20/04/2024 13:41

Doctora Albarracín

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Desde que la alerta por la pandemia de covid-19 empezó a disminuir no han faltado intentos mediáticos de mantener el miedo a supuestas emergencias víricas, que justificaran la necesidad de crear Organismos Internacionales de Control Sanitario a las que los países cederían su autonomía y autoridad en materia de salud, tales como HERA en la Unión Europea y la AESAP (Agencia Estatal de Salud pública) en España. Todo ello para que la OMS dicte, a pedido de sus amos y mediante el Nuevo Tratado de Pandemias, las acciones sociales (confinamientos, mascarillas, pasaportes sanitarios) y los tratamientos y vacunas experimentales que estos consideren acordes a sus espurios intereses.

Entre esos últimos intentos tenemos la viruela del mono, el virus de Marburg y más recientemente la gripe aviar (de la que ya se ha comunicado una muerte y un posible salto a la especie humana). En realidad, el problema no es (nunca lo ha sido) el virus de turno, sino lo que subyace a la manipulación genética y al intento de control poblacional.

Por todo esto, creo que debemos prestar especial atención a los aspectos esenciales que han conseguido implementar las dañinas medidas antipandémicas, en base a mantener a la población cautiva del relato difundido exhaustivamente por los mass media. Y ello para intentar evitar que no se repita una “edición pandémica” corregida y aumentada.

El primer punto que conviene aclarar es la validez de los test PCR y test de antígeno como métodos diagnósticos y como métodos de estudio epidemiológico en una población.

La PCR es una excelente técnica de investigación, pero absolutamente incapaz de determinar la viabilidad y por tanto, la infecciosidad de un patógeno. Esto es debido a que detecta únicamente cortas secuencias génicas (sean de ADN o de ARN) que solo indican que puede haber en una muestra residuos de determinado material, pero nunca la presencia de un virus completo ni infeccioso. Para ello es imprescindible realizar un cultivo viral de la muestra y determinar la dosis infecciosa media de dicho patógeno potencial, algo que nunca se hizo durante la pandemia.

En cuanto a la forma abusiva en que se ha mantenido el relato de las supuestas olas epidémicas, es, además de perverso, completamente carente de fundamento científico. Si se quiere conocer el estado de inmunidad de una población es preciso hacer test de anticuerpos (test serológicos) e incluso de células inmunitarias (células T) pero nunca test de antígeno, que carecen completamente de valor para saber si hay riesgo de infección o trasmisión.

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El segundo punto y seguramente el más importante, es el valor de la inmunidad natural, que ha mantenido la supervivencia de la especie humana durante miles de años y que no es comparable a la inmunidad transitoria que podría favorecer una vacuna (y ello sin contar con los efectos adversos potenciales). Cualquier invento del ser humano es una pequeñez comparado con la Creación y la Naturaleza y por desgracia suele ser muchas veces un intento prometeico de desbancar al Creador.

Un término ridículo y abusivo que se utilizó para justificar la vacunación incluso de las personas que había pasado el síndrome covid fue el de inmunidad híbrida, algo así como una inmunidad de nuevo cuño, mezcla de inmunidad natural y vacunal. Término carente del más mínimo rigor científico, ya que hay o no hay inmunidad ante un patógeno y esta se produce principalmente por haber superado con éxito un proceso infeccioso. El resto es puro cuento.

En otra ocasión escribiré más sobre la inmunidad natural, pero por el momento baste saber que se puede y se debe potenciar con inmunonutrientes esenciales como la Vitamina D, la vitamina C y algunos minerales como el zinc y el selenio y que hay que evitar los perjudiciales, especialmente el exceso de azúcares e hidratos de carbono que propician la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico. Durante la primera ola de covid, enfermaron gravemente sólo las personas con síndrome metabólico, obesidad o graves carencias de inmunonutrientes.

El tercer punto al que debemos prestar atención es el intento de imposición de la terapia génica experimental, denominada inadecuadamente vacuna covid (o vacuna contra el SARS-CoV-2). Ya hemos explicado en repetidas ocasiones que además de no evitar la trasmisión ni proteger al inoculado, sino todo lo contario: volverlo más susceptible a enfermar de covid, ha demostrado una toxicidad alarmante, tanto a corto como medio plazo (aún no conocemos los problemas que puede seguir ocasionando a largo plazo y los problemas que puede producir en la descendencia de los “vacunados”) y es, con toda probabilidad, la responsable de la sobremortalidad y el descenso de fertilidad que se ha observado en todos los países después de la vacunación.

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El problema es más preocupante aún porque esta plataforma de “vacunas génicas”, especialmente las de ARNm es la que se está desarrollando extensamente y está previsto que sustituya a las vacunas convencionales y ello por dos motivos: la facilidad y la rapidez de producción a gran escala. De esta manera, se facilita enormemente la capacidad de implementar un mecanismo de control mediante pasaporte vacunal y la posibilidad de mantener a la población “universalmente polivacunada”.

