05/05/2024 03:56
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Los pocos católicos, aunque sean por tradición, que quedan en España, celebran el 28 de diciembre la fiesta en honor a los Santos Inocentes. Engañado por los Reyes Magos y en un ataque de ira, Herodes, temeroso por perder su cargo de rey, ordenó asesinar a todos los infantes menores de dos años. Avisado por un ángel del Señor, San José tomó a la Virgen y al Niño Jesús y emprendió su huida a Egipto. Este conmovedor pasaje de San Mateo clama especialmente en los tiempos actuales, donde la sociedad se acostumbra al crimen del aborto y a la cultura de la muerte de otros Inocentes.

Al hablar de esta fiesta en honor a los parvulitos, toca primero hacer mención a esa grosera costumbre de gastar bromas por el hecho de ser 28 de diciembre. Por respeto a quienes dieron su vida en nombre de Cristo, siendo elegidos para la tan inmensa gloria del martirio -recién llegados al mundo-, no es correcto dedicarse a bromear. El segundo mandamiento es también aplicable a los santos y a los hombres que sirven fielmente a Dios y no se deben hacer chanzas con los mártires.

Volviendo a la esencia de la festividad, maravilla el hecho de que los niños vertiesen su sangre por amor a Cristo antes de conocerlo. “¡Dichosos niños, no pueden aún pronunciar el nombre de Cristo y ya merecen morir por Él!”, decía San Eusebio. No hablaron, pero sí sufrieron y murieron. La vida solo tiene sentido concebida como un camino de perseverancia para bien morir, y ese bien morir únicamente puede lograrse en los brazos de Jesús y de María Santísima. Estos mártires, a su corta edad, pudieron hacerlo. Dieron su vida por lo más sagrado, asegurándose una plaza en el Cielo; un hueco en la Gloria que durará eternamente y no perderán jamás.

El caso es totalmente diferente entre los pobres niños que ni siquiera llegan a nacer. Cierto es que también mueren amparados por una tiranía, que es el Gobierno español, pero ejecutados ni más ni menos que por su madre. Sí, es escandaloso que un rey aniquile a los niños, pero no lo es más que incitar a las madres a asesinar a sus hijos. El estado anima a hacerlo, proporciona las herramientas para la ejecución y hace ver que es -ni más ni menos- un derecho. España ha convertido a las madres en pequeñas Herodes en potencia, a las que ha educado con mucha ingeniería para que terminen normalizando matar a sus hijos.

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La pena es que esos pequeños no reciben ni siquiera la oportunidad de bien morir y de llevar la vida de perseverancia y de amor a Dios. Los padres y familiares Herodes de las criaturas deciden convertirles en Inocentes de la actualidad. Y quienes normalizan el crimen del aborto son muchos de los que, paradójicamente, también se dedican a hacer burlas e “inocentadas” en el día de los Santos Inocentes, convirtiendo los 28 de diciembre en un reflejo más de una sociedad macabra y satanista.

Autor

Luis Maria Palomar
Luis Maria Palomar
Joven periodista zaragozano nacido en 1996 y profesional desde 2019.

Defensor de lo bueno, lo bello y lo justo; de Dios y de la auténtica España.

Solo la verdad puede hacer libre a la persona, y para ello escribo.

No te preocupes por el mañana, que mañana seguirá reinando Dios.
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Juan Carlos

Impresionado por el artículo.

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