesta a lo que la vida espera de nosotros. Gracias a Frankl y a Mario que soportaron todo y que apostaron por seguir viviendo.

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REDACCIÓN
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