Finalmente y como cuarto punto, es imprescindible que, sobre todo el personal sanitario, tenga en cuenta la necesidad de aplicar tratamientos probados y no inmunosupresores, ante una posible emergencia epidémica. Es lamentable como el miedo y la imposición hicieron presa en los médicos para aceptar lo inaceptable: negación de tratamiento en base a un triaje de guerra con el que se catequizó en los hospitales, no aplicación o incluso negación de tratamientos tempranos antiinflamatorios y antivirales de reconocida eficacia como la hidroxicloroquina o la ivermectina y aplicación de rígidos protocolos de tratamiento experimental con ineficaces, tóxicos y carísimos antivirales con los que solo consiguieron rematar a muchos pobres infelices.

De igual manera es imprescindible, ante una “supuesta nueva emergencia”, hacer las correspondientes autopsias (prohibidas durante la pandemia) ya que es el único medio fiable de conocer la patogenia de una enfermedad o síndrome y lo que con mayor fiabilidad puede orientar los tratamientos.

REFERENCIAS:

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7215906/

https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2791312

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1201971221001004

https://maryannedemasi.com/publications/f/the-serious-adverse-events-of-mrna-covid-19-vaccine-trials

 

Autor

Doctora Albarracín
Doctora Albarracín
Estudió Medicina en la Universidad de Murcia, España. Es catedrática de Procesos Diagnósticos Clínicos, así como profesora de Bioquímica, Inmunología y Técnicas Instrumentales de Laboratorio. Tiene posgrados en medicina alternativa como homeopatía. Considera que todos los médicos deben unirse para combatir las supuestas falsedades de la pandemia y forma parte del grupo Médicos por la Verdad.
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Estimada médico: Sobre el punto tercero: Mire al microscopio y comprobará lo que contienen sus «productos génicos» contra el Covid…

biólogo

Mirando al microscopio no se detecta nada significativo, no de consejos si no sabe lo que dice.

SSS

Hace tres años, el mundo una inmensa cárcel, y los carceleros por millones.

Hakenkreuz

En la «sanidad» del aborto y la eutanasia, la confianza en la profesión médica y científica en general, ha caído en picado en toda persona mínimamente sensata. Más que inmunidad natural, lo que nos garantiza la inmunidad transitoria es encomendarnos a Dios Nuestro Señor, el único que puede salvarnos de tantos genocidas y mercaderes enloquecidos por perder su patrimonio.

El agua bendita, el escapulario del Carmen y el rezo del Santo Rosario, la Corona de la Divina Misericordia (ésta en especial en caso de peligro de muerte), el Trisagio, la Corona de los Siete Dolores y otras oraciones e invocaciones a santos y santas, es solución casi inmediata para los ictus con parálisis facial, los infartos repetidos, la pérdida de olfato, el reuma agresivo, el encharcamiento de pulmones con dolores intensísimos laterales, frontales y posteriores y calambres en ellos, dificultades respiratorias, tos intensa, fiebre, vómitos, enfermedades mentales de todo tipo, etc., pero solo para personas con fe, es decir, plena confianza o abandono en Dios, que es el mejor doctor en cuerpo y alma, aunque tantos embusteros sin alma lo nieguen con fanatismo infernal. Los ateos o los que no creen realmente o solo honran a Dios con los labios, morirán sin remedio si el covid, mezclado con las inoculaciones, se vuelve cada vez mucho más agresivo, (como señala esta doctora y por lo que se ve que sí está ocurriendo), por mucha medicina «fiable» a la que quieran recurrir. Solo Dios puede salvarnos en esta prueba quién sabe si definitiva, y no la «ciencia» actual de la eutanasia de unos y otros. Solo se puede confiar en Jesucristo Nuestro Señor (Sagrado Corazón de Jesús, En Tí confío. Jesús, en Tí confío) para obtener cura de todo tipo de dolencia. Sin el permiso de Dios no cae un pájaro del árbol. Desgraciadamente, precisamente es la mal llamada «ciencia» médica, física, natural, etc. (la ciencia verdadera es don del Espíritu Santo), la que acumula tan suicida confianza en sus miembros, que no pasan de hechiceros o mercaderes vendidos a la política en su inmensa mayoría, de lo contrario no se explica que haya un porcentaje tan grande de inoculados, personas que confían en la mentira y los mentirosos una y otra vez o bien aquellos que confían en los que van por ahí mintiendo con lo de que no hay pandemia alguna, que no hay virus porque no se ha aislado, etc. Tanto unos como otros engañan como satanás en función de sus intereses políticos, económicos, financieros y académicos. Y la inmensa mayoría cree en unos u otros, no en Dios, el único que puede curarles si depositan en Él su confianza plena con oraciones y humildad.

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