27/04/2024 17:44

Rafael Nieto

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Corría el año 2006, y mi Fe había sucumbido al modo de vida liberal (aunque fuese «liberal-cristiano»). Dicho claramente, Cristo era secundario en mi vida, no porque no creyese en Él (que siempre creí), sino porque me había contagiado del virus del mundo; el virus del relativismo que hace importante lo banal, y ve insignificante o secundario al que todo lo puede.
Supe de Ratzinger antes de ser elegido Papa, pero fue durante los primeros meses de su pontificado cuando decidí seguirlo fielmente. Su primera encíclica, sus portentosas homilías, ese estilo humilde que daba cobijo a una deslumbrante sabiduría con una serena inteligencia. Benedicto XVI fue el Papa de mi conversión, el Papa que me ayudó a entender y profundizar en el Evangelio y a hacerme parte de él, el Papa que me invitaba constantemente a vivir el Credo con fidelidad y coherencia.
Con San Juan Pablo Magno caí en la tibieza (no por su culpa, sino por la mía), y con el Papa alemán volví a escuchar la Palabra como si fuese nueva para mí; descubriendo al Padre, su Amor y Misericordia, su llamada permanente a la santidad en lo cotidiano. Fue con Benedicto con quien volví a sentirme parte de una gran familia, cuya cabeza es Jesús, y en la que todos los miembros somos llamados por nuestro nombre, porque todos somos amados.
Luego vino su segunda encíclica, y después la tercera; su trilogía de Jesús de Nazaret. Cada párrafo que salía de su pluma llevaba el sello inconfundible de la autenticidad. Lograba transmitir ideas a veces complejas y muy elaboradas con una sencillez increíblemente cautivadora. Porque, a imagen de Jesús, era capaz de descender desde su innegable atalaya intelectual para que le entendieran también los más sencillos y humildes.
Ratzinger no representaba la tradición, sino la fidelidad a Cristo. No defendía ideologías, sino la Verdad. Yerran de forma lamentable quienes se empeñan en ponerle etiquetas políticas. Toda su vida (recomiendo la biografía de Pablo Blanco, en Ed. San Pablo) fue un ejemplo de coherencia entre Fe, razón y manera de vivir. Sin evitar nunca el choque (a veces, ruidoso y polémico) con el mundo ateo y agnóstico, pero sin perder nunca la mansedumbre a la que nos obliga nuestro Redentor. Sin renunciar al diálogo con otras confesiones, pero dejando muy claro que sólo en Pedro está la salvación, porque sólo la Iglesia Católica es depositaria única de la Verdad revelada.
Dicen que en el momento de la muerte de San Juan Pablo Magno, una voz unánime recorrió todas las calles y rincones de Roma, empezando en la Plaza de San Pedro: «¡Santo, subito!» Sin ser teólogo ni sacerdote, sí creo que Joseph Ratzinger merece subir muy pronto a los altares para seguir, desde allí, dando luz a este mundo que se empeña en vivir en tinieblas. Sí creo que Dios lo tendrá ya cerca, y le sabrá compensar por toda una vida (95 años) dedicados al Bien Común y a la defensa sin matices de la Verdad.
Gracias, Ratzinger. Gracias, Santo padre.

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.

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