09/05/2024 01:57
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Es un conjunto de auténticos negativos fotográficos de sus cicatrices, es el ancla de la herida interior que cuenta su historia y los sentimientos que subsisten fragmentados. Es magnético, un exquisito bouquet de variada gama cromática, sin edad, que da parte de su testimonio de existencia, con arraigo. Resultado de todas sus transformaciones.
Es un astro áureo, ubérrimo. Es un viaje terapéutico que la recoloca y ubica en la vida a la que ella se ha enfrentado con escudo y armadura.
Hablo del cuarto poemario de Rocío Biedma: Gotas de rocío.
El libro está dedicado a su padre, es bello por fuera y por dentro, está llamado a ser pieza de coleccionista. Comienza con un meticuloso prólogo escrito por don Francisco Espada Villarrubia.
Y concluye, a forma de «epílogo» con la rima XCV de Gustavo Adolfo Bécquer. Esa que comienza: «La gota de rocío que en el cáliz/ duerme de la blanquísima azucena,/ (…)».
La autora saca a bailar a la poesía y le coloca alas para que levite, y en ocasiones se cubre con ella para resguardar su alma del frío. En ella encuentra una vía de salvación personal, volviendo al territorio jamás abandonado.
Escribe para comprender mejor lo vivido, y que podemos interpretar bajo nuestra particular experiencia. Es tendencia bursátil al alza.
Gran satisfacción produce sumergirse en el singular universo de esta jienense.
Esta es una lectura que prende en llamas, que vuela a campo abierto entre la luz y su tristeza. A veces «casi» nos hace dudar de la razón humana.
La creadora utiliza la palabra exacta, con precisión y concisión. Hábilmente establece el perfecto equilibrio entre el cautiverio y su llave y la devoradora e inefable pasión.
«Cuando pronuncias mi nombre,/ lo dices todo en un momento/ y te siento decirme./ Me abrazas y me besas sin saberlo,/ cuando dices mi nombre./ Y me doblas de amor/ cuando me rozas el acento/ con la punta de tu lengua.» (Poema: Cuando dices mi nombre).
Poemas que son aves migratorias, rehenes del pasado, esculturas de rocío que beben de los labios del diluvio. Arpegios que inventan razones para vivir, y que sangrantes desembocan en el océano de la esperanza que pinta con acuarelas la fragancia del olvido, que se preludia en las anhelantes ascuas que se mecen escanciadas por la endulzada sal, las olas, la sed… Que embisten en el cielo sin estrías.
Ángeles envueltos en algodón, que en coro habitan el mismo espacio que la luna nevada que ha vaciado sus venas…
Insaciable búsqueda que la condena a cadena perpétua.
«El tiempo en que no estás/ devuélveme entre besos/ y dime sin palabras:/ nosotros,/ somos,/ nuestro.» (Poema: Lenguaje).
Versos que son ruiseñores, que poseen la belleza del eclipse que hila amatistas. Son luminarias que conforman un perfecto engranaje, que nos ayudan a enfocar la mirada vital hacia dentro. Hogueras encendidas fecundadas por el silencio que tiene entrañas. Que exploran las emociones humanas y en los que nos podemos sentir reconocidos.
Son apasionantes, evocadores, que se abren íntegramente como un exuberante jardín.
Algunos parecen encontrarse frente a un pelotón de fusilamiento. Los hay elegantemente dolorosos…
«Me hablas de amor/ nacido quizás,/ del hueco hoy florecido de tu pecho./ Y yo,/ te escucho sorprendida,/ que no entiendo,/ si esto es un sueño de amor,/ o solo duermo./ Dices amor/ sin pronunciarlo,/ llenando este vacío de mi pecho.7 Y tú,/ callado ni imaginas,/ que no entiendo,/ si esta amor está en tu sueño,/ si el sueño es mío,/ o es solo nuestro.» (Poema: Dices amor).
Palabras con escotes ondeantes, que dejan ver sus intenciones. Trashumantes que como la sangre recorren el corazón. Trazan un plan de batalla, dándole la bienvenida al despoblado volcán del pecho donde florece el recuerdo que luce llagas que hablan, las heridas del ayer y su palpitante retorno…
Gotas de rocío henchidas dolor, lavadas por el vertebrado humo de la desatada ausencia que como salvavidas le lanza la neblinosa esclavitud de la espuma y las impele a la prisión.
«Si mañana pierdo la memoria,/ recuérdame el momento/ en que descubrí tu boca.» (Poema: Alegato).

Autor

Pilar Redondo
Pilar Redondo
Escribe en varios periódicos, entre ellos: "ÑTV", "El Cierre Digital", y revistas, algunas: "La Casa", "Sueños de papel", "Azahar".
Desde hace 23 años es miembro de la Asociación Literaria Hasday, aunque colabora con cuantos colectivos culturales se lo solicitan. Fundadora del primer club de lectura de la Biblioteca Provincial de Córdoba.
Junto a Francisco Muñoz coordina las rutas culturales: "Los Grandes de Córdoba" y "La Batalla de Munda".
Ha trabajado en dos programas de Canal Sur Televisión: "El público lee" y "Pido la palabra". Organiza actos culturales en colegios, instituciones, etc.
Es autora de dos libros de relatos: "Relatos atormentados" y "Relatos de humor", (incluidos en la Colección Guadalquivir).
Tres poemarios: "Mortalmente eterna", "Quejíos del alma", "La piel del alma".
Doce cuentos infantiles, pertenecientes a la Colección Albolafia y cuyo emblema es la rana Clotilde.
Junto a otras nueve escritoras es productora de un disco de poemas musicalizados, titulado: "Poetizando, mujeres con voz y verso". Es en apoyo a las víctimas de la violencia de género y cualquier tipo de violencia en general.
Ha publicado dos libros de artículos periodísticos: "El pacto de las libélulas" y "Los labios de las amapolas".
Junto a don Julio Merino ha escrito las siguientes novelas: "Vitoria Colonna, el gran amor del Gran Capitán". "Las marionetas de Cuspis". "La princesa del jazmín", "la boda cautiva", "Leila de Granada", (Pertenecientes a la trilogía de La Reconquista).
"Cuando los dioses se hacen humanos", "Penélope la Reina tejedora". "Betsabé y el Rey David", "Pelayo el Astur", (forman parte de la serie de los dioses).
Es fundadora de dos clubs de lectura en la Biblioteca Provincial de Córdoba. En uno llevan una andadura de casi dos décadas, y en el segundo, es de reciente creación, de este 2023.
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